martes, 3 de febrero de 2015

O son maquiavélicos, o son estúpidos.

No hay de otra: Ya no hay manera alterna para buscarle una interpretación a la cadena de sucesos, decisiones, y consecuencias que estamos viviendo; o es una enorme estrategia para desmontar al país y reconstruirlo a la imagen y semejanza Dios sabe de que, mediante una estudiada y cuidadosa puesta en escena de distracciones psicológicas y multitud de caminos dispersores que no llevan a ninguna parte, o estamos ante el gobierno más torpe e incapaz de la historia de Venezuela.
Yo estoy claro en que Nicolás maduro es el inútil más exitoso que ha tenido la política venezolana en los últimos 30 o 50 años (no tanto por sus decisiones, sino por su gran capacidad para vivir en la sombra y cobijo del líder supremo y eterno de su propia revolución), llevado siempre de la mano de la por ahora convenientemente silenciosa Cilia Flores, que apunta a manejar todo tras el escenario, todo el poder que no está en manos del resto de los protagonistas políticos del régimen revolucionario-chavista-madurista.

Todos ellos, burgueses de nueva estirpe, obesos por tanta ambición, y encumbrados en el poder tras solo haber tenido que demostrar la paciencia de sostenerle los testículos a Chávez sin chistar durante estos 23 años (1992-2015), tienen ahora en sus manos el control absoluto del país; poder que solo podría ser perdido por propia decisión u omisión ante los factores claves que mantienen el statu quo de la revolución: El dinero necesario para comprar todo y a todos.

Se le atribuye a Maquiavelo la expresión: “desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla”, ¿Y no es acaso el estilo de monologo y proselitismo que caracteriza al político actual, incapaz ya de decir 3 verdades seguidas sin perjudicarse a sí mismo?
Quizás atribuirles aspectos del conflictivo Maquiavelo sea hasta una injusticia de mi parte, ante los pírricos resultados que tantos años de revolución incapaz de decir y manejar todas las verdades que ahora nos abruman por la falta de entendimiento, se han mostrado incrustadas como lombrices, en los ahora malnutridos miembros de una sociedad venezolana dividida e irreconciliable en los términos que hasta hoy se manejan.

Al país le secuestraron la sensatez, y nadie lo denuncia, porque ni siquiera se han dado cuenta.

La aplicación continua y desenfadada de este enorme ardid metódico para el manejo de las masas y sus diferentes canales de comunicación, sin que casi nadie repare en los orígenes militares de tales principios básicos de la estratagema de control-distracción-conquista, no cesan de horadar la voluntad dispersa y vaga de una sociedad atomizada en sus orígenes, intereses e intolerancias.
Deshacer las estructuras institucionales de una nación, para luego reestructurarlas a conveniencia de intereses impronunciables, haciéndola pasar por la muy dañina etapa de “país fallido” previamente, parece una imagen imposible de plantearla como real, pero que sin embargo, se erige como una de las dos opciones posibles ante los hechos contundentes observables en Venezuela, frente a las acciones de un gobierno y de su “particular” y “estéril” oposición: o son inteligentemente despiadados, o son la criatura malformada parida antes de tiempo por una sociedad enferma, que pese a todo, aún tiene cura.
Escojan ustedes el mejor escenario. Igual perdemos todos.
Una sociedad bloqueada en su posiciones extremistas que no conceden razón en nada al oponente, es una amalgama de voluntades incapaz de dirigirse a un mismo destino. Donde uno no reconoce razones e ideas positivas y viables en el otro, no puede esperarse un avance pacifico, e irónicamente, eso solo le da apertura a las tesis violentas que procuran la ruptura y el control mas férreo de aquellos que en sus extremismos e intolerancias, resultan estar divididos y débiles dentro del confinamiento de la nación a la que tratan de darle vida por separado.
Ya no queda casi opción viable donde un escenario nos ofrezca algo bueno apenas mas allá de la satisfacción de “solo” comenzar a cambiar las cosas, y no para nosotros, sino para los que vienen después de nosotros; solo nos van quedando escenarios donde el denominador común es el de que aprendamos el crudo valor de la palabra sacrificio, como única vía sensata y demostradora de nuestro amor real por aquellos que nos sucederán.
Creo que solo entonces las cosas comenzarán a tomar otro matiz en el horizonte que hasta hoy, se muestra negro como la noche sin luna.
Las cosas comenzarán a cambiar cuando los oposicionistas acepten que se encontraban atados a una ilusión que guardaba oscuros secretos, al tiempo que los oficialistas reconozcan el error de haber puesto toda la sindéresis y razón, en un solo hombre ahora fallecido.
Cuando la arrogancia de paso a la humildad sin retaliaciones más allá de lo estrictamente constitucional y ético por venezolanidad pura y elevada, podremos decir que las cosas en verdad, están cambiando hacia algo bueno y constructivo.

Sean maquiavélicos, o sean estúpidos, no nos queda de otra que superarnos y sobrepasar tan calamitoso camino tomado una y otra vez para buscar soluciones que no han pasado por otra cosa que no sea por el desprecio a los valores ajenos, o al uso errático y derrochador del dinero nacional, y por lo que no nos queda más que buscar más allá de todo lo visto, un nuevo enfoque nacional, más calmado, que al no agredir la memoria de nadie, tenga siempre las puertas abiertas para quienes estén dispuestos a crecer y aceptar que por encima de la constitucionalidad, nada puede estar, en un colectivo humano reunido bajo el concepto de venezolanidad.

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