lunes, 8 de mayo de 2017

La nación petrolera y su dictadura

Les decía que nos estamos convirtiendo en una sociedad movida por la progresiva aparición de mafias –formales o no-, en todos los órdenes de la actividad venezolana; el por qué de esto radica en la aparición de etapas históricas donde la lentitud del cambio hacia lo justo en el entramado social, da tiempo para que los pueblos se habitúen a los métodos alternativos, más rápidos y sugerentes en comparación con el marco legal prevaleciente, manifiestamente lento y deficiente, llegando de a poco a hacer desaparecer en el imaginario colectivo las diferencias entre las “mafias ilegales” y las “institucionales”, haciendo con ello que el motor del progreso humano se vea lastrado por el conjunto de los vicios y lacras conductuales que estos atajos generan, “torpedeando” y haciendo naufragar parcial o totalmente hasta a los más visionarios esfuerzos de progreso.
Y esto lo digo porque en el caso de Venezuela, el principal recurso económico, -el petróleo-, (junto a recursos no tan emblemáticos, pero igualmente incisivos en la economía nacional como la explotación del oro, los impuestos y el tráfico nacional y fronterizo de mercancías) sigue siendo ese “excremento del Diablo” tan bien definido en los tiempos de Juan Pablo Pérez Alfonso, que convertido una vez más en dólares, no para aún de brotar de la tierra violada, encontrando en quienes logran llegar a su entramado administrativo adherido al Estado, una fuente inagotable donde saciar la avaricia y corrupción que despierta.
Con el tiempo, este particular modo de vivir avaricioso en sociedad ha ido diversificándose como si de una empresa buscando nuevos modos de negocios se tratara,  pretendiendo (y logrando en muchos casos), estructurar a la  masa humana de la república en ciudadanos burocratizados o “clientelizados”, quienes no hacen resistencia a la idea de hacerse dependientes de esta conveniente organización social, como si de drogadictos frente a una anfetamina barata se tratara, comercializada acorde a los gustos, posibilidades y sueños  de cada uno.
Es esto lo que ha hecho que en el presente, y en medio de esta clientelización de las comunidades y de los individuos, el principal factor de resistencia a la percepción de que los gobiernos progresivamente se han cartelizado cual mafias de películas baratas, sea la incredulidad misma de las mayorías, exacerbada en lo intimo de cada individuo, al resentir la idea de  aceptar (por la terrible sensación de vulnerabilidad que ello implica), que están sumergidos hasta el cuello en un régimen del que se creían a salvo, y cuyo único contacto posible era a través de las historias contadas por los más viejos, sobre aquellos episodios oscuros de la Venezuela del siglo XX, que casi todos consideraban “a prudente y segura distancia”, enterrado en el pasado, y no entre nosotros, ahora en cada cola, en cada gas lacrimógeno, en cada medio censurado y en cada descaro del que somos testigos a manos de quienes gobiernan.
Justamente, por esta resistencia a admitir lo obvio como individuos y como sociedad, es que hemos llegado hasta estos estadios evolutivos del régimen dictatorial venezolano, sin que pudiéramos en apariencia hacer mella ya sobre lo instaurado.
Empero, no duden ni por un segundo en que pasado el sufrimiento del consecuente parto doloroso que ha significado descubrir la realidad a la que nos estamos sometiendo, lo que tendremos en frente es una oportunidad de oro puro para despejar de nuestros aciertos, aquellos errores que hemos tenido y que se han pegado como sanguijuelas fatales a este cuerpo nacional raquítico en el que hemos consentido vivir, para entonces y solo entonces, allanar como piso sólido, el presente inmediato donde construir mucho de lo que hemos aspirado.
Les digo que si se puede; las medidas a tomar son tan obvias a estas alturas que el consenso necesario entre todos para materializarlas será relativamente fácil de concretar entre nosotros, aunque primero habrá que superar la primera y dura prueba de fuego que supone el lograr bajar la cabeza de todas las pretensiones personales y partidistas en torno al manejo del poder que existen en Venezuela, y que susurran a los más rastreros, desde el extranjero.
Es allí, en ese punto crucial donde forzosamente entra la implementación de un mecanismo alterno pero constitucional que permita escapar del círculo vicioso de choque donde estamos instalados, desde donde podremos partir con la razonable certeza de que las acciones y decisiones serán efectivamente controladas en simultaneo por TODOS LOS CIUDADANOS en el plazo de tiempo prudentemente corto que consideremos adecuado para su activación, ejecución y conclusión.
Es justo en ese punto donde la segunda gran prueba social aparece frente a todos; inmensa y atemorizante ante el compromiso que supone, porque obviando al actual antiético e inconstitucional llamamiento a constituyente colegiada hecha por Maduro, es precisamente ese mecanismo constituyente plasmado en la CRBV, llamado esta vez con ética a través de un consenso sobre su interpretación, (verificable únicamente mediante referéndum consultivo), donde podríamos darnos a nosotros mismos, -sin intervención de ningún tipo más allá del soberano deseo de todo un pueblo a ser libres y prósperos en justicia-, el acceso a un verdadero “botón de reseteo” nacional, con el cual comenzar de nuevo el camino del crecimiento, pero esta vez con un mayor nivel de equilibrio, sin sectarismos ni bandos en estéril confrontación.
La verdadera constituyente está esperando por nuestra resolución a luchar por ella, mas allá de las falsas pretensiones que los acostumbrados a vivir con caretas y engaños, nos ofrecen hoy como miserables opciones hechas a la medida de sus propios intereses.
Veamos entonces qué decidimos hacer, hasta donde nos permitimos llegar, y qué tanto nos dejamos obligar a aceptar lo que sabemos, no deseamos.

Un futuro distinto espera por nosotros. Pero no es gratis.

En la proxima entrada al blog, evaluaremos esta opcion constitucional.

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