viernes, 26 de julio de 2024

Una reflexión final antes del nuevo capítulo de la feria (*) electoral.

(*): “Feria”, porque pese a todas las elecciones, seguimos sin tener en nuestras manos el futuro del país.

 

Mientras el día de las elecciones controladas por el régimen llega, las piezas siguen acomodándose para darle la vuelta quizás a la “moneda” electoral, sin que ello signifique un verdadero cambio en el valor de ese instrumento social.

 

Veamos:

I: El problema de la falta de opciones para volver a ser una nación mediante el ejercicio de la soberanía con pragmatismo y visión geopolítica.

Estemos claros que María Corina Machado (“MCM” en lo sucesivo) se ha quedado enfrentando todo y a su entender y capacidad, donde los demás huyeron, se acomodaron o se afiliaron directamente a las formaciones políticas o militares del chavismo-madurísmo; eso le da un merito que no puedo ni deseo quitarle. Ahora bien, la pregunta es la misma que con Chávez en su momento: pareciendo ellos la solución a ciertos problemas nacionales, en el caso de MCM, ¿quién la controla y le pone la cadena corta si resulta en una intención de cambio de rumbo excesivamente acorde a los intereses de otros agentes foráneos?

Estamos en esta situación: o no está nadie agarrando de raíz los problemas, -atendiendo sus orígenes-, o alguien está callando a propósito las medidas radicales que hay que tomar y que tomará (y por supuesto, no me refiero a Maduro, pues éste es tan inútil como Guaidó a la hora de cambiar algo para evitar prolongarlo).

¿Nos jugamos el futuro en esa apuesta que no controlamos con el comportamiento que nos ha caracterizado hasta ahora, eligiendo y “esperando” a que hagan lo que la mayoría ni siquiera sabe que hay que atender y hacer?

Sin dudas que con un supuesto triunfo del candidato de oposición, algunas cosas cambiarían, pero: ¿lo harían en la dirección correcta?; ¿vamos hacia una construcción soberanista clara, o solo hacía la sucursal territorial mansa y genuflexa que desean otros países que nos miran con desprecio?

 

(Insisto: olvídenlo; ningún país nos quiere fuertes y soberanos; NINGUNO).

 

No me señalen de ser negativo; sólo procuro ser realista y arriesgarme a vuestro odio por atreverme a verificar que ustedes están pensando por sí mismos, porque observo que la brecha entre lo que debe ser, y lo que creemos que debe ser, solo se ha ensanchado, en nuestra contra por ahora, por supuesto...

 

II: El barco escora hacia la derecha con la actual oposición venezolana, como si el universo se tratara solo de izquierdas y derechas; nada de equilibrio en el horizonte.

Mientras el Sr. Edmundo afirma que estamos en proceso de retomar “el rumbo correcto en nuestra democracia” (sugiriendo con ello que nunca hemos estado fuera de ella y por tanto, justificando en esa misma medida al “democrático” régimen de Chávez y de Maduro), MCM afirma sin rubor que mudará la embajada venezolana en Israel a Jerusalén de ganar las elecciones, en abierta contradicción con la ONU, pero en alineamiento perfecto con Israel y EEUU; ¿Medida táctica conveniente para contar con los servicios secretos israelíes a su favor en este proceso eleccionario que puede tornarse violento, o franca sumisión a los mandatos de unos protagonistas mundiales, como ha hecho Javier Milei en Argentina?

El problema de fanatizarse (parcializarse) en una u otra dirección política, es que se tiende a despreciar todo lo que haya hecho el “oponente” (falla grave en una nación donde todos deberían estar “empujando” en la misma dirección), aun si fuera política o estratégicamente correcto (aunque mal llevado).

Recuerden: No somos soberanos en la medida en que nos doblegamos a las tesis estratégicas estadounidenses o de cualquier otro país, aunque como estamos geográficamente y hasta socialmente bajo la influencia geopolítica de los Estados Unidos de NA, eso nos ha puesto una venda a todos en los ojos, como sociedad.

III: ¿Y si Nicolás Maduro retorciese y negase el resultado electoral?

Por último, lo más perturbador por el miedo que infringe en la masas: ¿Y si el actual líder del régimen, -ilegalmente encumbrado como presidente desde el mimo inicio tras la muerte de Chávez-, cumple sus bravuconadas y suelta a los perros de la violencia y la ignorancia a masacrar a la gente?; ¿es posible esto?

Sin duda que para el caso de un déspota y una hipotética leal cúpula de mando militar, ello sería la oportunidad perfecta para sacar del juego a todo adversario u opositor, y lograr así la fundación definitiva y abierta de un régimen mafioso bajo fachada socialista y de falsa bandera soberanista.

El asunto aquí lo definen solo dos elementos: 1.- La decisión de la cúpula militar venezolana tras el acto electoral, en una dirección u otra, y/o 2.- La determinación social a sacrificar lo que sea con tal de darle termino a la etapa “5ta republicana” / chavista-madurista.

La manera fácil es la “1”, que sólo exige sumisión al que venga al poder; la manera cruenta es la “2”, que requiere de determinación y de una claridad que está por verse que poseamos;

La primera manera no depende de nosotros; la segunda sí;

La segunda nos exige esfuerzo y vigilancia tras el acto de levantamiento y actuación; la primera nos requiere solo de hablar en voz baja y ver si nos llevan al país que deseamos (suponiendo –insisto-, que lo tengamos claro en el imaginario colectivo).

 

Si toda la feria electoral se reduce a una simple aunque tensa elección presidencial, con breve crisis y cambio de régimen, habremos podido ganar un respiro, pero no la respiración completa, porque en ese instante, -aunque hayamos cambiado de dirección política-, también habremos ratificado -si no levantamos la voz de la autocritica decidida a cambiar las cosas-, que estos pasados 25 años de “revolución”, fueron totalmente “democráticas”, y ese será el primer paso para de facto estar corriendo nuestra propia “arruga social” del reconocimiento de los errores que cometimos, y por tanto estaremos ante el triunfo temporal del conformismo, que eventualmente podrá escribir nuestro epitafio en caso de que no rectifiquemos: “No supieron ser libres y mantenerse así”.

 

Decidamos y luchemos. No hay otra manera digna. Los tiempos del temor al ejercicio de la violencia en aras de la libertad deben quedar atrás. No hay otra manera para que los bandos nos tengan miedo, por nuestra resolución apasionada a ejercer la justicia entre nosotros.

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