sábado, 15 de agosto de 2009

Sobre la educación en Venezuela

El tema está muy agitado en estos días; nuevas leyes han surgido para desplazar a las anteriores, mientras que uno y otro bando se acusan, o bien de forzar la aprobación de leyes inconsultas, o bien, de querer mantener el sistema educativo burgués.

Les voy a decir una cosa, que muchos ya saben: Los dos bandos tienen razón. Por una parte, la ley de educación aprobada no resiste con claridad un análisis “constitucional”, y ni aún un análisis político lo logra superar con la mejor puntuación, digamos. También es cierto que el actual gobierno, no ha tenido el mejor tino, pese a los sinceros esfuerzos, para lograr romper esos esquemas antiguos de educación que aún se mantienen. Ya hablaremos de eso.

Por eso la hasta ahora vigente reglamentación, ha permitido e incluso aupado, la actividad privada en el sector, incrementando con esto la imagen clasista e injusta que poseen, precisamente porque ha establecido diferencias de oportunidades entre los mismos ciudadanos de la nación, y esto sabemos, va en contra de la constitución.

Hablando de estos dos contrapuntos, creo que se han dado cuenta que cuando bandos extremos y en oposición entre sí, se acusan mutuamente, en realidad nos están dejando ver las verdades que el propio bando acusado, no diría, por ser eso una manera de ir en contra de si mismo.

Es interesante. Por eso es que el mantenimiento de bandos alternos al otro, es importante; por supuesto, sin que sean extremos o radicales, o que trabajen al margen de Dios, de la justicia, y de nuestra sociedad.

Volviendo a la educación, y a su ley en primer término, siento que estamos claros en que la norma legal a nivel de educación, debe ser clara como el agua de un manantial.

Por supuesto, esto NUNCA será una realidad si la ley en si, no esta enmarcada en una política firme y nacional, canalizada a través de un plan maestro, con políticas rectoras definidas, y siempre bajo la inspiración de la constitución.

Es aquí donde volvemos a tropezar violentamente con la piedra de la “inocencia nacional”, para darnos en la frente al caernos, con el muro de la realidad: no vamos a lo básico; no reforzamos lo elemental; ¡nos negamos a revisarnos en lo esencial!.

La necesidad de esto se encuentra en el aire; hasta el mismo ciudadano presidente lo ha mencionado. El problema es que no hemos hallado el “¿cómo hacerlo?”…

En este punto debemos traer la idea fundamental de la venezolanidad, y de nuestro compromiso constitucional a vivir mediante el estricto orden en nuestra sociedad, que plantee sin alternativas o atajos, que, primero es Dios, segundo la Justicia y tercero nosotros.

Las malas leyes caen por su propio peso; igual las malas decisiones, aunque no sin antes hacer el daño terrible que fue previsible y evitable.

La educación en Venezuela, les digo, aunque imperfecta, no era, ni es mala; el problema es que cuando a algo imperfecto, se le pegan otros aspectos de la vida nacional igualmente imperfectos, la cosa termina siendo intolerable por lo irritante e injusto que resulta.

Yo mencioné en mi perfil del blog, que estudié toda mi educación en el sistema educativo público nacional. (Sistema publico educativo nacional; eso debe llegar a “sonar” tan bien al decirlo como al hablar del “sistema nacional de orquestas sinfónicas juveniles de Venezuela”). Volviendo a la educación, cuando la cursé, tenía fallas; hasta yo como educando las podía ver; lo mismo pasó con más de uno de mis compañeros, que en fin, veíamos el detalle existente. Sin embargo, allí te dabas cuenta que el que no estaba estudiando, era porque no quería o no lo dejaban sus padres o representantes. Te daban leche, galletas, desayuno, útiles escolares, aunque reconozcámoslo, no de manera constante; no pedían pago alguno, y esto se mantuvo casi igual hasta la universidad; en esta última muchos de mis compañeros no tenían a veces ni para comer, pero el comedor universitario resolvía eso, y el pasaje, bueno, estaban los buses de la universidad, y la siempre apreciada beca, que hasta donde pude ver, no le era negada a los de menos recursos, aunque advertí sobre lo muy malo que era dársela a quienes si tenían capacidad financiera, y que al cobrarla, se metían en una venta de licor, a beber. Así las cosas, todos los que en esa condición estaban, que yo conocía, se graduaron, y muy bien. ¿Había deserción?, si la había. ¿Había bachilleres que no conseguían cupo?; a la larga casi todos entraban, salvo que el promedio de notas fuera excesivamente bajo, y estamos claros en que ello se debía al problema que arrastraban desde el liceo, y que nadie buscó o logró resolver con éxito.

El estado “pecó” al no haber ofrecido correctivos a las fallas educativas de ese entonces, y pecó aún más al no haber estimulado y hecho respetar las carreras técnicas y técnico-universitarias; el fácil acceso a las universidades mas bien creó el mito de que sólo los profesionales universitarios completos tenían valor para el mercado laboral bien remunerado; una cosa alimento a la otra, y aun en 10 años del presente gobierno, y luego de la constituyente, aun este patético “detalle” no ha sido resuelto.

No se puede negar, obviamente, los avances que en algunos aspectos si se han dado: La multiplicación de becas; el aumento de oportunidades de instituciones donde estudiar, las carreras existentes hoy. Debemos mencionar también el restablecimiento del programa de alfabetización nacional, la oportunidad de estudios a los mayores de edad y de la tercera edad para completar su educación primaria y secundaria, etc.

Puntualmente, lo que no se ha podido controlar, es la ineficiencia burocrática, la corrupción, los reposeros profesionales, la pérdida de mística y claro, la mala paga y el bajo estimulo al profesional de área: el maestro y el profesor.

La autonomía universitaria se ha malinterpretado desde hace muchísimos años, y cada vez que se toca el tema, por el gobierno de turno, el alboroto es mayúsculo. Estemos claros que las universidades se han buscado este nuevo intento de normalizar la situación, pues se han convertido en especies de embajadas dentro de Venezuela, donde el terreno universitario no puede ser pisado ni siquiera por las autoridades policiales. La creación de estos mundillos administrativos ha traído mas penas que gloria. Ha posibilitado la corrupción y el despilfarro, en instituciones donde la deserción estudiantil apenas se comienza a reconocer. Una cosa es la autonomía intelectual, como lógico asidero de la libertad que permite la disensión y el nacimiento de ideas, que si son malas, se auto cancelan, y si son buenas, prosperan.

El asunto de la ideologización, colocándose por encima de la venezolanidad, es ya otro asunto.

Estos detalles no resueltos que comentamos, son los que permitieron el boom de las universidades y tecnológicos privados como consecuencia de los sucesivos paros universitarios en la década de los ochenta. La explosión en la fundación de los colegios privados nació allí también, al decaer la calidad y la asistencia de la educación publica, aprovechando más de uno la oportunidad de hacer un negocio, a costillas de la población sometida a la baja calidad de la mencionada educación pública. Asunto complicado: imagínense si comenzamos a hablar de las contrataciones por horas de los maestros en esos institutos, y el trato mercantilista y casi mercenario existente. ¡Nos ponemos a llorar! Aún recuerdo cuando mis compañeros se mataban por entrar a alguno de los liceos públicos de prestigio que quedaban en la ciudad. Era impresionante. Hoy en día, son liceos semi-abandonados en lo físico, y casi totalmente abandonados en lo moral.

Recuerdan lo que hablábamos sobre la necesidad de que los maestros y profesores sean de los profesionales mejor pagados del país?. Anótenlo, porque es importante.

(Punto aparte, en particular, estos profesionales requieren un régimen de jubilación especial: solo se van si ellos quieren o están ciertamente imposibilitados médicamente para continuar. Es estúpido que un profesor universitario, cuando tiene 55, 60 o 65 años, tenga que irse, ¡justo cuando la sabiduría le llega para darla!)

Antes de los ochenta, cuando, como dicen, “la gente tenia plata”, pues la calidad de vida era superior en muchos sentidos, solo había un puñado de colegios privados, ciertamente sólo para gente selectamente abusiva, poderosa, o generalmente clasista, al amparo de gobiernos discrecionales, influenciados siempre por dos cosas: por la tradición poderosa exhibida por las petroleras extranjeras y sus campos de trabajadores extranjeros, con sus propios colegios, y dos, por el tráfico de influencias y prebendas políticas y económicas, que aún hoy existen, aunque con diferentes actores. ¡Ey!, ¡y esto sin ir muy profundo en la historia de los últimos 100 años!

Los gobiernos tienen la culpa siempre, porque después de todo, no son más que pueblo vestido de político y de funcionario publico. ¡Cada adulto en éste país, que no hizo nada por corregir o denunciar esta situación, tiene parte de la culpa!.

Ahora, vean a los colegios y liceos públicos: son la sombra de lo que eran. Los gobiernos, este incluido, no han podido con el monstruo, simplemente por no haber llegado a la medula del asunto como mencionábamos, y eso nunca se logrará sin establecer lo elemental, que es sobre lo que tanto hemos insistido: justicia, justicia, justicia, y mas justicia ), sin alusiones a ningún partido (club) político, ojo!. Ese es un problema también; hay tantos partidos (clubes) políticos, que no puedes sentenciar algo con referencia al clamor popular, ¡sin hacer referencia accidental e indeseable, al nombre de un partido (club) político!

Así las cosas, la educación en Venezuela necesita de revisión, y esta nueva ley, y esta nueva polémica, solo son una parte pequeña del problema mayor, aún no resuelto.

El consenso nacional es fundamental. Recordemos que no se puede avanzar en un bote donde los dos remos empujan en direcciones opuestas.

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