domingo, 3 de abril de 2022

El Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras: Una forma más de sacar provecho del flujo ilegal de dólares en Venezuela por parte del régimen madurista.

Cobrar impuestos es bueno cuando se hace en el marco de la constitución y las leyes sujetas a esta, en función de aportar recursos a una Estado que actúe fiel a los preceptos de la decencia y los valores humanos, además con criterios de mesura y en el marco de auditorías estrictas.

En Venezuela, sabemos que no es el caso: El dólar circula ilegalmente porque independientemente de lo que quiera el régimen de Nicolás Maduro, la constitución es clara: Solo se aceptará la circulación del Bolívar como moneda para realizar transacciones. Guste o no, es la ley, arrinconada por ahora frente a la debacle e ineficiencia política y económica del gobierno colonial que la ignora y escupe.

El nuevo impuesto a las Grandes Transacciones Financieras en dólares, es un paso más en la intención de recaudar fondos en la misma tónica que lo hace una mafia del narcotráfico: Cobrar a partir de un dinero negro (puesto que no proviene casi seguramente de transacciones legítimas, pudiendo entonces tener su origen en operaciones fraudulentas o ser producto de blanqueos de capitales fruto de la delincuencia, -incluyendo repatriación de dineros antes robados al Estado venezolano, vía testaferros-), apalancándose en una circulación del dólar en todo el territorio nacional a espaldas de cualquier control o acuerdo previo con la reserva del tesoro estadounidense.

En definitiva, la nueva iniciativa impositiva no es más que otro paso requerido para el mantenimiento del Estado Colonial que es Venezuela, -ávido de recursos-, y ante lo cual no se observa salida previsible en el corto plazo, si juzgamos el presente por 1: La inacción de nosotros mismos como sociedad frente a la decadencia que nos rodea; 2: La inoperancia supina de la “oposición” venezolana, que más se mueve como socio del régimen que como su adversario, y 3: El torpe giro de la diplomacia de EEUU que en su afán de conseguir petróleo a cualquier precio, ahora reconoce y negocia tácitamente con el régimen venezolano, mientras atiza en alianza de una Europa genuflexa, la inútil guerra entre Rusia y Ucrania.