martes, 13 de abril de 2010

¿Qué diferencia hay entre prohibir los juegos violentos, y juramentar las "primeros comandos de las guerrillas comunicacionales"?

Esto es a propósito de la reciente juramentación de dichas organizaciones juveniles.

¿Cual penetra con más intensidad y permanencia en la psique de un joven?

¿Hasta donde llega lo justificable solo si cuenta con un respaldo gubernamental parcializado?

¿Dónde estará escrito el límite inocente de estos comandos?

¿Quién garantiza que no necesitarán luego portar un fúsil y ser la ley en tierra de nadie?

¿Quién tiene la autoridad para afirmar donde comienzan sus errores?

Considerando la definición de guerrilla en la amiga Wikipedia:

“La guerra de guerrillas es una táctica militar de conflictos armados consistente en hostigar al enemigo en su propio terreno con destacamentos irregulares y mediante ataques rápidos y sorpresivos, voladuras de instalaciones, puentes y caminos o secuestros de armas y provisiones. Se utiliza con frecuencia en situaciones de guerra asimétrica que, gracias a su movilidad, a su fácil dispersión en pequeños grupos y a su habilidad para desaparecer entre la población civil, resultan muy difíciles de neutralizar”.

Entonces, si llamarlos “comando guerrilleros” no es malo:

¿No podríamos también llamarles "asesinos" de las malas intenciones políticas?

¿Serviría "matones" de las burguesías apátridas?

¿Quizás "violadores" de la virginidad escuálida?

No es fácil.

Mucho menos superficial.

Algunos pueden decir, -y con razón-, que los juegos violentos solo van alimentando estructuras mentales mas bien violentas de baja tolerancia, suplantando con valores de mercadotecnia de software, valores trascendentales de justicia y convivencia en la sociedad humana.

Otros pueden también afirmar, -igual con razón-, que ponerle a un grupos de muchachos, un nombre estructurado sobre palabras normalmente violentas (comandos, y guerrillas), no busca mas que acercar a estos, -facilitarlo, si quieren verlo así-, a través del pretexto de organizar la contraofensiva mediática, a dar ese catastrófico paso, aparente natural, hacia la lucha armada, cuando el líder lo considere justificable.

Ambos son puntos delicados.

En este último asunto, quiero detenerme un poco, porque me hace pensar.

Es tiempo este de preguntas y respuestas secas, mas bien frías, como el filo de los cuchillos que las barbaries que toleramos, obtienen con el pasar de los años; años con los cuales nos adaptamos, nos acostumbramos a lo que antes era inaceptable...

Sin duda, teniendo claro la necesidad de ir del punto “b” al punto “c”, nos toca mantener una claridad y equilibrio como nuca antes hemos tenido; como quien sostiene varios platos al mismo tiempo que una bandeja con de vasos llenos, si deseamos verdaderamente que los caminos seleccionados para el progreso, sean caminos de justicia, donde los enemigos (aquellos que desean mantener sus privilegios ilegítimos), nunca puedan confundirse entre nuestros representantes del estado (que nunca han tenido un modelo claro venezolano de equilibrio y progreso),

Reconozco que se puede afirmar con total verdad que las tácticas e ideas militares y estratégicas como por ejemplo, las del Gral. Sun Tzu, han sido aplicadas exitosamente en aspectos pacíficos de la humanidad, lo cual para algunos, podría ser suficiente base para no desmeritar la conceptualización de la guerrilla y del comando dada a estas unidades de reacción, por ahora de adolescentes.

Quizás hasta todo esta vanalización de palabras antes “graves” de utilizar, (un poco como ahora algunos escritores y cineastas alemanes hacen con los símbolos nazis, con el fin de quitarles gravedad sobre la sangre histórica que les acompaña), terminen deformando su anterior uso, y por lo menos en este país, no pasen de ser, meros parapetos más anecdóticos que otra cosa.

El tema da para mucho, sin duda.

Recordemos que el riesgo siempre se corre al caminar hacia una situación que sabemos, tiene una posibilidad real de volverse letal, como cuando nos aproximamos a un grupo de gente violenta, con la intención de hablar, pero llevando al mismo tiempo un arma en la mano, blandiéndola frente a ellos por si acaso; el choque mortal puede ser inevitable; los elementos están.

El titulo de esta reflexión mantiene la pregunta viva, y la visión sobre su consecuencia: Digamos “¡bien!” por el control sobre tanta violencia en los medios; digamos “¡mal!” por la creación de opciones para ser violentos.

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