sábado, 15 de mayo de 2010

Si a cada infracción a la ley se le castigara, ¿Cuantos estariamos multados o presos en Venezuela?

Bueno, la pregunta es parte de una sinceración por la cual ineludiblemente ha de pasar la unificación nacional, si decidimos que esta ocurra.
Sabemos que todo este problema -el que subyace en la pregunta formulada-, comienza por el odioso hecho de que a lo interno de la psique colectiva e individual, la constitución y las leyes simplemente no ocupan un lugar superior a nuestros intereses personales, lo cual significa llanamente, que no existe con claridad una conducta ética posible y aplicable, y que la viveza así como el corrosivo trafico de influencias, se erigen como las principales conductas reaccionarias ante la débil aplicación de la justicia, dándole forma al modo de vida predominante.

¿Cuantos niños, ya contaminados con el mal germen de la viveza egoísta, así como jóvenes, adultos y ancianos incapaces de dar ejemplo alguno, tendríamos que hoy por hoy, pagar multa o cárcel por nuestras faltas?
¿Habrá alguien que pueda, como el Jesús del cristianismo, decir quien puede lanzar la primera piedra?
¿Seremos todos actualmente, culpables y convictos de alguna falta que de grano a grano, formen el desierto por el cual andamos?

La viveza no es intrínsecamente mala; lo es cuando ésta, como modo de estar activo, alerta y presto a aprovechar oportunidades, se lanza por los atajos que se ocultan de las leyes y de lo justo.

¿Cuantos funcionarios, administradores políticos, encargados y presidentes de instituciones o de la nación, debieron, o deberían estar presos por la torpeza manifestada durante su gestión?; ¿Hasta donde llega nuestra capacidad de perdonar el derroche y la vagabundería?

Hace un tiempo trataba de hacer una analogía entre los matrimonios que se hartan y terminan divorciandose, y de como nosotros habíamos perdido esa capacidad de divorciarnos de los políticos, sin importar la afrenta. Mas recientemente traté de explicarlo con aquellas relaciones mas bien paternalistas; aquellas que nos hacen sentir protegidos por una figura en particular, mas que por una estructura nacional erigida sobre nuestro propios esfuerzos.
Parece que esto último, es en efecto, como han manifestado muchos psicólogos y sociólogos en el país, la relación que mejor describe nuestra realidad con los políticos en altos cargos elegidos. Eso para mi explicaría también el infinito rio de peticiones de ayuda, apoyo y consuelo, que buscan ahora miles de venezolanos, a través del twitter del ciudadano presidente de Venezuela, vía internet, como otro medio, en apariencia más directo, para llegar a papá; para hacerle saber lo que necesito.

La patética cantidad de necesidades que manifestamos tener, sin que nadie mas que el padre estado pueda resolverlos, hacen de nuestra situación (y la de muchos otros pueblos en el mundo), un ángulo mas para observar nuestra mas alta, desnuda y desasistida carencia: la de una justicia que ofrezca por lo menos dos oportunidades de logros (una para perderla en el proceso de aprender y darnos cuenta de ello, y la otra para usarla con celo y resolución), y la de aprender a reconocer que lo demás, debemos hacerlo nosotros, como hombres y mujeres que llevan en su ser, la esencia de la existencia humana, y de su relación con Dios.
No se trata de hacer de este o de otro, un estado paternalista; no se trata de la ilusión idílica de un un socialismo estatizado o de una democracia mal llevada y enfermiza protegiendo a toda criatura humana como si de la ultima existiendo en el planeta se tratara; es mas bien la de un estado profundamente justo, que escucha y actúa, permitiendo a cada uno aprovechar las oportunidades que por derecho le pertenece, sin que exista la posibilidad de ser arrasado por los atajos ilegales de otros. Como decíamos hace días: Solo quien sea incapaz de prosperar por su cuenta, sera protegido cabalmente. Los demás, deberán trabajar, y aun aquel que no puede, deberá mostrar su valía, mientras la conciencia para ello le sea demostrada. La condición humana no es parásitica; es creativa. Hacia allá deben ir todos los esfuerzos.

¿Ven lo fácil que es hablar de sistemas de gobierno y protección, para sutilmente caer en idealismos que no consideran las necesidades apremiantes del momento?

Este punto es para mi la génesis de los mas variados estados nacionales que vemos en el mundo; desde los que lo controlan todo y no dejan que avance nada, hasta los que controlan solo lo mínimo para evitar que el fracaso humano de algunos, haga algún ruido innecesario que pueda alterar el éxito empresarial o industrial. De los terrible a lo terrible.
La búsqueda del equilibrio, ha tomado siglos, sin visos de llegar.

Volvamos a la pregunta: ¿Cuantos estaríamos multados o presos en Venezuela?
Parece un detalle irrelevante, pero de hecho, dentro del eje sobre el que giran todas nuestras desgracias, esto constituye parte del mismo: No podemos deslastrarnos con humildad de nuestras fallas, sino aceptamos la multa o el presidio que todos, aunque sea en sentido figurado, debemos pagar.

¿Puede alguien que no acepte la multa o la cárcel justa a pagar, decirnos por donde debemos marchar para lograr la nación que deseamos?
¿Aquel que ha ocultado actos injustos, puede erigirse como salvador?
Como el viejo refrán, ¿Si el tuerto es el rey, otro tuerto puede pretender juzgar a quien no ve bien?

No estamos en un laberinto, pero si en una enorme encrucijada, donde los caminos que se cruzan son tan grandes, y el polvo levantado tan espeso, que nos encontramos detenidos, con los ojos llorosos por la arena, esperando a encontrar sentido a lo que vemos, mientras que de varias partes, el sonido estridente de la arenga política nos llama a seguirlos, cual mítico canto de sirenas, donde los perdedores nunca serán los que claman y llaman, sino los que marchan y sufren; es decir: Nosotros.
¿Aceptaremos la multa y la cárcel, o seguiremos prófugos de nuestra propia nación, de nuestra propia realización?.



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