sábado, 3 de julio de 2010

Venezuela y su miseria en contenedores.

Tenía la imagen que los contenedores de mercancías eran sinónimo de comercio; eso en estas tierras, ahora tiene otro significado: la miseria humana del venezolano.

¿Por qué soy tan duro?; bueno, hagamos algunos ejercicios para explicarles este sentimiento que no me ha permitido dejar a un lado el tema.

Vamos a hacer unos cálculos simples y lógicos, como le gusta hacer al ciudadano presidente de la Republica durante sus alocuciones; esas en las que nadie puede contradecir nada:

30.000 toneladas de alimentos = 600.000 “compras” de 50 Kg. c/u

(No sólo 50 paquetes de harina PAN o leche, claro; incluye otros alimentos)

La población total de Venezuela supone aproximadamente 24 millones de personas. Posiblemente más. Eso son unas 4.8 millones familias de 5 miembros c/u en promedio.

Es decir: 30.000 toneladas de alimentos alcanzan para darle una compra de estos productos a 600.000 familias (3 millones de personas), lo que representa el 12.5% del total de familias en Venezuela, asumiendo la cantidad de miembros en promedio ya mencionada.

Si suponemos que en verdad se trata de 120.000 toneladas de alimentos a nivel nacional, y no de las 30.000 toneladas de alimentos que el presidente de PDVSA declara reconocer, entonces:

Podríamos darle una compra de 50 Kg. de alimentos a 2.400.000 de familias, que cubriría las necesidades por, -digamos-, una semana (puede que más tiempo), a:

12 millones de venezolanos.

Si reducimos la cantidad otorgada a cada familia a sólo 25 Kg. Para ese mismo período de tiempo, tendríamos un escenario donde le entregaríamos una compra gratis a: 4.800.000 familias, o dicho en otras palabras: a 24 millones de personas (aprox.); es decir:

¡A casi toda Venezuela, con lo que ahora está inutilizado, vencido y descompuesto!

Este desperdicio de alimentos, combinados con un supremo nivel de incompetencia y negligencia, sólo es posible en un país que perdona estos “pecados” a su administración publica, sin que exista de paso, total aplicación de la justicia sobre la totalidad de los responsables; esto sólo es factible de ocurrir donde no hay dolientes, ni fiscalía que fiscalice, todo ello porque el sentimiento de nación no existe, implicando ello que no existe un orgullo mas allá de lo elemental, de lo casi primitivo que por demás, a todas luces, resulta inútil.

No pregunten ya el por qué ocurre todo esto. Como decíamos hace días, el hecho está consumado y es irreversible. Mala la hora en que ese tema cayó en manos de la incompetente oposición venezolana; mala la hora en que el tema cayó en las manos del gobierno que todo lo niega. Es obvio que la vergüenza no existe. Está claro que la impunidad se llevó por los cachos a todo este país. No se trataba de un supuesto maletín lleno de dólares en algún aeropuerto; eran cientos de enormes y coloridos contenedores almacenados bajo el sol de esta tierra.

Ahora, a la luz de ese mismo sol, sobre el presidente, y rodando para abajo en el barranco que constituye nuestra administración publica, se encuentra la responsabilidad legal de tal insulto a la vida, y sobre nosotros, la responsabilidad moral de permitir que no exista una efectiva y constitucional estrategia moral que dirija el destino de la nación. Somos sólo un país de teóricos, de criticones y de habladores. ¿Cómo es que cuando opinan todo el mundo tiene la solución a los problemas, y sin embargo, estamos como lo estamos?

Cuando lo reconozcamos con humildad, comenzaremos a cambiar, queridos compatriotas. De resto, olvídenlo. Seguiremos viviendo en una excusa.

Sólo puedo pensar en los miles de niños que en este país, se van con hambre a la cama (si la tienen en el rancho), mientras miles de toneladas de comida se perdieron miserablemente, sin sentido, y sin necesidad. Quizás no alcanzaría para más de una semana, pero en cambio, ahora sólo servirá para los cerdos y para agrandar los insalubres botaderos de basura.

No hay excusa posible. No hay perdón. No lo pidan. Sólo queda darle por fin rumbo a la nación.

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