domingo, 26 de junio de 2016

Solo si trascendemos los arquetipos de la cuarta y la quinta republica, seremos libres.

Como en una cosecha, necesitamos aprender a recoger solo lo bueno.
A lo largo de estos años, hemos precisado la condición que han personificado, primero los que fueron gobierno durante la “cuarta república” (AD, COPEI y el Chiripero restante), y luego a los que viniendo del vientre de ese periodo (más o menos de 1958 a 1992), dieron origen a una “quinta república” (MVR, PSUV y su respectivo “Chiripero”), caracterizada por ser como un “espejo” del primero (pero con los colores y los personajes invertidos), pues estaba constituida por personeros que resultaron educados en, o conversos por, ese periodo cuartorepublicano, llevando esto como resultado al levantamiento y caída (una vez más), de otro periodo de gobierno a expensas fundamentalmente del buen precio petrolero y de la consecuente capacidad para inyectar recursos económicos en una sociedad que ha permanecido incapaz de exigir y aprovechar estos dineros entregados (con las respectivas “alcabalas” de intereses grupales de poder por medio), en una construcción que resultase coherente hacia el futuro, más participativa y honorablemente representativa.
Ahora, cuando estamos a todas luces de pie entre los escombros de una sociedad y un país, mientras que los últimos locos que la llevaron a este estado las cosas (gracias a nuestra tolerancia infinita a la mediocridad), se hace necesario mirar hacia adelante para planificar y así marcar una línea divisoria entre el presente y el pasado, para comenzar a construir un futuro coherente y comprobable con cada hito que se marque en esa dirección.
Las evidencias que caminan entre las mayorías depauperadas de hoy muestran que el futuro que deseamos no se puede construir con las mismas actitudes del presente; tampoco con esta sensación omnipresente de impunidad (cual sensación de “muerte” que se siente al oler la descomposición de la carne a la distancia), que flota entre nosotros, al saber que los culpables de la debacle, disfrutan intocables e incólumes las mieles obtenidas de la corrupción.
Es por eso que algo tan elemental para cualquier cambio, como lo es la puesta en práctica del dialogo, en el caso de tener a Maduro como presidente y auto proclamado “moderador y parte” de estos, resulta que aunque declare una y otra vez con su actitud de “teletubbie” que “solo a través del dialogo pueden buscarse los caminos de paz” (El Nacional, viernes 24 de junio de 2016), lo cierto es que sus palabras terminan siendo siempre letra muerta sobre un papel, pues su pasado inconsistente y prepotente, ha demostrado una y otra vez su incapacidad para avanzar en algo constructivo, por lo que se hacen necesarios nuevos protagonistas de comportamiento imparcial como moderadores, y partes representantes únicamente con la constitución y las leyes como viaducto para transitar en lo que inicialmente se prevea sea un arduo camino.
Un dialogo medianamente creíble, pasa por condiciones previas que el gobierno, como protagonista que tiene “el sartén agarrado por el mango” por su poder militar y policial, amparado por un TSJ parcializado con quienes detentan el poder ejecutivo, necesariamente debería cumplir al menos con concesiones como estas: 1.- El reconocer a la Asamblea Nacional con sus mayorías y minorías, sin condicionamiento alguno; 2.- Declarar como medida de resolución hacia el dialogo, actuaciones gubernamentales ajustadas al derecho de los demás, como la de permitir la libre manifestación en cualquier punto de la nación por el bando que sea, aplicando la ley a quien atente contra esas manifestaciones y no a los manifestantes; 3.-Llamar a la conformación de un verdadero y apolítico consejo federal de gobierno (no confundir las políticas públicas con la política del partido gobernante).
Ahora bien, como sabemos que ESO NO PASARÁ con casi total y lamentable certeza, lo que veremos en la realidad es que muy en el fondo, (allá donde lo “medular” duerme el sueño de los justos en espera de la sociedad venezolana), ambos bandos seguirán disparándose sus “tiros” entre sí, mientras caminan por una ruta que no es la que la mayoría quiere seguir.
Con sus actitudes, Maduro y todos sus secuaces políticos, (al igual que los oposicionistas a ultranza), son piedras en el camino para el dialogo, y como tales, hay que molerlas en la molienda de la arrogancia, para hacer con ellos polvo que resulte en nuevos ladrillos que permitan a su vez construir algo distinto. El Referéndum Revocatorio era (y es) la “molienda” natural y constitucional (aparte de la renuncia voluntaria y posterior  enjuiciamiento político o penal del presidente renunciante) para lograr estos cambios en relativo control de la situación (las asonadas militares solo reinician el ciclo pérfido del muy largo camino social hacia la rectificación por las malas).
La sistemática lentitud  adrede que exhibe la directiva del CNE para impedir el cumplimento de forma directa y rápida con este mandato constitucional revocatorio (en abierta parcialidad política, claramente definible como hecho punible), logrando con ello posponer el inicio de la solución a tan drástica debacle socio económica y política, no ha servido para otra cosa que para crispar el ánimo social y paradójicamente, poner en evidencia PRIMERO: La verdadera intención del CNE inmerso en el trafico de poder, y SEGUNDO: La cada vez más efectiva organización de la MUD en apoyo a la gente que ha querido firmar para revocar a Maduro. (Ni lo uno ni lo otro era necesario que emergiera en el panorama político, pues en una nación republicana sensata, bastaba con que el “Soberano” hablara para que las instituciones actuaran en los tiempos previstos)
Vista así las cosas, irreductiblemente debemos volver ante todo al asunto de enfrentar lo verdaderamente medular, para luego pasar a la aplicación de una serie de medidas no del todo convencionales, al estar estas “casadas” con la necesidad de actuar de manera distinta sobre aquellos aspectos realmente críticos que pueden quebrar los arquetipos republicanos del pasado. Nuevamente surge por ello la idea del “decálogo” como la directiva necesaria a seguir.
Es requisito indispensable establecer junto con el marco legal vigente, un conjunto de indicaciones fáciles de divulgar y aprender por todos. Estas eran las que postulaba el 19 de Junio del 2012 en este mismo blog:
EL “DECALOGO”:
1.- No podemos hacer nada fuera de la constitución y la venezolanidad manifiesta en ella, por tanto, nuestra máxima meta es el bienestar colectivo mediante los más altos valores individuales del hombre/mujer de Venezuela: Dios, amor, honor bolivariano, verdad libertaria y justicia nacional, con dos ideas básicas desde todo comienzo:
     I.- “Dios, Justicia y pueblo”;
     II.- ¡Las leyes son para cumplirlas!
2.-No pueden gastarse dos Bolívares (y prestar otro adicional), si no se tiene más que un Bolívar disponible para gastar”. Debido a nuestros abundantes ingresos petroleros, estos serán los únicos proveedores de “crédito” para nuestros planes nacionales de desarrollo, sin que ello signifique bajo ningún termino convencional, gastar más de la mitad de dicho ingreso en ello, guardando el resto para posibles etapas sucesivas o extraordinarias, lo cual incluirá la protección de los planes de desarrollo ulteriores para la siguiente generación de venezolanos.
3.- Sólo el gasto social racionalmente necesario y el de desarrollo técnico industrial nacional, puede justificar inversión sin ganancia monetaria neta, a condición de que no viole el segundo postulado. (De allí que lo mejor es acumular riqueza para luego usarlas como base para “créditos nacionales”). Con ello se ejercerá la verdadera soberanía alimentaria, medica, electrónica y metalmecánica básica, estimulando y propiciando el diseño y la producción autóctona, con el consecuente fortalecimiento de la autoestima como nación, siguiendo una estrategia nacional y de consenso claramente diseñada y aceptada por todos.
4.- Únicamente al satisfacerse adecuadamente los cuatro pilares básicos venezolanos de la estabilidad socio familiar (salud, educación, seguridad laboral y marco jurídico) en el marco de un tiempo razonable a futuro, se podrá considerar el invertir (más no obsequiar) recursos en el extranjero, con fines humanitarios y de desarrollo fuera de los acuerdos legalmente ya suscritos por la nación y tomados en cuenta por la misma constitución.
5.- Cada hombre o mujer relacionada con la administración pública, responsable de uno o más delitos y/o penurias colectivas o individuales en nuestro territorio, una vez debidamente juzgado, se le registrará públicamente su acción e identidad, para nunca ser olvidada. Ha de ser incorporado como clausula, dentro de cualquier contratación o asignación de cargo público.
6.- Nadie podrá pasar necesidad en los cuatro pilares básicos, al estar amparado cada ciudadano y extranjero/visitante por los derechos humanos suscritos por la nación, para lo cual también el estado asistirá y garantizará la manera en que esa persona asistida pueda compensar al colectivo, mediante su voluntario y valioso aporte laboral (Necesario es sembrar la noción de que nada es gratis, aparte del amor). Deseamos una sociedad de colaboradores, no de vividores.
7.- Ante la injusticia y culpabilidad social en el manejo de la nación durante las últimas 7 décadas, una gran etapa de amnistía nacional será aplicada, exceptuando a aquellos cuyas acciones implicaran la muerte comprobada y premeditada de otros, o la dilapidación de extraordinarios recursos económicos.
8.- Todo menor de 18 estudiará así trabaje, y todo mayor de 18 trabajará así estudie, salvo los casos excepcionales establecidos por las leyes. El estado garantizara esto a través de todo funcionario asignado para el cumplimiento de este mandato, so pena de ser suspendido del cargo público. Tan importante como aprender la venezolanidad, es que se aprenda el valor del trabajo digno, como elemento clave de progreso personal, y colectivo.
9.- Los trabajos relacionados a las labores de Medicina/salubridad, policía/defensa, educación y justicia, implicados a su vez estratégicamente con los cuatro pilares mencionados, serán los mejores remunerados, fiscalizados y reconocidos, desde el mismo momento en que comience el proceso de estabilización nacional. Todo individuo tomado prestado para la administración pública, se le garantizará su reinserción exitosa al campo no político nacional, una vez terminada su función, a fin de evitarle “tentaciones de hurto y corrupción” durante su labor publica. Su disponibilidad a la orden de los consejos nacionales de asesoramiento a crear en el futuro, será una de las recompensas para algunos de los más destacados individuos observados en estas y otras disciplinas fundamentales de la sociedad venezolana.
10.- Ningún cambio constitucional tendrá efecto hasta el siguiente periodo de gobierno, donde su influencia sobre los proponentes no sea mayor que para el resto de la población.

¿Tienen algunas mejores ideas?; ¡pues propónganlas!; para eso debe ser el dialogo y el acuerdo producto del consenso nacional.
Recuerden lo siguiente, porque debe ser explicado a cada ciudadano en tanto se compruebe que la “sonda anal” de la dependencia y el sometimiento al gobierno de turno, le es retirada voluntariamente:
Si alguien logra meter de contrabando en las negociaciones para la “Venezuela 2.0”, los viejos vicios de la cuarta y la quinta república, todo se volverá a caer o cuando menos, volverá más pronto que tarde a someternos a los escarnios de la crisis devenida del error social que habríamos nuevamente generado, indicando con ello que el “tiempo” de la quinta república aún no ha terminado.
NOTA: No lo olviden: Con impunidad, no hay cambio posible. Necesariamente la “sexta república” será una de transición, de deslastre, de liberación y por tanto, de construcción, no exenta de sacrificio y dolor, pues esas cosas deberán pasar si queremos llegar a una “séptima república” universal, equilibrada y prospera.
Hay muchas cosas buenas que salvar de la cuarta y la quinta, porque en ellas a pesar de los errores y las oportunidades perdidas con cada actor que tuvo oportunidad de hacer algo, se apuntalaron algunas políticas públicas fundamentales para la correcta atención de la sociedad, mediante el entramado de deberes y derechos que la sustentan en lo constitucional. No es cuestión de alcahuetear ni estimular la dependencia por el aparato burocrático que más bien debe ser disminuido al máximo, -como bien decía el maestro Arturo Uslar Pietri-, sino de hacerle entender a los ciudadanos la imperiosa necesidad de que con cada mano extendida para pedir, ha de estar la otra dispuesta a trabajar y compensar por lo recibido en el contexto de una sociedad justa. Si no hay equilibrio, (como en un bote donde todos se colocaran del mismo lado), casi ineludiblemente este se voltearía, arrojando a las embravecidas aguas de la estupidez, a todos los que estuviéramos a bordo, (aun si no estábamos en desacuerdo con las mayorías capaces de elegir una y otra vez a un Barrabás como presidente, gobernador, diputado, juez, o funcionario a fin).
Lo curioso de la vida de las sociedades, es que casi siempre hay chance para cambiar las cosas, aún si el fin de todo llegara y estuviera precedido por terribles guerras o conflictos menores pero igualmente sangrientos.
Siempre el viejo axioma, (con palabras más, palabras menos), vuelve a darnos lección desde el pasado: “Las sociedades hacen la guerra y ponen sus muertos, pero son los vivos quienes deben firmar la paz”

Al fin, Mientras haya más gente honesta que corrupta, el cambio del paradigma republicano será posible.

La pregunta inevitable en este tiempo donde necesitamos trascender los envejecidos e inoperantes arquetipos de la cuarta y la quinta república es:


¿Hay más gente honesta que deshonesta en Venezuela?

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