miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿Qué diferencia a la burocracia gubernamental de la burocracia comunal?

Si, tienen razón; no debería haber diferencias, porque el indebidamente llamado poder comunal, no tendría que ser catalogado como burocrático. Sin embargo, como si lo es y de paso nos encontramos ante la sombra de lo que podría ser como organización vecinal, debo pedirles que no se sorprendan ante esta sencilla pregunta con la que titulo. Saben que tiene que ver con una realidad que pocos mencionan sin pasar por la politiquería y la descalificación automática o por el contrario, por la defensa a ultranza y ciega, y por estas razones la respuesta a esta pregunta se hace aplastante y frustrante.

Tema aparte debe ser el del concepto comunal, y su manipulada políticamente ascensión controlada y premeditada al supuesto poder. Esto resulta en una negación permanente al verdadero poder popular de los unos y del colectivo, amañado por quienes haciendo sentir poder a algunos, logran detentar el poder que es de todos.

Los consejos comunales pueden y deben ser importantes herramientas sociales, sustitutivas por “evolución social natural”, digámoslo así, de las llamadas juntas de vecinos, atendiendo con mayor precisión necesidades y urgencias de la comunidad, pero también pueden convertirse, si nos descuidamos -y seguramente ya muchísimas son-, extensiones de la incapacidad y negligencia de donde justamente nacen: De la burocracia gubernamental.

Es claro que una de las principales diferencias entre ambas está en la atomización por defecto, de las unidades comunales por toda la geografía nacional, lo que conlleva a una debilidad intrínseca, que las hace por cierto, permeables al manejo por parte de cualquier aparato político gubernamental, pero inmunes a la necesaria cohesión nacional, sin que esta tuviese entonces que pasar por el “cuello de botella” que constituye en Venezuela, la figura presidencial.

Existen también paralelismos, -fuera del más que obvio cabalgamiento o duplicidad de funciones ya mencionado-, al tratar de ejercer los consejos comunales, lo que le corresponde a municipios y alcaldías si estas solamente escucharan a los ciudadanos e hicieran de sus peticiones concretas y con sentido, mandatos de trabajo y dirección

Otra diferencia que toca más a lo individual, está en que -y permítanme el ejemplo-, que en un hipotético escenario donde yo como persona denunciara un hecho irregular durante una gestión municipal, una alcaldía difícilmente me amenazaría o intimidaría, y aun si lo quisiera hacer, primero tendrían que localizarme, lo cual no es en definitiva, limitante alguna para un consejo comunal, donde es factible que sabiendo con certeza donde vivo por ser de la misma comunidad, pudieran verse tentados a chantajearme, amedrentarme o darme una golpiza.

Casos muy feos en este sentido se han visto, como sublimes ejemplos de solidaridad y trabajo desinteresado han demostrado por igual. Contradicciones aparentes en aquello que aún tiene un larguísimo camino por andar.

En todo caso, creo que hace rato llegamos al punto donde ambas burocracias se volvieron igualmente lentas e ineficientes, con el agravante temporal de la mencionada politización in extremis de los consejos comunales, que hacen del trabajo comunitario al que están llamadas, muchas veces un acto de proselitismo político en una dirección, y de discriminación en la otra, para quienes por casualidad no compartan el grito revolucionario de turno.

Los consejos comunales han supuesto, con un inicio positivo, la magnificación del otrora trabajo ejercido por las juntas de vecinos, llevando esto sin embargo, en muchas oportunidades, no a una mayor eficiencia en la atención de las necesidades, sino a un incremento en las carencias sociales, que distraen tiempo valioso y horas de trabajo de los habitantes, en la atención de aquello para lo cual se han elegido y contratado ya, a cientos y miles de funcionarios públicos, particularmente en las ahora llamadas “corporaciones” alcaldías, que no vacilan incluso en autodefinirse como “corporaciones socialistas”, obviando con ello el profundo origen capitalista del termino.

Así, en definitiva, los consejos comunales son sólo un paso, más que imperfecto por la manera de ejecutarlas, hacia digamos, la puesta en evidencia de las fallas nacionales.

Ya sabemos que una asamblea nacional “monopensante y de intereses particulares es inútil; sabemos también que un consejo comunal llevado de la mano por intereses políticos no orientados exclusivamente hacia la sociedad y sus comunidades, resulta igualmente inútil. Ni hablar de aquel consejo comunal donde el dinero entregado por el estado ha sido la principal motivación para el lucro personal de miembros de sus directivas.

En fin, se hace obvio que la panacea tampoco se detuvo a coronar con sus laureles, en esta figura administrativa.

He participado como observador en alguna reunión-elección de consejos comunales, y les digo que el olor de la política y el predominio del que grite mas, puede prevalecer sobre lo demás con mayor frecuencia que otra cosa, marchitando la intención de participación que muchos vecinos pudieran tener y reduciendo con ello al consejo comunal en ocasiones, meramente a una delegación del partido de gobierno de turno, con su cuota de trafico de poder, dinero e influencias, pero esta vez circunscrito al terreno vecinal, donde los mismos comienzan a aprender el arte, pero no necesariamente del trabajo social eficaz, respetado y reconocido, sino el de la politiquería populista y primitiva.

Otro punto delicado y sensible por todas sus implicaciones, es que un consejo comunal termine siendo controlado por vecinos desempleados, mas por su aversión al trabajo, que por la falta de ofertas del mismo en el mercado laboral, o por amas de casas cegadas por el poder político recién adquirido, con lo cual todo esto termina siendo un consejo discriminador, donde la poca cultura sea la vara con que se mida todo.

No se trata de atacar al pueblo, ni de señalar a una persona en particular con esto, porque la intención es sencillamente la de identificar los pros y contras que en medio de fanatismos políticos, hacen mucho daño. El pueblo ha de ser siempre la principal inspiración, pero no puede llegarse al punto donde al ciego, se le pida que dibuje los colores de un arco iris que nunca ha visto. Para eso existen las alecciones, que como su nombre lo indica, permite elegir a ciudadanos para que constitución nacional de por medio, guíen en su desempeño con rumbo seguro.

Estos son temas delicados, por lo que por lo general los políticos los obvian, a fin de no herir susceptibilidades que les puedan restar votos. Allí es donde la hipocresía política hace más daño que bien. Ciertamente me pueden tildar de segregacionista o discriminador, pero sería solo una ilusión frente a lo que en realidad deseo: hermandad, respeto e igualdad. Oportunidad para todos; derechos por igual para que cada una elija y logre auto superarse, así como el deber y la humildad por igual para aceptar que no lo quiso hacer.

Que no existan dos burocracias es tan necesario para el país, como la ayuda médica lo es para el que ve doble.

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