jueves, 30 de septiembre de 2010

Dos partes en un mismo periodo histórico: La cuarta y la quinta republica.

Una etapa nueva más allá de ello, está aguardando.

Una nación posee su propio marco de tiempo; inspira y espira en lo que nosotros vivimos un año completo. Sus movimientos son lentos, y solo la naturaleza en ocasiones, con su imponente energía, sincroniza el tiempo de la nación con el nuestro, en aquello que llamamos desastres naturales, que siempre nos abruman y arrasan. Ocasionalmente, largas acumulaciones de injusticias y penas se liberan en lo que durando a veces años, llamamos guerras.


Los tiempos de los hombres resultan ser siempre unidireccionales, mientras que los tiempos de las naciones, en contraposición, son omnidireccionales, escapando a nuestro entendimiento por ello.


Venezuela está viviendo, a su ritmo, la última etapa de un ciclo que comenzó con el pacto de punto fijo, y concluirá con el pacto de la mayoría, para dar lugar a otro ciclo, en algún momento del futuro.


No son acertijos lo que digo; tampoco predicciones irónicas de un futuro que nos aguarde. Es sólo la descripción de aquello que se viene dando a un ritmo que se escapa de nuestro común vivir.


Mientras un sector se empecina en declarar la llegada de la era de oro para el país, bajo su exclusiva e incuestionable versión de la verdad, el otro sector, producto de la exclusión por el primero, no sale de su obsesión por ver terminado lo que consideran un mal sueño, vivido solo por mala suerte, ignorando con ello toda la historia reciente, forjada en el más insospechado subdesarrollo y falta de identidad.


Consecuencia inevitable de una dictadura en democracia; solo posible en Venezuela.


En el ínterin, las masas que se mantienen al margen, las que tradicionalmente y de manera fluctuante no votan ni opinan en voz alta, mantienen su diario combatir por la subsistencia que conciben para si mismos y los suyos como digna, dentro de una concepción de nación mas bien personal, secreta, y hasta difícil de describir.


Como les decía inicialmente, una extraña semejanza con un proceso de respiración sigue presente entre nosotros, como quizás lo ha estado siempre, pero en otros momentos históricos que no hemos podido reconocer: Inspirar, espirar; un movimiento tras otro, ayudándole a darle sentido a la vida nacional misma con su existencia.


La analogía entre el periodo histórico del que les hablo, y este mecanismo biológico, es simple: La primera mitad del movimiento, -la inspiración-, fue dominado por la cuarta republica, comenzando con el celebre pacto de punto fijo, y terminando con el intento de golpe de 1992. A partir de allí, la transición que constituye el punto de más “presión del aire” en los pulmones, justo antes de segundo movimiento de expulsión, duró lo que tardó en llegar quizás el último intento golpista registrado: 2002.


De allí en adelante, se inicia efectivamente la otra mitad de ese movimiento, -sin detenernos mucho en las exactitudes medicas-, y esa “espiración”, se mantiene hasta nuestros días.


Ambos movimientos, recuéntenlo, no tienen significado independiente para nosotros; tampoco podemos separarla de la respiración anterior a esta, ni de la próxima por ocurrir: Todo está relacionado.


Por eso es tan importante la historia escrita de una nación, recogida con autonomía e imparcialidad.


No me pregunten entonces, volviendo a la “respiración” que nos ocupa, si este segundo “movimiento”, va a durar tanto como la etapa precedente. No es el punto relevante en mi humilde y tosca opinión, y me atrevo a decir que no lo tiene que ser necesariamente para ustedes si recuerdan que nuestra “velocidad” de tiempo, no es la misma que la de la nación.


Me atrevo a determinar, -eso si-, que esta segunda etapa tendrá marcas muy específicas que indicarán su culminación, apartando claro, el desanimo y dolor obvio para todos, producto de las oportunidades perdidas hasta ese día:


Primero, ocurrirá el surgimiento de un acuerdo nacional espontáneo, como movimiento inicial hacia el reconocimiento sin hipocresías, de la carencia real de una identidad como nación, como problema principal, que afecta decididamente la columna vertebral de la vida republicana, incluso más allá de lo que hemos entendido hasta ahora en medio de nuestra inocencia colectiva.


Segundo: La racionalización práctica de la figura del líder, carismático o no, como representante elegido bajo la figura de presidente; ello seria necesario de cara a reconocer nuestro sometimiento voluntario y colectivo a Dios y a las leyes, siendo estas últimas la mayor prueba a presentar por la nación toda, como lo mencionábamos en la entrada anterior al blog.


Tercero: El desapasionamiento político como señal de que la verdadera pasión está centrada en la identidad nacional, como expresión final del triangulo “identidad personal” - “identidad colectiva” - “identidad nacional”.


Cuarto: La identificación, por parte de ese colectivo nacional, sin importar el sacrificio necesario requerido, de únicamente 4 objetivos fundamentales: Justicia, trabajo, salud, y educación, a desarrollar bajo la tutela constitucional, en no más a su vez, de 4 decálogos directrices básicos.


Todo lo demás, queridos compatriotas, vendrá, como dicen, “por añadidura”. No podemos seguir esperando que las cosas se arreglen por si solas, o casi como por accidente de la vida o del destino. Si nadie en la historia humana se había empeñado en un logro colectivo y pacifico semejante al que nos planteamos en estas reflexiones, quizás es hora de que seamos nosotros lo que demos el primer paso.


Tiene que llegar el momento en que comprendamos que la “maquinaria” republicana, de justicia y razón, no puede “lubricarse” con algo distinto que el “aceite” de un libre albedrío colectivo sometido exclusivamente a Dios y a la constitución que nos guía.


Pretensiones ortodoxas, personalistas o populistas (orientada a capturar la voluntad de los sectores sociales más injustamente abandonados), son sólo “juegos y desajustes” entre las piezas de la “integridad mecánica” nacional, producidos por las “arenas” de la confrontación inútil, que lejos de “lubricar”, sólo desgastan más y debilitan la integridad de conjunto.


En definitiva, las inquietudes que nos remueven en la conciencia ante el panorama reinante en la nación, solo son la llave de una puerta de entrada a una interpretación mas amplia de la realidad del país, y nos prepara para ofrecer entonces direcciones y soluciones reales a los problemas que en nuestro desenfoque colectivo, no hemos sabido mas que arrastrar y magnificar.


Quiera Dios que pronto podamos tomar un profundo “respiro”, para así tolerarnos los unos a los otros, y como una nación, construir lo necesario para cada uno de nosotros, y para todos nosotros: Oportunidades de paz; oportunidades de crecimiento, en sana Justicia.

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