sábado, 6 de noviembre de 2010

Una sociedad centrada en los que se cuidan por si mismos.

Veníamos pensando en esos asuntos que definen a una sociedad como desarrollada, y en general, a un país como tal, pero en el ínterin, no tardé mucho en recordar a aquellos sectores de la sociedad actual que por su incapacidad para cuidarse a si mismos, sea por edad, sea por limitación medica o psicológica, o bien por estar detenidos o presos en el sistema carcelario, caen víctimas de la desidia, la inmoralidad, la falta de valores, y en definitiva, de la poco tangible venezolanidad que luce mas bien, abandonada en sucio rincón del olvido, donde nuestra exaltada costumbre al desorden acumula sus consecuencias.

Hace un tiempo reflexionábamos sobre las cárceles venezolanas, que siguen siendo hoy por hoy, las sucursales del infierno en la Tierra, para agrado de las victimas de quienes como delincuentes están en ellas, y conmoción para aquel sector de la sociedad que ante el entendimiento de la situación verdaderamente subdesarrollada e injusta, sienten vergüenza. Una vez más, a la mayoría no le importa lo que suceda allí, y como las propias victimas, ven en el sistema carcelario venezolano y su “parapléjico” poder judicial, el único verdadero castigo para los “pocos” criminales que se logran atrapar.

Hasta yo estaría de acuerdo con quienes piensan así, sino supiera que miles de hombres y mujeres ciertamente culpables de delitos menores, debido a esto también, se ven expuestos a castigos desproporcionados e injustos, en medio de un mundo pérfido que los arrastra a peores comportamientos, convirtiéndose las cárceles, de facto, como ya algunos lo han dicho, en universidades del crimen.

Se puede sentir bien el pensar que el criminal violador de un niño, niña o mujer adulta, seguramente terminará igualmente violado y posteriormente asesinado no bien llegue su primera noche en la cárcel o retén, pero esto, admitámoslo, no es justo, ni mucho menos aceptable, en una sociedad que desee buscar lo correcto, lo justo y lo divino. (Si lo “divino” no fuera importante, buscaríamos imponer la pena de muerte para este tipo de delitos, pero en medio de este sistema judicial, ¿Quien se consideraría justo e imparcial para mandar a la muerte al verdadero criminal?)

El asunto sigue escandalosamente pendiente entre nosotros. No podemos seguir dejando este asunto (el combate, procesamiento y prevención del crimen) en la indolencia, hasta que no quede más opción que declarar un estado de sitio y suprimir de facto, el derecho a la vida, para así controlar y erradicar a quienes ya no tendrían de manera alguna, reforma posible a su conducta deformada. Aún hay tiempo para no llegar a eso.

Para serles franco, apartando esta terrible realidad, veo con casi mayor preocupación, nuestra actitud (incluida la de los gobiernos), al momento de atender las responsabilidades que nos corresponden relacionadas a un tema que presenta dos caras en una misma moneda: la Edad.

Niños y ancianos son aun deficientemente atendidos.

¿Con quien quieren que comience?

-Los ancianos, están abandonados, muchos en la calle; los que menos, en casas que no los atienden, y los que más, en instituciones del estado que ni presupuestos poseen.

-Los niños, igual en la calle, por la irresponsabilidad de hogares disfuncionales, o en la misma calle, por ser hijos de indigentes que no son más que otras victimas del mismo abandono social.

Los primeros, en el ocaso de sus existencias, ven con horror como quedan a merced del destino, en lo que a incluso, ayudarles a hacer sus necesidades se refiere. Los segundos, peor, siendo victimas, aun sin saberlo por su propia inocencia, de nuestro egoísmo. Distorsiones completas de la realidad son las que los levantan hasta la mayoría de edad, sólo para tener derecho a pasar penurias y masticar sus propias miserias.

Una antena de Directv al lado del puente debajo del cual habitan, o una banca mugrienta en un parque abandonado durante su remodelación, no deben ser imágenes que no produzcan alarma entre nosotros.

Para los abuelos y ancianos, la asignación de pensiones por parte del estado a sido casi la única “revolución” positiva, que sin embargo, no deja de estar plagadas de errores y corruptelas. No se puede decir lo mismo de las leyes que en materia de seguridad social, aun aguardan por parlamentarios de verdad que la levanten de entre los muertos de aquel cementerio de honestidades y rectitud que insistimos en llamar asamblea nacional.

Aún persiste la miseria cuando vemos que ancianos y niños por igual, tienen que madrugar y hacer penosas colas para que alguien los atienda en el derruido sistema de salud venezolano.

Para los niños no hay pensiones; no en la proporción que debería, aunque sean denominadas como becas y ayudas. La solución adecuada actualmente (las escuelas que brindan enseñanza, cuidado y alimento durante todo el día, alejando a los niños de la miseria de sus barrios), no llega más que a una minoría en el país, cuando debería ser la norma, que acabe de una vez con la sinvergüenzura de muchos colegios privados, y los sectarismos y falsas programaciones sociales que terminan grabándose en la cabeza de quienes estudian allí.

Yo les digo que el tema es terrible y triste. Ver a un asilo haciendo colectas para lograr los fondos que le permitan seguir funcionando y manteniendo a quienes llegan a vivir allí, es uno de los ejemplos mas patéticos de tercermundismo y fracaso gubernamental. Ver a niños en la calle pidiendo dinero a las 8 de la noche, o al hombro de su madre o padre en pleno mediodía en Caracas, Barquisimeto o Maracaibo, rompen no sólo el alma, sino también la credulidad hacia la existencia de un gobierno eficiente.

Son esos los momentos en que no puedo justificar de ninguna manera que el estado le entregue recursos a otro país, cuando esto ocurre en nuestras ciudades y territorio. ¡Primero lo primero!

Tampoco puedo creer que miles prefieran gastar dinero en vicios que se terminan expeliendo como humo en segundos, u orinando en poco tiempo, cuando sólo una fracción de lo gastado por estos permitiría mantener a más de una de estas instituciones. Seria cierto que exclamaran que para eso esta el gobierno, pero si no le ponemos coto a esta negligencia gubernamental (a todos los niveles del mismo), no tendríamos derecho a tal reclamo.

Si quieren hablamos también de los discapacitados a nivel mental, o de los discapacitados por enfermedad o nacimiento, quienes pese a nuestros esfuerzos gubernamentales, jurídicos o personales, no terminan de llegar a la meta anhelada de la dignidad y el trato justo.

Yo no les digo que seamos modelitos de perfección y entrega, y que mantengamos a nuestros ancianos como los reyes del hogar, pues quizás ni buenos padres o personas fueron, pero por lo menos, debemos velar porque existan sitios pacíficos y decentes donde los tales puedan pasar sus últimos años con la dignidad que tuvieron para vivir, o con el remordimiento de lo que mal hicieron mientras pudieron.

Los niños, con su inocencia absoluta, que no tienen culpa de nada, ni siquiera de haber sido concebidos, y que si los dejamos, se acostumbran a cualquier miseria erguida por nosotros, merecen todo el esfuerzo que pueda hacerse para garantizar que tengan oportunidad de amar y ser amados, de educarse y de lograr una profesión, que con una venezolanidad bien definida, por ser aquella misma venezolanidad que los rescató o les evitó la miseria, tengan la oportunidad cierta de construir la Venezuela que no hemos podido construir.

Una sociedad “plana”, que sólo mira a los que se valen y cuidan por si mismos, es tan artificial como la que sólo valora la belleza de las medidas que la publicidad impone a nuestros sentidos y a aquellos arquetipos que definen falsamente la vida en términos económicos y materiales, de éxitos o fracasos. Dejemos de cabalgar sobre la estupidez que nos hace miserables por elección propia y millonarios a quienes dictan los valores sociales.

La sociedad tiene que auto atenderse, en cada una de las etapas naturales de su vida. Los gobiernos son meras herramientas que hemos diseñado para tal fin igualmente. Entender que cada momento de la existencia vive a una escala de tiempo distinta de la del resto es menester para lograr la armonía que buscamos desde hace tiempo, más por el instinto del alma, que por tratarse de experiencia ya vivida.

Contemos los logros alcanzados, pero no perdamos ni por un segundo la perspectiva de oscurantismo que aun vivimos.

En impostergable atender a todos aquellos que no pueden cuidarse por si mismos: Los niños que todo lo merecen y que quizás sólo están recibiendo los productos de nuestras carencias, la población carcelaria que no puede escapar de las paredes con que contenemos su miseria y nuestra indolencia para recuperar a quienes aun puedan serlo, y los ancianos que en su debilidad, extienden las manos del alma buscando a veces comida, y a veces paz.

Considerémonos incompletos hasta que esto ocurra.

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