sábado, 23 de enero de 2010

Necesidad vs. negación; el drama del gobierno.

Claro, me refiero a la necesidad que tiene todo gobierno de tener un álter ego, un némesis a quien culpar de los males que no es capaz de enfrentar o superar. A este elemento cuasi necesario para un gobierno de confrontación como el nuestro, se le une un fenómeno de negación absoluta; una negación que no acepta que el bando opositor pueda tener razón en algo; una negación tan obstinada como a de la oposición hacia cualquier loro del gobierno.
La negación de cualquier hecho negativo para el gobierno mismo, como lo son las erradas políticas económicas (en vez de imponer un modelo productivo de justicia social, se limitan a imponer a contra corriente, un modelo social ajeno a nuestra cultura), o la decadencia del sistema eléctrico venezolano, se convirtió desde el inicio, en el método para escurrirse de cualquier responsabilidad.

Simplemente, se niega cualquier palabra o gesto que venga de esta oposición; es como la "ley del hielo" que de niños podíamos usar para jugar, donde acepto que "estás allí", pero niego "existas".

(Un poco como el teorema en mecánica cuántica del gato de Schrödinger; un poco como un acertijo cuántico, donde mientras que no lo observes, se mantendrá en una condición de "vivo-muerto"...)

Hay que reconocer que el método da resultados, -y muy buenos- políticamente hablando, sobretodo cuando el colectivo se "divierte" y pasa a ser participe de juego, "haciéndose" el que no ve tampoco al "contrincante", aunque ese contrincante sea parte de si mismo, como familia, o como nación.
Hay una persistente tendencia a despreciar al prójimo, si éste no comparte nuestra opinión. Esa es parte de la inmadurez de la que hemos hablado en el pasado. Por eso observamos como muchos venezolanos se "restean hasta la muerte" con el Presidente, mientras que otros se "restean hasta la muerte", pero por luchar democráticamente por su salida del gobierno. (¿Recuerdan el bote con dos remando a bordo, pero en direcciones opuestas?). Un girar inútil sobre sus propias cegueras, haciendo imposible cualquier acuerdo. ¿Se imaginan si ese "resteo" fuera por Dios, la justicia y el pueblo?.
Quizás en la semántica del termino, esté la explicación: resteo viene a significar "dar el resto". la pregunta que de inmediato aparece es ¿El resto de que?; será de nuestra esperanza?, será de nuestro entendimiento de la situación histórico-contemporánea?
La respuesta a esto es clave para dar el siguiente paso.
El darnos cuenta de nuestra aparente precaria situación, no es motivo, empero, para arrojarnos a fatalismo. Entender, como hemos mencionado tantas veces, que la evolución de una nación se desarrolla en otra escala de tiempo, distinta a la de un hombre o una mujer, es perentorio.

Estoy consciente que este asunto lo hemos tratado anteriormente; sin embargo, necesario es repasarlo.
Negar la participación del contrincante a mismo nivel del otro, para no perder el status o el aura alcanzada, funciona mejor cuando de naciones se trata, pero es muy malo cuando de un mismo país hablamos, pues el resultado es este que tenemos: una nación donde la confrontación es cotidiana, la fruta buena se pone con la fruta mala, ante el supuesto adversario, y la nación toda se para frente al espejo a observar que no existe opción clara de liderazgo, pues ni el mismísimo presidente, a querido formar a un sucesor, siguiendo más la conseja del apego al poder, que el de la alternancia del mismo, como la voluntad de la constitución, dicta. Lo mismo ocurrió en Cuba, y vean los resultados. La tardanza es que por causas naturales, ambos hermanos fallezcan, para que esa isla, se transforme en algo distinto, que dependerá ya de los cubanos en el momento, y no de la aplicación de lo constituido, o mucho menos, de lo que ambos hermanos pretendieran durante su hegemonía.

¿Y que hay del liderazgo del presidente?, me dirán.
Bueno, ese es un liderazgo que no desea soltar el poder amasado a su alrededor. He allí su debilidad y su falla.
(Más vale malo conocido que bueno por conocer, dirán algunos...)

Puede aún pasar a la historia como el hombre al que la nación perdonó y le dio la oportunidad de reorientar justamente el rumbo del país, o si así lo prefiere, como el hombre que no supo aprovechar la inigualable oportunidad de ser humilde, líder y ciudadano, en un país donde todo estaba por mejorarse, mediante la aplicación exclusiva y estricta de la constitución venezolana, comenzando por la justicia, la seguridad, la educación y el trabajo, contando para ello con la incalculable riqueza del petróleo, alejada de manos corruptas.

Pueden decirme que me equivoco rotundamente; está bien, se los acepto como parte de la negación en que vivimos como nación.

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