viernes, 22 de mayo de 2015

La Venezuela inoperante

Es duro decirlo, pero ha que hacerlo porque soy un convencido de que las cosas hay que primero admitirlas, para ver si luego, -cuando nos encontramos desnudos frente a la verdad-, decidimos actuar o no. Por esa razón es que en nuestro querido país, las cosas hay que decirlas descarnadamente, y solo como un primer paso para luego comenzar la batalla que defina si vamos como sociedad a hacer lo que se debe hacer, o no.

No quiero darle muchas vueltas previas al asunto; necesito llegar directamente; el tiempo se ha acabado: En Venezuela los dólares abundan.

No me refiero con esto a que por la frontera el dólar negro se cuele sin control alguno; -ello es cierto, pero no es el punto-: El asunto estriba en que el problema no es si hay pocos dólares (que no es cierto tampoco porque en realidad entran miles de millones al año por concepto de regalías petroleras), sino en la forma en que el gobierno los gasta, no solo sin medir consecuencia a largo plazo, sino que incluso, no bastándole lo que entra, acepta prestamos extranjeros de naciones que abiertamente buscan colar sus intereses y permear nuestra soberanía.

Esa es la realidad aplastante y ahora asfixiante, que incluso los políticos de oposición en Venezuela no admiten o no saben ver, no se si por conveniencia o incapacidad mental.

Insisto: El problema no es el ingreso de dólares al país, sino la forma en que lo gastamos.

Si entra un dólar, gastamos dos.

Y dejemos en claro, que he escrito que la culpa es de nosotros, porque entendamos, que al gobierno inútil y constitucionalmente corrupto que tenemos, o bien lo pusimos mediante elecciones que sabíamos estaban posiblemente amañadas o no daban garantía de no estarlo, o bien porque hemos tolerado que se mantenga en el poder, en las condiciones y características con que lo hace. Por esa razón, la culpa de es de todos.

¿Acaso aquel que tiene tarjeta de crédito, no ha comprado alimentos para su familia con ella, solo para darse cuenta luego de que por muchos planes de pago que hizo en su mente para justificar tal crédito, finalmente se encontró con que ahora debe parte de su salario a futuro para poder honrar la deuda que adquirió?;

¿No está así el país, por cuenta de los políticos que en su golosidad por recursos que contenten a las masas con el respectivo bozal de arepas, han endeudado a Venezuela hasta niveles ridículamente altos, -algo inapropiado y sin sentido para un país petrolero- que bien podría tener reservas internacionales impresionantemente altas?

El país necesita oxigeno, pero en su desvarío, no se da cuenta del peligro que corre, parado al borde del precipicio en aquella montaña muy alta, a donde la arrogancia y el derroche nos han llevado sin darnos cuenta.

El necesario oxigeno comienza por la renuncia de todo el gabinete del presente gobierno; la renuncia de la fiscal, de la presidente del tribunal, de la presidente del CNE, del presidente de la asamblea, del contralor, del defensor del pueblo y del mismísimo presidente adjudicado de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro.

Sr. Nicolás Maduro: usted debe, por razones éticas y constitucionales, renunciar a su cargo de inmediato. La ley le permite hacerlo. No deje que el egoísmo y la mediocridad que ha demostrado durante su mandato, de acuerdo a lo que yo como ciudadano de a pie percibo en carne propia, le impida a hacerlo. Lo convido a que sea hombre de ley y constitución, y ante la debacle nacional, usted renuncie este mismo día.

No alegue a su favor nada; que no sea la voz de los conservadores del statu quo la que le susurre al oído que no lo haga, porque el país se supuestamente caería a pedazos. La Republica Bolivariana de Venezuela no se desmembrará, aunque estamos claro en que si sufrirá, pero solo lo necesario para asimilar lo que con ligereza su propia sociedad  ignoró durante todos estos años. 

Ya no hay mas alternativa que aceptar los errores de bando y bando; no queda otra que enfrentar la verdad y asignarle tanto culpa como aciertos a cada gobierno que ha pasado, pero solo porque el que vendrá, por consenso nacional, deberá estar por encima de aquellas malas decisiones que hasta el sol de hoy, han desangrado y atomizado al país y su colectivo social.

No es necesario esperar a que el barril de petróleo vuelva a volar por encima de los cien dólares. Es ahora cuando se puede comenzar a enmendar el rumbo, y todo ello pasa por la renuncia de las cabezas visibles del gobierno. Inmediatamente después, deberá el imperio de nuestra republicana justicia social y jurídica levantarse de entre los muertos, e impartir lo justo sobre cada corrupto, homicida y ladrón en este suelo. Es eso, o morir en el intento.

No hay otra manera de llegarle a los responsables invisibilizados ante la sociedad, por la cantidad de dinero que poseen y manejan; no hay otra forma de hacer que la esperanza vuelva al corazón de la gente, si no es pasando por la aplicación de la justicia. Que sea la pasión de Bolívar por la verdad, nuestra herramienta de construcción, o nuestra espada de autodestrucción. Lo que sea, será mejor que este vivir entre el hedor de una nación que como animal con gusanera en el lomo, anda sin rumbo fijo con la cabeza baja y la mirada perdida en su propia resignación a lo supuestamente inevitable.

Comencemos por admitir que no es que no tengamos dinero, sino que no podemos seguir gastando más de lo que tenemos por un simple mezquino interés político. El gobierno no asigna dólares para la venta, independientemente del proceso productivo que sea al que fuera dirigido, sencillamente porque los que ingresan al país, los está gastando todos en aquello que reditúe dividendos políticos de cara a mantenerse en el poder, sin importar lo ineficiente del proceso a través del cual se pueda estar invirtiendo los petrodólares.

Maduro es solo el coletazo de la negligencia administrativa instaurada en la cuarta republica, y exacerbada en el gobierno de Hugo Chávez.

Recuerden: Es tal el gasto público y el dinero inorgánico que se está manejando, que las enormes cantidades de dólares que ingresan, parecieran no ser suficientes, pero en realidad no estamos ante una “sequía” de éstos, sino ante un monumental derroche de recursos en nombre supuestamente del pueblo y el socialismo, cuando en realidad no se ha hecho más que enriquecer a no pocos venezolanos y extranjeros con los miles de millones de dólares que se han perdido en una infinita madeja de corrupción, interés y tráficos de influencias que han permeado todo lo que podía corromperse. Solo el niño de pecho, no es corrupto en este país.

Asumamos las consecuencias de nuestros actos, y señalemos ya sin la reserva que el interés personal no has dominado en el pasado, a los culpables que deben ser removidos de sus funciones y enjuiciados en actos transparentes de justicia republicana.

Nosotros, todos, debemos renunciar a la arrogancia y el orgullo, mientras que Maduro y su séquito de parásitos negligentes que lo secundan en todo error que comete, deben renunciar y quedarse en el país a sumir sus propias consecuencias.

Recuerden: El problema no son los dólares (que aún hay demasiados); el problema es la grosera y rápida manera en la que los gastamos en misiones no fiscalizadas y en burocracia no controlada, en medio de un control de cambio que dejó en pañales a cualquier experiencia pasada y a cualquier corrupto conocido anteriormente.


Pero lo más importante: Maduro debe renunciar.

...Obviamente, no todo termina allí; Carlos Andrés Pérez en su momento "renunció" y no por ello el barco giró 180 grados.

La gran pregunta inmediata es: ¿Qué viene luego de la renuncia de Nicolás Maduro?
Cualquier estrategia sensata pasa por prepararse para darle respuesta efectiva a este importante punto, a fin de evitar que los carroñeros de oficio, tomen el control de la situación.

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