lunes, 15 de noviembre de 2010

“Yo creo más en el honor que en las pasiones”. Simón Bolívar. (Carta al Gral. M. Montilla, 15 de octubre de 1821)

Estoy seguro que entenderán el por qué vuelvo a la imagen de Bolívar cuando necesito revisar nuestra historia para entender lo que nos pasa. ¡Que palabras más sensatas podríamos leer, escapando al encierro del pasado y llegando certeramente a nuestros corazones!; ¡Que fortaleza la de este ser que pasado dos siglos ya, nos dejó una historia personal y colectiva llena de sabiduría y de glorias, que pareciera a veces más bien estar delante de nosotros, aguardando!

Sabemos lo impresionante que es la cantidad de lecciones acumuladas, productos de los tantos conflictos y mentiras que debió sortear con valor para llegar hasta las nobles metas alcanzadas, y que tuvo a bien dejarnos.

En cientos y cientos de cartas, discursos y proclamas, Simón Bolívar hace alarde de una comprensión amplia no solo de la situación que vivía la América colonial hispana, sino también, -la visión clara para él en su tiempo-, del papel que naciones originarias de las colonias inglesas, francesas y portuguesas, tendrían en esta región.

Su apego al honor lo alejó, -no sin sufrir las penurias que eso suponía-, de esa fatídica política naciente en un continente que ante su propia vista, se levantaba independiente pero sin rumbo.

Sus intentos de unificación, apegados a las leyes, a lo moral y a lo Divino, fueron suficientes para dejar tras de si, el halo imborrable de la gloria de cada paso andado en Venezuela y de esta hacia el Sur. No fueron suficientes las acciones de sus enemigos declarados y ocultos para erradicar ni distorsionar permanentemente su verdadero y sencillo ideal libertario, guardado hasta nuestros días a la espera de su consagración mediante los hechos irreductibles. Todo ello aguarda por nuestra comprensión y resolución nada más.

No dejen que alguien diga, a propósito de estas cosas que escribo, que toda la sabiduría libertaria de Bolívar mencionada hasta ahora en este y otros blogs, son sólo palabras “sacadas de contexto”, y que habría que ser un historiador profesional para comprenderlas en su magnitud total y traducirlas apropiadamente al lego en la materia.

No estaría en lo absoluto de acuerdo con ello.

Es como si alguien nos dijera por ejemplo, que para poder entender los diez mandamientos de Dios, hay que ser clérigo, sacerdote o el ungido de la divinidad. No tendría sentido.

Quien diga entonces que una frase de Simón Bolívar no se aplica -por esto o por aquello-, casi como un mal abogado inescrupuloso que tratara de confundirnos con su jerga de leguleyo, girando sobre aquella idea de la supuesta descontextualización, les digo definitivamente que es mentiroso, o se trata de un político (!)

Lo cierto es que en la actualidad, a propositito de esto último, muchos de los mismos políticos que han guiado los gobiernos venezolanos de las ultimas décadas, (incluida esta), no soportan una evaluación de sus gestiones y conductas a través de la esencia de los escritos del Libertador.

(Nótese que hablamos de “gobiernos”, y no de “gobierno”; esto se debe a la falta de continuidad en las estrategias y las planificaciones)

No se dejen llevar por complicadas justificaciones pseudo morales, o peor, por paradigmas que solo convienen a los lideres y a las clases que controlan el poder político y económico, cuando no incluso el poder moral sobre las multitudes.

Esta reflexión en el blog, necesariamente debe ser corta; comprenderán que no puede ser de otra manera porque la idea bolivariana es clara, y se que todos la entienden y tienen acceso a ella para estudiarla.

No necesitamos una cadena de medios radiales y televisivos, dirigida al “pueblo” para de tanto decir una exageración nosotros, logremos que las ideas terminen creyéndolas o digiriéndolas los demás, como si de una verdad enriquecedora se tratara.

La tragedia de los crédulos y sin identidad…

El trabajo de gobierno que no pasa la prueba de unas palabras convertidas en frases de Bolívar, aun menos pasará el espíritu todo de cualquiera de sus proclamas y pensamientos, y por tanto, el de nosotros como colectivo sincerado y venezolano.

No dejen que el bolivarianismo se convierta en arte necesario a dominar para actuar con zalamería frente al presidente de turno.

No permitan que el bolivarianismo se convierta en herramienta de culto, del erigido como sacerdote mayor, logrando con ello que prevalezca sobre la condura y la venezolanidad que aguarda por nosotros, más bien la mediocridad y la mentira.

Si no hacemos de nosotros el legado bolivariano, cualquiera podrá reclamarlo para si, fundiéndose con la “divinidad criolla”, a los ojos del inocente pueblo que lo cree todo y lo aguanta todo, menos una bofetada con la verdad.

Bolívar no fue un santo religioso, pero fue más hombre que cualquiera que haya gobernado este país hasta hoy.

Por eso su conseja es prudente de ser escuchada y practicada sobre la de cualquier otro.

¡Que su pensamiento sea el filo por donde pase todo lo demás!

Estamos a tiempo, aunque el cambio llevará años.

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