sábado, 21 de julio de 2012

Hablando de un tema local: La Carlota, Caracas.


Actualmente, los caraqueños mantienen la discusión sobre qué hacer con el antiguo aeropuerto que existe en el corazón de la ciudad; los proyectos van y vienen, ofreciendo desde parques multitemáticos y centros de comercio y convención, hasta enormes y macizos complejos habitacionales, que tienen todos ellos la característica común de incrementar los requerimientos de energía, agua, y disposición de aguas servidas, a la ciudad en su conjunto. Ciertamente, cualquier gran complejo elegido, generará una cantidad importante de empleos temporales, permanentes,  directos e indirectos, lo cual no es materia para desechar de entrada, pero la pregunta  que lleva al centro del asunto es:
¿Un par de miles de empleos, que se pueden generar en todo caso, en otra aérea económica que no resulte en una asfixia para una ciudad tan grande, justifica terminar con la única área real de atención de emergencias de la Gran Caracas?
Otra pregunta:
¿Se olvidan que tarde o temprano, Caracas será azotada por un gran terremoto que volcará cerros sobre cerros, haciendo a La Carlota, el principal punto en potencia para rescatar y atender a los caraqueños?

Políticamente, por cosas de querer mostrar alguna necia novedad, cualquier proyecto faraónico es atractivo, pero lo cierto es que en lo que seleccionen un proyecto que sea distinto al de dejar eso así en su distribución básica, por ejemplo, dejándolo como un gran aérea abierta y despejada, tipo parque natural, en ese momento, estarán condenando a la muerte a miles de ciudadanos que una vez ocurrido el terremoto, no tendrán: 1.-Donde ser llevados para atención medica masiva, con vía efectiva de evacuación aérea; 2.- Donde acampar a cielo abierto, ante las probabilidades ciertas de replicas sísmicas; 3.- Donde almacenar, administrar y distribuir adecuadamente los insumos de emergencia: 4.- Donde acumular fallecidos.

Los caraqueños están llamados en estos meses electoreros a reflexionar profundamente sobre las consecuencias de sus decisiones políticas para el resto del país, están a tiempo de reflexionar sobre su propia planificación, de cara a enfrentar un evento que es  inevitable, aunque desconozcamos su tiempo exacto de ocurrencia.
Enterrar los abiertos terrenos de La Carlota, bajo concreto y acero, por celebrarle las payasadas a un gobernante de turno, será sin duda, enterrar antes de tiempo, la única cosa que salvaría vidas llegado el terremoto: La sensatez.

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