miércoles, 15 de julio de 2009

Sobre la inocencia de los pueblos...

Es posible que alguien diga que ya aprendimos de la barbaridades cometidas por los españoles durante la conquista, o de la epopeya libertaria de Simón Bolívar y otros a principio del siglo XIX, o de la etapa de las luchas entre caudillos hasta justo comenzar el siglo XX, o incluso, del absoluto control durante Gómez, o Pérez Jímenez, y en fin , hasta de la cuarta y quinta república, pero lo cierto es que no hemos aprendido mucho.
Volviendo a la imagen del adolecente, estamos como él(ella): llenos de experiencias positivas y negativas, pero también de ambiguedades que nos enturbian la visión a través de la fría agua por donde nadamos; es cuestión de tiempo para que salgamos a respirar durante ese nado, y como ese(a) adolecente, comencemos a entretejer los hecho de nuestra realidad como nación.

La falta de memoria nos hace como inocentes; la falta de memoria nos hace risueños ante un futuro que nunca se construirá por si solo. Nos hace jurar un 31 de diciembre que ahora si, dejaremos de beber o de fumar, para llegar así al siguiente 31 de diciembre, mas borrachos o impregnados de humo y nicotina...

En definitiva, se hace imposible aprender a ser precavidos, cuando se olvida con tanta facilidad los hechos negativos y sus protagonistas, productos muchas veces de nuestros errores como colectivo.
El reto es no perder en este proceso, la curiosidad y la buena voluntad, para no pasar a ser un aspero, desconfiado y pragmático colectivo, que solo sembraría miseria por donde pasara...

Debemos comenzar a planificar las opciones del futuro: Quizás construir una sexta etapa en la república, para enmendar los entuertos, y habiendo dado un plazo razonable para ello, inaugurar la séptima etapa de la república, que ya para los vivos hoy, será un regalo para nuestros hijos y nietos.
(Opinaría que no existen varias repúblicas, como si de varias "venezuelas", desconectadas entre si, se tratara; es como si dijera que han existido varios "yo", y que no tengo relación con ellos y con sus actos; soy el mismo "yo" de siempre, como Ud. es el mismo "Ud." de siempre, que debe aceptar los errores en su vida, y las consecuencias de ellos, porque solo asi, con valentía, pero con humildad, se puede progresar. Para eso son las experiencias, para poder levantar la vista y mirar al futuro con firmeza).

Los vivos hoy, tenemos que aceptar que debemos tomar la dosis de realidad que nos toca: No veremos la Venezuela que nuestros descendientes mostrarán ante el mundo como ejemplo de paz y progreso hermanado, pero si podemos contentarnos con saber que nosotros, con mucho esfuerzo y sacrificio, daremos los pasos necesarios para llegar a ella.

Insistamos: Sólo quien acepta sus culpas y sus consecuencias, puede aspirar al perdón, primero ante Dios, y luego ante si mismo y sus hijos.

Sólo un necio se pasa la vida tratando de justificar y excusar todo, buscando fuera de si, las razones para sus fallas...

La inocencia no debe ser la fachada donde esconder nuestros errores. Si no esta de acuerdo con esto (sólo a manera de ejemplo), entonces díganme Ud: ¿Cómo se llaman los corruptos que fueron denunciados el año pasado?. Indíqueme cual fue la falta imputada, y ¿Dónde se encuentran ahora?.
Quizás por ser un país tropical, de mucho calor y esas cosas, ¡nos gusta escribir en hielo nuestra historia!

¿Podemos seguir siendo "inocentes" en esta querida tierra venezolana, en pleno siglo XXI?
No hay nada mas peligroso que considerar un presente,-cualquier presente como estado de tiempo-, como el perfecto, al que queríamos llegar para quedarnos.
Ni siquiera nuestros hijos, en esa Venezuela que aspiramos construirles y dejarles, podrán quedarse parados en la inocencia, sin pensar en como construir nuevos horizontes colectivos, apegados a su constitución.


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