jueves, 24 de junio de 2010

Sobre el consumismo; un humilde y breve ángulo para el análisis en Venezuela.

La cultura de consumo en nuestro país es un tema interesante, expresión nacional que ha dado origen a ensayos y estudios desde hace años. En Venezuela a supuesto una expresión definida desde la época en que las explotaciones petroleras por las transnacionales de dicho sector y sus obreros, trajeron nuevos hábitos y nuevas costumbres de consumo, como en su momento a los inmigrantes europeos les tocó aportar su cuota de influencia en dichos hábitos, para hacerse unos con lo existente.

Resulta igualmente interesante -aunque menos agradable-, detallar la cadena de fallas internas políticas y estratégicas que finalmente en la sociedad venezolana han generado una cultura de consumo dominada no por los libros, la innovación y la inventiva, sino por el whisky, la cerveza, el cigarrillo, los tabloides amarillistas, las novelas de TV, un enorme equipo de sonido en la sala del rancho, una antena de Directv en el techo de zinc o los celulares Blackberry.

El ciudadano presidente ha criticado con fuerza nuestro intenso disfrute, gozo y dependencia de varios “productos”; incluso ha ordenado la prohibición de ciertas ventas en la calle, aunque de seguro el billete en mano hará “ciegos” a más de uno de los que deben ejecutar dichas órdenes, convirtiendo sus palabras una vez más en hojas secas llevadas por el viento.

Razón no le ha faltado de ninguna manera al señalar nuestra “afición” a ciertas cosas como las mencionadas anteriormente, aunque si puede resultar equivocado estigmatizar a quienes producen o importan esas cosas que actualmente están dentro del marco legal (bebidas alcohólicas, cigarrillos, etc.), sin contar en este circulo vicioso a quienes las consumen, y a quienes teniendo poder gubernamental para ejercer las obligaciones estatales en busca de la disminución en su venta, consumo y fabricación, mediante el estimulo natural de las virtudes, no han hecho nada.

Esto es importante, y permítanme por favor detallarlo.

Recuerdo que Carl Marx dijo en algún momento, que la religión era el opio de los pueblos. Eso quizás si era válido en el siglo XIX, cuando la religión constituía una de las pocas vías de escape, aunque imperfecta y dogmatizada, ante las injusticias de las sociedades.

En nuestros tiempos sin embargo, quizás tendríamos que parafrasearlo, y decir que El cigarro, los licores, el consumismo por cuestión de clase o posición social, la prensa y política amarillista, son el opio de los pueblos”.

¡Pan y circo!, dirían algunos por allí, cuando el “opio” en facilitado por los gobiernos, como en la antigua Roma.

¡Vamos amigos míos, no se me pongan bravos!; hablar de vicios siempre hiere susceptibilidades. ¡Tengan calma!

Una mustra ilustrativa de todo esto podemos verla en la condición social del cigarrillo, visto como cosa normal, en vez de ser considerado como una droga análoga a la marihuana, que crea dependencia. O la de la cerveza, que con su bajo precio, resulta más fácil y barata de adquirir y con ella olvidar o hacer llevadero la difícil realidad de la vida, que comprar un libro, ir a un teatro, a un museo, o incluso a un parque con los hijos. Por eso es tan difícil privar a la gente de estas dos cosas: por eso es mas fácil conseguir cigarrillos y cervezas en un barrio, que medicinas o librerías, y por eso en la cultura actual, es tan natural beber frente a la casa, como hacerlo durante la practica de baseball de los muchachos en el estadio, donde la génesis de la doble moral, la del deporte y el licor unidos, se hacen un sólo principio de vida. Podríamos tocar igualmente el tema de la música colocada a todo volumen desde cualquier hora, y en cualquier lugar, sin importar los derechos y deberes consagrados en la constitución y las leyes para todos.

En fin, pudiéramos detenernos más en esto elemental y descifrable a nuestros ojos, pero resulta muy difícil de hacer sin tocar susceptibilidades. Algunas preguntas ayudan, pero en esta oportunidad también no considerar los múltiples estudios elaborados en las últimas décadas por académicos en todo el país, seria casi una omisión grosera.

Estas preguntas básicas deberían encaminarnos hacia lo que es relevante en los actuales momentos, y quizás mas crucial, en lo que no es importante, a fin de evitar desviaciones innecesarias.

Todos estos son cuestionamientos de carácter personal, porque es la conciencia de cada quien la que debe dictar el camino a seguir, cuando el proceso se reproduce en todos nosotros, originando la masificación de dicha conciencia en la forma de un colectivo.

Es bueno ir aclarando cosas para que llegada la oportunidad, podamos pronunciarnos con firmeza, sin discusiones estériles que nos detengan, como las lanzadas por mas de un político oportunista.

Así pues:

1.- ¿Cuál es la situación moral actual?; ¿Es aceptable?

2.- ¿Cómo la cultura venezolana construida por nosotros en el siglo XX, nos ha llevado a la situación actual?; ¿Cómo rescatamos lo mayoritariamente bueno de lo pequeño pero muy influyentemente malo?

3.- ¿Cómo la falta de virtudes es llenada por fenómenos que tienden a crear dependencias?

4.- ¿Cómo revertir el proceso de manera permanente, y sacar a todos nuestros hijos de estos escenarios contrarios a su crecimiento?

Meditemos. Sólo eso queda hacer antes de la hora de las decisiones.

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