domingo, 27 de marzo de 2011

A propósito del terremoto de Japón.

Sabemos que en el 2012 hay elecciones, pero eso es en teoría. Permítanme explicarles: La duda sobre su realización es buena como ejercicio mental, aunque con otros ribetes al tradicional que analizamos por aquí, aprovechando la reciente tragedia japonesa, y su colofón: el desastre atómico que quizás la negligencia permitió.

La principal pregunta gira en torno a una realidad que nos aplasta como nación esencialmente centralizada sobre la ciudad de Caracas: ¿Y si ocurre un terremoto justo en ella?

Sabemos que nuestra capital de la república y centro del universo político venezolano, -sin importar lo “andino” o “llanero” que sea el jefe de turno-, está sobre una de las fallas tectónicas mas riesgosas del país, y su conformación desordenada (la de la ciudad), errática y colmada de miseria, garantizan la receta fatal para que la ciudad literalmente se “voltee” y quede con “las patas para arriba”, en lo que un sismo de magnitud importante la azote. Su Tsunami será el de las rancherías que como “olas” mortales ahogarán cualquier rastro de orden desde sus cuatro puntos cardinales, viniendo desde lo alto de sus cerros.

Los pocos servicios de emergencias realmente capacitados serán colapsados en minutos, quizás cayendo ellos mismo como primeras víctimas del brutal movimiento telúrico. Las generaciones pasadas de excelentes rescatistas, poco a poco se adormecen en su vejez y en la inacción de las estrategias de prevención y rescate de los últimos 20 años, mientras que las nuevas políticas, por ser más reaccionarias que otra cosa, necesitarían justamente de un terremoto y el consiguiente desastre para reaccionar y adecuarse, con lo cual está casi garantizado el desorden y el saqueo en manos de la mentalidad que nos cría desde pequeños. Si, la fraternidad y la solidaridad emergerán como símbolos de la venezolanidad que nos queda, pero también aflorarán todos nuestros vicios y males, productos de los años y décadas de desorden. El petróleo y sus precios de 100 dólares no servirán de mucho.

Una de las consecuencias de si un terremoto ocurriese de aquí a noviembre del próximo año, es que las elecciones serian obvia y oficialmente suspendidas hasta nuevo aviso; quizás un terremoto “resetearia” de facto al país, obligándolo a una confrontación de sus propias miserias. Quizás.

Posiblemente la destrucción de la estructura comunicacional seria de tal magnitud, que la nación se desarticularía de manera importante. No se trata de fatalismo, sino de simplemente proyectar lo que ocurrió en el 2010 en Venezuela con las inundaciones, pero resumiendo y circunscribiendo la tragedia a Caracas y sus áreas vecinas. SI colapsó el país, y una habilitante presidencial fue necesaria, imaginen lo que tan evento desencadenaría en el país. Cualquiera podría decir que ante la tragedia, no se puede pensar en elecciones y cambios de gobiernos por mucho tiempo, por ejemplo, y quizás en nuestro grado mayúsculo de desorden, tendría razón.

Les digo con tristeza que Venezuela no está preparada para una catástrofe de este tipo; ciudades como Caracas y Mérida, son particularmente sensibles, y sabemos que por lo menos la primera, está viviendo “tiempo extra” geológico, de acuerdo a la misma historia tectónica registrada desde la colonia en nuestro territorio. La mayoría de los conocedores del tema, les digo que son gentes que se han dedicado en su mayoría al trabajo voluntario y no remunerado en cuerpo y alma, casi siempre teniendo que hacer grandes esfuerzos para lograr cursos y equipos adecuados. Por todo el país están regados hombre y mujeres que han sido preparados para atender dichas contingencias, pero a falta de una estructura de mando y control para emergencias, que considere a los verdaderos expertos del tema, solo cabe esperar que la catástrofe se vea magnificada por la presencia de “muchas caciques, y pocos indios”; es decir, muchos mandando, y pocos logrando cumplir con su trabajo y especialización en el sector de rescate con propiedad, debido a las imposiciones que privarán sobre el terreno.

No sé cuándo pasará, ni sé si podremos atenderlo sin ayuda especializada extranjera, que abunda, y lo hace de manera desinteresada por cierto. Lo digo porque tenemos el triste precedente de haber rechazado ayuda internacional (Un buque militar de EEUU que venía con material y personal), durante la tragedia de Vargas, y le pido a Dios que ello no se repita.

No se tampoco cuántos políticos sobrevivirán en Caracas al sucumbir esta ante un terremoto que podría ser horrendo; estadísticamente sabemos que muchos morirán, aunque recuerdo justo ahora un viejo refrán que dice: “Hierba mala nunca muere”. Nunca serán en todo caso, tantos como los inocentes que si lo harán victimas desde hace décadas del “alud” de miseria que hemos dejado crecer y rodar por todo nuestro país.

Solo espero que lo hagan los buenos; los que puedan seguir construyendo algo con sentido en nuestro país.

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