sábado, 12 de julio de 2014

Cuando la sequía no solo es política: La crisis del agua en Venezuela.

Silenciosamente, como quien está acostumbrado a galopar la vida de crisis en crisis, los que habitan en Venezuela asumen con aparente calma la necrosis política y económica que vivimos, casi como quien se entretiene y olvida de su terrible afección viendo durante un mes, el mundial de futbol, para no sentirse aturdido por lo que ocurre.

Mientras la gente insiste en achacarle todas las culpas a Maduro, -como si Chávez y el combo de figurines que lo rodearon e hicieron gobierno con él no hubiera tenido que ver absolutamente nada con esto-, y en tanto la oposición desfigurada y diluida en sus propios intereses desaparece poco a poco del mapa político, mezclada con la igualmente  cada vez mas atomizada facción oficialista, -carente del liderazgo autocrático y hegemónico que los adhería-, sucumbiendo ante los grupos de poder que antes se escondían tras la sombra complaciente del hoy presidente fallecido, los grandes problemas siguen efectivamente activos y purulentos, como la más peligrosa de las infecciones, producto del veneno que voluntariamente hemos permitido nacer en nuestro cuerpo nacional.

La sequía (hídrica) que ahora se convierte de a poco en titular de prensa, y que amenaza con dejar regiones del país sumidas en el caos de una crisis no vivida antes, es buen escenario para evaluar las terribles carencias que en términos de capacidad de previsión, organización y compromiso, tenemos como sociedad.

Zonas como Falcón o Miranda, pero particularmente ciudades con mayor debilidad para soportar este impacto natural, -por la densidad demográfica en urbes como Maracaibo-, están a solo semanas de quedarse sin agua en sus embalses, y ante esto, las preguntas surgen una tras otra:

¿No era previsible que esto ocurriera?
¿Por qué la hidrológica zuliana hace esto del dominio público cuando faltaban menos de cuatro meses para llegar al final?
¿Si era previsible, por qué no se tomaron medidas oportunas con años de antelación?
¿Si sabemos que las ciudades crecen (y lo hacen caóticamente en nuestro país), por qué no se corrige esta situación a sabiendas de las terribles consecuencias que conllevarían estas omisiones?
¿Si se conoce con claridad desde hace más de una década los fenómenos del niño y la niña en nuestro país, por qué nada se planificó en este sentido?
¿Si existe una legislación clara que establece responsabilidades y penas para el derroche y uso ilegal del agua, por qué todo sigue igual en términos de impunidad y robo del liquido como si fuera un derecho adquirido junto con el terreno que se invade o que se adquiere de manera irregular contraviniendo toda disposición legal municipal o regional?

El origen de una sequía como la actual, que puede llevarse por delante la disponibilidad de agua potable para muchas poblaciones, al igual que la capacidad de generación hidroeléctrica nacional, no puede ser buscada en la naturaleza, en un país donde las estadísticas climatológicas llevan registros superiores a 100 años y con ellas, la capacidad de predicción que teníamos a disposición de manera permanente; tampoco puede buscarse la explicación de la mano de la falta de legislación, pues sabemos que pese a existir leyes para todo en Venezuela, ello no ha sido en modo alguno garantía de un sistema de gobierno y de una población dispuesta a hacerla cumplir, sometiéndose con ello a un valor o ideal superior al conjunto de las individualidades.

El problema del agua está en nuestra incapacidad (más que en un fracaso, dado que no hemos hecho ningún intento serio y a gran escala para construir algo que lo solucione), para predecir las necesidades hídricas de nuestros centros de población, y planificar consecuentemente, lo cual pudiera manifestarse precisamente en forma de grandes obras hidrológicas, unidas a un eficiente sistema de distribución y cobro equilibrado.

Lo que podemos ver al día de hoy, -con una ciudad como Maracaibo-, es que de quedarse sin agua, seguramente tendría que ser militarizada  y posiblemente sometida a la suspensión de garantías constitucionales para poder controlar el caos que se podría generar: Paralización industrial y comercial; secuestro y robo de camiones cisternas; peleas entre vecinos por la posesión del agua; cierre clandestino de llaves para controlar el paso de agua a sectores desposeídos; incapacidad a nivel de gobiernos municipales y regionales para encarar una situación semejante en términos de planes, infraestructura y material logístico de emergencia (incluyendo plantas potabilizadoras).
Todo esto nos pondrían ante un escenario poco explorado y analizado en Venezuela, que en todo caso generaría desgracias innecesarias y quizás un peso enorme en la conciencia de los dirigentes, al saberse corresponsables de una situación que podría haberse previsto y solucionado.

Claro, si es que tal conciencia, existe…

Quizás el gran Dios vea que una ciudad como Maracaibo, -en los términos de quienes habitan en ella-, no está preparada aún para cruzar ese “desierto” de prueba a su conciencia, (lo que exigiría una disciplina social inexistente), y veamos que en un acto de perdón para ellos, que el Divino haga llover a cántaros en los embalses y ofrezca una oportunidad más para comprender y corregir el camino de debacle y muerte que les depara a los que habitan en Venezuela, frente a una ausencia de compromiso nacional, y cuyas consecuencias permiten que como necrosis, la crisis persista dejando solo muerte tras de sí.

En medio de nuestra “sequía” política, no dejen de ver la realidad tras los “polvorines” que los “cerdos” revolcándose en el suelo reseco, (oposicionismo y oficialismo autocrático), levantan: Maduro y los protagonistas de los círculos de poder que le rodean, son todos los niños mal criados y abandonados antes de tiempo por un padre que nunca les exigió honestidad, muriendo sin darle castigo alguno a los ahora adolescentes que dejó, (15 años de dictadura revolucionaria), y en quienes finalmente recayó el poder político y económico amasado durante ese periodo (más no la responsabilidad venida con este), para finalmente armar el cuadro socio político en el cual padecemos juntos y como bolsas todos (culpables e inocentes del pueblo llano), las consecuencias de nuestras decisiones y omisiones políticas y constitucionales.

La dictadura revolucionaria continuará, porque es la dictadura de las masas sin compromiso constitucional.

La situación continuará agravándose, hasta tanto nos despertemos y dejemos de pisar el cadáver de la institucionalidad hace tiempo fallecida en el país.

Mientras, habrá que esperar a ver si la sequía hídrica solo será un susto nunca materializado para comunidades urbanas como Maracaibo, o si se le dará nombre a un destino ineludible para una espantosa situación de sed y desorden humano sobre la que no hay nada ya que hacer para evitarla o tratarla en lo inmediato.


Como siempre, no habrá culpables, ni justicia sobre ellos; solo excusas, explicaciones que culparán al clima, al imperialismo y a la oligarquía escondida entre gobierno y oposición, pero jamás a quienes desde hace 15 años, han tenido el poder absoluto en Venezuela.

No hay comentarios: