viernes, 7 de agosto de 2009

Cuando a un hospital le entran millonarios presupuestos y le salen enfermos sin esperanza.

O, cuando una ambulancia sin cauchos, tiene 10 chóferes activos.

Este tema es de esos por lo que si lo haces en publico, dentro de cualquier hospital, ¡te linchan!

Ah, pero no los enfermos, ¡sino algunos empleados, obreros, y proveedores del hospital!

Debemos reconocer que a los hospitales, y en general, al sistema de salud venezolano, le entran mensualmente miles de millones de bolívares; el problema no es ese; el grave problema es la manera en que se maneja el dinero, y la cantidad de “filtros” corruptos que existen en el proceso, logrando que al final, muchas veces terminen en manos de los pacientes, tan sólo medicamentos genéricos, casi para vencerse, cuando los presupuestos eran para medicamentos A1, y las intervenciones quirúrgicas deben ser pospuestas, por falta de un anestesiólogo, o de un medicamento, o de un instrumento cuyo taller de reparación, esta en la capital de la republica.

No olvidemos las perdidas de historias medicas, el maltrato de algunos empleados y personal medico, las colas desde las 4 de la mañana para que puedas tomar turno y ser visto dentro de 4 semanas por el medico.

¡Claro!, no podemos dejar a un lado el peregrinar sin fin de enfermos o pacientes que llegaron hasta allí por la falta de educación para el manejo de ciertos riesgos y de campañas comunicacionales de prevención y cuidados, por lo que todos los hospitales y centros de atención, medianamente efectivos, se ven atiborrados de gente sin recursos. “Afortunadamente”, los venezolanos que trabajan en la estatal petrolera y relacionados, o en la administración publica, o en otras empresas y oficinas del estado, ni de casualidad van a estos centros de salud, pues gozan de servicios médicos privados y privilegiados, encuadrados en jugosos contratos colectivos (jugosos para los que prestan esos servicios particulares). ¡Imagínense si todos fueran para el pobre hospital publico!; ¡la locura del tercer mundo a sus anchas!

No estoy exagerando; es la realidad en Venezuela y seguro que en muchos otros países latinoamericanos; lo grave para nuestro país es que teniendo los recursos que posee, estos no se canalicen adecuadamente debido a la corrupción y la descomposición social de la que hemos hablado.

Lo hemos visto con nuestros ojos: Señoras angustiadas, humildes en recursos y posibilidades de reclamar, que se someten desde las 4 de la madrugada, a los caprichos de algunos empleados que llegan a trabajar, ¡perdón!, a desayunar en sus trabajos, a eso de las 8 de la mañana, para que luego de tanto esperar, a las 3 de la tarde le digan que no podrán atenderla, y que mejor vuelva mañana. Por supuesto, el muchacho es ahora que podrá comer, pues lo mandaron a ir en ayunas, y mañana tendrá que someterse al mismo escarnio. ¿Es eso justo?

Insisto: ¿Es eso justo en un país donde el dinero le llueve a los hospitales?

Resolver esto, será monumental. Tendremos que “jubilar” a muchos, reubicar a otros, y sencillamente, procesar judicialmente a algunos. Los pobres ciudadanos que se ofrezcan como directores de centros medicos y demás dependencias, dispuestos a ser honestos, tendrán que andar con chaleco antibalas, para evitar que los maten al tratar de parar la corrupción. Nada fácil.

¿Imposible?; para nada; es sólo cuestión de aplicar con rigor la norma y la justicia en cada uno de los puntos donde las firmas y permisos de autorización de los administradores y depositarios, sea necesaria. Al caer los primeros cientos de delincuentes administrativos, las cosas comenzaran a enderezarse.

El control permitiría evitar que una caja de medicinas, o una computadora, se extravíen dentro del hospital, frente a la mirada de todos. Alguien la tomó, y alguien más la dejó salir; a esos dos, ¡toda la fuerza de la justicia!

Aquí no valen los consejos comunales y otras figuras retóricas; sólo serían “carne de cañón” para los buitres burocráticos del mundillo corrupto de la salud publica venezolana.

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