lunes, 25 de junio de 2012

Si se cree en una revolución, se concibe que nadie está por encima de ella.


Lo digo porque ninguna acción sistemática en el plano político de una nación, llámese revolución o llámese resolución a progresar con sensatez y sentido común elemental, puede ponerse por encima de la ley, y en todo caso, no puede supeditar el progreso de una sociedad nacional, a su adhesión a un movimiento político particular, dependiente de una persona, de un líder.
                                         
Traigo esto en el presente momento, -no sin dejar de sentir extrañeza por ver tan solo a un periódico venezolano, haciendo referencia a ello-, por el siguiente fragmento (sin descontextualizarlo yo…), de las declaraciones de Chávez, a propósito del acto de conmemoración del 24 de junio:

"El chavismo ya no es Chávez, el chavismo es el patriotismo, ser chavista es ser patriota, los que quieren patria están con Chávez, no tienen otro camino"
EL UNIVERSAL, domingo 24 de junio de 2012  01:58 PM

Aprovecharé otra frase del presidente, manifestada a través de su cuenta Twitter, hace varias semanas, "Critiquen al gobierno, pero apoyen la revolución", para manifestar lo siguiente:

En mi opinión, si esta soberbia demostrada sin miedo por el presidente, no hunde cualquier proceso serio y sostenido de cambio, nada lo haría.
Con su afirmación, acaba de escribir el epitafio de una revolución.
Cuando morirá esta etapa, sin embargo, dependerá de la gente, y del grado en que comprendan lo importante que es identificar el concepto de patria, únicamente con Venezuela, y con su historia, acrisolado todo ello en un solo conjunto de valores republicanos superiores a todos nosotros, y por ello, justamente posibles de sobrevivir y a través del tiempo, a pesar de nuestros egoísmos individuales y colectivos, productos de décadas de desaciertos.
Chávez comete un error elemental, y se aleja raudo de la visión de Bolívar. Jamás El Libertador condicionó el proyecto de unión americana, a un término tan subjetivo como el de, por ejemplo, “bolivariano”, en algún tipo de alusión directa a su obra personal, como soldado del proceso de independencia en aquel entonces. Con esto, el actual presidente colocó a la noción de “chavismo”, por encima del de “revolucionario”, y así comienza la degradación final del mal concepto revolucionario ejercitado hasta ahora, en sí mismo.
Desde un punto de vista amplio, su declaración es necesaria, para dar el siguiente paso lógico en una sociedad que desea progresar: vivir el desengaño de una ilusión distorsionada por el tiempo y los actores que la protagonizaron (incluyéndonos a nosotros mismos, por acción u omisión).
Los venezolanos deben cuestionar las afirmaciones de bando y bando; deben evaluar donde está el verdadero eje de la “revolución” que requerimos, dependiente de todos nosotros, y no de unos pocos, o peor, dependiente de un líder que se hace a sí mismo de facto, centro del universo ideológico de una nación, al llamar por su propio nombre, al sentido más excelso del patriotismo, según él.
Sigo pensando que una revolución real en Venezuela, seria aquella que impusiera por acuerdo colectivo, a la constitución y a las leyes,  después de Dios, como techo de nuestra sociedad, convirtiéndose así en una estructura incapaz de ser pisada por alguien. Es como si decidiéramos con ello, montarnos todos en un mismo, enorme y poderoso barco, en vez de hacerlo sobre millones de escuálidas e individualistas canoas, pretendiendo enfrentar con ellas, la tormenta que se mantiene delante de todos.
“La verdadera revolución, es la aplicación de la ley, bajo un mandato divino y realmente bolivariano, donde las necesidades de cada uno, sean atendidas.”
El poder de cada uno, suma el poder colectivo; la atención a cada ciudadano, es la atención al colectivo; escuchar a cada habitante, es escuchar a toda la sociedad, cuando se suma cada necesidad.
Chávez ha dado a este país un conjunto de acciones valiosísimas, que hasta su llegada, se mantenían flotando en la difusa conciencia colectiva, sin que nadie actuara para llevarlas a la práctica, como pasos necesarios para progresar con sensatez; lo demás, lo que se hizo y lo que se dejó de hacer, todo aquello que frustró y frenó en verdadero progreso, alejado de dependencias foráneas, y de concepciones nacionalistas mas fantasiosas que sensatas, alejadas por cierto del elemental sentido social bolivariano contemplado magníficamente en la constitución, son las que nos han llevado al actual estado de cosas, donde somos testigos de un revolución que pudo terminar bien, si desde el principio, se deslastra del mesianismo que hasta hoy, la ha caracterizado, y si desde su comienzo, se hubiera puesto una fecha para su autorevision y sustitución, ya por un proceso adaptado a una nueva realidad, con nuevos actores, y con nuevos presidentes, todos ellos ya trabajando en pos de una estrategia venezolana, autónoma, orgullosa de sus sacrificios y de sus aciertos.

Nada de eso ha ocurrido. Hoy, llamarse revolucionario, pero no chavista, es cometer suicidio si se dice en público, aunque ello es lo correcto. Decir que la revolución continuará aún sin Chávez, es buscar que te den una patada, o que te boten de tu trabajo, o que te discriminen, o peor, que te llamen escuálido apátrida, aún cuando la realidad fuera justamente lo contrario. La frase “Con Chávez todo, sin Chávez nada”, representa la némesis de lo que una revolución venezolana, hubiera demostrado al mundo: que se es posible progresar, sin derramar sangre, pues bastaría sudor y esfuerzo mancomunado, sin discriminación, sin diferencias sociales, y resueltos todos a limar las diferencias halladas en el camino, en todo sentido y en cualquier limitación que se detectase.

Creo que la sensatez, el cultivo de los pilares fundamentales de la familia y sociedad de nuestra Venezuela, sin sometimientos más allá de Dios y la constitución, son las únicas vías. Chávez lo ha reafirmado así sin pretenderlo, y a su pesar, con su última y lacónica frase célebre.

Decídanse ustedes a marcar la diferencia (y que conste que no hablo de Capriles y sus pretensiones políticas), a no ser mas chavistas u oposicionistas, para por fin ser venezolanos, juntos todos. Sea Dios el gran océano de nuestras esperanzas por donde navegar, y la constitución la poderosa vela de nuestro gran barco nacional. Vayamos todos juntos.
Es la humilde petición de un amigo, de un compatriota.

martes, 19 de junio de 2012

Lo mínimo que debe tener un candidato presidencial en Venezuela.


Supongo que muchas cosas vienen a la mente cuando nos planteamos, en una sola frase, lo que debería poseer un candidato presidencial, -una persona común y corriente, que considera tener lo necesario para llevar las riendas de una nación-, y que se nos antoja como  cosas casi que obvias. Sin embargo, ¿Realmente es evidente lo que requiere tener un candidato presidencial en nuestro país?
Más aún:
¿Le exigimos, sin reserva alguna a ese candidato, que tenga un perfil básico y un compromiso firme a cumplir?;
¿Les hemos dicho que si no cumplen los ponemos “de patitas” en la calle, sin que valga amenaza de por medio, sin que valga “amenaza tasconiana” de por medio?
Desde hace meses vengo pensando que más de uno de nosotros se ha hecho estas preguntas, y a la luz de los comportamientos, tanto de Chávez como de Capriles, casi quisiéramos poder sentarlos frente a nosotros para decirles en qué se equivocan, preguntarles qué los motiva a expresar ciertas cosas, y sobre todo, a manifestarles nuestra convicción de que de seguir por donde van, solo llegarán a unas elecciones presidenciales donde los venezolanos, -y los extranjeros cedulados por millones en el presente gobierno-, decidirán entre el “menos malo” de los candidatos. ¿En verdad debemos llegar a eso?; ¿Es lo que nos corresponde como nación al día de hoy vivir?
Les doy un pequeño ejemplo de esta conducta nada deseable, y que se repite como nefasto patrón político electoral: Hace uno días Chávez realizaba una cadena nacional de medios de comunicación radioeléctricos, donde distintos grupos de trabajo le mostraban a la nación, (aunque  admitamos, que  con un liderazgo que raya en la idolatría como el de Chávez, pues parecían dirigirse exclusivamente al presidente), los avances de varios proyectos y programas militares, que tocaban adelantos más bien modestos, pero interesantes en materia de defensa. Por si no lo vieron, les menciono puntualmente que se trató el tema de la fabricación en el país, de armas largas (fusiles), para las FANB; municiones, chalecos antibalas,  armas de precisión de diseño o construcción autóctonos, así como la futura construcción de radios para uso militar y civil, que podrían exportarse en futuras etapas productivas. Se mencionó además el tema de la infraestructura adelantada en varias regiones militares, y se mostró finalmente los avances realizados en materia de aviones de vuelo autónomos, aptos para la vigilancia de las fronteras, sin la necesidad de exponer al personal de la fuerza Armada, a los riesgos intrínsecos de dicha labor.
El punto que Salió a relucir con este asunto, obviamente en la mentalidad reinante, es que no podía quedar intacto en manos de quienes lo adversan, y hasta en manos de quienes lo apoyan (al presidente): Los que actúan en pro, se deshacían en loas y zalamerías mas propias del ignorante que busca mantener cuotas de poder al estar cerca del presidente, que del ser sensato que podría decir: “Estas cosas básicas son necesarias, pero solo junto con las elementales que debemos resolver”. Mientras, del lado contrario, los oposicionistas se abalanzaron a desdeñar todo esfuerzo tecnológico o industrial que tenga que ver con la actividad militar en Venezuela, (siguiendo en general, la estrategia de descalificar todo lo que haga el gobierno, como forma de minimizar su impacto de cara a las lecciones, “minimización” que por cierto, solo es significativa si admitimos que la sociedad en esta nación, come mas de cuentos que de hechos reales y verificables, producto de un balance sensato entre errores y aciertos.)
Aquí llego justamente a los candidatos y los comportamientos de los que hacen gala: Mientras el presidente hacia proselitismo a costa de una actividad necesaria pero delicada en la vida de una sociedad que pretende ejercitar la soberanía que pregona, Capriles se lanzaba raudo a descalificar la realización de tales actividades, indicando que Venezuela no sería en su gobierno, un país exportador de armas, sino uno “exportador de petróleo, bananas y utensilios varios”. (discúlpenme la última frase, que es mía; al no especificar que pretende hacer con estas actividades industriales y tecnológicas más bien básicas, deja espacio a cualquier conjetura ciertamente basada en el pasado: Cero industria militar, aunque solo fuera de defensa: Todo se lo compraremos a nuestros “aliados” extranjeros…, dirá el seguramente…
Entiendo, como les decía hace rato, que no puede con facilidad, un candidato opositor a Chávez,  apoyar cosas del gobierno que pretende vencer, como por ejemplo, los satélites adquiridos a China, que aunque ciertamente son necesarios y tienen un impacto directo y positivo en el desarrollo de nuevos campos tecnológicos, resultan pese a esto, en la actualidad, difíciles de justificar cuando tantas penurias se viven a diario sin que medie otra cosa que el subdesarrollo, la impunidad, y la corrupción ante los errores cometidos, pero reconozco también que en ese proceso de negación a todo lo del oponente, -sea quien sea este-, hemos caído en un terreno donde nos resulta difícil ver el conjunto completo que somos hoy como nación, y ello conlleva riesgos de cara a la correcta escogencia de la estrategia que debe ser necesariamente aceptada y comprendida a nivel nacional.
En pocas palabras: Lo criticable no son los satélites de comunicaciones y de observación y detección de recursos naturales; lo criticable es que aún hoy, 14 años después, sigamos resbalando en los mismos errores elementales.
Son este tipo de cosas las que hacen pensar y preguntarle a los que adversan con o sin razón a Chávez (y al presidente mismo): ¿Qué pretenden exponer en sus campañas presidenciales, que demuestre realmente que están dispuestos no a “hacer borrón y cuenta nueva” al más puro estilo caudillista, sino que están prestos a tomar TODO lo positivo y mejorable, discutirlo a nivel nacional, bajo la premisa de que somos una sola nación que merece participar en pleno, para dar exclusivamente, el siguiente paso aún en la misma dirección, solo que sin los errores fundamentales y garrafales  arrastrados?
¿Por qué razón debe el oponente político, dedicarse a descalificar sistemáticamente todo lo que haga o diga el gobierno?; ¿Por qué el gobierno se empecina en renegar de cualquier crítica, posible mejora o cosa que no venga de la palabra santa del presidente o del sequito de jala bolas que le rodea, que al final de cuentas son incapaces de autocriticarse?
Entiendo que la vida nos ha estrellado en la cara que no es posible ver un gobierno con un Chávez arreglando todo por si solo, de la misma manera en que no verán a un Capriles solventando los entuertos, mientras cultiva los aciertos. Comprendo que la imposibilidad de esta idea encierra la génesis del problema que nos acosa: El de no tener coherencia como sociedad, como un solo pueblo que conociera sin dudarlo, su identidad, su posición en las circunstancias, y las acciones requeridas para afrontar el diario vivir republicano: Elegir entre Dios y la ley, para beneficio social de todos, o entre los esfuerzos, perfectos o imperfectos, pero esfuerzos al fin, de un solo hombre que por avatares de la vida, ha contado con la magia del verbo para hacer llegar un mensaje de esperanza, aunque esta última se ejecutara con torpeza extrema y no pocos puntos por mejorar urgentemente, a lo largo de 14 años.
Las cosas se resuelven entre todos, y no individualmente. El punto aquí es que todos deben estar sometidos a la misma ley y a las mismas consecuencias ante las faltas que se cometan.

Fuera de esto, no es la vía en lo absoluto, la descalificación automática de parte y parte. Nadie puede negar que intereses extranjeros con gusto entran en nuestra vida republicana con este gobierno, de la misma manera en que otros intereses foráneos penetrarán hasta los tuétanos nuestra sociedad, en lo que los opositores a Chávez pusieran las manos en el poder. Por donde lo agarren, estamos aprisionados entre los muros que nuestra propia “desidentidad” (desvenezolanizacion, como prefiero llamarla), nacional ha levantado. Nos rodeamos de estiércol, porque en nuestra vida al margen de la ley y la constitución, nuestra viveza ha distorsionado todo elemento primario que pueda valorar la convivencia, a expensas de un sacrificio necesario, dado el estado de las cosas en Venezuela.
¿Qué pedirle a Chávez, que alteró la constitución a su conveniencia mediante un “re-referendum”, únicamente para pedir la reelección hasta el infinito de su egocéntrica visión, o a Capriles, que contando con el apoyo de todos los resentidos políticos y de los que ansían tomar -o retomar- el poder económico que disfrutaron en tiempos de la ilusión nacional (la cuarta república), no ha dado signos inequívocos de una franqueza intelectual, política e ideológica en el marco de la Venezuela que aspira gobernar, para que podamos entender a su vez nuestra limitación como colectivo incapaz de caminar aún sin la “muleta” de un presidente “más grande que todos nosotros”?
El asunto se presenta más complicado de lo que parece, agravado por la evidente sequia de planteamientos nacionales al respecto. Como si este escenario, de por si precario, no existiera.
En tierra de ciegos, el tuerto es el rey, y si habla bonito, es el mesías
Pese a la burla que desató en su momento, aquella frase de político venezolano Teodoro Petkoff, “Estamos mal, pero vamos bien”, no resulta ahora descabellada a la vista de la Venezuela que respira y vive en este momento: Un país que ciertamente ha progresado en su auto reconocimiento, pero que sigue mal.
Hemos sido incapaces de gestar y administrar un modelo de gobierno estable en el tiempo, y socialmente aceptable por todos. (Entiéndase que debe ser por todos; el concepto de minorías no cabe en este sentido; se es venezolano con las “clausulas contractuales –o sea, constitucionales- que eso implica, o se renuncia a ello y se emigra). Los candidatos a la presidencia deben mostrar un básico de sentido común: una atención invariable y sin justificación posible para los retrasos, en los cuatro temas fundamentales; los que constituyen “las cuatro patas” de la mesa familiar y republicana venezolana: Seguridad (personal, colectiva y jurídica), salud (sistema integrado a nivel nacional; alimentación garantizada), educación (universidades sociales, Tecnológicos, centros de investigación y desarrollo, además del apoyo irrestricto a la idea del cero niño sin educación y venezolanidad), y trabajo (mínima inflación permanente; oferta de preparación y fuentes de trabajo endógenas). Esto sin contar el muy necesario decálogo básico de directivas a seguir, y sobre el cual les pido clemencia por decidirme a  repetirlo en este blog por segunda vez. Me ha parecido oportuno recordarlo, estando a solo meses de unas elecciones presidenciales.
EL DECALOGO:
1.- No podemos hacer nada fuera de la constitución y la venezolanidad manifiesta en ella, por tanto, nuestra máxima meta es el bienestar colectivo mediante los más altos valores individuales del hombre/mujer de Venezuela: Dios, amor, honor bolivariano, verdad libertaria y justicia nacional, con dos ideas básicas desde todo comienzo:
I.- Dios, Justicia y pueblo;
II.- ¡Las leyes son para cumplirlas!
2.- “No puede gastarse dos Bolívares y prestar otro adicional, si no se tiene más que un Bolívar disponible para pagar”. Debido a nuestros abundantes ingresos petroleros, estos serán los únicos proveedores de “crédito” para nuestros planes nacionales de desarrollo, sin que ello signifique bajo ningún termino convencional, gastar más de la mitad de dicho ingreso en ello, guardando el resto para posibles etapas sucesivas o extraordinarias, lo cual incluirá guardar para la próxima generación de venezolanos
3.- Sólo el gasto social racionalmente necesario y el de desarrollo técnico industrial nacional, puede justificar inversión sin ganancia monetaria neta, a condición de que no viole el segundo postulado. Con ello se ejercerá la verdadera soberanía alimentaria, medica, electrónica y metalmecánica básica, estimulando y propiciando el diseño y la producción nacional autóctona, con el consecuente fortalecimiento de la autoestima como nación, siguiendo la estrategia nacional y de consenso diseñada.
4.- Únicamente al satisfacerse adecuadamente los cuatro pilares básicos venezolanos de la estabilidad socio familiar (salud, educación, seguridad laboral y jurídica, -mencionados anteriormente-), se podrá considerar el invertir u obsequiar recursos en el extranjero con fines humanitarios y de desarrollo, fuera de los acuerdos legalmente ya suscritos por la nación, y tomados en cuenta por la misma constitución.
5.- Cada hombre o mujer relacionada con la administración pública, responsable de una o más delitos y/o penurias colectivas o individuales en nuestro territorio, una vez debidamente juzgado, se le registrará públicamente su acción e identidad, para nunca ser olvidada.
6.- Nadie podrá pasar necesidad en los cuatro pilares básicos, al estar amparada ésta por los derechos humanos suscritos por la nación, para lo cual también el estado asistirá y garantizará la manera en que esa persona asistida pueda compensar al colectivo, mediante su voluntario y valioso aporte laboral.
7.- Ante la injusticia y culpabilidad del colectivo en el manejo de la nación durante las últimas 7 décadas, una gran etapa de amnistía nacional será aplicada, exceptuando a aquellos cuyas acciones implicaran la muerte comprobada y premeditada de otros, o la dilapidación de extraordinarios recursos económicos.
8.- Todo menor de 18 estudiará así trabaje, y todo mayor de 18 trabajará así estudie, salvo los casos excepcionales establecidos por las leyes. El estado garantizara esto, so pena de ser suspendido del cargo público. Tan importante como aprender la venezolanidad, es que se aprenda el valor del trabajo digno, como elemento clave de progreso personal, y colectivo.
9.- Los trabajos relacionados a las labores de Medicina/salubridad, policía/defensa, educación y justicia, implicados a su vez estratégicamente con los cuatro pilares mencionados, serán los mejores remunerados, fiscalizados y reconocidos, desde el mismo momento en que comience el proceso de estabilización nacional. Todo individuo tomado prestado para la administración pública, se le garantizará su reinserción exitosa al campo no político nacional, una vez terminada su función, a fin de evitarle “tentaciones de hurto y corrupción” durante su labor publica. Su disponibilidad a la orden de los consejos nacionales de asesoramiento a crear en el futuro, será una de las recompensas para algunos de los más destacados individuos observados en estas y otras disciplinas fundamentales de la sociedad venezolana.
10.- Ningún cambio constitucional tendrá efecto hasta el siguiente periodo de gobierno, donde su influencia sobre los proponentes no sea mayor que para el resto de la población.

Más adelante quizás podría ser recomendable alguna medida que permitiera a todo funcionario público, igual que diputados, alcaldes, gobernadores y presidente, demostrar su correcto y honroso desempeño, para lo cual voluntariamente, aparte de no aceptar otro cargo público durante ese periodo, entregaría su pasaporte y se comprometería a no salir del país hasta tanto, se le verifique su patrimonio y actuar público, lo cual debería cubrir un periodo no mayor de seis meses, en una administración eficiente. Posterior a esto, el reconocimiento público por su intachable labor, es necesario.
Una revisión exhaustiva de todos los acuerdos internacionales (bilaterales o multilaterales) firmados y en vigor por todos los gobiernos es necesaria. Tanto por lo menos como la ratificación de nuestras fronteras y de los reclamos que por motivo de ellas tengamos con nuestros vecinos.
Como en aquella entrada del blog (24 Diciembre, 2010), me permito recordarle también algunos términos elementales en mi humilde opinión; gustoso los invito a reflexionar en ellos, y mejorarlos, para que en caso de tener alguno de Ustedes acceso a Chávez, o a Capriles, (y vaya que si uno se entera de que también esto le fue enviado al otro, no lo leerá seguramente…) pueda hacerle llegar algunas de estas ideas, ya mejoradas por quienes leen:
Educación; aprender a exigirle a los funcionarios públicos, mediante un esfuerzo sistemático por parte de todos nosotros, de un buen desempeño y una atención permanente a lo que requiere el colectivo representado, así como a los resultados de cada labor emprendida para cubrir esas necesidades.
Esfuerzo: No tanto para sobrevivir en medio de la negligencia de los gobiernos que no cubren efectivamente las necesidades, sino para hacerle ese seguimiento requerido por los políticos. No será fácil. No tenemos la cultura de ello, aunque la experiencia de los últimos 10 años ha servido de manera significativa. Insisto en esto.
Humildad: Porque todos somos responsables por el país que tenemos, un salto hacia la paz pasa necesariamente por la expresión de la humildad, y todas sus implicaciones personales, familiares y sociales.
Credulidad: creer que en verdad se puede. Creer que en verdad mirar hacia adelante, y mirar hacia allá, implica dar un paso a la vez, con un pequeño logro seguro en cada ocasión, de allí la necesidad de la persistencia, de la planificación, y de la unidad con la venezolanidad como bandera.
Estrategia: necesaria como el aire. Clara como éste, y “respirada” por todos, por igual.
Presidencia/Presidente: Un mandatario normal, que inspire respeto por su correcto actuar, capaz de hablar con la verdad a todos, incapaz de ocultar lo que pasa, y dispuesto cuando lo requiera, a reconocer que necesita ayuda para cumplir lo necesario para mejorar. Un presidente decidido a renunciar tan pronto detecte que su trabajo no está rindiendo frutos, pero también resuelto a señalar cada error y cada individuo involucrado en las fallas. En definitiva, un tipo capaz de decirles a los funcionarios subalternos y electos, como a la gente, que si no cumplimos la venezolanidad, la constitución y las leyes, entraremos silenciosamente en el camino circular del fracaso.
No se detiene a justificar su humildad, ni su austeridad a la hora de no gastar los dineros públicos en cosas que no beneficien al colectivo. Su guardarropa no sería mayor que el de un ciudadano promedio, y reprocharía a cualquier funcionario que actúe en contra de la moral republicana en este sentido. Por ello se aleja de otorgar cualquier “favor” especial.
No temerá decirnos cuando está rodeado de intereses políticos y económicos ajenos a lo que ofreció en campaña, que pudieran arrastrarnos a todos al fracaso y que necesita por tanto de nuestra contraloría para evitarlo; tampoco temerá exigir el tiempo que como cabeza de familia, -si fuera el caso-, requeriría, a fin de mantener su rol como padre, su entorno y su salud emocional, como cualquier ciudadano normal. Desde el principio, dejará claro que aborrece a los zalameros y jaladores de testículos, a quienes no dudará en identificar y alejar; no temerá denunciar cuando algunos le estén pidiendo favores por el apoyo electoral ofrecido. Nos dirá sin pelos en la lengua cuando algún factor externo a la nación, pretenda desviarnos de nuestra venezolanidad en aras de la hipocresía diplomática. Trabajará como lo que es: un servidor público. Se esmerará en preparar el terreno para un buen desempeño del próximo que llegue a la presidencia.
No nos pondrá la mano en el hombro como el jefe que se lleva bien con sus empleados; más bien se dejará poner la mano del colectivo en el hombro, en clara sumisión al mandato de la sociedad republicana.
En resumen, será un venezolano (hombre o mujer) llamado al puesto, y no un político que se sacó el premio.

No esperen queridos compatriotas, que la receta para mejorar sea mucho más larga que esta; lo básico es también lo más difícil de lograr; por eso les he hablado insistentemente sobre la revolución que de por si constituiría el que decidiéramos cumplir con la constitución y las leyes, todos por igual.
Por eso las leyes son lo que son; por su “horizontalidad” para ser aplicada sobre todos por igual, en una teoría que debemos llevar pronta y rigurosamente a la práctica.
Por lo mismo es que las ideas básicas, en apariencia “asépticas”, como la del ideal de la venezolanidad, pueden tener éxito sobre otros paradigmas elaborados, más parecidos a convenientes adoctrinamientos antinaturales que otra cosa. Espero estar siendo claro en este punto, amigos míos. Lo que no agrede la susceptibilidad, por saberse aplicado a todos, es más fácil de digerir y practicar.
En esa oportunidad cerraba el artículo con la siguiente reflexión:
El pasado solo es tolerable cuando sus lecciones iluminan lo que forjamos en el presente; si de alguna manera los eventos del pasado siguen arrastrándose como excremento fresco de perro pegado al zapato, el presente es maloliente e incomodo; no nos deja pensar, organizarnos, planificar y construir milímetro a milímetro los futuros que deseamos.
Límpienle los zapatos al presente y no culpen al perro; continuemos caminando.”
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Piensen muy bien en las cosas buenas y malas que hemos vivido hasta el presente que nos ofrece la oportunidad de cambiar de presidente o ratificar al que tenemos. (…Lamentablemente no existe manera de decirle: “te queremos mantener allí, pero queremos que cambies esto y aquello que no nos gusta; si aceptas, estás contratado por 6 años más”). Busquen la mejor manera de balancear lo que el sentido común, sin apasionamiento hacia individuo alguno, nos permita diseñar de cara al logro de la Venezuela que ya nuestros nietos, mediante nuestros hijos ,-que no nosotros, llamados a inmolarnos en el trabajo duro requerido por la nación que debemos sacar de entre los escombros de nuestras estructuras mentales-.
Piensen  en los pasos a seguir luego del triunfo de cualquiera de ellos, porque arrearlos y mantenerlos derechos, será el siguiente e inevitable paso, si no queremos caer en el juego de los políticos, y esto, queridos compatriotas, requiere participación; del tipo de la que siempre nos ha faltado.
…aun hay tiempo.

miércoles, 13 de junio de 2012

Cuentos que hacen daño…


Hay  historias en Venezuela, que por la acción o por la omisión que ellas cuentan, siempre terminan haciendo “más mal, que bien”; he aquí, y de manera puntual, dos de esas historias:
I: Las encuestas en Venezuela, y su fiabilidad.
Como en casi cualquier país, estos instrumentos de ciencia exacta pero rara vez rigurosos en su ejecución y análisis, sirven para todo: desde afirmar la supuesta imbatibilidad de un candidato a elecciones, hasta para asegurar que todo el mundo está feliz en el gobierno de turno.
Lo cierto es que en nuestra nación, las encuestas no sirven para casi nada, cuando tienen de  por medio un motivo político en su desarrollo. Lo digo porque por un lado, si hay elecciones, siempre las encuestan le dan el triunfo a quien la mandó a hacer, y su divulgación dependerá exclusivamente de la capacidad económica del candidato. Por otro lado, desde la muy dañina experiencia de la Lista Tascón, -aquella donde se discriminó pública y abiertamente a todo aquel que hubiese firmado a favor de la idea de sacar al presidente Chávez de la presidencia-, lo cierto es que incluso, siendo aplicado el instrumento con el rigor científico requerido, nadie es tan estúpido hoy en día como para decirle a un encuestador, que piensa votar por otro candidato que no sea Hugo Chávez, más aún si el encuestado trabaja en un sitio donde su inclinación política, pudiera resultar en su despido laboral…(!)
Así las cosas, desde la fatídica experiencia del referéndum revocatorio, en Venezuela las encuestas solo sirven realmente para medir productos comerciales, distintos a los candidatos presidenciales.
Conclusión: No crean en encuestas; no importan quien las haga o publique, o a que candidato favorezcan; revisen los beneficios y las perjuicios -generalmente profundos-, de una y otra propuesta, y decidan por quién votar. No se dejen llevar; no se dejen pastorear como manada de borregos. Venezuela debe pertenecernos a todos, y no a unos pocos, como ha ocurrido hasta nuestros días.

II: Una nación, una patria, un país, donde el lema es “Divide y vencerás”.
La división política por encima de la natural conveniencia de la integridad social, y  como ello mantiene el poder en manos de pocos, en la tierra donde debía ser de todos.
El presidente ha utilizado con resultados espectaculares, la táctica de la división, para crear un permanente enemigo a quien atacar políticamente. Digo espectacularmente, porque al final de cuentas el supuesto enemigo (la oposición), se creyó ese cuento, y terminó haciendo el papel de tonto útil durante más de 10 años, al negarse a sí misma a aportar ideas frescas y distintas, que fueran medianamente viables, por lo menos. El resultado ha sido un país profundamente dividido, ahogado en su propia incapacidad para reconocerse como un solo conjunto social, aunque huérfano de valores y principios claros que seguir.
El presidente es culpable de explotar esa debilidad para fijarse en el poder, independientemente de que lo hiciera con “buenas intenciones”. Hacerles creer a millones de venezolanos que los demás no sirven por ser escuálidos que solo sueñan con volver a la corrupción del pasado, es tan malo como que los oposicionistas se refieran a los chavistas como engañados y seguidores de ídolos comunistas. El resultado siempre es el mismo al final: Una sociedad dispersa, nucleada alrededor de pequeños grupos de poder que detentan la actividad económica, política y social, debido a la incapacidad que como venezolanos hemos tenido para autogobernarnos adecuadamente.
La idea de un país gobernado por su propia sociedad ha quedado como sueño siempre pendiente de alcanzar, en tanto los que nos gobiernan terminan haciendo concesiones a los intereses detrás del poder, y cada día, de nuevas formas; esos mismos intereses que definen ahora alianzas electorales y acuerdos ocultos de malversación de fondos públicos, que por ser estos originarios del petróleo sin dueño tangible, pareciera darle derecho a quien pueda, para robarlo.

Realmente pareciéramos vivir en celdas aisladas, los unos de los otros, todos satisfechos de esa miserable existencia, mientras exista alguien que por un oscuro hueco, nos pase libros de comiquitas y comida a nuestra demanda.
Me da tristeza que simples imágenes alegóricas, puedan describir tan bien a nuestra sociedad, a nuestro país, y a nuestra realidad.
Hemos de liberarnos por nuestras propias manos; hemos de levantarnos por nuestros propios medios, juntos, y debemos estar dispuestos a realizar sacrificios por ello. Ciertas comodidades deberán ser dejadas a un  lado, si queremos que el imperio de nuestra constitución y de nuestras leyes, reinen sobre nosotros y entre nosotros.
La división nos debilita, como lo hace en la guerra con el enemigo.
Insistimos en ser un país que se niega a someterse a su propia ley. Eso tiene que terminar.
Ningún programa de gobierno ofrecido en estos días, atina, si no considera esto como eje para todo lo demás.
Pese a toda la retorica existente, el verdadero poder sigue en pocas manos, y se apresta para ser traspasado probablemente a otras pocas manos.
Insisto queridos compatriotas, en que si de algo sirve el pasado y el presente que vivimos, es para honrarlo, tomando las lecciones que nos ofrece. Tomemos las cosas buenas que se han hecho; analicemos con cuidado las que han fracasado, y desechemos sin apasionamientos, las que en verdad no tengan remedio. La constitución nacional, -el alma escrita de la nación-, no es un libro para pararnos sobre él, con ganas de querer tomar algo más alto que nosotros mismos; es más bien un ala enorme de donde sujetarse para volar hacia esas cumbres que siempre en nuestros corazones, aguardan a lo lejos, al alcance justo de nuestro esfuerzo coordinado, social y nacional. 

martes, 5 de junio de 2012

Una pequeña reflexión, a propósito de la pérdida del Esequibo.


Sé que no lo hemos perdido oficialmente, pero vamos en ese camino, y para ello solo me basta “trazar una línea”, a través de los puntos que en la historia diplomática y política venezolana, el gobierno de Hugo Chávez está dejando.
No acepto que por razones de hermandad y solidaridad latinoamericana, sigamos dando estúpidos y blandengues pasos en lo que debería ser un afirme camino de reclamación de nuestra soberanía sobre ese territorio.
Sencillamente estamos ante una cruda realidad: El Esequibo es un espejo donde podemos ver nuestra actitud mediocre e infantil como sociedad, sumida en un país que directamente como consecuencia de ello, es tremendamente subdesarrollado.
“Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, dice el refrán. Nada más cierto. Nos engalanamos con leyes y una constitución que daría vértigo por lo avanzada de estas, a otras naciones, pero ni por un momento nos bañamos en sus bálsamos. Preferimos enriquecernos con su sangre negra, -el petróleo-, que en el imaginario colectivo, no tiene dueño, y puede ser tomada para sí, cada vez que nuestros egoísmos se visten de ladrones al meter las manos en las arcas del estado.
Estamos perdiendo el Esequibo, y hemos metido en el baúl del recuerdo, nuestros asuntos limítrofes pendientes con Colombia, ignorando sus abundantes agravios en nuestra contra.

Independientemente de sus buenas intenciones latinoamericanas, el presidente debería asumir las consecuencias de propiciar este desparpajo en nuestra actitud, -estimulado por el mismo-, a sabiendas de que eso trae consecuencias negativas cuando se pretende aplicar en una nación con una sociedad débil en su identidad.
No se me ocurre algo que lo pueda aproximar más a un acto de traición a la patria que este.
Debe tener mucho cuidado. Muchos llaman a la tolerancia y al perdón de cara a establecer una nueva alianza entre los venezolanos, pero yo les digo con humildad, que hay un límite para lo que se debe olvidar y dejar atrás. Sobre todo si nos empeñamos en no aprender un carajo de la historia de nuestro país, y de los errores que cometemos.

El Esequibo es de Venezuela. Guyana no tiene derecho a forzar la barra en lo que a sus posibilidades territoriales existen.
El Golfo no tiene más dueño que nosotros. Colombia solo debe aceptarlo y de una vez por todas, centrarse en atender y resolver sus propias calamidades sociales.

Cada día que la Asamblea Nacional deja pasar para atender estos asuntos, al igual que el presidente, es un día que pesa como yunque en el saco de miserias que se empeñan en arrastrar y hacernos arrastrar. Esto debe detenerse algún día. 
Les pregunto a ustedes: ¿Cuándo?