domingo, 7 de abril de 2013

Unos días para las elecciones. ¿Quién ganará?


No les puedo decir quién triunfará, pero si quienes perderán: Saldrán perdiendo el honor, la ética profesional, la verdad, lo justo, lo equilibrado. Venezuela en definitiva.
Gane Capriles, o gane Maduro (en orden alfabético), les digo que nuestras debilidades seguirán erigidas como enormes tepuyes, (Para los amigos de otras partes del mundo: El tepuy o tepui es una clase de mesetas especialmente abruptas, con paredes verticales y cimas muy planas (aunque no en todos los casos) características del escudo guayanés, principalmente en la zona de la Gran Sabana venezolana. Wikipedia.), frente a la vista de todos nosotros, pero irreconocibles a veces, -como los mismo tepuyes-, como realidades finitas, aunque parezcan monolíticas y de nunca acabar.
Me gustaría decirles que ganando Capriles (atendiendo a los candidatos igualmente en orden alfabético), las cosas mejorarán y que las cosas buenas del periodo de Chávez, -como las de los anteriores periodos-, serán sabiamente depuradas e integradas con justicia a otras extraordinarias y buenas iniciativas que se desarrollen a corto, mediano y largo plazo; o que ganando Maduro, habrá un cambio de rumbo en la revolución, haciéndose autocritica y humilde frente a todo el colectivo venezolano que quiera levantar la voz para pedir cambios positivos y mejoras en general, con lo cual pudiéramos deslastrarnos del mesianismo y del jalabolismo que tan profundo daño ha hecho a la política en Venezuela, casi siempre en aras de obtener beneficios económicos espectaculares para pocos, y dadivas para los demás.

…Pero debo “bajarme” de esa nube: Capriles no da garantías de esto, puesto que no lo dijo antes ni lo ha dicho de forma tacita en el presente, lo cual le dificulta ahora, estando muerto Chávez, reconocerle logros, por pequeños que fueran, mientras que  Maduro por su parte, pareciera empecinado en mantener la apariencia de ser el mayor jala pelotas de todos, aunque eso imponga expresar ideas estrafalarias como la de ser el “hijo de Chávez”, “nieto de una indígena”, “heredero de todos los indígenas históricos de Venezuela”, aparte de seguidor de Sathya Sai Baba, “apóstol de Chávez”, “metedor” de medios plátanos maduros a la oposición, y claro,  maldecidor de oficio de todo aquel que no vote por él.
Del resto de los candidatos, quienes no tiene tras de sí el “gancho” de la verdad para ir captado entusiastas, -al tiempo que tratan de navegar inútilmente en aguas imposibles de surcar en un sistema electoral de una sola vuelta-, no hay mucho que hablar en este momento y en estas elecciones. Como dice mi madre: “No voy a gastar pólvora en zamuros”.
Así las cosas, me temo que estamos ante una situación donde unas elecciones innecesarias, (si Chávez hubiera sido sincero y honesto consigo mismo y con el país en su momento, allá en el 2012 y hubiese desistido de esa fijación por el poder y por lo cual se lanzó a un tercer periodo), junto con un gobierno autonombrado a partir del 10 de enero 2013, con un candidato que el mismo presidente se vio obligado a seleccionar a dedo, (y no por consenso revolucionario y popular), unido a un aparato estatal incapaz de articular con sinceridad a la constitución de la republica, al momento de hacer cumplir los procedimientos de rigor, luego de fallecido el candidato nunca juramentado, sirven de marco para una etapa de la que el país  obtendrá lecciones que aún no infiere ni sospecha.

No es el mensaje; es la maquinaria.
Una de las lecciones más estremecedoras que el gobierno ha dado, desde el segundo referéndum revocatorio en el 2007, es la de que más que el mensaje, más que el contenido de una visión política o estratégica de nación, lo que cuenta en realidad es la maquinaria partidista y estatal para obligar a que los resultados electorales, sean convenientes para quienes detentan el poder político, administrativo  y económico, -petrolero e impositivo-, del país. Para quienes no viven en Venezuela, se los digo, -a riesgo de decir la sexta verdad peligrosa-: Aquí las elecciones se ganan mediante el abuso y el descaro del gobierno de turno, (que mediante resultado del último e ilegal referéndum del 2007 del que hablábamos, puede ser el gobierno de “para siempre”). En otras palabras: En este país, un régimen puede pasar por gobierno “legítimo y honesto”, si el poder ejecutivo, el electoral y el judicial, están de acuerdo, por la conveniencia que sea. Sea chavista u opositor.

Situación muy delicada.
Esta afirmación quizás pueda ser desechada, solo si para el 14 de Abril del 2013, los autonombrados como gobierno de turno, pierden. Sólo así podré decir, que hay esperanza de un cambio, -de una reflexión democrática-, a corto plazo. No hay gobierno humano infalible; por ello la necesidad del fracaso y la introspección, a través de la rotación equilibrada y justa de oportunidades democráticas, como herramientas para la revisión y la mejora, de cara a renovar una propuesta y una estrategia, siempre que estando enmarcada en la constitucionalidad legal de una nación justa y clara de su destino, pueda tener oportunidad de retomar la administración pública, para mejorarla durante el periodo que le corresponda. Eso se llama, madurez política y claridad de nación.

Cuando no es la maquinaria, es el interés que no va más allá del plato de comida de la semana.
Pero cuando ni la madurez ni la claridad prevalecen, ni son el común denominador de un colectivo llamado a ser ciudadanía de un país, las cosas comienzan a tergiversarse, y a marchar por senderos que tienden a girar en círculos, en desiertos de subdesarrollo.
Uno de los mayores éxitos del gobierno que concluyó el 9 de enero del 2013, fue el de supeditar la lealtad de muchos, a pocas y bien definidas ayudas sociales, con una intención táctica o estratégica que dejo a cada quien, determinar. Una especie de “…No te suelto para evitar que te ahogues, pero tampoco te saco del agua”, que solo fue posible, en la Venezuela  resultante de 21 años continuos de crisis económica y social: De 1977 a 1998. El resto, solo ha sido la expresión directa de la consecuencia de aquel tiempo deformado y magnificado por medio de la miopía política de pocos, y la ignorancia de una identidad nacional necesitada de ejercicio, de muchos.

Millones de venezolanos y extranjeros, son hoy clientes de un par de decenas de misiones sociales, todas ellas diseñadas para mantener una especie de “statu quo” nacional, donde la sensación de justicia por fin alcanzada, y por muy limitada que sea, se mezcla con la costumbre de subsistir en el lodazal resultante de tanta ignorancia ante lo que debe ser nuestro, pero con orden, y nunca sin sacrificio o esfuerzo.

Lo que Chávez trató, -sin éxito o sin mancha- de hacer, era solo una parte de lo que muchos soñábamos en ese mismo tiempo que debía hacerse, pero corrimos con el destino de tener que exponernos de una vez por todas, (al dejarle esta tarea a un solo hombre), al conjunto de todas nuestras miserias, y a las consecuencias de todas ellas, a la vez.
Ahora, los pasos inmediatos que eso suponga para nuestra vida republicana marchita y pisoteada, solo se dejan entrever a ratos, cuando el polvo que nuestros tropiezos levantan, se aquieta por momentos, no siendo percibidos, sin embargo, por la mayoría, -enceguecida al presente-, por el agite de valores externos y no naturales a los nuestros.
El andar valientemente por la calle del medio, después de una venezolanidad recuperada, aún aguarda ante nosotros, aunque ignoro a qué distancia, o a cuántas penurias.

Por razones que no entiendo, Nicolás Maduro pareciera estar ganando la competencia de quién es el más Barrabas. No sé si ello supone que el premio de esa competencia, es la silla presidencial de Venezuela. En poco tiempo lo sabremos, a la vez que descubriremos qué tanto hemos entendido nuestra precaria situación.

Una cosa les aseguro: Poderosos intereses extranjeros aguardan por los resultados. Sean cuales sean estos, y pareciera que esos intereses, pesaran más que los nuestros.

Aún no sabemos qué es ser venezolanos, y tenemos miedo de descubrirlo por el trabajo y esfuerzo que ello implica. Si perdemos el temor, y determinamos que nuestra meta de acción final es Venezuela y nuestra prosperidad, hasta una frase del mismísimo Hugo Chávez puede destacarse en este camino, ya tergiversado al presente por los que pretenden usurpar su legado: “Irreverencia en la discusión; lealtad en la acción”.

Dios nos guiará si lo pedimos, de la misma manera en que nos protege de la maldición arrojada por Maduro.

Recuerden:
“Lo cortés, no quita lo valiente.” (Refrán popular)
“El arte de vencer se aprende en las derrotas.” (Simón Bolívar)
“Nuestras discordias tienen su origen en las dos más copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad.” (Simón Bolívar)

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