miércoles, 5 de marzo de 2014

Desde hace un año nos caen a mentiras.

No creo que Hugo Chávez se muriera el 5 de Marzo del 2013. Al hombre, al presidente, al amigo de muchos, al adversario de otros, al que tenía el sartén por el mango en Venezuela, nos lo ocultaron de la vista, y como si de un secuestro con conspiración política internacional de por medio se tratase (o se trató), privaron a un país completo, de saber del destino del presidente, y fue así como las ultimas semanas de vida que pudo haber tenido, las paso lejos de Venezuela.
No me creo eso de que haya llegado vivo; cuando mas llegó conectado a cualquier cantidad de aparatos que lo mantuvieron con vida, y quizás a sus hijas con la esperanza de que volviera en sí, pero quizás el daño y la muerte cerebral era ya cosa de haber pasado hace tiempo.
Su círculo de poder mas intimo, terminó tomando acciones que a los ojos de todos, con el secretismo reinante, constituyó un secuestro, robándole a los venezolanos que lo admiraban y querían, como a los que lo repudiaban  o confrontaban, la oportunidad de pasar sus últimos días con él, o sabiendo de él, como cualquiera de nosotros lo desearía hacer con un pariente cercano.
Pese a sus desaciertos, admiraría miles de veces a Chávez, que a cualquiera de los políticos que le sirvieron o que le adversaron, y que aún hoy se matan por acaparar el verdadero poder dejado tras bastidores por el presidente ahora fallecido. Así están las cosas: No confío en ninguno, y no veo como los demás pueden confiar en ellos. Eso de "cualquiera es mejor que lo que tenemos hoy", quizás sea la expresión automática de muchos, pero les recuerdo que fue también la expresión general hace mas de 15 años, cuando el mismísimo Chávez aparecía en escena. Evalúen lo que vino después, pero sin apasionamiento; mas bien con sangre fría, "como el abogado del diablo", dirían algunos.

Les voy a decir que lo más trágico de todo este rocambolesco episodio de nuestra historia, es que de ese círculo intimo del presidente, donde el depositaba la confianza, surgió su sucesor y actual presidente adjudicado, con todo el séquito que ahora vemos desfilar por Miraflores y por el resto de los poderes públicos.

Terrible ironía para un país que pese a las dificultades, quería tener un padre a quien amar, o un padre a quien odiar.

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