martes, 14 de junio de 2016

¿Qué pasa en Venezuela?

¿Será cierta esa Venezuela toda bella que pintan sus gobernantes “revolucionarios”, al mejor estilo de los “noventosos” Teletubbies?: 
“Prados verdes, cielos azules, quizás con una bandera hermosa y soberana, ondeando con el viento de la esperanza por lo bien hecho, entre criaturas coloridas y bien alimentadas que solo gozan de la suprema felicidad social…”
¡Puras mentiras!.



El necesario final de la “Venezuela 1.0”
El cierre de un ciclo que debe iniciar con el primer revocado de la historia.
¿O será que prefiere ser derrocado?; ¿Pero acaso puede haber una rectificación política y ética a través del estamento militar, existiendo una cúpula ministerial de la Defensa tan comprometida con el actual manejo de poder y del cual ellos mismos disfrutan y se benefician?;
¿Será por estas reincidentes conductas en la historia venezolana el por qué las asonadas militares son dadas por los por mandos medios?
¿Dentro del necesario final de lo trágicamente actual, es en realidad requerido un final marcado por un cliché militarista?; ¿O el grado de control obtenido mediante la distorsión del concepto “cívico-militar” gestado por Hugo Chávez y reforzado por Nicolás Maduro, es precisamente garantía de que ello nunca ocurra?
Y si ello no ocurrirá, entonces, ¿Cuál es la alternativa para salir del atolladero moral y ético?
De lo que no tengo dudas es que ya no se trata de estar ante un Estado-nación fallido, y ni siquiera de estar ante la idea de que el país se descalabra; el asunto es que ya está deshecho; ya es una nación disfuncional, con un jefe de estado profunda y negativamente afectado e incapacitado por el poder y la manera en que llegó a éste, resultando en una “nación” incapaz hasta hoy de ejercer coordinadamente fuerza alguna en una dirección de progreso dada bajo el apalancamiento de un mandato constitucional.
No hay Republica en Venezuela, y esto, por muchas explicaciones o argumentaciones que algunos quieran ofrecer para desmentir lo que afirmo, no servirá de todos modos para cubrir la realidad inobjetable de un país que no es capaz de operar ya como tal, dentro de una estructura legal ni siquiera medianamente acatada, y ello ha traído una consecuencia nefasta: Difícilmente alguien puede hoy hablar de la realidad y ser capaz al mismo tiempo de ofrecer un conjunto de directrices sobre lo que hay que hacer, sin pasar por estupideces como el “dialogo entre ciegos y sordos”, el “perdón de lo imperdonable”, y quién sabe qué otros epítetos cada uno más alcahuetas y diplomáticos que el otro, -para nada transparentes-, que no hacen más que dificultar el ver las acciones simples y éticas (pero duras y exigentes), que deben tomarse por la calle del medio, alejadas de las conveniencias de los antiguos bandos que se han alternado el poder hasta hoy.
Seguir hablando de las estupideces y sin sentidos de un “pervertido y ahora embriagado por el poder heredado” como Nicolás Maduro, o del vicepresidente, o de la canciller, o del hermano de la canciller, del defensor, de la fiscal, o de las disque “autoridades” del CNE, o en definitiva, de cualquiera de los testaferros operadores políticos, judiciales o militares que abundan en el entorno de poder instaurado desde hace rato de manera inconstitucional en Venezuela, estructurado en un régimen dictatorial “light” (que descubrió que pararse con la cachucha militar con cara grave frente a una cámara de TV, al estilo siglo 20 ya no es necesario para gobernar bajo la egida de los intereses de quienes mandan), es ya definitivamente perder el tiempo, es “llover sobre mojado”, y en todo caso, es convertir las explicaciones redundantes y repetitivas en una especie de “Medidor de perdición nacional”, pues en cuanto más gente necesite aún que expliquemos el por qué los que gobiernan perdieron representatividad y legalidad desde el momento mismo en que Chávez manipuló el segundo referéndum consultivo en los años dos mil, es porque tanto más tiempo necesitamos entonces seguir sufriendo en este infierno producto de la torpeza de las masas no sujetas a la visión republicana y de la ambición de los que tienen y disfrutan el poder político o económico.
Ya todos aquí en Venezuela sabemos que el gobierno y quienes lo lideran y apoyan directamente tras bambalinas, son inútiles mercenarios de la miseria que merecen únicamente un juicio justo y la muy probable sentencia que deberían pagar frente a nuestros ojos, en cárceles con cerco de ciclón y cámaras de TV que nos permitan ver que siguen presos, mientras que nosotros nos aguantamos (al menos con el aire del consuelo que surge de saber que la justicia si renació y es aplicada), los sacrificios necesarios para lograr enmendar en un tiempo razonable y con hitos de revisión y logros, los entuertos y sufrimientos, los muertos y las injusticias, que nunca debieron ser necesarias para llegar al mismo punto donde tenemos que decidir implementar una corrección y progreso real y medible no cada 6 años con el majadero que se siente en Miraflores, sino anualmente con el premio del reconocimiento o el castigo del revocatorio automático a quienes gerencian las soluciones; nuestras soluciones.
No puede seguir la nación siendo gobernada como si de un partido político de pocas voces en un país bananero en desarrollo se tratara. O damos muestras de nación con pensamiento desarrollado, capaz de planificar el propio futuro de su sociedad a través del consenso y el respeto entre todos, o nos resignamos a vivir en el infierno que de a poco estamos construyendo en Venezuela.
Cuando la capacidad para creer en los políticos se acaba, (como ocurre hoy en Venezuela), es porque el tiempo de cambiar llega, y sin posibilidad de postergación.
No teman: el “vacío político” no existe; no creer en el Gobierno (ni en la oposición que sobreviviendo aún hoy, fue también progenitora de los personajes de la revolución “quintofijista” que resultó ser el movimiento chavista), no implica que falten hombres y mujeres que quieran poner la ética y las buenas costumbres por delante de todo, sin estar atados a los orgullos y arrogancias de creerse con la razón absoluta que no necesita oír, ni dar, ni pedir permiso a los demás.
El mayor peligro hoy, es el mismo que existía antes del “Caracazo” y del golpe de estado frustrado de los que acompañaban a Chávez en el 92: La costumbre de ver a las mismas caras gobernando sin importar los desaciertos que arrastraran consigo. (Como un mal razonamiento en manos de quien no se quiera a sí mismo: “Mejor malo conocido, que bueno por conocer”).
Aunque el referéndum revocatorio tarde en llegar, no olviden dos cosas: 1: No sería fácil hacerlo en un entorno dictatorial light como el presente (las pruebas ya están entre nosotros); 2: Aunque fuera el año que viene, es decir, en el 2017, (y no en el 2016 donde legalmente corresponde y es lo constitucional hacerlo, independientemente de los argumentos levantados por quienes por cierto perderían), igual este no resolvería con su ejecución inmediata, ninguno de los problemas existentes, de un momento a otro, sin primero andar un poco por un camino no libre de dificultades y sacrificios.
Lo importante es dejar en claro que Maduro debe salir del poder ejecutivo y pasar a la historia primero, como el primer presidente revocado de la historia de Venezuela, y segundo, como el presidente juzgado directamente por traición a la patria, por continuar con las entregas de soberanía, territorio y recursos, iniciadas con premeditación y alevosía por el gobierno de Hugo Chávez.
Mientras, como ironía del destino, quienes más se beneficiaron de los mecanismos apaciguadores creados debido a los “miedos” de la revolución a los alzamientos populares, (la comida barata, las misiones tras misiones y las exoneraciones en el racionamiento eléctrico mientras el resto del país se comía “las verdes”), Caracas y sus alrededores como Capital sobrepoblada en un país centralizado hasta los huesos, y levantada –llegado el caso-, contra un gobierno para derrocarlo, serán quienes deban derramar posiblemente la mayor cuota de sangre, en el caos inicial del proceso de cambio que pudo (y por pocos instantes aún, puede ser), por la vía democrática, nacional y electoral, a fin de prescindir de los servicios de tan mal gobierno actual, como de tantos cómplices sobre los que se mantiene en pie.
No deberán temerle al armamento anti manifestaciones (comprado a China en cantidades industriales con el mismo dinero que ellos nos prestaron), ni temerle a los grupos de civiles armados que aliados del gobierno han armado hasta los dientes.
Sin dudas queremos salir de ellos (de todos), por la vía democrática y pacífica, porque aún hay tiempo, pero si no es así, solo una pregunta les puedo hacer:
¿Se aguantarán toda esta tragedia hasta que ustedes se mueran enfermos o de viejos y la hereden a sus hijos, (mientras los hijos de ellos florecen en la abundancia de lo robado), o buscarán concretar una tercera vía como salida sin importar cual sea  el costo que como sociedad y país podemos pagar?
La lógica es clara: Si la solución pacifica no se concreta, su espacio será ocupado por las opciones violentas.

¿Es necesario llegar allí cuando aún la paz puede tener oportunidad?

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