sábado, 31 de julio de 2010

“Un soldado asesina, con su Kalashnikov, a 3 compañeros que resguardaban un campo de PDVSA”

La noticia fue publicada por un diario de Oriente con ese titular, y retomada por otros diarios y medios webs.

Está bien; sin duda es lamentable que un crimen suceda en manos de quien se supone es estudiado y entrenado para el uso de armamento militar.


Ahora, ¿Era necesario que el encabezado de la noticia dijera que el crimen ocurrió con un fusil ruso?



¿Tiene relevancia si se hace con un AK-103 o con un M-16?

¿Se dan cuenta de la manipulación?

¿Por qué un sector político le agrega leña al fuego del otro, haciendo énfasis en que es armamento comprado por el presente gobierno?

De paso, indican que se utilizó un fusil AK-47, cosa que la fuerza armada venezolana no ha adquirido.

Desde el encabezado, pasando por la posición del escrito en la página, hasta llegar al contenido a veces morboso solo por ganas, la realidad de los periódicos es universal: “Lo sobresaliente es lo que vende”, según ellos. ¡Y vaya que hacen lo que sea por “vender”!

Recuerden: No sólo es lo que dicen: también es como lo dicen y cuando, a parte de lo que no dicen. Aquella vía de doble sentido de las que hablábamos en el pasado: Una afirmación en un sentido, dice a veces más en el otro sentido al que esta trae. Cosas del análisis.

¿Y si se repite lo de Ecuador?

He estado meditando y observado, como seguramente todos ustedes, el desenvolvimiento de los eventos a raíz de lo que ya parece lejano en el tiempo, cuando Colombia nos acusó de darle resguardo a líderes guerrilleros, como si estas denuncias estuvieran sincronizadas con los eventos venezolanos, queriéndonos distraer de nuestra inflación, de nuestra descomposición de alimentos y la delincuencia fruto de nuestra propia actitud nacional.

Sólo fugazmente pareciera venir estas preguntas a la mente:

¿Estarían los colombianos dispuestos a una incursión militar en territorio venezolano?
¿Qué ganarían con ello, y que de su propia miseria como nación estarían tratando de ignorar al mirar hacia afuera?

Esas son buenas preguntas. No se las respuestas. Sin embargo, no puedo dejar pasar estos temas sólo por ignorar lo que respondería a estas interrogantes.
Sabemos que ya ha ocurrido en el pasado; no queramos minimizarlo: La acción de ellos sobre nuestras aguas territoriales con la corbeta Caldas; los sangrientos ataques por fuerzas insurgentes colombianas sobre nuestros puestos fronterizos; todos engendrados por delincuentes colombianos o por gobiernos colombianos en distintos tiempos. Son hechos irrefutables, y por los cuales, Colombia nunca ha pedido disculpas.

Y bueno, en términos bélicos, las capacidades militares del estado colombiano están fuera de toda duda: Décadas de conflicto interno social y militar, han dejado unas fuerzas armadas curtidas en la batalla, con un seguramente alto desempeño en selva y en apoyo aéreo. Si a ello le anexamos la ayuda logística, de entrenamiento y de recursos económicos aportados por los EUA con el Plan Colombia, buscando erradicar el impresionante negocio de la droga en ese mismo país (¿Recuerdan que tocamos el tema hace tiempo?), nos encontramos con gente que sobre el papel y sobre el terreno, son una fuerza respetable a confrontar.
En ningún momento esto supone ser pesimistas ni mucho menos fatalistas, suponiendo ante una hipotética confrontación, el sufrimiento de una derrota; tampoco buscamos “satanizar” a una nación toda, con sus virtudes y defectos: Teniendo la experiencia de Ecuador por la intrusión de los colombianos en ese territorio, el antecedente nos pone en posición de interceptar las acciones neogranadinas en teoría, y repeler cualquier acto hostil mediante el uso de nuestra fuerza armada, cuyo espíritu está muy lejos y alto de las criticas y ataques del que son blanco a menudo en nuestro propio país, y eso aunque sus recursos técnicos y logísticos varíen y hasta declinen con los distintos tiempos realmente.

No me importa si ante un hipotético escenario de injerencia bélica, la fuerza de acción militar viniera de Colombia, de EUA, de Cuba, o de la Luna misma. Todas ellas merecen una contundente reacción que la contrarreste, apegados esto no a un gobierno, sino a un estado que constituye nuestro hogar nacional y ello, muy a pesar de las circunstancias que han llevado a muchos a rechazar al actual mandatario que en todo caso, es constitucionalmente, pasajero.

Quizás y como de costumbre, nada de esto haga falta: Los vientos de guerra, más propios del imaginario político en ejercicio del poder que de la vida real, no pasen probablemente de eso, y ambas naciones continúen con sus cotidianidades: La de Colombia, curarse de ese cáncer social llamado guerra interna, cuyo origen ya sabemos, esta en el alma misma de los colombianos y su actitud.
La de Venezuela, despertar.

Sigo sin ver otra cosa en nuestro territorio que no sea una sola nación, pero dispersa en su identidad, esperando –pareciera-, “que la sangre llegue al río” para entonces detenerse a corregir entuertos; esos mismos que como cuero seco, el gobierno trata tercamente, con una mentalidad impresionantemente limitada, de pisar y controlar, sin darse cuenta que la otra punta se levanta tan sólo al quitar el pie.
Hace un par de días leía algo que me atrajo poderosamente a la reflexión; le pido permiso al Sr. Gabino, quien escribió en el semanario “Las Verdades de Miguel”, la semana pasada, un análisis sobre algunas realidades de la Venezuela actual, más allá de Caracas. En ella mencionaba como en nuestras inexplicablemente abandonadas y aparentemente rurales carreteras, -todas ellas-, era común la escena del saqueo, -sin la mala intención que el mismo concepto destila en la ciudad, quizás- de cuanto vehículo sufriera una colisión o un volcamiento en la misma vía. La imagen casi siempre es la misma: No termina de detenerse al chocar o volcar, cuando de todas partes, incluso de los mismos que transitaban detrás de dicha victima, se detienen a agarrar la carga que pudiera transportar, viendo así gente humilde, y oportunista, llevando sobre sus hombros sacos o paquetes de azúcar, o de maíz, o de pasta, o de refrescos, o de lo que fuera, aunque no lo necesitaran.

Hace tiempo que no recordaba esa escena del pueblo en una carretera. Ello dice mucho de nuestra identidad, de lo que podamos definir como honradez, y de lo que la “viveza” implica en nuestras vidas como venezolanos. Somos gente buena pero ingenua, que hace travesuras como muchacho…
…y como tal, nos irrita que nos agarren por el brazo y nos digan nuestras verdades, prefiriendo fruncir el seño, hacer pucheros con la boca y arrancar pateando el suelo. Así somos.
No nos cansamos infantilmente de dar vueltas en esta “rueda de caballitos”, que nos mantiene atados a un trágico eje de rotación inútil, renuentes casi todos a destruirlo para con sus restos, construir quizás un “trencito” que aunque infantil aun, por lo menos nos permita marchar realmente hacia un horizonte palpable, impregnado de venezolanidad. En cierta forma, llegaremos aún como muchachos, pero nuestros primeros asomos de conciencia real nos prepararán y nos harán decididos a soportar los sacrificios a realizar.
No se si se han dado cuenta, pero hace mucho que ya casi ni se dice que “Venezuela es un país joven”. Esa niñez se ha perdido; tanto como la jovencita de 13 embarazada por caprichos de la ignorancia social que nos arropa. No crean ni por un momento que la deformación social se haya detenido en Venezuela, o que por lo menos esta aminorando su velocidad. La realidad es contundente en este sentido, y pintados de oposicionistas o chavistas socialistas, esta bola de excremento en la que nos metemos y gozamos, sigue bajando hacia lo mas profundo posible.

Recuerden esto por favor queridos compatriotas; a los jóvenes que pudieran leer alguna vez estas reflexiones les pido, como a queridos hijos, que:
“Mucho por andar todavía tenemos como nación, pero lo importante –y no lo duden-, es lo que hemos andado hasta hoy; ello es lo que nos preparó para el momento justo que vivimos y del que depende todo para despegar verdaderamente como venezolanos y ser grandes”.

No dejen que temas propiciados por intereses externos a los de nuestra patria (por ser nuestro hogar), les distraiga mas de lo necesario de la grandeza por realizar más allá de las políticas que se aplicaron y las distintas en apariencia que hoy se aplican; la sindéresis, la congruencia en nuestro actuar, aun aguarda por valientes que no pretendan mas que la humildad de ser uno más, y de personas que como tu, sienten la chispa de algo mas grande que tu, pero no ajena a lo que eres.

Lo grande está por hacerse; debo insistir: Todo lo ejecutado hasta el sol de hoy, queda como letras incorruptibles que escriben palabras en la historia de la cual aprender; no existen historias manipuladas ni amañadas; la verdadera historia lo es porque siempre ella sobrevive a quienes intentan distorsionarla y rescribirla, mostrando a las generaciones por venir la verdad de lo vivido, y el camino a evitar.

Una incursión militar extranjera seria triste; no necesitamos eso para darnos cuenta de lo que tenemos y debemos hacer, ¿O si?

domingo, 25 de julio de 2010

Romper relaciones no es malo; malo es no tener una política coherente y permanente para tratar a nuestros vecinos y relacionados.

Quizás es algo que lleve más tiempo del que pensamos.
Estamos cosechando los frutos de una actitud laxa.
Fortalecernos en identidad es la única opción.

No crean que la ruptura oficial de relaciones con Colombia, por parte de nuestro gobierno constitucionalmente elegido, y provocado a veces, -alcahuetado en otras-, por la administración colombiana, es una cosa grave; lo que más les “pega”, (al menos en el bolsillo de las administraciones públicos y los empresarios de lado y lado de la frontera), -lo económico-, se ha estado consumando desde hace muchos meses.
Justamente pensaba hace días, cuando el ministro de defensa colombiano ofreció casi sorpresivamente una rueda de prensa en su país donde con su superficialidad y rodeos dejó entrever la posible conducta de su gobierno, -ahora revelada en la OEA-, con lo que la reacción venezolana era mas que predecible.
Hemos roto relaciones con Colombia, porque era necesario. Quizás sea temporalmente; quizás no. En todo caso, no se será eterna.
Quizás los millones de colombianos cedulados como si venezolanos por nacimiento fueran, y que pueden votar en las elecciones presidenciales, modifiquen esta situación; las posibilidades y especulaciones son amplias.

Mientras la frontera, más permeable que nunca al crimen y a las guerrillas, a las migraciones sin control, y al diferendo limítrofe entre ambas naciones, con una Colombia siempre favorecida, continúa su marcha inmutable en el tiempo, levantándose como monumentos a la desidia de gobiernos aparentemente más aferrados al subdesarrollo que a otra cosa.


En el presente decenio, hemos visto una concreción sobre la política internacional venezolana (que no sobre su diplomacia); la languidez que nos caracterizaba, aquella que nos hacia ir mas bien de la cola del gigante norteño, ha ido sustituyéndose por una serie de tentativas que pese a estar alineadas en apariencia irónicamente con antiguos antagonistas y agresores, como el caso de Cuba (No olvidemos que financiaron y entrenaron guerrillas que fueron insertadas sin éxito en nuestro país, produciendo pese a ello, decenas de muertes en el proceso), no dejan de mostrar ahora más de lo que somos como nunca antes.
En el presente, podemos apreciar los extremos políticos de la diplomacia venezolana; aun no hemos cohesionado un criterio inspirado en la venezolanidad pura y simple, pero sin duda, hemos dado pasos importantes en logro de ello.
Existe una falta de cohesión que hace justamente que nuestra política gubernamental, no sea vista como política de estado, y consecuentemente como diplomacia nacional, con un sentido y una identidad inconfundibles, apoyada por la mayoría de la sociedad del país.

Romper relaciones diplomáticos se ha vuelto casi intrascendente para nosotros, por lo aparentemente fácil, en las manos del presente gobierno; algunos podrán decir sin rubor que se trata de una soez forma de distraer a la población, o de plantarse frente a ciertos problemas internos y externos, pero lo cierto es que se trata de los siguientes y necesarios pasos, -insisto-, en el camino hacia nuestra propia diplomacia, que subsiguientes gobiernos deberán refinar hacia delante.
Como en toda cosa en esta vida, algo “bueno” ha salido de todo esto: La paralización de los encuentros desde hace meses de la comisión negociadora de fronteras entre ambas naciones, donde con toda probabilidad estaba lista la entrega por parte de Venezuela de las últimas esperanzas nacionales de recuperación de territorio usurpado por Colombia en el pasado. Usurpación de la cual ellos están perfectamente concientes, y a lo cual no pretenden ponerle enmiendo.
El episodio colombo venezolano ha hecho también pasar desapercibido el episodio que nos lleva al otro triste lado de nuestra frontera ultrajada, esta vez por la antigua imperial Inglaterra: La reciente visita del ciudadano presidente de Guyana, quien fue recibido como hermano, quedando a su vez el diferendo sobre la Guayana esequiba como un saludo a la bandera, inútil y derribado, como los miles de árboles que semanalmente, en ese territorio que aún es nuestro, se talan y queman sin consideración, como lo está también parte de nuestro futuro.

El asunto de las relaciones entre naciones –volviendo a Venezuela y Colombia-, con manejos muchas veces hipócritas desde la época de la independencia, no es fácil. Menos aun tratar con las terribles injusticias que sabemos se dan en ambos lados de la frontera: Una originada en la Colombia impulsiva y violenta; la que asesina a Eliécer Gaitán y luego se revuelve sangrientamente sobre si misma, aquella donde germinan las más longevas guerrillas asesinas de Latinoamérica. Al otro lado, una Venezuela rica en recursos, pero fatalmente confiada e inocente, al mismo tiempo que irresponsable y falta de persistencia hacia los esfuerzos necesarios, absorbiendo como esponja, los males de su nación vecina.
La impotencia resultante al ver a una autoridad incapaz de poner orden en la frontera es mayúscula. Lo hemos dicho: Andar con los pantalones abajo en este vecindario fronterizo latinoamericano, condena al fracaso cualquier intento de mantener una identidad.

Lo que tenemos por construir está definitivamente más allá de lo presente y lo pasado, como era de esperar. Las profundas injusticias sociales, mezclado con la soberbia propia del poder concentrado en el ejecutivo, es la chispa detonadora de reacciones políticas como las que conllevan al rompimiento de relaciones sin que pueda con ello quitarse de encima la sombra de la duda sobre su actuar. Con EEUU lo fue antes, y ahora con Colombia; el primero fue por solidaridad con Bolivia, lo que descubrimos luego que podía ser inadecuado y perjudicial, y ahora como reacción contundente ante la denuncia colombiana de supuestas guaridas de guerrilleros en nuestro territorio (guerrilleros no: Asesinos viles y sin perdón posible, si me permiten la expresión, pues en Venezuela, nunca debemos olvidar lo que en nuestros puestos militares fronterizos como Cararabo, ellos fueron capaces de hacer a nuestros valientes soldados), las cuales por cierto (las “guaridas”), cada una de ellas y sus grupos, han tenido origen en el mismo territorio neogranadino, que como hemos dicho, ha preferido barrer su basura hacia los vecinos (Ecuador, Panamá y Venezuela) y no erradicarla/transformarla a lo interno.

Ahora, si es que en realidad no nos facilitaron antes esa información y en verdad no hay complicidad interna que ignoró lo que los colombianos pudieran haber tratado de aportar, tenemos que entonces debemos:

1.- Manifestar nuestra protesta contundente por la manera insinuante en que expresaron la información de las supuestas bases y refugios, arguyendo con eso que somos cómplices de esos asesinos, y que están acusando con ello a toda una nación.

2.- Expresar que deben tener a bien hacer llegar la información de manera confidencial a futuro, utilizando los canales militares vigentes por acuerdos binacionales, para así nosotros poder atacar dichos puestos, que ellos por cierto, antes de que traspasaran las fronteras venezolanas, fueron incapaces de eliminar.
Si no cumpliéramos, entonces si podrían proceder a la denuncia internacional, cosa que posiblemente no es el caso.
Colombia debe pedir ayuda para resolver un problema que es interno a sus fronteras; un problema que ellos mismos generaron socialmente.

3.- Hacerle ver a la comunidad internacional, que la comunicación publica de dichos datos por parte colombiana sin haber hecho el intento de hacérnosla llegar, (si fuera el caso, como mencionábamos) no ha pretendido en ningún momento ayudar al combate de ese flagelo extranjero, sino más bien a enturbiar relaciones con fines políticos particulares ya que hacen inútil, desde todo punto de vista militar, la información ahora de dominio publico, con la cual ahora los hipotéticos grupos guerrilleros, habrán tenido tiempo para reubicarse y reagruparse. El gobierno colombiano lo sabe.


El presidente de la Republica Bolivariana de Venezuela debe tener cuidado al entender que es únicamente el jefe temporal de un gobierno permanente, que debe administrar un estado levantado como superestructura nacional basada en la constitución, como elemento tangible del concepto de venezolanidad que nos mueve y ha de hacernos prósperos como colectivo.

Romper entonces alguna relación internacional no es lo malo cuando la afrenta lo amerite para poner un alto al abuso internacional; malo es la incoherencia nacional que sigue andando entre nosotros, y que nos hace fatalmente permeables y sin control a las influencias y acciones –amigas y enemigas-, del exterior.

sábado, 24 de julio de 2010

La nueva bandera para cubrir los huesos de Bolívar: Un dilema vigente del que nadie parece darse cuenta.

Hace un tiempo hablamos de la bandera de nuestro país; lo hicimos cuando el gobierno decidió agregan una octava estrella para emular aquella decretada por el Libertador ante la aspiración de la provincia de Guayana de anexarse al territorio que conformaba Venezuela para ese momento. En ese entonces, las provincias de Coro y Maracaibo aún no se unían, aunque su importancia capital seria indiscutible para la identidad completa de la nueva republica, dado que a Coro llegó la primera inspiración libertadora y la primera bandera de manos de Miranda, y fue en Maracaibo y en su lago, donde de hecho, se selló la independencia de Venezuela con la batalla naval del lago. (Olviden aquella versión cuarta y quinta republicana que dice que se selló en Carabobo. Es falso: Aquello fue anterior a lo sucedido en Maracaibo, pero maximizado por el centralismo en detrimento de la provincia, como ocurre en la actualidad)
Ahora, se insiste en mantener el trabajo inconcluso de Bolívar en este sentido, devenido en error recurrente desde entonces, pudiendo definirlo como acto discriminatorio, con una bandera posiblemente anacrónica, excluyente de estas dos provincias tan maltratadas históricamente, y que han quedado fuera definitivamente de ese tricolor.

¿Que haremos?

¿Confeccionamos una nueva bandera para la urna, repitiendo el error?
¿Nos planteamos corregir este vacío histórico tan pronto sea posible?
¿Diseñaremos otra que las incluya?

La opción simple quizás comienza con estampar dos estrellas más, para llegar a diez, o bien, dejar una sola como muestra de unidad y equilibrio.

Por cierto, en el escudo que acompaña a dicho pabellón, la posición de la cabeza del caballo quizás no era por azar; parecía marchar hacia la derecha, pero su cabeza volteaba; es factible que el creador del escudo doblara la cabeza del animal para que su tamaño fuera mayor en el espacio correspondiente, pero también creo que algún calenturiento en el gobierno creyó que el caballo quería ir hacia la izquierda, donde dicen que está el futuro, pero, ¿y si quería ir hacia el centro, hacia el equilibrio? Ahora el pobre, más gordo, y de paso cansado por el peso de tanta burocracia que lo hace cabalgar sobre un camino lleno de lacerantes ramas corruptas, va en dirección errada. Insisto: ¿Y si quería cabalgar libre no hacia la izquierda o derecha, sino hacia el equilibrado futuro donde aguardan nuestros hijos?


Ustedes mediten y decidan. Otro acto de justicia aguarda por nuestro actuar. Mientras, los restos de Bolívar estarán cobijados con una bandera tejida sólo por afectos al gobierno y que quizás, no representa del Libertador, su sueño principal: La unión y la libertad en una tierra de paz.

lunes, 19 de julio de 2010

El turno de Simón Bolívar: Ahora nos entretenemos con sus restos mortales.

El país se entrega una vez más, de manera casi inmutable, al episodio en el cual se realizo la exhumación de los restos del Libertador. La razón: la búsqueda de una verdad; una que indique si Simón Bolívar murió por causa de una enfermedad, o por un homicida acto de envenenamiento.

Buscar la verdad es bueno, aunque siempre las verdades deben ser cuestionadas en su utilidad.

En este caso, la utilidad de descubrir por qué murió este extraordinario venezolano, será tan relevante como determinar si Jesús de Nazaret falleció por la crucifixión o por la penetrante lanza que le perforó un costado del cuerpo.

Es decir: Será una verdad inútil para nuestro progreso como nación.

Como en el caso de Cristo, con Simón Bolívar lo importante es aplicar lo que nos dejó como legado, aplicándolo con voluntad y cordura. Todo lo demás, constituirá un acto premeditado de ensalzarnos en un materialismo innecesario, que indefectiblemente nos aleja de la sabiduría de aquellos que con su vida nos precedieron.

La exhumación puede erigirse como un acto innecesario en el momento que atravesamos, y puede terminar convertido en una parodia, pero propagandística escena de “CIS Las Vegas”, que sólo deja un mal sabor; tan malo seguramente como las lagrimas del ciudadano presidente, derramadas en la emoción del momento, según declara él mismo, al llegar a su boca, ante el espectáculo de ver los huesos, -solo eso-, de lo que fue únicamente el cuerpo de Bolívar. En mi opinión, la propaganda de este evento es el culto a un hombre, llevado al inútil paroxismo.

No hay gloria, ni honor, en los huesos de un hombre. Los hay en la vida que vivió, y en lo que hizo por vivir.

Ver sus restos no lo hace mas muerto o vivo; no para quien en verdad entienda la justa dimensión de su legado.

La prudencia siempre aconseja guardar distancia de la impulsividad: Saber que el presidente dedicó horas, -no de el-, sino la de los expertos dedicados a realizar los estudios forenses que tuvieron que explicarle a un ciudadano revestido de poder y capaz de aprovecharlos para estar donde no debía estar. En el más puro sentido socialista, -incluso-, fue imprudente su presencia allí, mostrando un ventajismo, un abuso de poder, y una inadecuada expresión de sus deseos personales a través del ejercicio de su cargo. No tenía más derecho que tú o yo a estar allí, y en lo particular, no veo la necesidad de presenciar dicho acto.

Ofrecer nuevos panteones, nuevas urnas, sería tan fútil como construirle un mausoleo a Jesús. Hay una profunda contradicción en todo esto.

Empuñar la espada del libertador, ver sus huesos, cambiarle la postura a su caballo en el escudo nacional o sacarle el sucio a los dientes de ese pobre esqueleto, no hacen que alguien pueda estar más cerca de las cumbres andinas donde Bolívar se hizo Libertador.

De todas maneras, siempre será engañosamente fácil buscar la verdad de una sola muerte; no ocurre lo mismo con la de los fallecidos anualmente en Venezuela, para los cuales ni una medicatura forense decente existe en el país.

Si la muerte de Simón Bolívar se debiera a un asesinato, los perpetradores y sus motivaciones, quedarían seguramente libres de castigo, dado que los relacionados estarían muertos hace mucho. La culpa de la Venezuela que en su tiempo le dio la espalda, tampoco podría modificarse.

No obstante, la muerte de los que hoy son victimas del crimen, si podrían tener el consuelo de la justicia, pero ello deberá esperar al tiempo en que las autoridades sean motivadas y guiadas por la constitución y las leyes. Mientras, solo veremos a personeros actuando bajo los pálidos reflejos de aquello que creen, son verdades.

Bolívar dejó lecciones vividas con intensidad; los huesos sólo quedaron cuando el hombre se fue de este mundo.

Todo este episodio me hace recordar aquella canción de Ali Primera, que en una parte, expresaba mas o menos que: …Un niño le decía a Bolívar: “El pueblo en su inocencia, cree que sus gobernantes van cada año al panteón en tu aniversario a rendirte honores…”. A eso Bolívar le responde con una pregunta al niño: “¿Y a que van entonces, carajito?”, a lo cual el niño le contesta: “¡A asegurarse de que estés bien muerto libertador, bien muerto!”


domingo, 18 de julio de 2010

Los propietarios de tierras deben demostrar su propiedad desde hace 150 años. Si es así: ¿El gobierno demostrará su legítimo andar sólo con 12 años?

Por supuesto que no; eso no implica que sea ilegítimo como gobierno, pero sin duda la reflexión muestra que no puede declararse como dueño del Estado y por ende, con derecho a decidir que camino ha de seguir el colectivo y la tierra sobre la cual vive.

No podemos poner en duda que muchos terrenos, -traducido esto como miles de hectáreas en Venezuela-, están injustamente en manos de pocos; tampoco se puede negar que muchos han tenido poco de estas tierras, pero igual pocos quizás han sabido explotarlo justamente, desperdiciando la más que irregular asistencia técnica del Estado, en el transcurso de estas últimas décadas, pero aprovechando siempre, eso si, la ayuda económica aportada por éste, traduciéndose ello en miles de millones de bolívares perdidos en ilegales transacciones que involucraron al sector agrícola y pecuario (casas, vehículos, viajes, lujuria, etc.)

Una cara, nada más, del monstruo -por lo deficientemente planificado y débilmente ejecutado en el país-, en los últimos 60 años.


Ahora, y como ha venido tomando forma en esta década de los 2000, la repartición de tierras, asesoramiento y recursos, tanto de infraestructura general requerida por el sector como monetarios, ha tomado ribetes políticos partidistas como nunca antes, implicando ello incluso la inaceptable consecuencia social de la muerte de decenas de lideres agrarios a nivel nacional, en circunstancias no aclaradas, sin que la producción acusase un incremento o eficiencia fuera de toda duda como resultado de las políticas vigentes.


El aspecto que inicialmente tratábamos, -la probatoria de propiedad-, a todas luces cargada actualmente de una exagerada intención gubernamental, es suficiente para mostrar la falla en el proceder:

En vez de verificar, una vez que se ha demostrado que la tierra no esta siendo utilizada para la vocación optima y realista establecida, o que su productividad esta siendo mantenida a costa del trato injusto o mal remunerado del personal empleado, procediendo entonces a la solicitud de la probatoria de propiedad desde el lapso que fuera reconocido en los propios registros gubernamentales, se establece en cambio como requerimiento del gobierno, unos recaudos históricos difíciles de mantener como registro en una nación que ha sido subdesarrollada durante toda su historia, e inútiles de paso, dado que la mayoría de las tierras eran de la nación misma aún a mediados del siglo XX. Consecuencia: Se le puede quitar las tierras hasta al que si produce y compró legalmente.

Entonces: ¿Conseguimos que unas tierras potencialmente productivas están ociosas?:

Lo lógico es validar primero de quienes son; luego determinar si sus actuales usuarios están en capacidad de hacerlas productivas. Posteriormente, si se demuestra la incapacidad de ellos para hacerlo, o la mala intención de los mismos, proceder a su reasignación legal, con el establecimiento de un programa agropecuario y ecológico definido, en plazos de tiempo claros e impostergables, para incorporarlas plenamente a la estrategia productiva nacional. La reasignación o “venta”, deberá ser únicamente a quien demuestre la capacidad administrativa y técnica comprobable necesaria para la vocación ya establecida en el sector.


Obviamente, sin importar lo que se hiciera en dichas tierras, el Estado, representado por el gobierno, no puede desalojar a quienes habitan y/o vivan de ello legalmente, sin la previa indemnización que garantice la condición de sobrevivencia de la persona y familias involucradas, -previa sentencia jurídica correspondiente a que hubiera lugar-, como venezolanos al fin y al cabo, con derechos consagrados en la constitución


Casos muy particulares, como el reciente del ciudadano y político Diego Arría, y la expropiación ejecutada sobre la explotación agrícola supuestamente a su nombre, no deben a mi juicio ser tomado a priori como ejemplos de lo que no debe hacerse por parte del gobierno, pues como colectivo llano que somos, ignoramos si esas tierras estaban correctamente adquiridas, siendo justamente utilizadas, y si sus empleados, que como sabemos, bien podían ser marginados de muchos beneficios socioeconómicos, estaban realmente conformes.

Se requiere conocimiento e información para juzgar. (De paso, rechazo la actitud tomada por dicho ciudadano, quien no ha dudado en salir al escenario internacional, aprovechando sus influencias como activo diplomático que fue, a denunciar el supuesto abuso cometido contra el, sin medir consecuencia alguna para la nación.


En general, (dejando a un lado el caso mencionado), sacar a alguien de sus terrenos, mediante acciones que resultan dudosas y exageradas por parte de un gobierno que no se apega a derecho ni a planificación consensuada, tanto o más como las realizadas por muchos de esos “propietarios” a su vez para hacerse de esas tierras en otras épocas con poder en mano, es en definitiva, censurable.

También lo es para los nuevos terratenientes de la actualidad, que siguiendo esos mismos descalificables caminos, deberán prontamente ser confrontados con la constitución y las leyes.

Las tierras son para ser explotadas justa y balanceadamente; el grosero beneficio económico buscado por muchos, como vía de éxito y poder en un país como éste, deben acabarse, si ello supone pasar por encima aunque sea, de un ciudadano

No cualquiera se mete al campo a trabajarlo; por lo menos no como están las cosas. Por ello no puede desanimarse la buena actitud hacia ello de quien la tenga, al mismo tiempo que se castiga a quien teniéndolas, no las aprovecha mas que para pasear los fines de semana, y lo cual debe hacerse siempre bajo el único imperio posible de existir: El de la ley inspirada en nuestra justa constitución.


Exigir 50, 100, o 150 años de documentación probatoria de posesión legal de tierras, es tan extremista como aspirar que a un sólo gobierno o a un solo presidente, se le de la “eternidad” de ese mismo periodo de tiempo para -ahora si-, salvar al país.


domingo, 11 de julio de 2010

Cuando las perspectivas se alejan de la venezolanidad.

Deseaba seguir el camino que próximamente nos llevará a continuar con el importante asunto de las estrategias para el crecimiento nacional sostenido. Como entenderán, y lo hemos comentado en el pasado, el tema no es nada fácil, y menos para ser abordado cabalmente por un sólo ciudadano, como es mi caso. Por eso les he hablado de la necesidad de la constitución de “consejos venezolanos de asesoramiento” (*) que, junto a un gran acuerdo nacional para concretar una sola y consensuada dirección de trabajo, -y no para que los políticos hagan lo que les venga en gana acomodándose en los ambicionados puestos a los que no les pierden vista-, sea posible exponer lo que a muchos ya nos parece obvio, pero que no lo es aún para la mayoría de los que viven en Venezuela: Que se debe aceptar como principio básico un orden absoluto de prioridades: Dios, justicia, pueblo (**). Luego, más que la buena intención de algunos sectores a comprometerse o acceder, se trata de que todos reconozcan y se rindan ante la constitución. Nada más.
Busquen una sola excusa, o permitan que algunos exijan una sola excepción a esta condición que requerimos, y volveremos a cabalgar a lomo de la miseria y el subdesarrollo.
El comienzo de la prosperidad, y el final de la mediocridad, aguardan por este maravilloso, potente y sólido hito que antes de saberlo nosotros, había ya recibido el nombre de venezolanidad.

Me gustaría hacer un repaso muy puntual y elemental, de los que nos desvía y aleja de la venezolanidad que tanto nos hace falta descubrir en nuestro interior individual y colectivo, como hemos mencionado:

1.-La venezolanidad reposa sobre las nociones elementales individuales de justicia y humanidad, que 500 años de andar en América, dieron a unos aún más antiguos principios venidos de otras latitudes. El resultado: Una capitanía, con sus territorios, gentes y conflictos que, en un decantado producto final, avanzaron hacia aquel primer “nosotros somos…”.

2.-Posterior a la muerte de Simón Bolívar, y en un lapso de aprox. 100 años, los conflictos internos desdibujaron la venezolanidad, debilitando su acción sobre la población, dada la escasa interacción entre esta a nivel del territorio todo y lo que debía ser una única estructura de gobierno, alejándola del sentimiento de colectivo.

3.-Los primeros pasos como colectivo, a la muerte de Juan V. Gómez, fueron en su mayoría inconscientes, como casi hasta el presente; el resultado de ello fue la aparición de los varios partidos políticos, incapaces de concretar sobre un sólo proyecto, una realidad nacional explicable y comprensible por todos. El momento no era el indicado, dado el analfabetismo y la pobreza reinante, fruto de unos 150 años de conflictos externos e internos, y de una naciente, pero extranjeramente controlada, explotación petrolera, que poco a poco, perfilaría la casi totalidad del motor económico de la nación.

4.-Como ocurrió con importantes movimientos políticos a nivel mundial, caso de la revolución bolchevique y el nacimiento del comunismo en la URSS, o la larga marcha de Mao Tse-tung en la China empobrecida y desvastada del mismo periodo del siglo XX, el pacto de “Punto Fijo” dio origen a la cuarta republica que terminó enquistada sobre si misma, sin más sentido que el del lucro de las clases gobernantes ahogando toda esperanza de crecimiento sostenido y planificado, en una Venezuela que se visualizaba inquieta ante la riqueza superflua del petróleo, pero incapaz de huir o transformar su cada vez mayor dependencia del dólar petrolero. Un periodo que pronunció el abismo entre lo que queríamos y lo que veíamos, sin darnos cuenta aún que en realidad, esa insatisfacción nuestra era el primer gran signo de la venezolanidad que como colectivo contemporáneo, comenzábamos a percibir, más que a definir.

5.-Como muchas cosas en nuestra cultura, “lo que no tiene dueño es de quien lo consiga primero”, y eso constituyó la génesis del proceso político de por azares humanos terminó liderando Hugo Chávez quien pretendió, -sin proponérselo originalmente, aunque sin lograrlo tampoco-, hacerse para si de la definición de la venezolanidad. Estos acontecimientos de política bipolar, aún en desarrollo, a supuesto la dinámica mas vertiginosa y conflictiva vivida en el país, (con los miles de muertos y heridos que este conflicto no declarado ni admitido, producto del desgaste moral colectivo ha producido en los últimos años), ha logrado por primera vez que ese colectivo se enfrente a si mismo, ante una falta de nitidez sobre su realidad, su andar, y la dirección de ésta, en el largo camino que Venezuela transita en busca de identidad, sin saberlo ni reconocerlo.

6.-Un vacío se percibe por doquier; más allá de los entusiasmos focalizados por un bando u otro, se perfila a la tenue luz de la sensatez, la silueta de la falta de certeza; es decir, de la intranquilidad que genera la pregunta de ¿Y si oficialismo y oposicionismo no son la solución?

7.-La radicalización manifiesta en los círculos políticos de poder, hace evidente el clímax al que la falta de venezolanidad como eje fundamental de la vida nacional, nos está llevando. Sin necesidad de calificativos peyorativos hacia los sectores políticos involucrados, observamos como uno yerra casi continuamente, secundado siempre por una oposición igualmente errática y alejada de la venezolanidad. Ambos componentes no admiten, -igual que la mayoría del país-, el dolor ante semejante carencia de identidad, y nuestra capacidad hasta el presente, para dar el paso de lo concebido como real y correcto, hacia lo practicado con entusiasmo y rigurosidad, en la consecución de la prosperidad forjada con nuestras propias manos, y no por los vientos cambiantes del negocio petrolero.

Estoy convencido que no se puede lograr el objetivo final de la nación que existe por el colectivo del que somos parte, sino guardamos con celo los buenos resultados logrados hasta ahora, y desechamos con igual decisión los errores cometidos hasta el presente. No podemos seguir cayendo en el juego de nuestros verdaderos enemigos –el orgullo y la irresponsabilidad-

Como hemos mencionado ya, seguiremos aguardando por lo que debe ser, mientras contemplamos lo que pudo ser y no fue.
La venezolanidad espera por nuestro esfuerzo y disposición a poner en práctica, sin importar los sacrificios en justa ley a realizar.

(*): Se refiere a las figuras asesoras a crear, donde se represente por disciplina, los mejores especialistas, ad honorem. Ellos quedarían registrados públicamente, y sus decisiones de asesoría llevarían sus nombres como compromiso.

(**): Este lema, recuerden, fue tratado en su significado y razón al principio de este blog, así como en sucesivas entradas.

viernes, 9 de julio de 2010

Compra de armamento en Venezuela (II). Cuando la critica interna es más dañina que el potencial enemigo.

El tema lo hemos analizado ya en el pasado, pero su necia permanencia en la palestra publica, de manos de políticos venezolanos que de manera casi cíclica lo usan para desacreditar al actual gobierno constitucionalmente elegido, hace necesario recordarlo, repasarlo y puntualizar lo quizás relevante.

¡Supongo que más de “un analista político” venezolano se estará revolviendo con esta audaz afirmación de mi parte!

Bueno, es que en verdad las adquisiciones militares en nuestro país siempre se han tratado con un doble sentido, y con una doble moral, como seguramente ha sido en los demás países del mundo. Peligroso particularmente resulta ahora en Venezuela, -como les decía-, pues se utilizan las adquisiciones, independientemente de su razón militar, como inspiración para el ataque hacia el gobierno desde nuestro propio territorio, en medio de una noción de estado que no levanta cabeza como estructura única de la nación que en realidad somos o debemos ser.

En lo militar, estamos claros que nunca tendremos (Ni queremos tener) suficientes armas para enfrentar hipotéticamente al EUA que la propaganda gubernamental nos propone como enemigo; igual situación para potencias menores. Somos nación de gente “zanahoria”, que sólo quieren la paz, auque los asesinatos y ofensas diarias parecieran decir otra cosa. (La violencia permitida por el estado, inducida por la televisión, cine y periódicos tienen gran culpa, pero ese es otro tema).

En todo caso, y regresando sobre el asunto, la calidad y cantidad prudente y planificada de sistemas militares si reviste interés cuando de disuasión hacia nuestros vecinos equiparables a nosotros en tamaño y poder se refiere. Por eso este asunto a mi humilde parecer se maneja injustamente, (sobretodo cuando alguien en algún estado o alcaldía no recibe su presupuesto a tiempo), pero se trata el tema como si en todo momento habláramos de una adquisición político-militar compulsiva, para armarnos sin sentido hasta los dientes, cuando en realidad:


1.- El parque militar se hace obsoleto y requiere sustituto válido.


2.- Por lo menos una vez en los últimos 25 años, fuimos víctimas de una agresión extranjera (corbeta Caldas, Colombia), y requerimos tener poder de disuasión equilibrado y efectivo, casado con nuestros valores de convivencia consagrados en la constitución, y como en su momento lo fueron nuestros submarinos, fragatas y sistema aéreo de caza bombardero F-16, en legitima defensa.


3.- El bloqueo comercial de compras de armas y tecnología militar por parte de EUA hacia Venezuela, tuvo ya la histórica y universal reacción contraria, al estimular las compras desde otras fuentes de material bélico, triplicando quizás lo que se gastaría normalmente, debido a ese bloqueo. De no ocurrir esto, y seguir adquiriendo el material de guerra a las fuentes “confiables” y “amigos” de siempre (EUA, Israel, Francia, España, Inglaterra, etc.), nadie estaría levantando tanto polvo con este asunto, y los perros de la guerra tradicionales, seguirían con sus jugosas comisiones, las que ahora tienen en cambio, los nuevos perros. (Es decir, los intermediarios y vendedores-representantes con los nuevos proveedores, que tienen dentro del gobierno y de aparato burocrático aburguesado, sus respectivos tentáculos de interés y decisión).


4.- En comparación con nuestros ingresos como nación, somos el país que por población menos históricamente ha invertido en gastos bélicos en Latinoamérica.


5.- Carecemos de industria nativa (“endógena” como le gusta al presidente) de relevancia, y en todo caso, estamos sin capacidad efectiva para mantener apertrechado a las fuerzas de defensa en caso de un ataque prolongado con material producido en el país, requiriendo la continúa adquisición del reemplazante actualizado y necesario.


Por último, recordemos que el problema no es lo que se invierte en armas, sino lo que se pierde, roba y desvía en otras actividades del gobierno y el estado, lo que hace ver como que nunca termina de alcanzar el dinero para nada, y de allí que algunos políticos oportunistas o desencajados de toda realidad, se llenen la boca afirmando erradamente que el dinero gastado en defensa, debería dedicarse a hospitales.

Es como si ustedes dijeran que debemos dejar de gastar en el seguro del automóvil, porque hay que dedicar ese dinero a la póliza del seguro médico familiar, debido a que el presupuesto dedicado a ello originalmente se lo gastaron en un viaje de placer fuera de toda programación. Algo así. ¿Ven donde está la falla?: ¿En que quieran proteger su automóvil, o en el lujo que se dieron sin medir los gastos implicados y las consecuencias a la hora de atender las necesidades medicas?

La sindéresis es tan necesaria como la planificación responsable, y las declaraciones prudentes, de parte y parte en el actual escenario político del país.

Mientras llega la paz universal de la mano de las creencias que cultivemos en nuestros corazones, les digo que las armas no nucleares, biológicas o químicas, son necesarias, más no su uso.

El resto de este asunto, debe circunscribirse a la sensatez, la honestidad y la selección adecuada de los sistemas militares necesarios para mantener la estructura de defensa, sin estridencias ni acusaciones que en realidad, rayan con la verdadera traición a la patria.

“Cometió un error (L. Pulido, ex PDVAL), llegaron miles de las toneladas de alimentos que tuvimos que importar y los productos se dañaron” (H. Chávez)

Tres expresiones claves que desnudan la realidad de un camino seguido administrativa y políticamente: “cometió un error”, “tuvimos que importar”, y “los productos se dañaron”.

Tres expresiones que van mas allá de unos contenedores y los hechos ya consumados.

Siempre hemos considerado bueno desmontar, mediante el análisis simple pero contundente que está al alcance de todos nosotros, cuando dejamos a un lado cualquier apasionamiento político o de liderazgos, estas cosas (como las declaraciones de un funcionario publico), que deben ser reducidas a sus implicaciones fundamentales, a su origen básico.

Volvamos entonces a las expresiones claves. (Recuerden que se trata de analizar, no de enjuiciar: Esto último siempre habrá de hacerlo el poder judicial, en conjunto con la fiscalía Gral. de la republica y la defensoría del pueblo, cuando llegue el día en que cabalmente cumplan sus funciones):


1.- “cometió un error”: Vemos que no existe la admisión de culpas. Primero se ha enfocado la responsabilidad fuera del presidente de la republica, pese a que de él viene la orden indiscutible dada durante uno de esos tantos domingos de cadenas de medios de comunicación. No se reconoce que la estructura tiene fallas graves y catastróficas; no se insinúa que no funcionaron los mecanismos de control porque estos están a su vez sometidos a las decisiones presidenciales directas.

Se circunscribe básicamente al presidente de PDVAL, todo el peso del asunto, como si un solo hombre fuera el planificador, ejecutor y beneficiario de tal crimen; al mismo tiempo, se sataniza a la oposición, débil y paupérrima de por si, como la causante de esta perdida. Una vez más, observamos el dedo señalador, incapaz de señalarse a si mismo.


2.- “tuvimos que importar”: Se habla de las transacciones realizadas en el exterior para traer alimentos, pero no se menciona la cadena de eventos que condujeron a esta dependencia permanente del extranjero, forjada durante años de políticas presidenciales, -no nacionales-, que complementaron trágicamente la ya disminuida capacidad de autosuficiencia, herida desde los tiempos de la cuarta republica, y que sólo ha estimulado los jugosos negocios que tal dependencia origina para los gestores y burócratas.

La soberanía agroalimentaria continúa sólo como una expresión vacía, sin asidero en la estructura productiva nacional, mientras no se logra divisar en el horizonte, una solución clara, como las que tantas veces se han discutido y planificado en las universidades del país, sin que sean escuchadas en serio.


3.- “los productos se dañaron”: Con simpleza extrema se menciona la pérdida de estas adquisiciones; como si de una variable más en las aceptables estadísticas “negras” de la nación se tratara, en el proceso de administrar al país.

Lo cierto es que este evento, que en realidad oculta por su magnitud a otros en la escala de escándalos en la misma estructura socialista del gobierno, muestra las consecuencias del hacer permanente, algo que debía ser temporal* y que soportaría sobre si el establecimiento a cortos plazos, de mercados equilibrados por producción autóctona, justa importación, fiscalización eficiente y fácil proceder hacia las exportaciones de excedentes.

En cambio, las cadenas de distribución (*) de alimentos económicos, aupados y administrados por el mismo gobierno, al igual que las redes de atención inicial de salud (*), se han levantado, junto con las estructuras actuales de las juntas comunales, no en puentes de corrección de errores, sino en vías erróneas permanentes, donde la creación paulatina de un estado paralelo pero acéfalo constitucionalmente se va haciendo realidad.

Todo, absolutamente todo, sigue girando sobre la misma carestía: una débil venezolanidad practicada, que deja huecos que el subconsciente colectivo quiere llenar con héroes sintéticos, doctrinas llamativas y liderazgos cautivantes.

Nos continuamos acostumbrando a la vida alegre y superficial que se resuelve entre el abasto, la farmacia, la licorería y el sitio donde trabajamos o estudian los hijos; el tiempo de la vida se nos va en el cotidiano superar de las trabas que décadas de errores y falta de planificación en todo sentido han generado; nos decimos permanentemente que somos una nación de gente cordial y amistosa, capaz siempre de hacer una fiesta, comprar unas cajas de cervezas y olvidar las malas pasadas que al final se vuelven tan rutinarias como insolubles; mientras, en medio de esto, oposicionismo y oficialismo trabajan la confrontación diaria con la misma “alegría y superficialidad” de siempre: las altas autoridades se felicitan entre si cuando cualquier palabra premeditada o fruto de la genialidad del momento expresada frente a los medios sirve para que los autonombrados voceros de oposición se rasguen las vestiduras por defender lo indefendible: esa inocencia que un pueblo, por violación repetida, perdió. Mientras, un gobierno obnubilado con una visión tan particular como la de un solo hombre, lucha por reestructurar todo un estado, más a fuerza de dinero gastado en arrebatos e improvisación, que en conciencias levantadas con la verdad relatada con la paciencia del sabio y la humildad del que sabe de sus errores.

Los errores extraídos del diario declarar en los medios por parte de los políticos en ejercicio de funciones, cómplices todos ellos de la misma aventura, o el de los “representantes” del oposicionismo con sus inconsistencias siempre revoloteando lejos de la verdadera venezolanidad y constitucionalidad, nos deben servir de profundo punto de partida desde el cual, una vez más, aproximarnos con seguridad, a esa venezolanidad que en un sentido político, en un sentido económico, y en un sentido social, nos de por fin personalidad propia, lo que sin duda constituye el principio de la verdadera Venezuela; aquella que desde nuestra independencia se soñó, pero que solo ahora, logramos divisar en el horizonte como realidad alcanzable para los que vivimos en esta tierra, como protagonistas dispuestos a sacrificar algo de nosotros mismos por nuestros hijos, y por los que vienen.

domingo, 4 de julio de 2010

Restos simbólicos de Manuela Sáenz llegan a Venezuela: Sólo una muestra de suelo de donde murió. ¿La venezolanidad, también tendrá restos simbólicos?

Un cofre que representa los restos de la heroína ecuatoriana Manuelita Sáenz llegó este sábado a Venezuela para ser depositado junto a los del prócer Simón Bolívar, del que fue compañera sentimental y de la lucha independentista.” (EL Nacional, 03-07-10).

No existe problema alguno en reconocer y estudiar las lecciones, los meritos y el papel importante de esta dama vivida en los tiempos tormentosos de la gesta emancipadora suramericana. Tampoco que tenga un lugar simbólico en el panteón nacional. Lo patético a mi parecer es que se monte todo un protocolo propagandístico, por demás inútil, para recibir no los restos, sino una simple muestra de suelo del sitio donde murió. ¿Por qué no hacemos lo mismo, (políticamente hablando) con una muestra de suelo de Jerusalén o de Belén?; Quizás así nos podamos sentir mas “decididos” al cumplimiento de los mandamientos de Dios. ¿Quizás una muestra de suelo de la Cañada de Urdaneta (Venezuela, estado Zulia), donde nació el científico venezolano Humberto Fernández Moran, ya que ni sus restos o memoria son honrados? ¿Qué tal si traemos una muestra de suelo para que el ciudadano presidente la reciba y haga un discursito, de donde murió Carl Marx? La lista de opciones es infinita, como infinito será el tiempo perdido que pasará entre nosotros si no nos enseriamos.

De nada, absolutamente de nada sirve reconocer a los personajes del pasado, si no reconocemos primero las lecciones que ellos mismos nos dejaron, al quedar registrada en nuestra historia escrita. Por eso pregunto si es que la venezolanidad tendrá también sus restos simbólicos, dado que no estamos haciendo casi nada para darle vida real y permitir así que las lecciones de su aplicación den origen a una historia y a una sabiduría capaz de ser seguida por nuestros descendientes.

Esta impresionante dama aún no ha sido reivindicada; olvídense de que este parapeto de recepción de muestras de suelo tenga un valor real sobre lo que fue Manuela Sáenz, y no lo tendrá mientras sigamos pensando y actuando como lo hacemos. Caer en protocolos y discursos vacíos y fútiles, es la evidencia de cómo el cuartorepublicanismo en realidad se funde aún con la quinta republica en una fusión que sólo busca mostrarnos el camino que no hay que seguir.

La Manuela Sáenz que vivió, cuando lo hizo también Simón Bolívar, lo hizo no solo hablando de valores; los practicó y estuvo dispuesta a hacer sacrificios y esfuerzos por ellos.

Una visión de lo que la patria podía ser, los motivaba; una realidad presionando sobre nuestras conciencias de lo que Venezuela es, aguarda por ser llevada a efecto.

El presente gobierno, y sus acciones, son sólo una pincelada en el gran óleo que debemos terminar. No es el socialismo puro, como no lo es el capitalismo ortodoxo el que nos llevara a un nuevo nivel. Ya esto lo hemos hablado bastante.

La democracia pura y simple, engranada con gentes trabajando honesta y comprometidamente como servidores públicos remunerados justamente, escuchando al individuo y el colectivo que forma, es la solución simple a ejecutar y cultivar.

Mientras, Manuela Sáenz y la venezolanidad seguirán aguardando, y no por un vacío protocolo gubernamental de reconocimiento sobre sus simbólicos restos, sino por aquella ejecución vigorosa que busca hacer sentir en los cuatro puntos cardinales de esta maravillosa nación, el verdadero sentido y dimensión de lo que esa venezolanidad es.

sábado, 3 de julio de 2010

Venezuela y su miseria en contenedores.

Tenía la imagen que los contenedores de mercancías eran sinónimo de comercio; eso en estas tierras, ahora tiene otro significado: la miseria humana del venezolano.

¿Por qué soy tan duro?; bueno, hagamos algunos ejercicios para explicarles este sentimiento que no me ha permitido dejar a un lado el tema.

Vamos a hacer unos cálculos simples y lógicos, como le gusta hacer al ciudadano presidente de la Republica durante sus alocuciones; esas en las que nadie puede contradecir nada:

30.000 toneladas de alimentos = 600.000 “compras” de 50 Kg. c/u

(No sólo 50 paquetes de harina PAN o leche, claro; incluye otros alimentos)

La población total de Venezuela supone aproximadamente 24 millones de personas. Posiblemente más. Eso son unas 4.8 millones familias de 5 miembros c/u en promedio.

Es decir: 30.000 toneladas de alimentos alcanzan para darle una compra de estos productos a 600.000 familias (3 millones de personas), lo que representa el 12.5% del total de familias en Venezuela, asumiendo la cantidad de miembros en promedio ya mencionada.

Si suponemos que en verdad se trata de 120.000 toneladas de alimentos a nivel nacional, y no de las 30.000 toneladas de alimentos que el presidente de PDVSA declara reconocer, entonces:

Podríamos darle una compra de 50 Kg. de alimentos a 2.400.000 de familias, que cubriría las necesidades por, -digamos-, una semana (puede que más tiempo), a:

12 millones de venezolanos.

Si reducimos la cantidad otorgada a cada familia a sólo 25 Kg. Para ese mismo período de tiempo, tendríamos un escenario donde le entregaríamos una compra gratis a: 4.800.000 familias, o dicho en otras palabras: a 24 millones de personas (aprox.); es decir:

¡A casi toda Venezuela, con lo que ahora está inutilizado, vencido y descompuesto!

Este desperdicio de alimentos, combinados con un supremo nivel de incompetencia y negligencia, sólo es posible en un país que perdona estos “pecados” a su administración publica, sin que exista de paso, total aplicación de la justicia sobre la totalidad de los responsables; esto sólo es factible de ocurrir donde no hay dolientes, ni fiscalía que fiscalice, todo ello porque el sentimiento de nación no existe, implicando ello que no existe un orgullo mas allá de lo elemental, de lo casi primitivo que por demás, a todas luces, resulta inútil.

No pregunten ya el por qué ocurre todo esto. Como decíamos hace días, el hecho está consumado y es irreversible. Mala la hora en que ese tema cayó en manos de la incompetente oposición venezolana; mala la hora en que el tema cayó en las manos del gobierno que todo lo niega. Es obvio que la vergüenza no existe. Está claro que la impunidad se llevó por los cachos a todo este país. No se trataba de un supuesto maletín lleno de dólares en algún aeropuerto; eran cientos de enormes y coloridos contenedores almacenados bajo el sol de esta tierra.

Ahora, a la luz de ese mismo sol, sobre el presidente, y rodando para abajo en el barranco que constituye nuestra administración publica, se encuentra la responsabilidad legal de tal insulto a la vida, y sobre nosotros, la responsabilidad moral de permitir que no exista una efectiva y constitucional estrategia moral que dirija el destino de la nación. Somos sólo un país de teóricos, de criticones y de habladores. ¿Cómo es que cuando opinan todo el mundo tiene la solución a los problemas, y sin embargo, estamos como lo estamos?

Cuando lo reconozcamos con humildad, comenzaremos a cambiar, queridos compatriotas. De resto, olvídenlo. Seguiremos viviendo en una excusa.

Sólo puedo pensar en los miles de niños que en este país, se van con hambre a la cama (si la tienen en el rancho), mientras miles de toneladas de comida se perdieron miserablemente, sin sentido, y sin necesidad. Quizás no alcanzaría para más de una semana, pero en cambio, ahora sólo servirá para los cerdos y para agrandar los insalubres botaderos de basura.

No hay excusa posible. No hay perdón. No lo pidan. Sólo queda darle por fin rumbo a la nación.