miércoles, 15 de julio de 2009

Cuando la culpa es de la nación.

Ya hemos hablado de los vicios que como colectivo tenemos y volcamos sobre el país sin remordimientos; hemos establecido la necesidad de admitir los errores y vivir con sus concecuencias, hasta tanto construyamos el país futuro, en esas sexta y séptima etapas de las que hablábamos. Lo que aún no hemos hecho, es reconocer lo que le hacemos al individuo que finalmente llega a un puesto de elección popular.

Recuerdan cuando era un decir común la expresión de que..."lo que hace falta es un tipo con pantalones, que ponga el orden como debe ser"

(¡mientras a muchos en Venezuela se le caían los pantalones al no apretarse el cinturón de la sensatez!)

No es pues, culpa del presidente o del que ponemos en cualquier cargo elegido y removible todo lo que consigan hacer; después de todo, son seres humanos de carne y hueso, con sus virtudes y defectos, anhelos y ambiciones sin rubor. Es cosa de todos nosotros, por poner en la espalda de un sólo individuo, lo que todos debemos hacer, obviando a veces más de lo que deberíamos, las reglas incorruptibles que en la constitución hemos plasmado. Sólo nosotros podemos ser garantes de lo que escrito está en esa constitución.
Por esa razón, establecimos el carácter de inalterabilidad de ese documento, si no cuenta con la aprobación de la mayoría del colectivo venezolano, mediante un referédum, que a su vez obedece a reglas claras.
Por eso la idea de justicia es tan importante como mecanismo permanente y actuador, basado exclusivamente en la constitución y las leyes que se derivan de ella: permite deshacer posteriormente cualquier decisión o modificación hecha que posea vicios de nulidad.

Es básico esto; no podemos dejar de insistir en ello: cambiar la constitución de forma irregular, es como querer cambiar las estructuras de acero de un edificio, luego de haber vaciado y fraguado el concreto: Su colapso sería inevitable.

La fuerza armada, si alguien pensó en ella, tienen su puesto específico y descrito con claridad en ese mismo documento, como garante imparcial que no va mas allá de dicha constitución; no hace falta profundizar en su justo rol altamente específico; justa y elevadamente bélico.

No podemos usar "muletas", y eso hacemos con los políticos que elegimos como lideres. Por eso sus cabezas a veces terminan con "mal olor"(!).

Somos culpables del abuso que sobre un individuo cometemos al hacer eso.

Afortunada o infortunadamente, según como le vean, el "poder" entregado temporalmente a ellos, les "anestesia" la parte del cerebro con que podrían analizar esta trampa en la que voluntariamente caen en cuanto llegan a esos puestos, con lo que terminan creyendo cuanto cuento y salmaría les llevan aquellos que a su vez, como círculos concéntricos en torno al supuesto poder, danzan al ritmo de las influencias o del dinero nacional que cae a sus pies.

Debe llega el día en que todos los funcionarios se vistan con humildad, sin trajes hechos a la medida, para exhibirlos en el ambiente nacional o internacional, no por simpatizarle a todos, sino por sentirse en verdad, parte indistinguible de esa misma nación.
Ustedes saben que si de honestidad y transparencia absoluta se trata, no creo que exista un político en el mundo, que lo sea: Díganme cual de ellos podría decir que nunca a visto algún acto ilegal o ha dicho/escuchado una mentira , por pequeña que sea, y se ha hecho el loco.

Lo peor de todo, es que estamos acostumbrados a ver esos elementos como naturales e inevitables en la política, y eso es lo que nos tiene contra el piso.

No hemos establecido, fuera de alguna ley con mucho polvo encima por su no aplicación, lo que un político debe ser idealmente:

Un hombre o mujer (en orden alfabético) de pueblo, dispuesto a trabajar solo por el colectivo del que es parte, a cambio de una remuneración justa a su preparación y responsabilidad, así como del reconocimiento público de su valor y honestidad.

Es la misma falla, por cierto, y lo tocábamos en reflexiones anteriores, con los maestros, los médicos, asi como con los policias y militares, a quienes no damos ni remuneramos en su justo valor y trato.
Incluso, ¡que admiración por aquellos hombres que van todo el día colgados de un camión recolector de basura, para recoger lo que nosotros botamos y olvidamos!

Volviendo al punto de los políticos, no podemos decir que estamos con esto, por ejemplo, tocando "la majestad" de los altos cargos del país, porque primero, en Venezuela no hay monarquías, para que nos vengan a hablar sobre esas "majestades", y segundo, porque por tanto, ante la ley TODOS somos iguales, y quienes no sientan esto como cierto y correcto, deberían reevaluar sus situación como venezolanos o aspirantes a serlo.

Sin duda, mas de uno se rasga las vestiduras con hipocresía, porque prefirieron a Barrabás que a Jesús...
(Sin alusiones personales)

Dolor es el que se ha de sentir cuando un pueblo depende de un hombre o mujer como líder que seguir, como cuando un amado hijo con alguna limitación de salud, depende de por vida de sus padres...

Líder que seguir, no para crecer, porque esa época ya pasó, sino para olgazanear sobre nuestros propios desechos, ignorando la obra maestra que en nuestra lucidez, y no de la de los políticos, hicimos en 1998-99, al crear una constitución, como aquella que por primera vez vio luz en esta querida patria el siglo antepasado.

El líder es el que va sondeando el camino que hemos marcado; no es el que piensa ni decide por nosotros. Es aquel que se impone una meta con un tiempo para su ejecución, y luego se aparta de la guía, para permitir que otros, con aires frescos y renovados por la experiencia sabia y democrática vivida, sigan en la misión de sondear y asegurar aquellos pasos del colectivo.

Hoy en día, sin embargo, fuera del país vemos que sólo los "líderes" que han remodelado el sistema social y educactivo a su imagen y semejanza de pensamiento, son los que han permanecido por varias décadas en el poder. Estos "lideres" se denotan por estas acciones ya citadas, pero inicialmente, por un simple detalle que pasa mortalmente desapercibido: No hablan, ni buscar, ni entrenan, sucesores que puedan ser presentados en elecciones abiertas claras y justas, y es sólo cuando sus limitaciones naturales (edad, enfermedad, etc.) lo impiden, que proceden a nombrar o elegir por alguna vía no legítima, o con la complacencia de un colectivo ya sumiso y casado a la imagen del patriarca "lider", a un sucesor, asociado normalmente a la misma familia.

Insisto: debemos meditar con cuidado cuanto de culpa tiene un gobernante y cuanto el colectivo y cada uno de los individuos que la conforman. Yo defiendo la institucionalidad de los cargos, y los lapsos para cambiar a quien en el éste; sacarlo por la fuerza de la torpeza es darle la espalda a nuestro honor como venezolanos.

Por cierto, muchos dirán que todo esto está bien, mientras no mencione nombres.¿Se han dado cuenta de eso?

Se que si dijera esto, ahora agregándole por ejemplo, el honorable nombre del presidente en ejercicio constitucional en Venezuela, los dos que están en aquel bote del que hablábamos, remando uno al contrario que el otro inútilmente, se pararían en seco al unísono, con la única intención de darme unos golpes con los remos, mientras que los que están en la orilla silentes y estáticos observando, seguirían así...
¿Donde esta pues la ecuanimidad?
¿No constituirá este blog una suerte de aventura riesgosa en un mundo de cada vez menos, pero cada vez mas peligrosos intolerantes?

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