miércoles, 16 de mayo de 2018

Falsas elecciones, país de mentiras. Sociedad indecisa entre ser de individuos o de ciudadanos.

Sin duda quisiéramos decir que esto de la debacle en todos los ámbitos de la vida nacional ha sido una sorpresa, y que las acciones de Nicolás Maduro al frente de un gobierno devenido en dictadura nadie las esperaba, pero no es el caso: Todo se sabía y proyectaba; no había manera de esperar algo distinto, y hasta un humilde blog como éste, lo había anunciado incluso antes de que fuese elegido.
Ahora que todo está hecho, destruido y/o descompuesto a manos de un régimen que junto a una sociedad en su mayoría, consiguieron hacer de todo trámite, proceso o función, un negocio, y de un país completo, un gigantesco conglomerado mafioso con el devastador resultado humano de hacer de una población, una anónima masa de carne genérica, sin posibilidad de mejora moral concebible bajo el control ejercido por la corporación política liderada por Maduro y Cilia Flores, -ante esto-, únicamente va quedando frente a nosotros (inocentes y culpables por igual del mantenimiento de esta aberrante situación político, social y económica), un Estado fallido, como el producido por una guerra cruenta y fratricida atroz, donde ni siquiera ha podido llegar el tiempo para recoger los restos republicanos de aquello que alguna vez fue, o mucho menos a los caídos, cuyos cuerpos en descomposición comienzan (en un sentido figurado), a diezmar a la población sobreviviente con enfermedades y pestilencias por doquier.
El epitome de toda esta locura desenfrenada, decidida desde la misma presidencia de Venezuela mediante el ejercicio ilegitimo del poder a través del títere y falso poder constituyente original (la mal llamada ANC), con el principal fin de desmotar a un país a favor de un conglomerado comunal clientelar mafioso y parcelado en infinitas colas circulares de necesidades humanas (que jamás serían satisfechas por los capos ya hoy gordos y descarados en su intenciones, desde civiles hasta militares encargados de mantener secuestrados a toda una población), es la realización de unas elecciones presidenciales que de no ser por el nivel de depravación, desvergüenza e inmoralidad con que son llamadas y ejecutadas (con resultado listo aún antes de que se inscribiera cualquier candidato), podríamos muy bien compararla con aquellas elecciones titiriteras llamadas por las dictaduras de Juan V. Gómez o Marcos P. Jiménez en el siglo XX para maquillar mediante la farsa correspondiente, la constitucionalidad de los regímenes erigidos con el control de la nación.
Este 20 de Mayo de 2018 se asoma como un hito importante para la dictadura, y no porque será la fecha a partir de la cual concluirá la última etapa del trabajo de la conversión a mafia comunal  (a través de la abolición de facto de la republica), sino porque establecerá el inicio de la subyugación definitiva de la población venezolana al poder de unos pocos.
Para esa misma población confinada a lo interno de una frontera corrupta y permeable a toda transacción ilegal concebible, el 20 de Mayo representa tristemente un hito muy distinto: constituye la puesta en evidencia del descalabro social vivido, de la atomización del valor común como bien a cultivar y conservar, y de cómo millones de almas, por estar divididas por la arrogancia de no acordar una dirección común hacia donde avanzar, se han entregado a la voluntad y las armas de quienes se hacen llamar gobernantes revolucionarios.
A solo escaso tiempo para esa maniobra electoral oficialista del 20M, la población deambula entre la apatía que produce la perdida de todos los canales clásicos de lucha reivindicativa, el reconocimiento del agotamiento de todas las vías constitucionales (salvo la nunca ejercida apropiadamente: el artículo 350 de la constitución), y la esperanza de algunos de que ejerciendo el “derecho” al voto (que no el derecho a elegir), -aún asistiendo en las condiciones que haya impuesto el gobierno/régimen- podrían, por “fuerza bruta” de dicho ejercicio electoral, derrotar a Nicolás Maduro.
La realidad en mi opinión es otra, y va más allá de esa aparente tricotomía que mencionábamos.
Primeramente, y partiendo del hecho de que según el artículo 63 de la CRBV, el voto es un derecho y no una obligación, es claro que ejercer la abstención y manifestar los argumentos que se tengan a favor, es válido y moralmente correcto.
Luego, es necesario entender que ante el desierto que la población atraviesa en materia de representantes políticos alternativos, la abstención se erige no como un mecanismo mudo de protesta, sino de hecho, como el último mecanismo de comunicación “cívico” que le queda a la suma de los individuos para indicar que con una abstención mayoritaria (50+1), está de manera tácita, autorizando el ejercicio del mencionado artículo 350 a la fuerza militar y a las corrientes civiles que deberían a partir de ese momento estar nucleadas en un solo propósito: El restablecimiento de la republica como valor social común para construir un país viable, de derecho y de justicia.
NOTA: En el futuro será necesario enmendar la constitución para establecer de forma directa el mecanismo de la abstención como una expresión ciudadana que obligaría a la realización de referéndums consultivos como expresión autentica del espíritu participativo establecido en la constitución.
Lo que planteo estoy consciente de que se trata de un reto pocas veces alcanzado; escasas sociedades han realizado cambios profundos y permanentes en democracia (es decir, sin la guía impuesta de un solo líder), meramente con la introspección. Usualmente se ha requerido de traumas, sacrificios y esfuerzos descarnados, para alcanzar un consenso más allá de los intereses particulares.
Ante este panorama, la coherencia ante la decisión requerida, supone un reto profundo para una sociedad convertida en “archipiélago” de intereses que rayan más en la supervivencia, que en la búsqueda moral y ética de una dirección que asumir, con un liderazgo honesto y sensato que lo catalice hacia una propuesta alcanzable como nación.
Perdimos la habilidad del sacrificio, porque perdimos la creencia de que este sería honrado mediante la construcción y mantenimiento de una republica donde impere la justicia, y el articulo 350 requiere además de algo que no hemos tenido hasta ahora: Coordinación y voluntad social para poner un ideal (en este caso la constitución), por encima de todos nosotros mediante una coalición donde la sombra de los viejos -y aún presentes-, responsables de la actual hecatombe vivida, no puedan estar.
Debemos insistir y estar claros sobre que el actual proceso electoral es ilegal; adelantado a instancia de la presidencia ejercida por Maduro y Cilia, (y a conveniencia de su corporación gubernamental), solo busca la eternización en el poder.
Por estas cosas es que la vieja lógica se impone a la hora de interpretar la crudeza de la realidad:
Dictadura no va a elecciones para perder; ergo: “Dictadura no llama a elecciones libres y justas”.
Votar en estas condiciones ilegales y antiéticas, es como querer cubrir el derecho que tenemos a alimentarnos, con comida obsequiada, aún sabiendo que la comida que nos están entregando es robada. Hay una falla moral y ética en esto, y obviarlo es lo que nos lleva a la falsa ilusión de que como en otrora, el acto del voto significaría de alguna manera, elegir.
Ante la realidad dictatorial que vivimos, la única vía legal que nos resta como venezolanos, es el mencionado derecho consagrado en el artículo 350, que en pocas palabras nos dice: “ante la falla de todos los demás mecanismos, pelear por tu libertad es lo que te queda”
Ninguna nación ha sido libre sin ganarse a pulso ese derecho; nadie es totalmente libre cuando fuerzas extranjeras han concedido en “obsequio” de la libertad.
El régimen cae, pero solo con el concurso de una mayoría apuntando y empujando en una misma dirección. A partir del 21 de Mayo eso es lo que queda como reto social.
Pretender esperar otra alternativa, es aguardar el paso cada vez más riesgoso de un tiempo que se radicaliza, y que incluso en vez de otro falso “mesías” (o autonombrados grupos de estos) que pudieran venir, podríamos tener entre manos el extremismo de sedientos de justicia que argumentarán a favor del derramamiento de la sangre de los culpables, sin detenerse a medir los daños colaterales que vinieran, y siempre todos ellos pretendiendo resolver por nosotros lo que debe ser más bien por derecho, ganado y mantenido como sociedad coherente con los valores éticos y morales que dicen consagrar en su constitución: La libertad para vivir en justicia.
Debemos aceptar que la raya de la desfachatez ha sido cruzada, y que el 20M representa bajo los términos planteados por el régimen, un escupitajo a la noción de dignidad y justicia, erosionando la ya maltrecha frontera moral que nos grita y aconseja que sin castigo, no habrá manera de restituir la fe en una republica.
Esto solo se logra levantándonos a lomo del artículo 350. Todo lo demás vendrá por añadidura, en sano consenso y coalición donde nadie podrá estar por encima de la constitución y su espíritu, sin interpretación de terceros. Cualquier cosa adicional que intentemos, y que estuviesen basadas en referencias “cuarta o quinta republicanas”, no sería más que cruel mentira que condena a pueblos enteros a vivir de ilusiones pasadas; de mentiras piadosas presentes sazonadas con la supuesta viveza criolla, y de un futuro más bien gris, como la planta de los pies de todo aquel que estando dispuesto a vivir desnudo e indefenso, tolerara  la dictadura de nuestras propias debilidades.
El 20 de Mayo, yo no voto. Es mi derecho. A partir del 21 debemos organizarnos para alcanzar nuestra libertad; es nuestra obligación moral como ciudadanos venezolanos.
Con mi abstención y la tuya, enviaremos un mensaje claro: No queremos más mentiras; no queremos más espera; tampoco permitiremos cantos de sirena, ni promesas que incumplidas no tengan consecuencia inmediata para los que mienten.
El tiempo de los diálogos y la espera terminaron; en su lugar solo queda actuar o sufrir el autentico suplicio del que no merece ser libre.
A partir del 21 de Mayo, todo político o luchador social que quiera erigirse como líder, tendrá que hacerlo parándose en el frente de toda protesta y manifestación; tendrá que estar dispuesto a sacrificase por el bien inestimable de un pueblo que ha pagado con su sangre mas pura y joven, los intentos previos de alcanzar la libertad.
A partir del 21 de Mayo, exigiré por esta vía, por Twitter y en la calle, el logro de la libertad. Es la única forma de merecerla. Si nos toca sufrir por ella, que así sea, porque creo en el sacrificio correctamente conducido, la aplicación de la justicia y la buena herencia que puedo dejarle a las próximas generaciones.

jueves, 19 de abril de 2018

El resultado de la "nada" como sello característico de la Venezuela presente.

Escribo únicamente para decir que sigo vivo, como un habitante mas de este maltratado país.

Un trimestre sin escribir se antoja como mucho tiempo, pero en realidad no lo es cuando consideramos la escala temporal de las naciones y sus sociedades.

 Lo cierto en todo caso, es que la parálisis vivida por el pais, de la mano de un gobierno hecho régimen autoritario, flanqueado por una oposición negligente y hasta complice, junto a una sociedad que no consigue cohesionarse en un solo propósito, han preparado el escenario para que todo no haga más que hundirse en las arenas de la ridiculez de lo posible.

Francamente la dispersión vivida por la sociedad, sin rumbo ni propuesta tangible en el horizonte, hace que la expresión "hasta que no quede piedra sobre piedra", pudiera ser el lacónico destino de esta nación.

Subyace la necesidad de explicar el por qué un país con un artículo constitucional tan claro como el 350, insiste en nadar en el barro de su propio fracaso, en vez de recapacitar colectivamente y expulsar al gobierno tirano del poder, junto con todos lo que le han mantenido en esa posición durante tantos años. 

Está necesidad será la que me sugiere volver a la escritura en los próximos dias.

Mientras, meditemos sobre el cómo siendo nosotros millones, pueden las cosas salirse de tal manera de control, en medio de la más absoluta impunidad imaginable, de la mano de tan pocos.