lunes, 25 de enero de 2010

Lo que mata a la estrategia no es la conspiración de los que no gobiernan; es la incoherencia en la planificación de los que si lo hacen.

De todos es sabido que una estrategia gubernamental en Venezuela no necesariamente obedece a los más altos valores nacionales y por tanto, constitucionales, -siendo ello entonces un poco mas que preocupante-.

El hecho simple es que son las estrategias siempre reaccionarias, acompañadas de planificaciones camaleónicas e improvisadas, movidas más al ritmo de un hombre que trata de acomodar sus ideas en la vida que de otra cosa, las que finalmente tropiezan, se enredan y caen siempre con el mismo obstáculo: la incoherencia.

Con esto me refiero a lo que podemos ver, casi a diario, y desde hace décadas, en las políticas gubernamentales nacionales. El mero hecho de que cada cambio de gobierno desde los tiempos de AD y COPEI, hasta hoy, removiera hasta sus bases al aparato burocrático al mismo tiempo que a las prioridades de la nación, demuestra lo endeble de la improvisada balsa en la que hemos preferido viajar, haciéndonos los ciegos ante la tierra firme que en nuestro horizonte esperaba –y aún espera-, por su desarrollo y bienestar.

La incoherencia, que en su definición más sencilla nos dice que “es la falta de conexión en las cosas que se dicen o hacen”, representa la marca de patente de nuestra planificación en muchas ocasiones.

Tiene que ver con la falta de una meta colectiva, con unos objetivos claros, casados e inseparables de la constitución nacional, capaces de inspirar una estrategia definida, y que mediante una planificación estructurada, nos permita llegar a la meta inicialmente planteada.

(Motivación):Objetivos/(Estrategia):Planificación/(Logros):Superación

Se nos antojaría patético el solo pensar que lo planeado seriamente y cuidadosamente por nosotros, en cualquier momento de nuestra vida, lo alterásemos únicamente por la ocurrencia de alguien, sin tener ninguna garantía de éxito.

Sin embargo, lo aceptamos permanentemente cuando de la nación se trata. Tenemos un enorme “arroz con mango” de conceptos e ideas, impregnando nuestra nación, y “lubricando” permanentemente nuestro resbalar como colectivo:

-Presidencialismo exacerbado y de culto,

-Liderazgos fallos aceptados, a falta de otros mejores,

-Constitución no interiorizada,

-Honestidad condicionada a la viveza como valor de vida,

-Héroes políticos a falta de héroes reales,

-Fanatismo y paternalismo político,

-Socialismo, mal revuelto con democracia y capitalismo de estado,

-Y lo peor: dependencia ideológica extranjera.

Por todo esto es que ciertamente, el gobierno puede decir que posee una estrategia sólida como una roca, pero en realidad, como toda piedra, ante el calor intenso de la realidad venezolana, termina partiéndose en muchas partes.

Cualquier estrategia gubernamental, y la subsiguiente planificación, están en función de lo que casi exclusivamente el presidente aprecia como realidad, y aprecia como solución; la concertación a la sombra de la constitución, no existe, y eso justamente, hace que toda la estructura de mando y gobierno, así como su “sólida” estrategia, esté basada en el inmenso portaviones –pero volador, como dirigible lleno de gas-, que es el liderazgo indiscutible del ciudadano presidente de la republica, pese a su dependencia ideológica “exógena” ya sugerida. El lo sabe, y conoce la precariedad de la posición que todo su esfuerzo tiene, al no estar de forma plena, basado en la constitución. La necesidad de alterarla entonces (al alma escrita de la nación), debe seguir en la mente del Sr. Presidente, y para ello, la necesidad de una constituyente, o en el más sencillo de los escenarios, de una asamblea nacional totalmente leal a él, (por la misma conveniencia que eso supone a su vez, para quienes buscan poder dentro de la mencionada asamblea), para mantener el tramado paralelo impuesto a ultranza. (Contraviniendo con ello la separación de poderes, sometidos estos únicamente a la voluntad del soberano).

(No soy analista político, como los que en TV abundan con buena o mala intención, sin embargo, no por ello, al ver a alguien corriendo decididamente hacia un despeñadero, algo impide que podamos prever cual será el fatídico resultado de no cambiar su carrera. Cosas de sentido común.)

Lo mejor, sin embargo, en el período de aprendizaje nacional, está por venir. Está llegando la hora de poder poner en practica lo que realmente concibamos como nación, y lo que como gobierno, deseamos para el país. El ciudadano presidente de la republica bolivariana de Venezuela, tiene aún años de buen gobierno por materializar, con la constitución como guía exclusiva, o de oportunidades reales de desarrollo que arrojar a la basura que la incoherencia acumula con cada instante, a nuestro alrededor.

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