sábado, 14 de agosto de 2010

“Caracas es ahora independiente del sistema eléctrico interconectado nacional”

Con estas palabras recientes del actual ministro de electricidad, independientemente de la veracidad de estas, no pude evitar traer a la mente la pregunta de ¿Por qué la premura de hacer de Caracas la gran beneficiada en Venezuela?


Entiendo que por razones estratégicas y militares, se quiera que la capital de la republica este “blindada” en cierta manera (lo cual no evita que un bombazo preciso anule cualquier planta eléctrica que mantenga esta condición); sin embargo, la pregunta surge porque sabemos, Caracas es territorio de miedo para los distintos actores políticos, como también es aún, en lo más profundo de su conciente, aunque no quiera admitirlo como ciudad, la principal beneficiaria por derecho no se venido de donde, de cuanta riqueza y recurso exista, dejando siempre al resto del país, las migajas.

No nos alteremos con esto de manera negativa; el progreso comienza admitiendo los hechos.


Caracas debe tener cuidado en no caer en las zalamerías de los políticos, que buscan en ella no el beneficio de la mayoría, sino la obtención de riqueza y status político, para lo cual, sabemos, están dispuesto a mucho. Generalmente sólo son venezolanos sin la identidad que hemos mencionado tantas veces, levantados con la cotidianidad del “que hay pa´comer”, y la viveza; no lo olviden.

Mal vamos a hacer si por estas palabras de “estar aislados del resto del sistema eléctrico”, y por tanto “a salvo de las imperfecciones propias de la provincia”, nos olvidamos de las penurias que tanta falta de estrategia y seriedad moral nos han producido. Poco a poco hemos dejado que la fantasía de una urbe moderna y que “de rango mundial”, nos obnubile y confunda, acostumbrándonos en el proceso, a convivir con los vicios y abandonos que desde los años 70, Caracas sufre indeteniblemente.


Eufemismos como la “Gran Caracas”, sólo quieren tapar la fetidez con los dedos, y desviar nuestra mirada de la realidad hacinada y nunca planificada, que no se puede mimetizar tampoco pintándola de alegres colores, teñidos de más a veces por la sangre de cientos y cientos de inocentes al año.


Mientras existan soñadores que se cubran los ojos, Caracas seguirá recibiendo de quienes la gobiernan sucesivamente, las mismas expresiones de “ahora todo va a estar bien”.


Cuando el verdadero poder popular, -el de los uno-, prevalezca democráticamente, Caracas podrá quitarse el desgastado y haraposo vestido de novia, rasgado por tanta gordura y vejez acumulada, y puesto desde aquella vez en que ella dejó plantado en el altar de la historia, a la conciencia nacional, y a la constitución que ha de llevar en el alma.


¿Independientes de qué entonces?


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