jueves, 19 de abril de 2012

La Venezuela recolectora: la sociedad que vive como aquel que hace vida en un relleno sanitario

Hay seres humanos, miembros de nuestra propia sociedad, que en su desventura, terminan viviendo en, o los alrededores, de los rellenos sanitarios en cualquier parte del mundo. Desde aquellos vertederos subdesarrollados, hasta los de mayor despliegue tecnológico, en todos, el denominador común,-la basura-, sirve para que más de una familia se levante, y obtenga lo suficiente para vivir un día más.
En ese sobrevivir diario, las novedades que llegan lo hacen a través de la basura, de los desechos; de la misma manera en que lo hacen las enfermedades y hasta  los alimentos y medicinas vencidas.
Día con día, los que habitan allí, ven con excitación la llegada de los camiones que de lejos arriban con nueva basura y por los cuales deben luchar contra los demás para obtener la mejor posición al momento de que la bestia descargue toda su inmundicia; tesoros ocultos caerán entre las escorias de la humanidad, y más de un camionero los alentará a esperar el nuevo embarque “especial”, solo para ellos, a cambio de alguna materia prima recolectada entre los desechos y despojos.
Nadie procura eliminar la presencia de aquellas humanidades en medio de tanta tristeza; nadie es capaz de acabar con la miseria, y mucho menos con las toneladas de basuras que se abalanzan a cada hora sobre aquellas almas, impregnadas hasta los tuétanos de sus huesos, no por la fetidez del lugar, sino por el egoísmos de las masas sociales que se desentienden de aquella realidad tan cruda y sin consuelo, a favor de sus propias limitaciones.
Sé que es una alegoría dura; quizás rayando en lo chocante, pero, ¿cómo explicar, -de otra manera que no haya intentado ya-, la particular situación que vive el país previo a un despertar más consciente?
Desde la última entrada al blog, las cosas no han cambiado; en nada que no hayamos predicho o intuido que podía pasar.  Tanto Chávez como Capriles han mostrado lo que ya podían; no hay sorpresas; tampoco lo habría si aparece un candidato out sider a la presidencia.
Pese a la enfermedad insinuantemente complicada del presidente, que no pareciera arrojar luz al final del túnel, (ni garantías sobre su futuro político, como tampoco sobre  el de su proyecto), o al silencio conceptual, -cual  desierto casi estéril-, en el que vive la concepción doctrinaria de Capriles, que no muestra ni un ápice del liderazgo estadista y republicano venezolanista que en estos tiempos se espera de un prospecto a la presidencia,  el asunto de fondo, -el de la difusa venezolanidad de la sociedad-, no augura una escena donde veamos dar, a la sociedad toda, un firme y contundente paso, en la escalera del crecimiento en Venezuela.
Mientras persigamos esa falsa idea de que el progreso hay que prepararlo con proyectos previos donde se invierten millones de dólares y miles de horas hombre, por no hacer efectivamente cosas concretas con esa intención, no avanzaremos en alguna dirección definida y común a todos. No habrá un proyecto, o un ideal, por encima de todos nosotros.
Es la más simple trampa política, y sin embargo, la que más reditúa beneficios: conjugar en futuro, a la felicidad misma. Ambos lados la usan sin misericordia: la revolución “traería” la suprema felicidad social, y la oposición del momento, encabezada temporalmente por Capriles, augura la llegada de la nueva Venezuela el 7 de octubre. En definitiva, un inútil circulo, tan inútil como el de las “revoluciones” que da un trompo al girar, no logrando más que ir desde un punto a otro, para terminar tirado en el suelo, hasta que otro lo tome, lo enrolle con una cuerda, y lo vuelva a lanzar, en medio del campo de juegos que es  la mentalidad de la sociedad venezolana, reacia aún a reconocer sus miserias y limitaciones.
Démonos con una piedra en los dientes, pues del radicalismo en el que vivimos, y de la parcialidad exhibida por uno u otro bando, nos deberían quedar las lecciones más cercanas a las que participar en una cruenta guerra civil, nos entregaría, pagando un altísimo precio, con heridas difíciles de curar.
Demos gracias a Dios por no estar en medio de una de esas guerras estúpidas, en las que somos perfectamente capaces de meternos, pese a la descontrolada cifra de muertos, y a los niveles de injusticia ya inmedibles en los que estamos sumergidos todos.
Pese a todo esto, y sin que pareciera influir lo aprendido hasta ahora, el extremismo sigue afinando sus estrategias; los bandos organizan sus tácticas y buscan tras las marquesinas del espectáculo electoral, administrar el poder que se ambiciona,  que se tenga, o que se negocia, según el caso. Miles de millones de Bolívares fuertes se movilizan, en una danza apenas controlada, solo lo suficiente para que llegue el monto de dinero necesario a todos los interesados, incluyendo a aquellos que validaran con su voto, la danza de poder.
La fiesta se disfraza de revolución o de oposición, según el personaje, y pareciera quedar únicamente en el camino, una valiosa, pero costosísima lección política, más que recogida con sabiduría, pareciera “pegada” a la mente de los que pueblan esta nación,  devenidos en una sociedad difusa en sus intereses, dispersa a la hora de establecer sus prioridades y caminos para alcanzarlas. Lo hemos dicho ya.
No podemos seguir viviendo de la basura; no podemos seguir conformándonos con tan poco, teniendo tanto. No podemos seguir permitiendo que los de menos visión, lleven de la mano a los que carecen de ella, al tiempo que los que siendo menos, lo ven todo y no han optado por otra cosa que no sea hacerse a un lado.
No podemos seguir permitiendo que los empresarios y políticos de otros países secundados por los políticos, burócratas y empresarios criollos, carentes de venezolanidad, nos sigan trayendo en sus camiones de basura, las cosas que ellos dicen que necesitamos. No podemos seguir entregando a cambio de nuestros recursos vírgenes, -en una abierta aceptación torpe y sin visión de futuro-, nuestra incapacidad para convertir nuestras propias riquezas materiales en bienes refinados, para nuestro propio uso y beneficio.
Un niño va a la escuela, casi siempre por la ilusión “de que cuando sea grande”, va a ser bombero, médico o astronauta. Cuando la sociedad se desdibuja a sí misma, sus niños pueden terminar yendo a la escuela, (si es que van o la terminan), soñando en que van a ser tan fuertes o valientes como el malandro de la esquina; allí comienza, balazo a balazo, y cuchillazo a cuchillazo, la escritura del epitafio de aquella sociedad, que presta su sangre para lavar el granito que se desprende de la lapida al escribirla. Aquella misma sociedad que insiste en vivir en el relleno sanitario de sus miserias.
No podemos de entrada, soñar con cosas irrealizables: sociedades donde todos sean felices, es imposible, pues hemos hablado ya de que existen individuos que simplemente, optan por el fracaso. Ellos deberán ser la ocupación  del estado, que busca hacerles llevadera la vida dentro del marco moral de la sociedad. Ahora, de allí a rechazar la construcción de una Venezuela fuerte, clara de su destino y de los esfuerzos que deben hacerse en tal sentido, hay un mundo de distancia. El punto es lograr una Venezuela donde las oportunidades sean iguales para todos, aunque cada quien opte por usarla o desaprovecharla.
Lo que queremos por nación, no se construirá solo; tampoco renegando cuanto pequeño paso se dé en esa dirección, simplemente porque lo construyó el adversario político de turno en el poder. Esa mediocridad, tan propia del subdesarrollo, nos tiene comiendo excremento.
Sé que la mayoría está atenta a las elecciones del próximo 7 de octubre, y también se que esa misma mayoría está equivocada en el motivo por el cual espera esa definición electoral: No habrá ese “salto cuántico” que se sueña.  La actual manera de desenvolvernos política, social, y económicamente, nos está “atornillando” al subdesarrollo, con nuevos y fuertes “pernos”. Si no vemos mas allá de todo lo que tenemos hoy, no habrá manera de “desatornillar” tan mentalidad subdesarrollada. Sea quien sea, el próximo presidente no será la panacea, como no lo fue Chávez en su momento, ni el mismísimo Bolívar que reencarnara en sus huesos. Obviamente, Capriles tampoco.
Tampoco hay necesidad de dejarles la penosa tarea de conseguir la respuesta a este dilema a nuestros hijos, -o peor-; a los hijos de estos.
Recientemente leía que el cáncer de senos, no es una enfermedad individual por sí misma, y que más bien es resultado de la interacción de no menos de 10 enfermedades (http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/04/120418_salud_cancer_mama_estudio_jrg.shtml). Pues bien, de la misma manera, imágenes comunes en nuestra mente colectiva, como el robo de cables en alumbrados públicos; los vehículos desvalijados cuando llevando una carga de alimentos, se vuelcan en la carretera; choferes haciendo dobles colas o tragándose semáforos en las intersecciones; gentes usando a sus hijos como escudo al momento de invadir un terreno o una construcción para robársela; largas colas de tres y cuatro horas, frente a una bodega estatal, para comprar algunos productos de la dieta diaria; gentes pasando mensajes por twitter, avisando que llegó leche en polvo a un supermercado donde desde hacía semanas no llegaba; un ballenato sonando escandalosamente a las 3 de la mañana, en medio de una ciudad fronteriza sin ley donde la venezolanidad da sus últimos gemidos de muerte; gentes sonando cacerolas porque se les fue el servicio eléctrico, allí donde todo el mundo se lo roba, pese a tener la misma tarifa del 2002; hospitales donde si no te vas a las 3 de la mañana, no obtendrás cupo para que te atiendan, y así,  un largo u triste etcétera.  Todo esto no es más que las interacciones de muchas “enfermedades”, “debilidades” y “carencias” sociales, cuyos síntomas son precisamente, esas cancerígenas conductas distorsionadas y alienantes en lo que a subdesarrollo se refieren. Cáncer que de apoco, nos puede matar.
No puedo nuevamente enumerar el decálogo de acciones iniciales a emprender; repasarlos seria una pérdida de tiempo, considerando que en el pasado ya quedaron registrados en este mismo blog, en sendas entradas al mismo; lo que si no puedo dejar de mencionar, es que el progreso no se da necesariamente (como tampoco se logra en un régimen de dieta seguida por quien sufre de sobrepeso), diseñando meticulosamente  este, para el momento en que decida comenzarla. Así como no se rebaja ni un gramo de grasa planificando detalladamente, tampoco se supera un estado de conciencia y desarrollo, sin mover un dedo.
Dirán que hemos logrado cosas; otros afirmarán y jurarán sobre la tumbas de sus seres queridos, que nada se ha logrado y que solo retroceso hay. Si hablamos en términos de posiciones absolutas, lo único seguro es que permaneceremos en el basurero donde nos hemos acostumbrado a  vivir.
Insisto en que es momento de tomar lo bueno que se haya dado en la cuarta republica, y sumarlo a lo bueno que se ha logrado en la quinta; establezcamos un pacto, - una sexta republica-, para crear con cada paso dado y con el sacrificio que exigirá, durante un tiempo prudencial a establecer con fecha  final, donde la estupidez de las parcialidades no puedan pisotear más a la venezolanidad misma, los cimientos donde  nuestros nietos, -cuando solo tengan los recuerdos de nosotros-, usarán junto con sus logros, para crear una séptima republica, quizás definitiva; quizás justa; quizás llena de amor, quizás, en paz con el mundo, y consigo misma.
Podemos dejar atrás las limitaciones; podemos dejar atrás los bandos. No será para este año y sus elecciones, pero si para un futuro que nos guste o no, se viene a toda marcha, dispuesto a llevarlos con él, o pasarnos por encima.