jueves, 5 de mayo de 2011

“Unidad” Vs “Polo Patriótico”: ¿Quimeras donde esconder la verdad de las intenciones de uno y otro bando?

¿Existen en política, intenciones buenas y malas?;
¿Se toleran las intenciones malas en aras de conseguir las buenas?;
¿Sabemos hacia donde nos lleva todo esto?

Mientras se aproxima aquel periodo en el cual la tormenta político-electoral arribará a nuestras tierras, la pregunta sobre si esas intenciones se sintonizan con lo que la nación requiere realmente, se hace más contundente.
Lo digo porque como era de prever, la “feria” de candidatos continúa por un lado, mientras que por el otro, la continuidad del híper candidato permanente, es un hecho que no se discute. Con frases como “Yo estoy dispuesto a lo que mi pueblo quiera, jamás puedo darle la espalda a las responsabilidades, por eso es que no podemos tomarnos las cosas a la ligera” (Pablo Pérez, gobernador del Edo. Zulia), todos ellos procuran “pescar” en el rio revuelto de la vida nacional, con la premeditación que décadas de componendas y conveniencia hacen esperar, aún en las nuevas “generaciones” de políticos. Todos ellos solo han comprendido que el tráfico de favores es la moneda más directa para alcanzar sus objetivos, que claro, conllevan “algo” de beneficio para las masas.
Igual moneda se usa en los círculos del gobierno y sus aliados de conveniencia, y donde ni un presidente como el que tenemos, inteligente y con una visión, ha sido capaz de controlar, poner en evidencia ni erradicar.
Liberarnos de esta pesadilla política no va a ser fácil, y no lo digo por el presidente, quien no es por cierto, el eje de tan mal momento, pese a lo que piensan muchos, cuando buscan en un individuo, y no en la sociedad, la causa de nuestra condición.
Ya hemos visto como la falta de sinceridad nacional en lo político, nos hace seguir tropezando con los problemas fundamentales. Como si ello no fuera suficiente, al mismo tiempo como zamuros sobre carroña, sobrevuelan sobre nosotros percepciones que dificultan la correcta interpretación de los hechos nacionales. El peor de esos “zamuros”, es la percepción (posiblemente acertada…), que hay en muchísima gente, sobre lo que cualquiera que le ganara a Chávez, haría: Tratar de desbaratar las cosas que consideren “malas” por estar fuertemente identificadas con el actual presidente, pero arrastrando torpemente todas las “buenas” con ello.
Es ese “arrastrar y volver al pasado”, lo que se teme. Es eso lo que le da fuerza a frases como: “¡no volverán!”
¿No fue eso precisamente lo que hicieron en Abril del 2002, Pedro Carmona y su combo, identificados claramente en ese momento, junto con los huelguistas petroleros y de la CTV, como la oposición venezolana?
¿Como entonces liberarse de esa percepción?; No será fácil, por cuanto en principio, ninguno de los candidatos, (incluido el presidente mismo), han dado muestras de poder ir mas allá de lo que ha caracterizado ya a esta etapa de la vida nacional, diferenciada por muchísimos factores de las anteriores etapas, como bien lo hemos mencionado.
Traspasar este momento político hacia uno mejor, más justo y venezolano, supondrá poner en práctica todo aquello que hemos dejado en el siguiente “peldaño” de la escalera de la evolución nacional, como cosas deseadas mas no realizadas; aquella cosas que a veces en las mentes de los más limitados en la visión política nacional, han considerado como utópicas, pero que en realidad, son perfectamente realizables y algo más: invariablemente necesarias para lograr la cohesión en un solo concepto republicano y venezolano en su completa dimensión.

Espero estar explicándome adecuadamente, porque hay muchas cosas sin atenderse efectivamente, y es la enésima vez que lo mencionamos; no por ello, sin embargo, se puede permitir que la buena intención general se vea siempre minimizada y destruida por las fallas y negligencias patentes por doquier; un salto incorrecto en la dirección a tomar entonces, puede suponer la debacle de lo que queda como nación, y la transfiguración hacia algo que puede ser en apariencia más prospero (tipo “apertura económica al estilo del Fondo Monetario Internacional”, pero también menos libre y soberano. La diferencia en la dirección ha tomar, entre lo que nos plantean los candidatos y lo que vemos, no es para nada sutil.
Entonces, ¿Sera un acierto aferrarse a un líder cualquiera que sea y a sus ideas y estructuras de poder, mas allá de lo que podríamos aferrarnos a la venezolanidad y a todo su sentido siempre liberador y progresista?
Creo que ese extremo, tampoco es la solución. El no saber nadar, no implica que siempre estaremos agarrados a la orilla de la piscina donde nos bañamos.

No puedo decir qué podremos hacer con certeza, si la mayoría no se levanta a proclamar con decisión, aunque esta proclama sea simple y básica como la del reconocimiento de sus propias limitaciones. Sabemos que es lo que se ha dejado de hacer, y conocemos a quienes teniendo la oportunidad, no lograron los objetivos supremos para con nuestra nación. También conocemos que nuestras metas han de estar siempre más allá de nosotros mismos, para que estas se entrelacen con las de nuestros hijos y los hijos de estos. Esto es vital no perderlo de vista, porque solo un norte claro puede salvarnos de los avatares que nuestras propias pasiones y dudas nos cruzan en el camino.

Tenemos que sobreponernos a nuestras limitaciones; tenemos que sobreponernos a nuestros miedos con un fervor que debe ir mas allá de lo político, de lo religioso y de los republicano, para hacernos uno con el sentimiento del bien colectivo venezolano que pasa necesariamente por el bien de los unos; por el bien de cada uno.
Tu bienestar en tan importante como el de cada uno de los otros, y eso es, queridos compatriotas, el único bienestar colectivo posible.

“El verdadero poder popular, es el poder de uno”

¿Utopías?: no; eso solo lo es para aquellos que no son capaces de arriesgarse a ver mas allá de sus propias narices, y aún a esos debemos arrastrarlos hacia el bien colectivo y libre que presentimos, está a unos pasos de nosotros, mas allá, en el futuro que solo es posible intuir al equilibrar pasado y presente en esa extraña pero no imposible triada de estados de tiempo.

Lo único real ahora es el pensamiento que cada quien logre sintetizar en su mente, sin que este entre en conflicto con su corazón. Analicemos con calma a los que menos comprenden la realidad existente, pero que irónicamente, son a los que hemos entregado el poder, porque esa es la única manera de ver la realidad que sobrevuela a nuestra cotidianidad, empañada por violencia e intolerancia, como está salpicada también de desarraigo y desvalorización.

Aun hay tiempo; nunca nada es dicho post mortem; sin importar las calamidades, siempre ha habido voces de reflexión. Hoy por hoy, nuestro país goza de muchos aciertos, y son los desaciertos lo que debemos corregir. No dejemos que nuestras experiencias busquen resolver todo de un golpe, tajantemente, como si de un divorcio donde de hasta los hijos nos vamos a alejar. Eso sería errado, y lo saben. No se trata pues de matrimonios o divorcios; de borrones y cuentas nuevas. Se trata de construir permanentemente, solo corrigiendo los valiosos errores que nos enseñan justamente a ser mejores.
Ejemplos de estancamiento tenemos a nuestro alrededor en muchas naciones que creyéndose perfectas y por ende, libres de errores fundamentales, se detienen en un Establishment pernicioso para su mismo colectivo, a falta justamente de una cultura abierta a reconocer errores fundamentales.

La unidad que de bando a bando nos llaman a trabajar por Venezuela, es una entelequia por la naturaleza misma de los humanos. Un acuerdo de cooperación política nos hace asociarnos solo para conseguir el poder político como un fin, y eso es lo que vemos hoy en los políticos de oposición y de gobierno con chance de reelección. En cambio, un “acuerdo de vida”, o si prefieren, “un acuerdo republicano”, siempre estará por encima de todos nosotros, y solo por eso, como decíamos semanas atrás, es posible no herir aquellos egos que seguramente propinarían mortales golpes a esa unidad ciertamente capaz de lograr algún progreso.

La verdadera unidad está por hacerse, y esa si será, apreciados compatriotas, la que por fin haga mover a la nación toda, pues se sentirá como una entidad, no solo con cuerpo visible, -delimitado por ultrajadas fronteras terrestres, marítimas y aéreas-, sino también, con alma, con identidad perfectamente definible como venezolana.

Cuiden de hacer un buen balance, desapasionado, de lo bueno y lo malo, con aquel inmenso mundo relativo que existe entre ambos extremos; cuídense de no caer en radicalismos que no hagan más que sembrar divisiones, pues le estarían haciendo un favor a nuestros enemigos, lejos, allá donde terminan nuestras fronteras, y acá, muy dentro, en nuestras conciencias.
Estaremos al borde del abismo, cada vez que sintamos que los candidatos hacen lo que les da la gana y nosotros nos reducimos a escoger “al menos malo”. Ese ha sido quizás nuestro estigma, y el pecado de cada candidato, incluido el presidente en ejercicio, al pensar que por ser elegibles, son también líderes por derecho automático, que tienen a Dios agarrado por los testículos celestiales, sin derecho a réplica.
Lo más triste de todo es que un líder jamás lo ha de ser en realidad, cuando solo el despunta en el horizonte, sin un contrincante digno. En estas circunstancias, como las que vivimos, el líder, devenido en presidente de la república, se considera lo mejor, no viendo que la ausencia de una alternativa factible a el mismo, solo le hace caer en el error del exceso confianza, la arrogancia y el desatino. Todos ellos ingredientes seguros del fracaso.

Sigamos jugando a ser venezolanos, o decidamos serlo en verdad, con el sacrificio que ello conlleva.

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