domingo, 13 de junio de 2010

Ya no se trata de convencer, sino de imponer.

Como quien ha probado sin éxito una dieta tras otra, y procura con cada ocasión medidas más radicales para perder peso, llegando a veces a la fatalidad.

Así nos retratamos nosotros.

En el accidentado y errático desarrollo político económico del país, a los ojos de los que gobiernan, ya no sirve justificar antes de intentar cualquier acción; solo imponer mediante la obediencia y la fe ciega en el criterio infalible del líder. Eso es todo. A eso llegamos hoy, y el Presidente lo sabe.

Incluso si eso implica solidificar a la burguesía bolivariana, -esa que también denigra con su acción la obra del gran libertador- mientras aprovechan los frutos del que está al lado del líder, como si de una “consecuencia indeseable pero necesaria temporalmente”, se tratase.

Pareciera llegar el momento en que los cambios impuestos son más rápidos que las oportunidades obligadas para meditar; pareciera también un gran canto poético, como una versión de “mi delirio por el Chimborazo”: “…La gran máquina llamada Venezuela trabajará engranada y dichosa, tomada de las manos, al tiempo que yo hago el sacrificio de lo que es mío, por el bienestar de todos, mientras el Dios de Colombia me posea…”

“Nunca tantos le debieron tanto a alguien”, dirá.

Es sorprendente como un país puede cambiar su fachada y aún permanecer intacto en sus interiores.

Solo hablo de la fachada porque, a sabiendas de quien lidera el proceso de cambio, lo interno no se toca para modificarlo sin lograr coordinar una cantidad enorme de variables socio económicas, que no pueden estar separadas –a despecho del mismo líder-, del beneficio neto personal, para ser luego a su vez, el beneficio del colectivo.

Los cambios quieren sucederse con vertiginosa rapidez, olvidando que los pueblos obedecen a reglas de tiempos distintas al de los hombres individuales. Cuando no ha sido así, los grandes cambios solo duraron lo que los hombres a cargo de ellos vivieron. Ninguno comprendió, -ni comprende-, que sus esfuerzos sólo son un diente en el gran engrane de la evolución del colectivo hacia la exaltación de los más grandes y éticos valores concebidos. Jamás serán el engrane completo.

Por el lado material de las imposiciones mencionadas, se quiere despreciar todo lo que huela a capitalismo, ignorando que se trata del mismo olor percibido en el socialismo, en el comunismo o en cualquier pendejismo que se desee establecer en Venezuela, donde el petróleo y su fuente de dólares no acaba y lo “lubrica” todo; esos indicadores económicos como el índice de precios al consumidor (IPC), que “no convienen en este momento”, seguramente saldrán a relucir el día que si sean favorables al gobierno de turno; se desprecia o altera a conveniencia cualquier indicador (como por ejemplo, los del IPC ya mencionado, atados artificiosamente a los precios subsidiados y congelados por meses de sistema gubernamental de venta de alimentos Mercal, y que no atados a los cataclismitos aumentos de la comida que la mayoría compra), pero al fin de cuentas se van a la cama con las transacciones monetarias del Banco Central, la venta de petróleo y las cuentas que guardan las reservas en dólares.

En vez de ser sinceros y cautos en el manejo del equilibrio que la prosperidad a largo plazo requiere, una vez más se procede a negar la realidad, deseando que quizás con ello, la gran hacienda llamada Venezuela no requiera de cosas externas, y podamos así, “vivir de la tierra”, mientras el “hacendado de turno” nos trae de la ciudad, lo que necesitemos acá, los habitantes que venidos a menos, participamos en este parapeto de obra teatral, como peones que día a día, nos rompemos el lomo mientras los caporales, administradores y el dueño de turno, se dan la gran vida.

En verdad que incomoda esa actitud, más que las palabras en si, como decíamos antes; es la misma conducta que llevó en su momento a decir que el bolívar fuerte era la respuesta a todos los males; o que llevó a afirmar que la devaluación estimularía el aparato productivo; ese mismo aparato que ahora desprecia con premeditación desde una sala situacional siempre con extranjeros presentes (antes gringos y ahora cubanos), a través de las declaraciones sobre el IPC y otras cosas.

¿Recuerdan aquellas celebres declaraciones sobre la Venezuela blindada contra la debacle mundial?; ¿De cómo la crisis “capitalista” no nos tocaría? Es la misma declaración donde se afirmó que el petróleo podría llegar a cero dólares y aun así no perjudicarnos en lo más mínimo. Ah!, y sólo estoy mencionando las declaraciones del ultimo año.

Ni mencionemos las de la última década.

Cuento chino tras cuento chino, nada más ha sido. Por cierto, ahora algunos personeros se llenan la boca hablando de los miles de millones de dólares que los chinos nos prestaron o prestarán, pero sin decir que sólo son para gastarlos en su mayoría comprándoles a ellos mismos; negocio redondo.

¿Era necesario tomar prestado ese dinero y otros más después de la vulgar y enorme cantidad de ingresos que nos llegó por venta de petróleo en los últimos 10 años?

¿Por qué no existe ni un sólo culpable?; ¿A nadie le duele?

Hablo de esta manera en ésta, como en anteriores reflexiones, porque considero que es lo correcto; si a mi propio padre puedo hacerle saber sus errores como tal, o incluso estoy presto a reconocer los míos y rectificar como cabeza de una familia, ¿Por qué carajo a un simple y pasajero presidente de la republica no puedo decirle que se equivoca?

¡Tengo derecho, como cada uno de nosotros, a emplazar a éste y a cualquier presidente en legal ejercicio, a que corrija, atine y haga lo que la constitución le exige!

¡Sólo sigamos a Dios, a la constitución y las leyes!

Se trata esto de que nadie sea más grande como hombre que un Presidente, pero que tampoco este sea más grande que alguien, y que en cambio, mantenga sobre él que si puede pesar la responsabilidad del dinero dilapidado, y de las oportunidades desaprovechadas, así como de la profundísima división que en el país se haga patente por doquier. Mía es hoy, la responsabilidad de no haber comenzado este blog hace años teniendo la inquietud, y de ustedes es la responsabilidad de no haber hecho algo práctico por mejorar las cosas. Todos culpables cuando la reflexión se haga manifiesta, pues.

Hay miles de cosas por corregir en el país, y cientos de ellas transitan impunemente por este gobierno, que pese a sus avances y aciertos, insiste en acumular pesados lastres bajo sus alas, imposibilitando el vuelo de la nación toda: “Si no se admite de corazón, no se cambia con razón”.

No gusto de hablar en términos de fracasos o éxitos como abstracciones absolutas, porque creo que todo es relativo cuando de humanos se habla, siendo entonces “válido” el error para aprender y crecer, y el logro para estudiarlo con humildad y mejorar aún más. Por eso este gobierno debidamente elegido por la mayoría tiene oportunidad de enmendar hacia lo estrictamente constitucional, aunque en la práctica nada señale esa posibilidad actualmente.

Aprovechemos todos sin embargo, lo que tenemos aún por delante para hacer lo necesario en el plano personal por la nación donde vivimos, y en el plano colectivo para ser una sociedad de justicia, equidad y honor.

Las imposiciones nunca han funcionado y rara vez duran lo esperado de ellas, seguramente gracias a Dios; generalmente terminan siendo sólo “toques de trompetas” antes del final de periodos históricos que rápidamente son sucedidos por otros más prácticos, con mejores oportunidades de bonanza y estabilidad. Decidamos en todo caso que hacer, pero insisto, mejor si sólo es a través de Dios y la justicia.

Necesario no es imponer; sólo hacer cumplir lo que en las leyes está. La historia ha demostrado reiteradamente que los cambios más duraderos han sido los que por consenso de las mayorías se han privilegiado, por lo que lo demás, el convencimiento en torno a nuevas propuestas, deberá hacerse con honestidad y paciencia, sin esperar aprobación automática y obediente.

Decía Bolívar: "La verdad pura y limpia es el mejor modo de persuadir"

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