martes, 31 de diciembre de 2013

Venezuela: Puente de muchas cosas.

Llegado el nuevo año, cabe recordar para comenzarlo sanamente, algunas consecuencias que vive Venezuela debido a las decisiones que se han tomado en el país, y que en el gran balance nacional que podemos hacer, -más allá de beneficios que apuntan directamente a la madurez social y que aún no son adecuadamente valorados-, terminan pesando de forma preocupante sobre la realidad de la nación.

No hablemos en esta oportunidad de las buenas cosas que los distintos niveles de gobierno en el país, deberían hacer, o de las que ya pueden hacer y que deben continuar o prontamente refinarse, y ni siquiera de aquellas que hacen de manera nefasta, engendrando con ello una permanente y peligrosa espiral descendente de corrupción moral y apatía social.

Prefiero hablar de algo más profundo y perturbador, y que tiene que ver directamente con el título de esta entrada: Cuando me refiero a país puente, no es con la intención en esta oportunidad de tocar el tema del terrible y pérfido tráfico de drogas, o de las políticas y estrategias que se estén aplicando, independientemente de los resultados que estemos obteniendo con ellas.
En esta oportunidad, deseaba referirme al fenómeno tan particular que estamos viviendo en nuestra cotidianidad, debido a: 1).-El exceso de liquidez monetaria; 2).-Los múltiples canales legales e ilegales que están funcionando a todo nivel social con el fin de adquirir y revender dólares preferenciales que muestran una profunda diferencia de paridad con el mercado negro, debido al fracaso años tras año, en el intento de controlar la corrosiva inflación en un país que cada vez produce menos cosas y vive de cuanto adminiculo pueda importar y vender en bodegas o grandes tiendas; 3).-El turismo colombiano y de otras nacionalidades en menos grado, que encuentra en nuestro país la posibilidad de hacer rendir por tres o cuatro el dinero con el que llegan, y unido a todo ello, 4).-La bajada artificiosa de ciertos precios en productos particulares de consumo no prioritario, pero que logran desviar efectivamente la atención sobre aquellos productos básicos que escasean o han desaparecido de los expendios regulares, trasladándose al mercado negro, 5).-Más allá de nuestras porosas  fronteras que a todo termino y criterio, resultan permeables al contrabando y a la corrupción.
El resultado ha sido este fenómeno indeseable: Un país que se ha vuelto “puente” entre lo que el gobierno importa (o permite importar), y lo que los variados mecanismos legales e ilegales, extraen diariamente del país.
Como hemos mencionado en anteriores entradas del blog, ciertamente cientos de toneladas de alimentos, gasolina, gasoil, aceites, electrodomésticos, autopartes, medicinas y hasta artículos de limpieza personal, salen de nuestras fronteras. Nada nuevo hasta el momento; Ya lo sabemos. Lo que no hemos comprendido, insisto, es el impacto que nuestra concepción de las cosas está teniendo para la construcción de este puente ya permanente y muy sólido que drena nuestros recursos, para beneficio, -nuevamente-, de pocos, de este lado y del otro de la frontera.
Ya no somos una nación con “economía de puertos”; somos una especie de diáspora intranacional,  “obsesionada” supuestamente en encontrar su propio valor mediante el uso de un ideal internacional, exógena, (indistintamente de la corriente política desde que se le aborde), cosa que al ser emprendida por una sociedad con identidad difusa por los pasos previos andados, pronostica un desarraigo peligroso que deja a una población desmemoriada en cuanto a su propia historia, sus causas y las consecuencias vividas, muy expuesta a que los limites de los moral desaparezcan a la misma velocidad con que desaparece la constitucionalidad, con efectos demoledores en lo económico, y convirtiéndonos de esa manera, de forma inexorable, en una nación con “economía de transito”. Quizás los compatriotas economistas difieran de mi percepción, pero les diré que esta es un tipo de economía que fundamentalmente refleja una degradación en el ideal social, transmutando al de la mera supervivencia económica de los individuos y de sus familias, y ello ante el continuo fracaso del estado para construir y aportar una verdadera sensación colectiva real y verificable desde cualquier ángulo, de la percepción de bienestar neto.
La economía de transito es la que permite esta poderosa dinámica que dicta la pauta de todos en nuestro país al presente, desde gobierno, -pasando por todo tipo de iniciativa u organización civil y militar-, y oposición formal, hasta al individuo que tiene metas, ambiciones o familia.
De esta manera ha nacido y crecido con el tiempo, un complejo entramado de intereses que en la medida de las posibilidades, pasan por encima de la constitución y las leyes, al considerarse actividades más “naturales” que la propia noción de constitución como elemento rector en la génesis y moldeado de una nación; (“natural” cuando la idea de nación, no va más allá de un equipo de futbol, de uno de competencia olímpica, o de un equipo de beisbol). Cuando toda idea de poder y fuerza la asociamos con cosas externas a nosotros mismos y externas a las fronteras donde vivimos, (nuevamente: Equipos de futbol o de baloncesto, lideres y capacidades militares, poder político, etc.),  por no percibirlos a lo interno de dichos límites territoriales como una cosa más grande (aunque no más importante) que la suma de todos nosotros, comenzamos a ver y comprender, el por qué de nuestro peregrinar aparentemente sin sentido, por el “desierto” de lo nacional, con resultados que nos hacen construir un conglomerado humano en permanente “transito” entre un punto y otro, siempre allende a nuestras fronteras físicas y mentales.

Detengámonos un momento y entendamos puntualmente el por qué de esto: Los políticos (es decir, porción de la misma población que logra acceder a la estructura de poder gubernamental en el país), se han acostumbrado a creerse sus propios entramados de engaños y falsedades, y por ello son incapaces de hablar con la verdad en los términos que quizás ustedes y yo podríamos desear. No conciben el sacrificio como un necesario proceso de purga para nuestras fallas, ni conciben la opción de una justicia completa, (ante la imposibilidad de salir ellos mismos intactos de esta justicia en plena acción restauradora de una fe nacional).
Pareciera entonces estar perdida la capacidad de desprenderse del poder y realizar actos de humilde reconocimiento de los errores cometidos, al desnudo. Culpar a los demás, sigue siendo la constante de la miseria en la política nacional.
Insisto: La coyuntura que vivimos es mayor que la capacidad de sinceridad de quienes nos dirigen, aunque siempre queda la posibilidad humana de ver al oficialismo o a la oposición, hacer un acto de arrepentimiento y aceptación de toda consecuencia posible, como sacrificio autoimpuesto a favor de la sociedad venezolana. Mientras ello no ocurra, el enorme dique de la historia seguirá acumulando injusticias, mentiras, traiciones e intereses de poder que hacen más ancho el camino que al tope de ese dique, usan todos aquellos que caminando en medio de la ignorancia republicana, van de una “orilla a la otra”, traficando con sus propios intereses. Esto sin que lo advirtamos, está determinando de a poco, el momento final en que aquel dique no soporte más, y nos arrastre a todos hacia el ahora seco y muerto valle dejado atrás por aquellos a quienes en nuestro pobre entendimiento, dejamos que nos sacaron de lo que en otrora fueron, tierras verdes y prosperas, impregnadas de esperanza y visión.
Quizás deba ocurrir aquella devastación “valle abajo”, para que su tierra y los que queden sobre ella, se empapen de sabiduría, “fertilizando” con eso, lo que nunca debió dejar de ser verde y prospero. (Venezuela)

Les digo que como fue necesario superar la etapa punto fijista para desenmascarar a los protagonistas del momento y sus actos, para comenzar a entender los errores cometidos, crucial resulta superar también esta segunda etapa cuarta republicana marcada por el chavismo, para desapasionadamente, evaluar los errores para dejar por fin, -como hemos debido hacer con otros periodos y etapas-, únicamente los aciertos que progresivamente se irán optimizado en función de los tiempos que vivamos nosotros o más probablemente, nuestros hijos y los hijos de estos.

Los errores y las mentiras no se ocultan con más yerros y engaños; necesario es comprender lo que necesitamos, mediante un nivel de sensatez casi que primaria, para entonces exigir con contundencia, mediante el ejercicio de lo pautado en la constitución, el ejercicio fiel de la justicia, en base a los valores que Dios nos ha inspirado en nuestras almas y hemos llegado a denominar como moral o valores humanos.
Reunir a la impunidad, a la arrogancia política, y a la estanflación, en un mismo territorio nacional, con una población que no aprobaría un examen sobre la venezolanidad y su significado, (con descripción del preámbulo constitucional incluido, en sus propias palabras), resulta tremendamente peligroso, incluso cuando se cuenta con un gobierno estable y profundamente anclado a los preceptos constitucionales, o se tiene a una oposición centrada en valores venezolanistas, (que no es el caso de Venezuela, en ambos aspectos).
Nos hemos vuelto un estado-puente para muchas cosas, pero no precisamente para el progreso, la justicia y la libertad moralmente guiada, que son parte de los pilares fundamentales de la familia venezolana. No se trata entonces de que transcurra la vida de cada ciudadano, transitando con penurias su existencia,  mientras se muerde a menudo aquello con el amargo sabor de la injusticia campante. Si el estado, -y los gobiernos constitucionalmente equilibrados que se suceden pacíficamente uno tras otro en éste-, no es capaz de garantizar lo fundamental, entonces la “ley de la viveza”, y la “irreverencia” ante lo que se mostraría en la práctica como inalcanzable para todos (es decir, las garantías que la constitución exige cumplir), toman el control de la población, llamando a la creación de un cuadro situacional que se asemeja demasiado a lo que tenemos entre manos como país y sociedad al presente.

El contrabando de extracción de cuanta cosa y moneda se pueda negociar con ganancias atractivas, seguirá ocurriendo, mientras el país se ha acostumbrado a vivir únicamente de su reflejo distorsionado en el viejo y opaco espejo de la vida sin valores, dándole la espalda así al origen mismo de toda luz reflejada: la venezolanidad, hoy depauperada.

Maduro, siendo el presidente adjudicado y solo llegado al poder por haber sido designado como sucesor presidencial, sigue teniendo ante sí la crucial decisión (dependiendo de la capacidad que pueda demostrar), de ser, I: El presidente de una nación-puente que el mismísimo Chávez no logró cruzar, o II: Serlo (sin aspirar a mas de una elección), de una nación-autodeterminada en su venezolanidad, que por su abandono de décadas, requerirá de sacrificios solo para comenzar a avanzar.
Ahora bien; nadie se sacrifica por nada, o por las burguesías, o por los líderes (por muy supremos que sean), o por las familias de estas castas. Lo hace de forma natural por su propia gente, por sus propios hijos, y solo sabiendo que las cosas si funcionarán porque existe una garantía de ello. La gran pregunta, sin embargo, es esta: ¿Cuándo estaremos seguros de tener una garantía de que las cosas funcionarán?

Medítenlo, y quizás se encontrarán al hacerlo hoy, ante un desierto en la oscuridad de una noche sin luna.

Ese realidad que experimentarán y esa pregunta, serán un tema para este próximo año.

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