viernes, 4 de septiembre de 2015

La frontera Venezolana y otros signos del fin inútil que se acerca.

 “No hay rio manso que no se vuelva violento, cuando sus agua son represadas en lo que parecieran inmensos e infinitos diques de injusticia e inmoralidad, solo para ser liberadas repentinamente por el colapso de aquello que no puede existir al mismo tiempo que la noción de una republica”.
Las aguas de una sociedad amargada y maltratada, no pueden ser represadas para siempre.

Solo son palabras mías; solo son reflexiones en medio de este flotar en “la nada” nacional que no quiere dejar de ser, que pareciera no quererle dar paso a otra cosa, quizás más productiva, quizás más constructiva; solo “la nada” a cambio de tanto sufrir silencioso y no planificado ni voluntario como si de un sacrificio se tratara, ofrecido al altar de la inutilidad.
No hay manera, pasado los años que han transcurrido en Venezuela desde el golpe de 1992, la llegada al poder de Chávez y su casi institucionalizado “…si lo que necesito para vivir no lo puedo comprar, me lo apropio”; o del arribo de Maduro, para finalmente detenernos en el “…dejar hacer” del torpe oposicionismo nacional que por más de 20 años de inútiles peroratas de brabucón frente al espejo, el considerar ahora al asunto de la frontera, más allá de un vulgar “fronterazo”, al más triste estilo del “Dakazo”, ocurrido previo a las elecciones municipales pasadas en el país.
Es que si observan con no demasiado detenimiento, verán que no hay medida gubernamental que como escupitajo de cara al viento, no se les devuelva y embarre.
No obstante toda esta realidad, y pese a que este cuasi “ataque epiléptico gubernamental de frontera”, sin medida política/económica/social alguna que lo preceda y lo suceda, se ha dado además sin que se detecte, aprenda y enjuicie en el tiempo transcurrido a los cabecillas de todo el aparataje contrabandista de este lado de nuestra frontera, el gran problema, -tan enorme que casi no se le logra diferenciar del entorno que nos rodea-, sigue imperturbable en tanto consiguen las mayorías, explicación suficientemente “racional” en el conjunto de argumentos externos que oposición y gobierno defienden:
Culpa de Colombia (los inmigrantes, el contrabando y el abandono fronterizo);
Culpa del Imperio (la guerra económica),
Culpa de Gran Bretaña (lo del Esequibo),
Culpa de los “bachaqueros” (la escases de alimentos),
Culpa del gobierno (según la oposición), y
Culpa de la oposición (según el gobierno).
En resumen, seguimos ante el enorme “barco” donde la mitad de la gente rema en un sentido, mientras la otra mitad lo hace en la dirección contraria, garantizando así la futilidad de tanto esfuerzo que no lleva finalmente a ninguna parte.

Mientras todo esto ocurre como prueba de nuestra incapacidad para realizar una introspección colectiva, nos negamos a darnos en los dientes con la piedra de la verdad:
Los inmigrantes los dejamos entrar nosotros;
La inflación y toda política económica, la ha manejado el mismo gobierno desde hace 17 años;
La frontera no han podido/sabido defenderla los militares, debido a la intromisión de la política por encima de los mandatos que la constitución expresa.
Los bachaqueros existen, porque no hay ley, orden, economía estable y precios razonables defendidos por políticas realistas;
Gran Bretaña y el Imperio hacen lo que pueden para defender sus intereses, mientras nosotros (gobierno, oposición y todos los demás), no hacen nada por defender desde hace décadas, lo nuestro.

Esta queridos compatriotas, es la verdad:
TODAS NUESTRAS DESGRACIAS COMIENZAN Y TERMINAN EN NOSOTROS MISMOS.
TODA NUESTRA ESPERANZA, PASA POR LO QUE PENSEMOS Y DECIDAMOS HACER.

Aunque Colombia tenga gran responsabilidad en como ha hecho las cosas para que millones de sus ciudadanos no lo piensen mucho y se vayan de su país y busquen algo mejor o menos complicado de alcanzar en otra nación, no es excusa para que nosotros aquí le demos cobijo sin exigir nada a cambio a tanta gente; aunque la pregunta suene xenófoba –que no lo es, pues la autodeterminación de los pueblos es un derecho universal, que no tiene por qué violentar el derecho a la acogida de refugiados-, hay que hacerla: ¿Si hubiéramos mantenido control de nuestras fronteras desde hace muchos años, y 5 millones de personas menos vivieran en el país, como estaríamos?

Desde la firma del protocolo de Puerto España, -ese que congeló virtualmente el reclamo sobre el Esequibo-, hubiera sido aprovechado el tiempo para construir un sólido caso de reclamo territorial, con incorporación real de la tierra y la población a un plan de desarrollo, ¿No podríamos estar ahora ante una situación similar a la de Crimea, ahora anexada por autodeterminación de su pueblo, a Rusia?

La conveniencia es madre de los peores pecados, y amamantadora de las mayores mentiras.

El fuerte, intimo e innegable compromiso de las FANB, con el actual y dañino “statu quo” dominante en la sociedad venezolana y en todas nuestras fronteras, es ejemplo de lo que es y no tenía necesidad de existir. Ahora todo pareciera ser inexplicable, como si la respuesta a la pregunta de por qué llegamos a este estado de las cosas, sobrepasara nuestra credulidad.

Sirva a nuestra condición de parálisis, el viaje alegre y lleno de colados con dólares CADIVI garantizados que el adjudicado presidente Nicolás Maduro se llevó en su nuevo viaje por Asia, en la insaciable búsqueda de más dinero divorciado de cualquier plan estratégico realista y soberanamente apoyado por las mayorías.
Ver a una familia completa viendo una película pornográfica de sexo duro en la sala de su casa, sería tan escandaloso como lo que atraviesa el país en la actualidad, y sin embargo, nada pasa.
No hay moral ni ética capaz de accionar un cambio en el presente. ¿Por qué?

¿Cuánta miseria habrá que pasar para que las cosas cambien?

¿Tan bien funciona la sarta de mentiras que intercambian los gobiernos de Colombia y Venezuela, para distraer exitosamente a la sociedad venezolana-colombiana? (y lo digo por los 5 millones de ellos que habitan con nosotros).

Yo estoy dispuesto a sacrificar mi paz y mi solvencia económica en Venezuela, y hasta la de mi familia ante los cambios que se requieren, solo si me garantizan que los mal nacidos que se han robado el dinero público, serán señalados, perseguidos, detenidos y enjuiciados, quitándoles todo lo que se ha cogido y castigados de acuerdo a la constitución y las leyes.

¿Es que acaso hay otra manera de retomar la confianza en las instituciones?; ¿No es acaso ese el principio de una rectificación profunda que suponga frente a todos, el fin de la inequidad, y el comienzo de los justo?

¿Qué van a argumentar para decirme que no tengo derecho a exigir esto?
¿Por qué ustedes se conformarían con menos?

¿Por qué el país está así, y nada republicano ocurre?

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