domingo, 11 de octubre de 2009

El sistema de justicia en Venezuela: Desde los expedientes mohosos, quemados, borrados y sin fin, hasta las cárceles inhumanas.

Hablaba de esto hace poco, cuando mencionábamos las cosas que mas vergüenza nos pueden dar.

La justicia en nuestro país, tiene un problema similar al de la educación, y ya sabemos que se debe exactamente al mismo defecto medular.

La tradicional imagen que representa a la justicia, es decir, la balanza, es buena para analizar nuestra situación actual:

el poder ejecutivo, junto con los otros poderes, deben estar junto al sistema judicial, en la base desde donde cuelgan esos platos; si se sube a uno de ellos, como ahora, junto a sus simpatizantes, mientras otro montón se cuelgan del pedestal que los sostiene y los mas persistentes en el oposicionismo se montan en la plato opuesto, aquello que debía ser superior a nosotros mismo como pueblo, se convierte en mero sube y baja de jardín, solo que viejo y oxidado, con filosos bordes cortantes, obviamente, no por el uso adecuado de aquella balanza de justicia, sino por la corrosión de tanto escupitajo lanzado en el…

El resultado: la mas abyecta impunidad y desprecio ante lo que es básico en nuestra constitución: la vida y la prosperidad de los venezolanos.

Nuestras cárceles se han convertido en copias tétricas de aquellos escenarios de las películas estadounidenses baratas de ciencia ficción, donde ciudades enteras amuralladas se convertían en prisiones de donde no se podía salir, y en la que la ley del más poderoso, carnicero y despiadado, dominaba. Matar a quien deba ir a un penal pareciera castigo más “humano” que enviarlos a esas antesalas de los infiernos mas dantescos que se describieran alguna vez en la literatura universal o religiosa; sólo las guerras pueden ser más desesperanzadoras y crueles que nuestras cárceles.

Seguramente pensarán que más de uno se merece ese castigo, y seguro que es así; sin embargo, no olvidemos que nadie puede estar mas de 30 años en prisión, y a su salida, mas tarde o mas temprano, finalmente, el malo que entró, termina siendo un monstruo mucho peor cuando sale, siendo así su muerte violenta en las calles de nuestros alrededores, su único final posible...

Algunos dañados nunca se curan, y terminan muertos o presos nuevamente, pero la mayoría si puede reintegrarse en la sociedad, y ser personas rectificadas, cuyos lecciones aprenden a llevar.

No les voy a hablar de otras cárceles del mundo, ni incluso de los muchos libros valiosos que se han escrito en nuestro país sobre el tema, que igual son ignorados, porque en verdad no es necesario hacerlo; eso es parte de nuestro problema: nos fascina distraernos de nuestra propia realidad viendo la de los demás.

¿De dónde sale aquel funcionario que no es capaz de hacer cumplir lo que como ley esta escrito?

¿De dónde sale tanto humano que va a parar a esos infiernitos?

¿De dónde sale tanta facilidad en nosotros para convivir y tolerar esa realidad?

¿Acaso hay que ir mas lejos de donde nuestra mirada alcanza para explicar esto?; claro que no. Nuestros núcleos familiares o pseudo familiares si es que existen, y lo que los ha modelado y/o conformado y/o mutilado, son la causa centro primera de todo esto. En aquellos factores que han permitido las malas formaciones, como si de inocentes criaturas expuestas a agentes mutagénicos se tratara durante su formación gestacional, esta justamente nuestra ya mencionada falla.

La desvalorización, -y esto se los dejo como tarea para investigar-, es el nombre de nuestro mas temido demonio.

Recuerden que como la mesa familiar, son cuatro los pilares que la deben sustentar; no debemos ir mas allá de esto para encontrar el punto desde donde iniciar nuestro camino de recuperación, de justicia, de Dios.

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