domingo, 8 de agosto de 2010

OEA, UNASUR, y la autodeterminación de los pueblos tirada a la basura.

“La autodeterminación no significa que tengamos sólo el derecho a decidir que tanto nos dolerá el aceptar lo que nos imponen”

“La autodeterminación de los pueblos es el derecho que tenemos ha decidir qué y cómo queremos ser en términos de nación, lo cual implica respeto mutuo”.


Como les decía, probablemente el tema se desinfle en lo que no le sea útil a algún político, pero igual es necesario traer esto a la mesa para no perder la memoria ante tanta torpeza, aprovechando la manera en que el asunto de la denuncia colombiana se puede salir de contexto premeditadamente, pese a las palabras contradictorias de algún bando, al solicitar alguien fuera de esas dos partes involucradas, la formación de comisiones internacionales sobre un asunto que es, insisto, netamente binacional.

La OEA (la gran madre) sabemos, es el reino de la hipocresía; UNASUR se está levantando como fiel imagen de su Sra. Mamá. Pienso que lejos estamos de crear una sólida organización de defensa suramericana. Los intereses mezquinos son enormes y difíciles de ocultar. Simplemente hay demasiados países en esta región con la ambición de ser lideres, y como decimos acá, terminaremos siendo “Muchos caciques y pocos indios”.

No, no soy irónico ni irreverente ante esta realidad: Es que el sólo ejemplo de la conducta continental en general asumida ante el caso interno de Honduras, es una buena ilustración ante nuestras contradicciones. Le aplicamos sin parpadear a Honduras, las mismas medidas que en su momento, se aplicaron a Cuba, exacerbado esto ahora por el hecho de que la misma Cuba terminara sin dudarlo, aupando y aplicándole a Honduras las mismas acciones aislacionistas que sufrió desde los 60. Pura hipocresía.

Ahora, el tema interno de Colombia –la génesis de su cáncer convertido en guerra y delincuencia “endógena”-, y el de Venezuela su tolerancia hacia todo aquello que confronte al “colombiano gobierno burgués”, en vez de manifestar una clara identidad nacional a partir de cada hito fronterizo-, se busca elevarlo a instancias intervencionistas externas, bajo eufemismos engañosos como solidaridad, hermandad, y amistad.

Cuando el polvorín levantado premeditada y torpemente por A. Uribe y anhelado en asentarlo a escupitajos por H. Chávez, finalmente desaparezca, podremos ver quizás a dos países que terminaron más expuestos que nunca a la perdida de la tradicional soberanía, en pro de un nuevo estilo de soberanía “Light” monitoreada por las “benévolas” organizaciones internacionales mencionadas y por lo menos, aprobado de alguna manera por el nuevo presidente colombiano, el Sr. Santos.

Miren queridos amigos compatriotas: No se puede seguir andando por un camino sin sentido de nación constitucional, por estar atentos a cuanto canto político utópico personalista nos canten; La firmeza de carácter nacional, de estado, no implica soberbia, ni rudeza hacia quienes no compartan ese camino. La hermandad va más allá de complacer gustos, y al igual que en una familia, un hermano no puede malcriar a sus otros hermanos de manera perenne. Finalmente, deberán confrontarse y acordar mecanismos de respeto.

Así, Colombia y Venezuela deben dejar a un lado las soberbias, reconocer sus limitaciones, ponerle plazo de finalización a los asuntos pendientes fronterizos, y proseguir en sana tolerancia, sus relaciones históricas, por demás perfeccionables.

Ambas naciones deben dedicarse a sus asuntos internos, en el más estricto apego al concepto de autodeterminación de los pueblos. En Venezuela existen demasiados problemas tercermundistas; excesivos vicios, e insuperables fallas, si se continúa en esta negación de las debilidades y la disgregación reinante.

Colombia marcha por similar derrotero: Aún la cocaína y la delincuencia son importantes productos de exportación suyos.

Una vez más en Venezuela, el día que ante un caso como PDVAL, veamos a decenas de autoridades publicas renunciar, pedir perdón y ponerse a la orden de las autoridades justas que investigan para la aplicación de las leyes inspiradas por nuestra constitución, mientras que voluntariamente anotan sus nombres en el libro nacional de los errores cometidos, veremos ante nosotros el principio de todo lo bueno que aguarda por esta nación.

Mientras, el chiquero en el que nos deslizamos hacia lo peor, seguirá lubricando y ensuciando todo a su paso.

No permitamos que falsos asuntos internacionales, estimulados a la sombra de organizaciones como UNASUR y OEA, nos distraigan de lo verdaderamente importante.

Decidan ustedes que es lo importante.


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