domingo, 31 de diciembre de 2017

Una entrada al blog, sin título, como lo sería la explicación de lo que ocurre en Venezuela.

Necesito cerrar el año 2017 con una reflexión como ciudadano común que soy, que refleje con la mayor humildad y honestidad  lo que hemos estado viviendo -casi incrédulos-,  en estos meses en los que mi silencio en el blog solo ha “encubierto” lo que ha sido realmente el arduo trabajo de  la subsistencia diaria en Venezuela, lo que creo que es comprensible para cualquiera que sea un asalariado y que haya tenido que luchar en cada jornada  con un salario mínimo para adquirir alimentos para su familia.
Me ha costado conseguir en medio de tanta adversidad, el equilibrio necesario para mirar el pasado y el presente a la vez en medio de esta “corrosiva” impunidad que “llueve” sobre todos nosotros, y no sentir en el proceso asco por lo que pareciera ser un repugnante futuro, fruto de la monumental cantidad de conceptos erróneos que nos han llevado como polvo en el viento, -más que como colectivo social-, a traspasar las puertas de un “infierno” hecho país, con una noción de lo moral y lo ético casi que desaparecida de cualquier parte donde se le busque.
Por eso, y como que transcurriendo en cámara lenta, el país colapsa mientras las mayorías contemplan -incluso sin saberlo y mucho menos, comprenderlo-, el cómo las oportunidades se han escurrido de las manos conforme cada mes fué pasando en el 2017, en un año donde lo "absurdo", en vez de lo ético, se institucionalizó en toda la república.

…No quiero continuar sin pedirles a todos que hagamos en este momento un esfuerzo colectivo para honrar, mediante un minuto de silencio, a cada hombre, mujer y niño que ha caído en nuestro suelo en los últimos años víctima de la intolerancia y la violencia verbal y física de quienes pudiendo haber hecho su trabajo con ética e interés social bien administrado, eligieron en cambio el sendero del beneficio propio por encima del de todos.
Demasiada gente ha caído bajo el yugo de un gobierno que optó por convertirse en dictadura corporativa, y que ha borrado la línea entre el oficialismo y el ahora "enjambre" de opositores a los que les resultó más fácil unirse entre sí para trabajar a favor de sus propios beneficios y estatus, que en el de aquellos pocos que incluso aún creían en ellos y que finalmente han caído ahora en el mar de la incredulidad.
Ahora cuando CREER es más difícil que ROBAR, y DUDAR es más fácil que CONFIAR, para una República raquítica como la nuestra esa noción representa con mucha probabilidad, el principio del FIN de su existencia como se le conocía, y en nuestro caso representaría la necesaria transición de la ya agónica dupla “cuarta-quinta república”, hacia un periodo de reconstrucción nacional, que no durando más de un par de años de manera improrrogable, cediera el paso a un periodo amplio y sólido de alternabilidad democrática y continua justicia social.
El “fin” de algo grande como la Venezuela donde crecimos, no es malo en sí mismo;  error común es asumir que las cosas son buenas porque no cambian, cuando  la historia ha demostrado una y otra vez, la  inevitable fuerza del cambio como motor de  exploración y crecimiento. 
Hay que estar claros en que lo que tenemos por delante es una enorme OPORTUNIDAD de CONSTRUCCION; una oportunidad magnífica; una que tiene la capacidad de llenarnos de alegría porque es justo en esa visión de renacer posible tras la caída y disolución de lo mediocre, que nuestras esperanzas levantarán vuelo por esa cadena de buenas y sensatas decisiones que como equipo de trabajo podemos tomar, y que como sociedad estamos llamados a asumir, con la sabiduría que en Dios podemos encontrar.
Los que hoy gobiernan bajo el yugo tecnócrata de una dictadura corporativa en la que la desfachatez es compartida y distribuida con gran eficiencia entre quienes encontraron en la ecuación del "compartir lo menos, quedarse con lo más", eventualmente caerán, y será sobre ellos donde mediante el ejercicio superior de la justicia, la sociedad podrá retomar la noción de que la fe en el sistema no es una quimera, sino una realidad construible y sostenible en el tiempo, donde los beneficios de los sacrificios a realizarse, no terminarán en manos de pocos.
¿Realizar un balance de lo vivido en Venezuela es posible?
Podemos hacerlo, y debemos hacerlo, porque nos encontraremos con que el balance resulta neutro, dado que los enormes perjuicios que hemos soportado, han presentado ahora ante nosotros (que no regalado ni entregado), un enorme y vasto conjunto de posibilidades creadoras que partieron de la crítica  a lo vivido.
Aún existiendo todavía clientelismo político en nuestra sociedad, (dispuesto a dejar la ética a un lado con tal de “sacarle” algo más al gobierno), también se va viendo como sectores antes en silencio, ahora señalan y critican abiertamente a quienes aún protestan porque el “bozal de arepa” ofrecido por el gobierno (CLAP, perniles, regalos, “chambas” y otras especies folklóricas de la fauna social venezolana), no les llega.
El balance resulta “neutro” también por otra razón: El oficialismo y su archipiélago de partidos y grupos de apoyo, se ven ya equilibrados en el bando contrario por la dispersa formación constituida por las distintas oposiciones, cerrando de esa manera el circulo del poder político, militar y económico que dejó de ser invisible a todos.
Posiblemente los economistas tengan razón: El próximo año podrá ser peor, pero solo si mantenemos este caos social que como hormiguero mal pisado, hace huir en desordenada carrera a sus habitantes en todas direcciones, solo para volver al rato únicamente con la pretensión de armar el mismo vulnerable castillo de arena en que se ha convertido Venezuela.
Parece que la conclusión es dura e inevitable: llegará el momento para ser testigos de excepción del primer paso en la dirección correcta, pero no antes de que la sangre termine de llegar al rio (en sentido figurado, espero).
Mientras el inicio de la transición llega, el sudor de la gente honesta deberá seguir corriendo, sin que ello signifique el dejar de triunfar con los valores que nos han hecho sobrevivientes ante la única guerra real: la de la estupidez política y económica de quienes gobiernan y son oposición.
El 2017 llegó a su fin y ustedes sobrevivieron; ¡no lo olviden!

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