viernes, 17 de diciembre de 2010

Hasta 2 millones afectados; 120.000 casas dañadas; el peor invierno recordado. Emergencia declarada. País: Colombia; ley habilitante: Ninguna.

Ante todo, nuestra solidaridad para el sufrimiento que no tiene fronteras.

No digo que unas horas después de publicar esta entrada del blog, el gobierno colombiano no despliegue una similar herramienta política como la que nuestro gobierno ha utilizado, aunque admito que desconozco si su constitución lo permite; sin embargo, los datos que llegan desde Colombia hacen imposible no comparar la situación, los involucrados, los recursos económicos disponibles en cada nación y la manera en que respectivamente, se atiende y soluciona el asunto. Esto último pertenece mas al terreno de las especulaciones, puesto que al estar los acontecimientos en desarrollo, las soluciones a largo plazo entran más bien en el terreno de promesas y ofrecimientos que tanto endulzan y convencen a la gente.

Aclaremos que Colombia tiene mucha más población que nosotros, en un territorio más grande, pero con ingresos nacionales inferiores a los nuestros. Poseen una capacidad de producción industrial mayor que la nuestra; la integración de gobierno es superior a la de nosotros; poseen también mayores índices de pobreza e injusticia social.

-Por eso mucho de sus compatriotas más pobres terminan atravesando sin problemas la frontera entre ambas naciones, a probar fortuna en Venezuela-.

En definitiva, Colombia pareciera hacer más con menos recursos, sin incluir que continuamente cojea por el cáncer guerrillero que en su cuerpo se mantiene aun.

Yo me limito a hacer una pregunta, que de contestarla nuestro gobierno, dejaría muy claro el panorama sobre sus intensiones y la efectividad que podemos esperar de ello.

¿Cómo Colombia logra atender a su gente en problemas sin que su presidente necesite leyes dictatoriales por 18 meses?

Digo “dictatoriales” en el buen sentido, claro: El presidente dicta las leyes. Punto.

La ley habilitante tiene el potencial de permitir que cosas buenas ocurran. No sé si serán buenas para Venezuela, o para el presidente y su destino político, pero eso tendremos que evaluarlo ahora que está habilitado como dictador (en el buen sentido de la palabra, ¡ojo!), desde hoy hasta los meses previos a las elecciones del 2012, que dura su habilitante, con lo cual estará preparando el terreno para su reelección o su derrota. Sobre eso no me atrevo a decir mucho, salvo una cosa a los oposicionistas: El presidente podrá bajar hasta un 20 por ciento de popularidad si ellos quieren, pero si el candidato opositor resulta ser un fulano sin lo necesario para inspirar, salido de unas primarias aburridas y prefabricadas, la reelección del ciudadano presidente puede ser un hecho. En esto tiene razón el presidente: la gente no quiere volver al pasado. Preferirá votar, siguiendo aquel refrán, que dice en Venezuela: “Mejor malo conocido que bueno por conocer

Con un barril de petróleo a cerca de 80 dólares no obstante, hay dinero de sobra para seguir jugando a la bonanza, la prosperidad y el futuro épico.

El presidente está habilitado. ¿Lo estamos nosotros también para discernir lo correcto?

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