viernes, 30 de diciembre de 2022

¿Supone una pérdida para Venezuela el termino del interinato de Juan Guaidó?

(A propósito de la rocambolesca aventura que en estos días protagonizan los antiguos parlamentarios venezolanos junto a Capriles, López y Allup, con Guaidó como tapadera visible, y una decena más de políticos operando desde el exterior, sin contar las infinitas comisiones creadas por todos estos para administrar el dinero público en el extranjero, en tanto deciden si siguen con el gobierno paralelo o no).

De entrada les digo que si vamos a hablar de este tema no es para comenzar señalando a enemigos externos o invisibles, ni para dividirnos más como sociedad, y mucho menos para señalar bondades nacionales que no existen, porque de seguir así nunca saldríamos del agujero existencial que habitamos.

Y todo esto lo sostengo porque en tanto nos neguemos a reconocer el esquema piramidalPonzi” con el que el chavismo y la oposición nos han embaucado hasta nuestros días, no seremos capaces de leer adecuadamente las señales que nos avisan que casi no hay más tontos a los que engañar con promesas, revoluciones y CLAP´s llenos de baratijas, porque lo que queda es gente dolida y defraudada, con los ojos vueltos hacia sí mismos procurando sobrevivir.

Abordar el tema del interinato resulta complejo quizás en una sola entrada del blog, porque hemos visto que referirnos a Guaidó y a la iniciativa que lo ha rodeado, es enfilar también la vista hacía esa “punta del iceberg político” que es la oposición misma, donde permanecen discretamente operando una variedad de personajes que con el tiempo han actuado con o sin intención, como soporte del oficialismo y de su apariencia “democrática”, dando con ello respuesta además, a la contrapregunta que tras los años de presidencia interina surge:

¿El régimen se ha visto afectado realmente por el desempeño del interinato entre el 2019 y el 2022?

Ante esto pienso que en términos reales la respuesta pasa por el hecho de que ha sido muy poco lo que afectó al gobierno de Nicolás Maduro la presencia de Guaidó, y esto es así en esencia porque se le permitió permanecer intacto en el dominio del poder, a tal punto que ni siquiera la restricción temporal al acceso de algunos capitales en el extranjero -así como a varias propiedades industriales-, vino a representar finalmente en la práctica una merma de posiblemente algo más del  0.1% de toda la riqueza del país ya bajo su control.

Denotemos que no por ello deben caber dudas sobre que la figura del interinato fue desde el principio una con grandes posibilidades de conseguir cambios; incluso sabiendo por experiencias análogas en el extranjero (la de los gobiernos paralelos en Libia -África-, por ejemplo) de que existían riesgos reales (aunque no iguales) de desestabilización y conflicto interno. El problema estuvo desde el comienzo en la negligente manera en que Guaidó lideró, dejándose arropar con las mismas vestiduras políticas que habíamos vestido, convirtiendo así en “girones”, cualquier posibilidad real de cambio.

Fue un político que pudo transformar el panorama venezolano; a tal punto, que hoy podríamos estar incluso con el Esequibo incorporado plenamente al país, y a estas alturas estar viendo los primeros signos claros de recuperación y estabilización económica, con una sociedad abocada a resarcir el daño autoinfringido.

Pero no fue así.

Lo único relevante (que no agradable) a rescatar ante la debacle progresiva de Guaidó, fue el que contribuyó a dejar en claro ante todo el país que junto con el oficialismo, la oposición había trabajado para consolidar el único  principio meritocrático que verdaderamente se esparció y carcomió a casi todo el entramado social del país: el de la corrupción como medio para surgir y dominar.

Por esta cruda realidad es que nos sigue tocando la tarea de ser “autodidactas sociales” (es decir, aprendices a partir de los errores de todos).

Eso es lo que le da marco y contexto al trance político que ahora tiene como protagonistas a Guaidó, a su gobierno interino y a los operadores políticos que entre bambalinas siguen en esencia, ávidos por mantener acceso libre a la fuente de dólares en el exterior y al poder que significa figurar de alguna manera en la palestra opositora pública; justo por esto último es que resulta difícil de creer que en este instante vayan a sacar del juego a su títere interino, a menos que encontrasen la manera efectiva de mantener la administración discrecional de ese dinero, sin la necesidad de su firma presidencial (quizás sustituyéndolo por otra figura igual de maleable).

Es importante aclarar que sin importar lo que haya podido aprender Guaidó de esta experiencia, su momento como presidente interino ya pasó.

Lo que ha ocurrido con él lo quiero resumir en una imagen; miren la fotografía que acompaña este artículo: es la estampa de la oportunidad perdida; la de un hombre que por un momento fue esperanza desde la oposición, caminando al lado de quien podía desde EEUU darle el poder militar para cambiar las cosas en apego estricto a la Constitución, pero sin embargo, nada ocurrió. Todo fue desperdiciado incluso viéndolo desde la conveniencia más pura y dura gringa, pues fue oportunidad dilapidada por parte del gobierno estadounidense por no haberse aprovechado del momento de máxima debilidad en Venezuela para hacerse de un “dócil país amigo” ya bajo su paraguas geopolítico.

Luego todo fue tarde: el personaje se desinfló en sus propios tropiezos al ser soltado por López y Allup, en tanto que a los Estados Unidos arribaba un senil presidente tras una polémica elección, con un giro de 180 grados en sus intereses.

En verdad Guaidó visto desde afuera fue un intento interesante de cambiar las cosas; por un momento tuvo todas las cartas en la mano para el cambio, pero a la larga resultaría ser fútil como factor de cambio. Simplemente no tuvo lo necesario y nosotros como sociedad nos seguimos dando una y otra vez con la misma piedra en los dientes: la de no tener control sobre quienes pueden llegar al liderazgo de la nación ya subvertida hasta un modelo colonial de país. Él estaba muy acomodado al sistema político que prevalece: el mismo que lo vio surgir, que lo usó, y ahora lo va desechando.

Les voy a decir algo: Por todo esto es que Juan Guaidó resultó ser el “Chávez de la oposición”: el que irrumpió y sorprendió con fuerza en la escena, el que pudo generar un cambio real, pero que en vez de eso (y tal como le ocurrió alChávez original”), solo se dejó arrastrar por el guión barato y fácil de la obra teatral fraudulenta que hemos disfrutado vivir a falta de un liderazgo digno y de una sociedad autocritica y dispuesta mediante una ciudadanía férrea, a tomar la violencia legal (art 350 CRBV) si es necesaria, como camino para preservar la libertad.

 

Más allá de Guaidó o Chávez, y parafraseando casi infantilmente el lenguaje que usamos hoy en día con los teléfonos móviles, les voy a decir que ambos personajes sólo nos dejaron en claro que “resetear” un celular de 30 años de antigüedad no resuelve ningún problema cuando en éste se encuentra dañando el código raíz del programa que funge como “Sistema Operativo”, y que ante eso lo que queda es llevarlo más allá del “modo de fábrica”: Es necesario “rootear” el “software” e instalar uno nuevo, si lo que se quiere es salvar al viejo “hardware”, ahora con un sistema operativo fresco, virtuoso y firmemente auto regulable por sus usuarios.

 

Guaidó no es la solución; tampoco lo es ninguno de los políticos que están hoy sobre el escenario, pero cada uno de ellos nos ha ayudado -sin querer-, a quitarnos la venda de los ojos para buscar en el espejo de la realidad a los verdaderos responsables: Nosotros, como seres reacios a asumir la virtud de ser ciudadanos dispuestos a todo con tal de defender la opción de ser libres y dignos ante los ojos del Universo.

Venezuela no espera menos que eso para resurgir.

Cualquier otra opción solo nos borrará del mapa de la historia, como a Juan Guaidó.

miércoles, 28 de diciembre de 2022

No, en Venezuela ya nunca es día de los inocentes.


 Acá les dejo una genial interpretación (el crédito a quien corresponda su creación) de lo que sería un verdadero representante del actual usurpador de la presidencia de venezuela.

12 millones de “Súper Bigote y Cilita”

 


La Navidad pasó por Venezuela de la mano de una apología del delito en esta atolondrada realidad que insistimos en padecer.

 

Contemplar como inundan el país con millones de figurines adquiridos con dinero del mismo Estado (vía cheque directo o testaferro) para promocionar la imagen de los dos más grandes oportunistas de la historia de Venezuela (esos que se apoderaron del país bastándoles con colgarse de los pelotas políticas de Chávez hasta que este falleciera), y que aún así casi nadie diga o haga algo, sugiere que lejos de creer que padecemos del infortunio de vivir en un mundo paralelo de agonía eterna, nos demos cuenta de que  vivimos es en un mundo más bien “para lelos”: uno donde podemos ver la desfachatez con la que somos gobernados sin pudor en esto que luce reducido a una ensombrecida colonia de mafias que se cuidan entre sí.

La existencia de esos 12 millones de muñecos como fiel representación del que funge inconstitucionalmente como presidente más su pareja política, y que sean entregados como regalitos revolucionarios, nos dejan ver que esta apología del delito de la que somos testigos se ha vuelto la “unidad de medida” en la escala desvergonzada con la que están midiendo la inoperancia que demostramos como ciudadanos, y que se hace "pequeña" al lado de la enorme certeza con la que el régimen se maneja no por la mezcla resultante de oficialismo, oposicionismo, economía, militares y agentes extranjeros cubanos, sino más bien por la de nuestro propio extravío como sociedad capaz de reclamar y cambiar el curso de los acontecimientos.

 

Si no queremos ver las demás razones que nos hacen prisioneros, les digo que al menos notemos y hagamos algo con las 12 millones de ellas que nos han pretendido restregar en la cara Nicolás Maduro y Cilia Flores.

 

Seguir dejando que los “supervillanos” gobiernen nuestro país reducido a colonia, es lo que permite que esas aberraciones sean notorias entre nosotros, y por cierto, lo sean con absoluta impunidad.

martes, 20 de diciembre de 2022

No hay salida real en Venezuela sin esto.

Olvídense de atajos: En tanto seamos un Estado presidencialista, estaremos ante la situación de que sin la confianza en “algo” y enalguien, nada cambiará como resultado de un accionar de las masas que en consecuencia se mantendrá dispersa.

 

Esto se debe a que al prevalecer la sensación de que no  todos compartimos una misma visión (al menos general, en lo referente a lo necesario para funcionar como un pais digno) y ni siquiera manejar un mismo camino para conseguirlo, esa sociedad pierde su sincronía motora, paralizándose todo aquello que actua como filtro y contención contra lo inapropiado como nación. Luego entra en escena el elemento representado por la figura de autoridad nacional (El presidente) que al no existir en términos eticos y de aquellos valores esenciales que deseamos cultivar, viene a completar junto con lo anterior, las dos "ruedas de molino" necesarias para pulverizar a un pais y a todos los que viven en el.

 

 

Veámos el por qué ha ocurrido esto a través de las palabras de G. Michael Hopf:

“Los tiempos difíciles crean hombres fuertes;

Los hombres fuertes crean tiempos fáciles;

Los tiempos fáciles crean hombres débiles;

Los hombres débiles crean tiempos difíciles”

 

Nosotros estamos en tiempos difíciles, a causa de hombres débiles.

Este mundo donde nos encontramos nos obliga a ser testigos de cómo EEUU se disuelve en su “sopa” de lo “políticamente correcto”, sin dejar de empuñar el arma del fin del mundo; de cómo una envejecida Europa se va marchitando mientras no deja de mirarse al espejo, enamorada de su propia imagen de “criatura celestial eurodivina”, mientras China, Rusia y en general Asia y la mayoría de los países del medio oriente (excluyendo a Japón e Israel), van fortaleciendo sus estatus económicos, políticos y sociales conforme le dan fuerza a sus propios modelos estratégicos de crecimiento tras decadas de sometimiento a factores externos, en tanto que África y Latinoamérica parecieran insistir en lucir divididas, errantes y dispersas en medio de unas letanías de corrupción que no parecen tener fin.

Esas palabras de G. Michael Hopf no hacen más que describir las coyunturas en tiempos simultaneos que podemos ver en el planeta que vivimos, en el que unos están en “tiempos de hombres fuertes", y otros lo están en “tiempos de hombres débiles", y como era de esperar, nuestra tragedia tiene lugar en medio de ese ciclo social perverso que no hemos sabido leer adecuadamente para tomar nota y corregir, y que ahora nos posiciona rudamente en los "tiempos difíciles a causa de hombres débiles", ...al menos hasta tanto no lleguemos al estado de la sociedad fuerte y sus lideres probos.

 

1.- Puedo soportar cualquier dolor siempre que tenga significado

Estas palabras escritas por Hakuri Murakami reflejan el momento que cruza nuestra propia vivencia; sólo hay que saber leerlas:

En este caso, la palabra “significado” vendría a ser lo mismo que el “algo” del que les hablaba al principio: Ambas definiciones vemos que dejaron de tener sentido y contenido en nuestro país cuando nos detenemos a pensar en la necesaria confianza social que debe haber para  convencernos de que una vez realizado un sacrificio individual y colectivo por una meta clara, este esfuerzo no será utilizado finalmente sólo para colocar sobre nosotros a nuevos miserables tan inescrupulosos como los que se pretendían derrocar.

Justamente la repetición de este pérfido ciclo de desengaños que conseguimos estampado en las palabras de Hakuri Murakami, es lo que ha llevado al traste a nuestros mejores esfuerzos y a nuestra mejor sangre, derramada en aquellos intentos realizados desde el año 2000 para cambiar la dirección de Venezuela sin contar con un liderazgo político efectivo.

Entendamos que no hay opciones políticas para un cambio real en el panorama político en tanto no haya un liderazgo coherente, integro y real sobre el terreno en la propia Venezuela, y que en su ausencia, sólo se mantiene fértil el terreno para la aparición de incontables e infinitos charlatanes.

Tan dañino y determinante ha sido este fenómeno, que  el enorme entramado chavista-madurista, pese a sus desaciertos, delitos, muertes y abusos desde 1998, no ha visto mermado su control territorial y social a través de la extensa red corporativa de mafias y sobornos que han establecido en el país, a tal punto que resulta imposible el no creer en la complicidad plena y premeditada de cada elemento opositor en la política venezolana que a guardado silencio.

Ya es escandalosamente evidente que las palabras “bonitas y politicamente correctas” de los políticos venezolanos (hombres y mujeres) han demostrado ser inservibles cuando no han estado acompañadas de hechos y persistencia que les den congruencia y credibilidad como contraposición al desgastante drama de una sociedad que se fue diluyendo frente al abuso de quienes llegaron al poder político, militar y económico, sólo para aniquilar toda noción práctica y unificada de ciudadanía y soberanía.

Mark Twain dijo: “Los principios no tienen ninguna fuerza real excepto cuando se está bien alimentado”, y esto es algo que entendió tempranamente el chavismo a partir de las experiencias ejecutadas por la dupla AD-COPEI en las décadas anteriores, y es lo que permitió que toda una sociedad fuese llevada a una permanente hambruna material e ideológica para traer como consecuencia directa y sostenible en el tiempo el que poco se haya podido coordinar y materializar en la calle en los momentos de querer concretar un cambio.

Es por esa razón que desde hace rato no importa la verborrea política vacía y sin raíces de cualquiera de los políticos que ocasionalmente surgen tras periodos convenientes de “hibernación y desaparición”, y eso lo saben los del régimen: no importa porque nada une a los políticos con la “hambruna” (la realidad) que padece la sociedad en general (*)

(*): Hablamos de los pobres y de la clase media que literalmente desapareció y alteró con ello el balance de poder por completo, redefiniendo exitosamente para el régimen la orientación de los movimientos políticos que quedaban en el país, con una población también execrada y dispersada por el continente, -a causa de su propia incompetencia y acefalia-, de la ecuación de poder convencional.

 

2.- Aparece un candidato, mientras otros revolotean y confunden.

Esto lo digo como una alerta a considerar y vigilar: En esta lenta, simplificada y torpe dinámica instaurada desde hace rato en la política de oposición venezolana, las señales que se leen en la rutina colonial del país apuntan a que se "cocina" la construcción de una candidatura presidencial de la mano del gobernador del Estado Colonial del Zulia, Manuel Rosales; éste parece despuntar como la opción a liderar la candidatura presidencial opositora de cara a una elección presidencial patrocinada por el régimen y que eventualmente podría darle rostro a una iniciativa que permitiría insertar a toda una nueva fauna política y testaferra en la estructura de poder del país, contando esto de facto con la coordinación discreta de los actuales regentes del gobierno nacional, quienes pueden ver en una transición controlada por ellos mismos, mediante un candidato ganador dócil, la posibilidad cierta del establecimiento de un paraíso jurídico y fiscal para sus intereses futuros en nuestra propia tierra.

Sé que hay una variopinta fauna de pretendientes al estatus de candidato presidencial con vistas a aquel parapeto electoral que se avecina en el imaginario político; algunos ya desde hace rato incluso se mueven sin que muchos se pregunten de dónde sale el dinero y la paz de transito para poder movilizarse por el país en sus precampañas de cara a las primarias (o quizás con la intención de pasarle por encima a las referidas primarias); también sé que sólo una mujer despunta entre todas estas criaturas políticas, por lo que a  estas alturas podrían estarse preguntando: ¿Y María Corina Machado (MCM), tiene alguna opción real de resultar electa como candidata presidencial?

Considero necesario detenernos aquí porque ella es la única mujer, -y uno de los políticos que “menos torpemente” ha mantenido algún grado de coherencia-, que ciertamente tiene chances presidencialistas, aunque la respuesta a esto está encerrada también entre las bambalinas de aquel escenario que ha ido permitiendo la construcción de una imagen de éxito y logros por parte del gobernador Manuel Rosales (MR), en tanto que MCM no tiene “hechos tangibles” que demostrar en los últimos años (ya luego de haber sido execrada y lanzada a los “leones” por la asamblea donde era diputada). 

De poco serviría denotar que con todo y sus logros,  la de Manuel Rosales es una trayectoria de gobierno que ha sido posible sólo por estar supeditada a los lineamientos macros del régimen colonial nacional dispuesto por el gobierno central para dicha gobernación zuliana.

En síntesis, pese a mostrar uno de los discursos más claros y críticos, MCM puede ser víctima de su propia falta de iniciativa para asumir los riesgos definitivos al no confrontar más directamente y de forma continua a todo el aparato politico y sus protagonistas (en oficialismo y oposición).

Luego de bajarnos de la nube candidatural, es necesario aclarar que no podemos pensar ni por un segundo que el régimen podría ser “sorprendido” en una elección “limpia y justa”, “perdiendo inesperadamente” frente al candidato principal de la oposición, para tener entonces “pacíficamente”que entregar el susodicho poder que han amasado en los últimos casi 25 años.

Esa fantasía electoral ha sido cuidadosamente alimentada por todos los sectores políticos con fines de distracción pública, mediante el uso de reuniones lujosas en el exterior, y discursos grabados ya sin espectadores suficientes para hacerlos creíbles; Ellos entienden que es necesario mantener el control a toda costa sobre lo que sea el foco de atención de la gente porque en otras condiciones (es decir, con la gente unida entorno a una idea clara y con un liderazgo realista), podrían removerlos rápidamente a todos del poder.

Por eso el control del que hacen gala frente a nuestras narices, y todo ello fue posible en cuanto como sociedad soltamos la vía de la calle y la violencia irrefrenable para restablecer el orden constitucional.

Soltar el liderazgo de la masa fue también el error garrafal de todos los políticos venezolanos que ahora o están en el exterior (no sacrificando su comodidad), o que están aquí y no hacen nada para así evitar el riesgo que supone el estar como preso político (o como político muerto).

 

3.- No, Guaidó nunca tuvo oportunidad de nada, ni la tendrá.

Hablar de Juan Guaidó es hacerlo sobre el último gran trauma decepcionante de una parte de la sociedad venezolana (y antes de él, lo fue Capriles, y luego López, este último quizás el más pragmático a la hora de tejer hilos de poder a su alrededor), y con quien la población opositora al régimen había elegido guardar un aliento final de esperanza por un cambio de gobierno como la salida a una crisis.

Sobre la mesa, Guaidó parecía tener todas las cartas para jugar y lograr un cambio en el país: el apoyo circunstancial de decenas de gobiernos a nivel mundial; el torrente de dinero sin auditoria alguna llegado de las confiscaciones internacionales y las entregas de empresas como Monómeros y CITGO que permitirían en teoría, -y con el visto “benevolente” del gobierno de EEUU-, la contratación de empresas mercenarias para propiciar el derrocamiento del régimen en Venezuela, sin dejar de mencionar la simpatía que millones de venezolanos le guardaban precisamente por el gesto simbólico de haberse levantado -en apariencia solitario, al estilo de aquel Boris Yeltsin en la Unión Soviética noventosa que se caía a pedazos, pero con la apariencia física de un Barak Obama latinoamericano, dispuesto en apariencia a luchar contra el brutal Goliat que representaba el régimen venezolano, aunque nada de esto mostró a la postre ser decisivo para generar un cambio.

Guaidó rápidamente adoptó la vía de la no confrontación riesgosa, como también al pie de la letra la estrategia de políticos como Allup y López, disolviendo con ello (entre cruentas represiones a la población que se atrevió a protestar apoyándolo inicialmente al buscar un cambio político), las cartas que en sus manos se pusieron, con lo que él mismo se rebajó paulatinamente a la condición de títere que es hoy, y del que todo político oportunista (como Ramos Allup) que guardan la ambición de entrar en el “próximo gobierno” que se imaginan sucederá tras aquellas elecciones patrocinadas por el mismo régimen que se darían en el 2024, buscan mantener ahora “distancia” para  no ser asociados con el fracasado (Guaidó) liderado por Leopoldo López como su representante en venezuela.

 

4.- No hay salida real en Venezuela, sin esto.

Hablábamos al principio de que podíamos olvidarnos de atajos, pues sin la confianza en “algo” claramente constitucional, y enalguien” a la altura de la dignidad que se quiere rescatar sin que la promoviera pasándola por el aro de su propia conveniencia, definitivamente nada cambiaría realmente en el país sin que se produjese el necesario accionar de las masas que estarían entonces convencidas de conseguir un final que valdría el sacrificio a realizar en el proceso.

Esta doble carencia (de algo y de alguien) es el meollo del asunto social que ha ido desangrando a Venezuela.

Si, es cierto, deberíamos poder motivarnos individualmente (ergo, también colectivamente), con la sola presencia en nuestros corazones de ese ideal utópico plasmado en el preámbulo de la constitución, y que nos empujara a todos hacia adelante, pero es claro a la luz de la historia contemporanea vivida, que ello sólo ocurre en contadas conjunciones de factores que suenan mas a accidentales que a cosas capaces de permanecer en el tiempo, y que definitivamente no nos ha pasado a nosotros.

Hay que asimilar que al perder ese “algo”, hemos quedado vulnerables, y los que consiguieron en ese vacio la oportunidad para enriquecerse y hacer una vida opulenta a salvo de cualquier sentido de justicia, actuaron y crearon tras el velo inicial de una epopeya falsa, una nación colonia ahora llena de capas infinitas de mentiras que se autoprotegen y nos aislan.

Intuir esta realidad y no lograr nada para cambiarla nos ha ido corroyendo el alma social y nos ha introyectado entre nosotros mismos la necesidad de resguardarnos en nuestras burbujas existenciales (individuales o familiares), mientras que aquellos que están libres de pudor, regentan desde hace años el país ya sin amenaza cierta a la vista en el horizonte.

Ahora necesitamos reconocer que el “algo” que requerimos, es la convicción nacida de la certeza de saber que todos compartimos una misma visión y un mismo camino para conseguirlo, y que esa “visión” queridos compatriotas, está condensanda en nuestra Constitución, con todo y sus defectos y cosas alteradas.

Les diré que en esto no necesitamos intérpretes ni iluminados para comprenderlo, aunque si mucha humildad para aceptarlo.

Sin esto, lo que nos queda es o bien la sumisión incómoda que aún así permite vivir la vida de cada quien como pueda, siempre y cuando se someta a las limitaciones del régimen, que no le permitirán ejercer la ciudadanía de ninguna manera significativa, o bien, la rebelión desordenada, que por azares del destino propicie la caída del régimen y posiblemente a nuestro pesar, tambien la instauración de todos aquellos que estando en la oposición que hemos tenido hasta el presente, generen un régimen mafioso pero que ahora sería títere quizás de EEUU, y no de Cuba.

 

Mientras sigamos creyendo que Dios va a arreglar esto sin mover nosotros un dedo, seguiremos viviendo con la viga metida en el ojo mientras nos entretenemos criticando la paja en el ojo del vecino.

G. Michael Hopf dijo también: “No se trata sólo de pensar cómo conseguir algo, tienes que actuar, hacer, y eso necesita acción y paciencia porque las cosas geniales no vienen instantáneamente, vienen a través de tiempo y esfuerzo”.

Allí está el meollo del asunto: Actuar. Entendamos que el “algo” que nos falta y el "alguien" que haga fuerza con nosotros, es tambien lo que nos impide actuar.