sábado, 16 de mayo de 2020

Sobre políticos y políticas en la Venezuela 2020.

La destrucción de lo que conocemos como Venezuela, no es un acto que esté de manera inminente por ocurrir; de hecho, en realidad ya ocurrió, pero como pasa con las cosas cuando las vemos en la escala de lo Nacional, los acontecimientos ocurren frente a nuestros ojos como en “cámara ultra lenta”, de manera que con todos nosotros inmersos en ella, pocos perciben que nos encontramos en el aire, siendo proyectados entre escombros, metralla y llamas, a medida que los gases de la explosión se expanden y destruyen.
En esa realidad que difícilmente se ve, ya Maduro no gobierna, ni Guaidó cogobierna, porque todos estamos inmersos en la poderosa dinámica de la explosión ocurrida.
Ya no hay retorno.

I
Sobre políticos.
El tema de la recuperación socioeconómica de Venezuela no podríamos desarrollarlo con la profundidad requerida, si no comprendemos primero el alcance del trabajo que ello implica y si no se entende antes de ello que la clase política existente mayormente en el país mostrará fuerte resistencia frente a cualquier idea que amenace con no entrar por el aro que ellos mismos sostienen frente a nosotros.
Ustedes saben que lo digo porque será un trabajo cuyo alcance incluso hoy se mantiene fuera de la comprensión de muchos entre nosotros (como la explosión), toda vez que existen sectores que aún hoy siguen resueltos a permanecer políticamente fieles a lo único que les dio sentido social en sus vidas (*), -independientemente de su condición económica-, y ello como consecuencia directa del agobiante vacio conceptual y moral que políticos de toda índole permitieron nacer y desarrollar en el país al clientelizarlo y hacer de la coima, la moneda más aceptada en circulación.
 (*): La “revolución” que consiguió cabeza oportuna en Hugo Chávez, por ejemplo, o la sumisión de miembros de un “partido político” cualquiera frente a la estructura rígida de mando.

Tal ha sido el vacío conceptual, moral y emocional existente, que se nos ha hecho difícil el entender que los políticos  que sobrevivieron al periodo entre los años ochentas y noventas, han estado operando en todo este tiempo  como incompetentes sistémicos, reacios a ejecutar cualquier cambio en el paradigma construido en los lujuriosos años del dilatado periodo “cuarto y quinto republicano”.
Esa dificultad para comprender nosotros lo que ocurre, también nos nubla la vista frente al hecho de que ese mismo stablishment  había alentando el nacimiento de nuevas “camadas” de políticos que como en palabras del vicealmirante (ret) venezolano Carratú Molina, han resultado ser “jóvenes que nacieron viejos” en lo político, refiriéndose a que aún cuando fueron engendrados en medio de una crisis social sin parangón que ofrecía la apertura a nuevas concepciones, fue voluntariamente que se dejaron abrazar más bien por lo más rancio de la vieja política venezolana y sus modos de operación, adosándose con ello al modelo de “dar servicio al poderoso, en vez de poner el poder al servicio del ciudadano”.
Por estas cosas es que les digo:
Necesitamos de consciencia ciudadana, y no de imposición al ciudadano;
Necesitamos reconocer las señas de los que vienen con intenciones ocultas tras rimbombantes proyectos de “sociedad civil”, sólo para mostrar luego que la intención es la de decirnos qué es lo que debemos hacer;
Necesitamos que el anhelo por la ley venga del corazón y sea practicada con la razón, por una mayoría nacida del consenso, y no del aplanamiento por una minoría;

Olvidémonos de formar a la sociedad para que sea toda “feliz y prospera”; la inteligencia no fue repartida por igual, como tampoco la imbecilidad. Más bien concentrémonos en crear una sociedad que ofrezca las mismas oportunidades a todos, aunque no todos las aprovechen, y hecho eso, procuremos un equilibrio que nos permita movernos juntos en una sola dirección de prosperidad general.
Necesitamos una sociedad que  dirija sus esfuerzos también a que las armas sean usadas para corregir las injusticias (manifestadas estas a través del delito y los ataques a la Soberanía Nacional) y no para imponer dogmas a la fuerza, pues mientras que la primera se logra en una sociedad democrática, la segunda solo se alcanza en sociedades secuestradas, vulnerable a las leyes no de la mayorías, sino de los que detentaran en el poder.
La necesaria habilidad para escuchar, reflexionar y armar un concepto superior entre muchos de nosotros -que no entre todos-, nos resulta difícil de practicar en la actualidad, solo porque seguimos sometidos a los viejos programas conductuales de la política del siglo pasado, y que en la forma de sus políticos menos talentosos para servir, -pero si muy hábiles para delinquir-, insisten aún hoy, por acción o por omisión, en actuar como si fueran “sanguijuelas chupa voluntades”, debilitando con ello nuestra capacidad de generar una ruptura con esa minusvalía política que hemos insistido en asumir artificialmente y en exhibir.
Esa “minusvalía” nos ha privado de conseguir entre nosotros a hombres y mujeres probos que sean administradores y no burócratas; servidores, y no ladrones.
Esa misma “minusvalía” nos ha impedido entender que las diferencias son naturales entre los humanos, pero que aprovecharse de ellas no lo es, pues obedecería nada más a la ambición de tener más poder que los demás, aún cuando sea a expensas de estos.
Insisto en que no se trata todo esto que hablamos  de un “aplanarnos” bajo un solo dogma dictado por alguien más, como si de otra forma extrema amenazante de “socialismo” o “derechismo” que se nos quiere vender convenientemente disfrazado bajo las voces cautivantes de una supuesta “era de justicia” por venir.  Definitivamente no es eso lo que queremos.
Hablamos de lograr compartir un ideal sano, justo y libre, a través del cual podamos construir y compartir de forma natural, una noción lo más clara posible de lo necesario que es el ejercicio del ordenamiento legal que resolvamos tener, y el sometimiento voluntario y sensato a una sola idea: la de que nuestros derechos terminan donde comienzan los de los demás.
En otras palabras: hablamos de un equilibrio entre derechos y deberes capaz de ser mantenido porque ambos valores nazcan del consenso alrededor de valores humanos fundamentales: esos que van desde el derecho a decir lo que se quiera (con responsabilidad), hasta el de tener una idea, poder materializarla y si es dentro de la ley (esa misma que me permite comprender cómo no abusar de los derechos de los demás),  hacerme millonario y disfrutarlo sin temor, porque lo haría sin abuso.
Hablar de valores humanos es referirnos a ideales elementales del individuo, que por su ejercicio nos hacen asertivos y gregarios: La búsqueda de la verdad y el ejercicio de la rectitud para prosperar, y todo ello porque se percibe al amor como la esencia de todo lo que genera invariablemente paz, al alejarnos del egoísmo, el conflicto y la violencia.
Cuando comencemos a vernos como individuos con derechos y deberes genuinos y dignos, cuando veamos que la familia es un ideal hermoso sin importar cómo esté compuesta, y que la sociedad puede ser una gran alianza por la extensión natural de esos mismos valores humanos para entonces  arroparnos y cuidarnos como nación, la necesidad de sometimientos a dogmas, minusvalías o a la idea de un “gran hermano” desaparecerían, liberando nuestra energía entonces para construir en armonía con nosotros mismos y los que nos rodean, libres de cadenas del pasado, de miedos al futuro, y de pretensiones egoístas, pues la transparencia asumida sería nuestro propio control.
¿Hablamos con todo esto de una utopía?; yo sinceramente creo que no, porque definitivamente este asunto cuando lo razonan con la mente y el corazón en calma, ven que depende mayormente de la visión que tengamos y de lo que decidamos en justo valor humano que es factible de hacer.
Yo creo que podemos llegar lejos, ¿Y tú?

II
Sobre economía nacional y políticas: La posible trampa de la dualidad Izquierda – Derecha frente a nuestros ojos.

El tema con el que necesariamente debemos continuar a partir de este punto, nace del convencimiento ya explicado de que requerimos mantener presente que lo que acordemos hacer como sociedad ha de ser por consenso, y no por lo que unos pocos puedan indicar, porque se trata de hacer una visión de sociedad, y no de una donde nos dejamos arrollar por la imposición de otros.
Basta con que entendamos que el consenso surge naturalmente de una sola manera: comunicándonos: Cuando hago este esfuerzo de escribir y publicar, estoy haciendo también un acto consciente de comunicación (además de un acto de fe), pues aspiro de ustedes solo la reflexión y el enriquecimiento entre todos, buscando así acuerdos mínimos pero realizables, para una actuación como sociedad tras la ocurrencia de la explosión vivida.
Ese es el reto mis hermanas y hermanos: lograr ponernos de acuerdo y no matarnos en el intento. Los personajes nefastos que ya conocemos son los que se han aprovechado de esa vulnerabilidad para doblegarnos y secuestrarnos: se apalancaron incluso en nuestra propia altivez como herramienta para obstruir hasta los más pequeños intentos de acordar algo.
NOTA: Si tienen dudas acerca de esto último, les sugiero que se detengan un momento y observen el espacio de la “Venezuela tempestuosa” existente en Twitter, y como básicamente, el país allí es un inmenso archipiélago virtual de pequeñas islas vulnerables.
Allí la gente llega con la misma facilidad a amarse y a reflexionar, como casi también a matarse y escupirse tratando de ser quienes tengan la razón, dándole nombre incluso a los que tienen éxito en una cosa u otra, bajo el calificativo de “influencers”, y donde los “seguidores”, “likes” y “retuits”, pesan tanto como los “robots”, “cuentas falsas” y “trollers”, todo por tan sólo 250 caracteres de opinión o de egoísmo arrojados a ese tormentoso océano, donde también encontramos a grupos con disimulados intereses, maniobrando como si de un juego “online” se tratara, capturando “seguidores, territorios, prisioneros, esclavos, soldados y privilegios” de cara a la reorganización del país a sus medidas…

Por todas estas razones (las de la constante manipulación política tras fachadas de apoyo y ayuda), es que es oportuno abordar el espinoso tema de las tendencias políticas que de a poco se van poniendo de “moda” en Venezuela cuando hablamos de supuestas salidas a nuestros problemas: la Izquierda y la derecha.
Sé que este tema creará roces y heridas, pues algunos dependen de ellas para sobrevivir o para surgir en el mundillo de la política y la influencia económica; también sé que abordarlo resultará sanador para muchos, y lo digo porque en el extremis social y existencial que atravesamos, las posiciones radicales afloran de forma natural (¡porque somos humanos!), y por lo que de la “izquierdosa” situación reinante en Venezuela al presente, podemos pasar sin darnos cuenta a una “derechosa”  tendencia  igualmente extrema que no supondrá un beneficio neto, si dejamos de tener en mente los siguientes hechos:
  1. Identificar a un político como de “derecha” resultaría ser peligroso sin abordar primero las nociones que pueden defender e implicar, y que van desde el Capitalismo puro y duro, centrado en el beneficio de quienes sean capaces de invertir e influir, pasando por el modelo conservador del control total del Estado interventor (en la línea filosófica del Keynesianismo en sus variantes y combinaciones), para llegar finalmente al modelo liberal y la escuela económica austriaca (con un Estado más bien arbitro).
  2. En la Venezuela presente, en lo que Maduro salga del poder, la llegada de un modelo de libre mercado sin restricciones de ningún tipo por parte de un gobierno que se instaure en ese momento sin tomar en cuenta la opinión de la gente (y si la de los que dicen ser la consciencia de la gente), podría permitir el arribo a nuestro territorio de una enorme cantidad de personajes y testaferros que serían representantes de cientos de intereses, políticos y operadores económicos hasta ese momento a salvos en el exterior luego de que amasaron fortunas tras el robo de la cosa pública en el país, y que al “invertir” lo robado acá, se apoderarían de los  grandes proyectos de recuperación nacional, lo que probablemente apalancaría el control de pocos sobre la vida de muchos, a través de las consabidas coimas y clientelismos que rápidamente veríamos prosperar frente a nuestro ojos encandilados, ya no como expresión de una agonizante etapa nacional presente, sino como de una engañosa fase de recuperación posterior.
  3. El actual reclamo de ciertos sectores en el país por la construcción de nuevos partidos políticos de derecha, en sustitución y prohibición de los de izquierda, puede terminar, a pesar de lo tentador y retaliador que suene, más bien reforzando la estructura partidista que al pasar del tiempo se ha evidenciado en Venezuela como el principal lobbie de clientelismo, beneficios económicos y competencia desleal existente, al hacer uso de ventajas alejadas de cualquier ética inspirada en valores humanos.
  4. Por último, no podemos despreciar el hecho de que el aparato derechista que puede montarse en el país, bien podría convertirse en la “sucursal nacional” de la extrema derecha a nivel mundial, (como de hecho lo han sido hasta hoy los partidos de izquierda, socialistas y comunistas  en Venezuela, a través del Foro de Sao Paulo, la Internacional Socialista y otros escenarios igualmente dogmáticos), con lo cual dariámos entrada a grandes corporaciones que controlan el poder económico y político en Occidente, de la mano de personajes como George Soros, Warren Buffet y tantos otros multimillonarios y operadores que en línea con estrategias de producción de capital inorgánico (impresión de dinero), transacciones financieras que no generan trabajo ni producto, (como ha ido ocurriendo en la EEUU tutelada por los lobbies en el congreso americano bajo la guía de Wall Street, y con lo cual ese país ha ido perdiendo independencia económica a favor del capital especulativo), y que en el caso de dominar el panorama político de Venezuela, (como ocurre progresivamente en Argentina, por ejemplo), nos convertirían -otra vez-, en meros espectadores de la distribución de las riquezas, -como lo ha sido con la izquierda socialista y comunistoide de hoy-, aún cuando se dijera en defensa de esa derecha, que “con ellos se vive mejor”, pues no se trata de vivir mejor o peor, sino de hacerlo con dignidad y justicia.
Lo que quiero decirles es que no es sano ni aconsejable caer en la tentación de abrazarnos con posiciones extremas (ni siquiera con izquierdas pragmáticas como la china, ni de derechas feudales como la estadounidense, aun cuando en ambas se señalen “bondades” innegables) y esto implica la necesidad entonces de liberarnos de varios "parásitos mentales" para así entender que el libre mercado y la libre iniciativa ciertamente si son necesarias, pero bajo un monitoreo razonable por parte de una sociedad a través de su Estado como árbitro, que evite el monopolio excesivo, la extracción de riquezas sin medida o en definitiva, de prosperidad, tanto del país como de sus trabajadores propietarios (*) o de los trabajadores que sean dependientes como empleados.
(*): Vamos, no seamos mezquinos: el dueño de una empresa legalmente fundada y éticamente levantada, también es un trabajador, solo que goza de beneficios adicionales por haber tenido la visión para aprovechar una oportunidad comercial. Que lo haga sin abusos, es lo determinante. “Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

Y es que alejándonos de esos extremos, vemos que resulta natural que cada quien tenga derecho de disfrutar de su producto y riqueza, siempre que estas sean bien habidas, fruto de la inversión, el trabajo y el desarrollo, (y no fruto de influencias mal habidas, la recompra de acciones especulativas bursátiles, del dinero fácil imprimido sin control en bancos centrales partidocráticamente politizados, o de la inflación de ganancias y sueldos para quienes se encargan de operar y dirigir tan aberrante e injusto sistema de proceder) y todo esto debe ser bajo la supervisión preventiva y correctiva, como decíamos,  de un Estado en esencia arbitro, y no interventor, redimensionado hacia lo pequeño y eficiente, operado por administradores y no por políticos, que pueda ser auditado, que se base en impuestos razonables y relativamente bajos (ningún impuesto deberá ser dedicado a otra cosa que no sea el beneficio del colectivo, no pudiendo nunca ser utilizado para ayudas internacionales, burocracia inamovible y no dada al servicio público eficiente, o a coimas políticas frente a otras naciones a cambio de favores, como tampoco para el armamentismo innecesario), al contar Venezuela aún con importantes regalías propias de los recursos que si bien sean administrados por el Estado venezolano, podrían ser explotados y desarrollados adecuadamente (*) por terceros.
(*): En el marco de la constitución y las leyes.
Hablamos de un Estado que no pueda usar el dinero recaudado para promocionar a los mismos funcionarios ni a sus partidos políticos; de un Estado que se base en que el trabajo del individuo y la asociación de estos (cumpliendo con la premisa de que sus “derechos terminan donde comienzan los de los demás), deben ser resguardados de abusos de propios y foráneos.
Hablamos también de un Estado donde el uso de criptomonedas sea aplaudido, pero no como vía de riqueza ilícita mediante la especulación de su precio o la minería que se aproveche de condiciones ilegitimas creadas por regímenes mafiosos dentro de un país (*).
(*): Las criptomonedas deben ser reconocidas constitucionalmente, para así proceder penalmente contra quienes hayan delinquido en esta área, pudiendo ser extraditables y sus bienes confiscados y asumidos por el Estado.
En ese Estado, el oro adecuadamente extraido del suelo o recuperado de cuentas en el exterior, necesariamente debe convertirse (*) en el único sostén del valor de la moneda venezolana, a través de un Banco Central autónomo y reducido en funciones, incapaz de salvar banqueros o bancos, pero sí a ahorristas y deudores legítimos (de manera que dicho BC solo se dedique a arbitrar el capital en consecuencia generado, y no a la impresión inorgánica de dinero a instancia y solicitud del gobierno de turno), en tanto se crea un sistema mundial de divisas no especulativas ni sujetas a criterios de intereses hegemónicos, que bien puede ser política de Estado en Venezuela de cara a crear una matriz de opinión favorable a nivel internacional.
(*): Hasta la aparición de criptomonedas solidas y de valor estable (no especulativa).
Sería un Estado que no se derrumba frente a las apetencias de un gobierno en particular, como tampoco frente a fluctuaciones económicas externas (como la del Petro al depender del precio del petróleo), donde no se permitirían impuestos abusivos (como el emblemático IVA), ni aquellos que se pudieran solapar bajo tecnicismos impositivos que solo busquen tapar los agujeros fiscales causados por una negligencia gubernamental que se pasee impune.
Hablamos de un Estado saneado y sensato, reflejo de una sociedad que alaba a lo justo y castiga ante lo injusto, donde si sea posible que un funcionario renuncie por cuestiones éticas.

Solo bajo un escenario como el que describimos, totalmente plausible y posible, podremos encarar la idea de que cada quien pueda tener igual derecho a ser millonario si las oportunidades honestas y el actuar ético están frente a él, como lo tiene a ser un asalariado satisfecho con su paga, reconocimiento y ambiente social de trabajo, disfrute y vida familiar, siempre y cuando ambas cosas -insistamos en ello-, no sean producto de la especulación y el abuso de unos, o de la esclavitud de otros.

¿Suena a revolución?: pues les digo que no lo es; es únicamente poner los pies en la tierra y admitir que ha habido errores históricos que nos han hecho perder oportunidades, producto del abuso de unos contra otros,  y que nos han llevado precisamente al presente en explosión en el que vivimos, porque es que el socialismo y el comunismo, no “nacieron solos”: siempre ha habido una profunda condición de explotación previa antes del surgimiento de “algo”, sea una revolución como la francesa, o un manifiesto desfasado como el de Marx. Así es como vemos que la izquierda no nace sin un capitalismo que la inspirara previamente, y las “derechas” no se crecen sin que existan “izquierdas”  abusando siempre de todo lo que se pueda abusar en un territorio y en una sociedad dada. Es un circulo vicioso.
Requerimos de un equilibrio desapasionado, donde usualmente encontraremos a la verdad esperando por nuestra capacidad para llegar a acuerdos que beneficien a todos, menos a los inmorales.
El capitalismo sin controles, vendido como la panacea en forma de la “verdadera derecha” que Venezuela necesita,  puede ser solo el discreto “canto  de sirenas” de quienes se saben capaces de aprovecharse de un entorno económico sin más regulaciones que las que ellos mismo se pondrán una vez llegados al poder.
No es eso lo que deseamos, y no lo deseamos porque ya sabemos que podemos esperar más, sin perder nada.
Podemos evaluar una muestra de lo que el capitalismo sin control puede hacer, en cuanto la “frontera” entre lo administrativo del Estado y su guía política en forma de Gobierno, desaparece, haciendo que el comportamiento económico se aproxime demasiado a un keynesianismos duro y salpicado de claros visos de innecesaria y asimétrica distribución de los recursos de una nación, mediante la identificación de eventos económicos específicos ocurridos en los EEUU desde los años 70´s:
  1. La liberación del dólar de su anclaje al patrón oro en los años setentas, a instancia del gobierno de turno, permitiendo con ello la impresión de dinero que se daba valor a sí mismo, con lo que también pasó a ser de uso como herramienta de presión geopolítica, al tiempo que como factor de recuperación de empresas insolventes aunque éstas no fueran productivas, mediante la emisión e inyección de dinero público impreso, llevando a una situación en la que hay más dolares disponibles por impresión directa de billetes, que por recaudación de impuestos.
  2. La autorización para la recompra de valores en el mercado bursátil por los mismos emisores desde los años ochentas, disparando hasta hoy los índices bursátiles incluso cuando el mundo y EEUU sucumben frente a una pandemia que detiene economías;
  3. La privatización casi total del sistema de salud y farmacéutico, sin posibilidad de libre competencia real que regule el valor de los servicios y bienes a favor del consumidor;
  4. La privatización del sistema educativo universitario, obligando a la financiación mediante créditos estudiantiles con tasas de interés abusivas en ese nivel educativo;
  5. La tercerización de la producción de bienes hacia países donde las condiciones de trabajo se conocía que eran inferiores, injustas y más baratas, aumentando con ello el margen de ganancia de los mercados de bursátiles propios, aunque desplomara los niveles de empleo propio;
  6. La reducción de tasas de interés hasta valores "cero" o negativos;
  7. La generación masiva de letras o bonos del tesoro americano.

Como ven, la “derecha” y la “izquierda” no necesariamente debemos contextualizarlos como una simple polarización entre “el bien y el mal”, o el “blanco y negro” de la política o la economía, pues los matices que conseguimos en ellas (entre las izquierdas y entre las derechas) van a depender de las circunstancias globales y siempre e invariablemente, de las ambiciones de quienes pretenden el poder corporativo o nacional a través de su ejercicio.
Ese paroxismo surgido tras el advenimiento de la Guerra Fría al comenzar la era de las armas nucleares, con la creación de la noción político-económica del “Este – Oeste”, y el segmento de los “No Alineados”, solo constituye un artificio fácil de asumir por aquellos que siendo socialistas o derechistas, toman el poder para sí haciendo añicos cualquier corriente filosófica económica, -incluso la keynesiana-, bajo el peso de sus propios intereses.
Los extremistas nunca van a aceptar que lo importante es que todo emprendimiento económico (origen de la política misma), debe seguir el camino más probo aunque sea al mismo tiempo el más duro: Ese donde nadie salga perjudicado cuando las oportunidades comerciales son aprovechadas por quienes las saben ver y generar con ello ganancias sobre la base del trabajo, la producción y la libre competencia, y no definitivamente, sobre la mentira que supone la manipulación de los mercados, la explotación y la especulación.

En definitiva, ambas corrientes políticas extremistas en su necesidad de imponer su modelo una vez instaladas en el Estado a través de un Gobierno, usarán eventualmente el monopolio de la violencia, la represión y a veces de las leyes reformadas a tales efectos, para hacer valer la idea que les acompañe, y eso aún cuando nos ofrecieran o hicieran llegar “bondades” que parecieran ser prosperidad para todos (sobre todo en comparación con lo que se tenía antes), ya hemos visto que en realidad sólo son migajas a las que no debemos acostumbrarnos si es que queremos vivir con la frente en alto y con la convicción de que será posible dejarle un mundo digno a nuestros hijos.

Puntualicemos para recalcar esto que es importante: los abusos economicos han existido con izquierdas y con derechas; ambas pueden llegar a ser igual de déspotas, sea por la vía de la dictadura (caso de la derecha con Pinochet en Chile, levantandola de una crisis economica generada por el socialismo de Allende, o para la izquierda con Fidel Castro en Cuba y el aislamiento y misería resultante), o también por la vía de un régimen que permitiendo toda clase de elecciones al estilo de un gobierno “democrático”, igual fuerza el resultado siempre a su favor (caso de la revolución de Hugo Chávez y otros en América Latina).
IMPORTANTE: Ambas se apalancarán en las miserias dejadas por el otro para justificar su propio ascenso al poder. Siempre será reducido este asunto frente a los que menos entienden, a una confrontación del bien contra el mal, y aunque ciertamente con la derecha extrema se puede "vivir" (término relativo) mucho mejor que con la izquierda extrema, ambas se distancian en el ejercicio de los valores humanos de los que si podríamos disfrutar en un ambiente de libertad y paz mediante el ejercicio de un gobierno de CENTRO (un concepto que en Venezuela NO EXISTE, y que no se relaciona con gobiernos autodenominados de centro en Europa. Anotemos también que la Derecha como tal no ha EXISTIDO en el país más allá del pensamiento y la practica empresarial).

Los "lideres" que comienzan a pulular en las redes (que no en la calle), los van a querer endulzar: Si un político se vende como de derecha, a través de un partido político “de derecha”, pero ofrece ayuda a la gente con medidas que no son capitalistas (como los subsidios, que sabemos son necesarios por simple lógica en un principio en el caso como el de Venezuela, pero que contradecirían la postura real de un derechista ortodoxo vendido como tal frente a sus electores), nos encontraríamos una vez más ante un charlatán que nos habría manipulado para llegar al poder, -tal como ocurrió en el país con los izquierdistas y los centro izquierdistas en su momento- a fin de montar sus propios negocios y alianzas comerciales nacionales e internacionales.
Definitivamente lo que se requiere es de un equilibrio carente de colores políticos condicionantes, pues solo así se demuestra que se aspira es a reposar sobre el filo de lo justo; es esa actitud la que da forma a la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace, e implica honestidad desde el primer momento, no dudando en explicar con palabras diáfanas lo que pasó, lo que está pasando y lo que pasará, en función de las necesarias medidas que tras un consenso, se opten como correctas y justas.
Es decir:
Venezuela no necesita de políticos que hagan marketing bajo la suposición de que son de izquierda o de derecha: necesita de administradores honestos que estén posicionados en el centro, y que por tanto al no tener más interés que el bienestar de los ciudadanos, tengan la transparencia necesaria para explicar las medidas pragmáticas pero justas a ejecutar, al tiempo que detallan, proponen y acatan planes y fechas de finalización para las ayudas que en forma de subsidios auxiliarán a la población en las primeras etapas de la reconstrucción, mientras se restablece la oportunidad igualitaria para trabajar y el valor del trabajo como único camino honorable para el progreso social hasta donde sus mismos individuos sean capaces de llegar.
El control por parte de pocos, de los recursos y servicios de muchos, no puede ser permitido a menos que imprudentemente se quiera sembrar otra vez lo que sería la semilla para la próxima miseria social que arrasase con todo, como ha ocurrido ahora en el país tras su explosión
Venida de la Izquierda o de la Derecha, el abuso del poder siempre lleva a la misma encrucijada histórica, y ello ocurre hasta tanto la población aprenda, rectifique y actúe.


III
El decálogo como regla que condicione la política real.

Es lo que necesitamos; un contrato con clausulas claras sobre cómo se va a hacer y en qué plazos de tiempos;
Un instrumento que nos permita detectar y prescindir rápidamente de quien no cumpla su función, porque se trata de un conjunto de reglas configuradas como un “contrato ético”, con ideas bien definidas.

En lo personal no veo otra manera de establecer parámetros justos y comprensibles por todos, que no sea a través de un instrumento tan sencillo y directo como éste, contentivo de reglas que han de ser inviolables tras su aprobación.
Podríamos decir que ese papel debería tenerlo la Constitución con sus postulados, pero no lo puede hacer en este instante porque carece de la suficiente claridad en sus preceptos, pues ha creado en sus líneas y su modo de aplicarse un vacío en lo referente a la esencia de lo que es “ser venezolano y vivir en Venezuela”.
Los políticos y constituyentes que elaboraron la última carta magna vigente (*), dejaron esos graves vacios de interpretación en ella, y ante la premisa de que “todo político es culpable hasta que se demuestre que solo es sospechoso”, hemos de concluir que lo hicieron adrede para posibilitar mediante las convenientes interpretaciones posteriores de parte de personajes afectos al gobierno, el espacio para adoptarla a las conveniencias de quien detentara el poder centralizado que finalmente se construyó en el país.
(*): Existen señalamientos referidos a que el instrumento aprobado en la constituyente, no fue la misma que se divulgó y aprobó finalmente en referéndum soberano, lo cual le restó “soberanía” al mencionado acto aprobatorio, y consecuentemente ha podido dejar a la nación en un grave vacío jurídico durante dos décadas. El asunto debe ser investigado y probablemente quede resuelto mediante la necesaria Asamblea Constituyente que deberá llamarse.
Lo que necesitamos ahora es algo que no requiera de interpretación de terceros, al establecer reglas que garantizarán que los mencionados postulados constitucionales se cumplirán, consiguiendo con ello al mismo tiempo la certeza de que nos libramos de la influencia de todo aquel que adversando a lo justo, buscará seguramente manipularnos.
No podemos volver a ser tan crédulos y a la vez sumisos.
Este decálogo o libro de las 10 reglas al que lleguemos finalmente, es la vía más expedita para apasionarnos y enamorarnos del proyecto de vida y prosperidad que estaríamos ejecutando a través del marco legal vigente, ahora sí, como ciudadanos, sin más recelo que aquel que se puede sentir por quien vaya en contra del bienestar colectivo en un ambiente de posibilidades, justicia y derecho legitimo e irrevocable para gozar de la recompensa honrosa producto de las iniciativas y el trabajo ético.
Les digo que sí es posible llevar esto a feliz término, porque no estamos hablando con esto deaplanar” a la gente, (insistamos en ello), sino más bien de no dejarnos “aplanar” por quienes permitamos que asuman el poder a través de un gobierno electo, pues lo deben asumir en nombre de nosotros, y no de ellos.
El decálogo no es un anacronismo; este instrumento es como una subrutina necesaria dentro del programa a ejecutar en el país, (como si de un software se tratara), porque lo que tenemos por delante precisamente, es una tarea específica.
Nuestro trabajo –no lo duden-, es especifico, en cuanto y tanto con tan solo salirnos de ese critico punto de equilibrio en los términos políticos a los que nos hemos referido en este articulo del blog, las cosas se irán al traste.

Ejes estratégicos y Decálogo (gráficos 1 y 2). Versión más reciente del  plan de desarrollo mediante los cuatro ejes estratégicos, y del instrumento reglamentario nacional propuesto.

Un contrato que establezca las reglas generales del juego, con claridad para todos no es algo a tomar a la ligera, porque si no lo han visto aún, se trata ni más ni menos que de las normas de convivencia que necesitaremos tras la salida del actual régimen del poder, y el advenimiento de algo sobre lo cual podremos volar, o bajo lo cual podríamos enterrarnos en un nuevo oscurantismo político lejano del sentimiento libertario del cual tenemos sed y hambre…
El decálogo nos da las pautas para aplicar la estrategia de los cuatro pilares fundamentales de reconstrucción nacional. Así de simple, sin postulados ni manifiestos comunistas, como tampoco con directrices de libre capital puro y duro; hablamos es de sensatez, de sentido común, porque mis queridos amigos, por una vez en la vida debemos darle el beneficio de la duda a lo que pareciendo subjetivo, en realidad guarda dentro de sí la sabiduría que los siglos han ido acumulando en el ser humano, así éste no lo quisiera: Necesitamos del sentido común, meditando con el, lejos del calor de las muchedumbres y de las crucifixiones.
Nuestro sentido común nos dice que necesitamos tomar el control del país a través de un Estado que actúe como árbitro honesto, y que usando a un gobierno rotativo y cada vez de más breve existencia, se dedique exclusivamente a hacer cumplir lo que está escrito y lo que la experiencia nos vaya sugiriendo que podemos y debemos mejorar.
Gobiernos de 5 o 6 años solo nos han llevado a un juego de “cara o cruz” en la política venezolana, haciéndonos girar sobre el mismo punto muerto, como cuando dos remeros reman en sentido contrario estando en el mismo bote. Ya vimos que los referéndum revocatorios pueden quedar inutilizados por las manipulaciones del gobierno que sea blanco de la consulta, cuando éste influye sobre el resto de los “poderes” del Estado; por esa razón la permanencia en el poder gubernamental no necesita exceder los dos años, revocables a los seis meses, si nos encontrarámos bajo un sistema de gobierno que siga planes estratégicos nacionales de 5, 25 y 50 años, al no depender del político o mesías de turno, sino de la planificación nacional producto de ese estructurado, centrado y calmado sentido común.

Si lo piensan bien, se dan cuenta que conforme vamos avanzando como sociedad, tanto menos es necesario la instauración de gobiernos conformado por políticos, pues necesitaremos en cambio más de los gobiernos de hombres y mujeres competentes, sometidos por completo a la ley de la República, y conscientes de que vienen con el reto de administrar (*) no de la misma forma que los anteriores, sino más eficientemente en función de la realidad que para el momento se viva, en conexión intima con lo aprendido del pasado y lo vislumbrado para el futuro mediante la planificación que siempre deja puerta abierta a la opinión de las siguientes generaciones.
NOTA: (*): Al hablar de administradores, no debemos confundir el término necesariamente con “empresarios”; un profesional altamente calificado no deja de ser un excelente administrador idóneo para una función pública solo por el hecho de que fuese en su vida un asalariado en justa medida.
Estemos claros que la denominación de “empresarios” puede seguir siendo en el mundo de los 2020, contentiva de figuras aun muy casadas con los viejos modelos de gestión de influencias y coimas, y si dudan de ello, miren hacia Chile y su actual presidente “empresario”.

Entiendo que había ofrecido explicar más el contenido de cada una de las reglas de este decálogo (cosa indicada en la entrada anterior del blog), pero me ha parecido más adecuado en vista de lo importante del tema, ahondar más en las implicaciones de dicho instrumento que está llamado a estar en manos de la gente, condicionando a los que elijamos como miembros del periodo de transición. Por esa razón continuaremos en los próximos días con dicho desarrollo.


IV
Una opción muy probable en el horizonte: la transición moderada, sin llegar a lo que deseamos.

No pretendo echarles un balde de agua fría ahora tras todo lo que hemos hablado,  al decirles que a pesar de las mejores intenciones que se puedan plantear acá, lo cierto es que no hay manera de que este modo de pensar nos augure un éxito seguro si termina caminando en solitario apenas como una anécdota en la red, o siendo palabra de una minoría porque el asunto no pasara de algunos de nosotros.
Por eso lo crucial de divulgar, para enseñar otras opciones de pensamiento no partidistas (*), pero sí ciudadanas.
NOTA: (*): Entendamos que los partidos políticos no tienen por qué ser malos; el problema es cuando la inmoralidad y la falta de ética se hacen dueños de ellos, al crear cúpulas de poder y de decisión. Al convertirse en eso, poco a poco van convirtiendo también al país en guetos políticos.
Como la novela de Orson Wells (1984), el aparato del Estado secuestrado por los partidos políticos y su “gran hermano”,  finalmente impuso sobre la población el método del “doble pensar”, que cambiaba el significado de muchas palabras claves en el ideario colectivo para poder estructurar la adecuada critica a lo injusto, tal cual como nos pasó a nosotros, vendándonos los ojos y tapándonos las bocas. Así, “democracia” se convirtió en “partidocracia”, y la disensión se volvió "traición"...

Y visto todo esto, ¿Cómo evitar quedarnos a medias entre nuestras “altas” esperanzas y las “bajas” ambiciones de 99% de los políticos en Venezuela?
En estos tiempos en los que nuestro sentido común está tan divorciado de la concepción que tienen la mayoría de los políticos venezolanos, no resulta descabellado el temer que bajo las actuales circunstancias, pueda ser más fácil que nos impongan un modelo de transición, a que nosotros le impongamos el nuestro a ellos (es decir, a los que asuman la figura de gobierno transitorio y luego el gobierno electo), porque aceptando primero que existe ese abismo entre los políticos de hoy y la población a la que ellos en teoría pertenecen y representan, tenemos también frente a nosotros la necesidad de asimilar la idea de que los mecanismos convencionales de participación ciudadana han quedado agotados (y pendientes de recuperar), a través de un trabajo premeditado que comenzó el oficialismo, y al cual por una suerte de “simbiosis espontanea” se unió la burda oposición que ha reinado en el país desde…siempre.
(¿Recuerdan aquella famosa consulta que hizo la oposición en la que supuestamente les decíamos lo que debería ser la hoja de ruta de su trabajo en la Asamblea Nacional, y que nunca acataron?).
(¿Recuerdan el arribo al poder “virtual” del diputado Guaidó con su gobierno paralelo al estilo de la dividida Libia post-Gadafi, y como este presidente encargado “de nada” (más que de la confianza que muchos pusieron en él), se fue disolviendo entre el barro político de personajes tóxicos de la vieja política y las ambiciones de los llegados en los últimos 20 años al mismo escenario de la manipulación y el engaño, y que aún denominamos “oposición” venezolana?)
No lo duden: la política reinante hasta hoy ha contado cuidadosamente con nuestra separación social (es decir, nuestra incapacidad para fundirnos alrededor a un solo ideal) y con la consecuente incompetencia que hemos demostrado como mayoría para interpretar los mecanismos de ocurrencia de los eventos con lo que nos ha causado progresivamente todo este enorme daño.
Por estas cosas es que les digo a ustedes que la educación y la reflexión se vuelven acciones de capital importancia a incentivar entre nosotros mismos, porque solo el empoderamiento real de estas nociones ofrece la oportunidad de deslastrarnos de quienes como titiriteros han deseado (y conseguido en muchos casos), manipularnos.
Sencillamente nos hemos vuelto “alérgicos” a la verdad; nos causa “roncha” que se diga algo que vaya en contra de nuestras particulares formas de ver las cosas, y en consecuencia toda nuestra estructura social y de Estado, padecen de los mismos puntos ciegos y vulnerabilidades de nuestra mente colectiva, proyectada desde la individual.
¿Y cómo no ser ciegos, si no habíamos entendido hasta hoy ni siquiera el por qué o el cómo hemos sido tan vulnerables?
La falta de una educación equilibrada que estuviera carente de manifiestos políticos pero si decididamente cargada de profundos valores humanos,  nos ha puesto frente a nuestros ojos el por qué no hemos sabido decidir adecuadamente en cada coyuntura que ha llegado, y en cada “intercepción de caminos” que hemos tenido delante, entre la posibilidad del éxito y la del desastre: Sencillamente sin educación adecuada, no hemos sido capaces de elegir el mejor camino, monitorearlo, y rectificarlo sobre la marcha.
Esta manía persistente entre nuestros pueblos de dejarnos encandilar por imágenes épicas de guerrilleros asesinos que son puestos como “paladines de la justicia” por los políticos de Izquierda, o por multimillonarios todopoderosos de Occidente puestos como “adalides del éxito a seguir” según los políticos de Derecha, nos tiene definitivamente contra el piso, sin criterio propio y por supuesto, sin autoestima. ¿Y quién puede dar amor si no es capaz de amarse?
Imagen: La deificación en la educación administrada por un gobierno más que por un Estado, impones dogmas y barreras tan graves para el ciudadano, como lo es para un eunuco su condición.
Por esa falta de autoestima es que reaccionamos tan violentamente en cuanto alguien pone en duda nuestras ideas, actuando entonces en consecuencia con esta usual atomización social que nos pone indefensos en las manos de quienes han sabido asociarse para delinquir o abusar.
Es la falta de autoestima colectiva -y particularmente la que es muy “visible” entre los políticos radicales, que no aceptan opinión contraria a la de ellos-, la que hace que el que se pare en el centro como concepción de equilibrio, sea tildado de “contrarrevolucionario” por un izquierdista sin autoestima, o como “pro-socialista” por todo aquel derechista con la misma carencia emocional...
Por eso necesitamos acostumbrarnos a aprender a analizar, y no a que nos regalen el “análisis” hecho ("deporte nacional" entre influencers y encuestólogos en Venezuela);
Aprender a obrar con maneras equilibradas que puedan ser medidas y evaluadas de cara a su mejora continua es tan crucial como lo es saber leer y escribir.
Necesitamos dejar el “copia y pega” al que nos han acostumbrado los políticos de vieja escuela; necesitamos comprender lo necesario del pensamiento libre basado en los valores humanos más nobles (no conservadores o liberales; solo los más humanos).
NOTA: La educación en Venezuela debe seguir unos parámetros aceptados por consenso para ser aplicados por el Estado en calidad de árbitro, mas no en el papel de operador exclusivo de la educación en el país; la libertad de educación es tan importante como la libertad de culto, a condición de que no viole en ninguno de los dos casos el bienestar de la sociedad y la nación (es decir, que no violen los valores humanos).
Toda esta reflexión que quizás les parezca atípica (porque ya lo saben, no soy más que un ciudadano común hablándole con la verdad en la mano, sobre aquello que es capaz de comprender), nos lleva a la pregunta que es crucial aquí y origina el subtitulo de esta parte:

¿Cómo evitamos que nos manipulen en este primer periodo comprendido entre los preparativos frente a la salida del poder de Maduro con todo su círculo de poder, y la aparición del gobierno electo tras el periodo de una Junta de Gobierno ajena a Guaidó y los demás políticos corresponsables del actual estado de las cosas?

La respuesta a esta “peliaguda” pregunta pasa por una estrategia (si, una vez más, por una acción de planificación que debe nacer del consenso y de la voluntad para implementarla), constituida por CINCO palabras claves e igual número de líneas de trabajo apuntando al mismo propósito:
  1. COMUNICACIÓN: Acordar como población que ha sido víctima de tantos atropellos y censuras, que todos hemos tenido “un poco de razón, así como un poco de error”, y en consecuencia, que escuchar y expresar genuinamente, será nuestra forma de precisar dónde está la razón y dónde no, usando métodos de recolección de información comprobables científicamente (consultas a través de referéndum, por ejemplo).
  2. EDUCACIÓN: Enseñarnos entre todos a analizar los hechos; a Identificar la verdad mediante metodologías técnico-científicas (análisis generales de causa-efecto, matrices FODA, análisis CAME, y un largo etc.); aprender a conectarnos con nosotros y con todos (empatía), entendiendo que el pensamiento libre solo puede darse en ambientes igualmente liberados de dogmas políticos, centrados así constitucionalmente solo en el contexto de los mencionados valores humanos elementales.
  3. CONCILIACIÓN: Lograr acordar, convenir no solo ideas, sino también los recursos estratégicos para una ejecución simultánea y auditada, logrando el cumplimiento de etapas sin excusas ni postergaciones. Lograr el beneficio de todos a través del ejercicio férreo de la Justicia.
  4. CONSENSO: Establecer las acciones que se acometerán (por ejemplo: si se deciden los 4 ejes estratégicos, decidir qué aspectos se acometerán en cada uno de ellos primero, cuáles de segundo y en qué plazo, y así sucesivamente) y quienes provisionalmente las llevarán a efecto.
  5. PARTICIPACIÓN de todos nosotros: En el cambio de gobierno; En la presión para que se cumpla lo acordado; En el establecimiento de la Junta de Gobierno, de un Tribunal de “Núremberg” (*), y de los Ejes Estratégicos de trabajo y las Reglas a aplicar.
(*): Núremberg: ciudad alemana donde se instalaron los tribunales que fueron creados por los Aliados tras el fin de la 2da Guerra Mundial, con la intención de hacerle juicios a los responsables de los crímenes de guerra demostrados, lo que en nuestro caso obedece a la necesidad (ya planteada), de tener tribunales de emergencia que instauren el imperio de la ley de forma rápida y veraz, para posibilitar la construcción de la fe de que en efecto, estamos cambiando y progresando.




Mapa mental expresando la relevancia de los cinco aspectos estratégicos a considerar para la implantación del modelo de desarrollo elegido, y la consecuencia de su no aplicación (graficas 1 y 2).

Entendamos que con todo esto lo que se busca es el evitar caer en la tentación de comenzar a crear “a lo desesperado”, "comités sobre comités", con miembros, suplentes, "suplentes del suplentes", asistentes con sus respectivas suplencias, (y así hasta el infinito…), solo para terminar creando una grosera estructura burocrática inútil y retrograda; tampoco se trata de tenerle aversión a los políticos de “oficio”, y que debido a ello comencemos a elegir como alternativas no muy sensatas, gente a ciegas, -a bastonazo limpio-, usando para ello criterios e indicadores tan infundados como el del “número de seguidores que tienen en Twitter”, “el brillo que tengan como empresarios”, “la cantidad de videos que tiene en YouTube”, “el número de iglesias que pastorea”, “la cantidad de cargos que ha tenido en la administración pública”, o “lo bonito que escriba” en internet.
De hacerlo así, sería el comienzo del fin anticipado; el inicio de otra tortuosa etapa que quizás era innecesaria…
Necesitamos gente que además de haber mostrado congruencia en lo que han expresado en los últimos años (porque no sirve que escojamos a paracaidistas llegados mágicamente de EEUU o Europa, que sólo hayan ido por ahí expresándose de acuerdo al viento del oportunismo político o económico que soplaba, pero siempre a favor de ellos), también nos deben demostrar con claridad (entiéndase, mediante “contrato” firmado), que aceptan el ser relevados de las funciones asignadas una vez cumplidos sus muy definidos plazos de trabajo en el proceso de reconstrucción (o cuando muestren incompetencia, imprudencia o negligencia; lo que ocurra primero), pues en caso de que permitiéramos esas desviaciones (a través de concesiones que ya lastimosamente hemos repetido en el pasado), sólo estaríamos caminando en círculos, obviando con ello que lo fundamental como sociedad inclusiva que queremos ser, es demostrar que partiendo de la premisa de ser un proceso socio-económico fundamentado en valores humanos elementales, todos somos necesarios sin que haya nadie irreemplazable como líder.

Y es que hay que repetirlo hasta que se nos grabe entre ceja y ceja: La historia humana ha estado llena de líderes, dictadores, conquistadores, reyes y príncipes, porque precisamente han habido pueblos enteros que han delegado por una razón u otra, el ejercicio de sus soberanías en la sola interpretación de un individuo, en la sola voz de una persona, y consecuentemente, en los errores y desatinos de un solo ser mortal como cualquier otro.
La consecuencia es inevitable: la sociedad sometida a la voluntad de uno, desacelera su desarrollo y establece un ritmo de vida dependiente de aquel que le mande. Algunos pueblos han visto breves épocas gloriosas bajo esa mentalidad, pero en todos los casos, eventualmente la gloria fue sustituida por el desgaste, el desaliento, la corrupción y la pobreza que a su vez los hizo vulnerables a las apetencias de otros pueblos.
El camino más retador es el de la Democracia, y lo es porque requiere de participación activa, con delegación mínima y ninguna suposición ni interpretación de terceros.
La pereza es característica de los pueblos fácilmente oprimibles.
Pedir libertad, -en vez de luchar por ella-, es también carácteristica indeseada de esos mismos pueblos.
Hemos cometido el error de asumir que la Democracia "que no hemos ni siquiera logrado aplicar", es inviable y que debe ser sustituida por modelos “exitosos socialistas” o por “verdaderas democracias de derecha”, obviando con todo ello que lo que realmente hunde a cualquier sistema, es lo que sus funcionarios, dirigentes y población estén dispuestas a tolerar fuera del marco de las reglas establecidas como exaltación de la condición humana.
Los políticos son criaturas que deben redefinirse a medida que van naciendo nuevas generaciones de estos; es necesario salir del cliché de que la Democracia funciona es con los partidos políticos y con los políticos venidos de estos; necesitamos entender que la razón de existir del político como tal, ha ido quedando en desuso frente a la evolución ciudadana de las últimas décadas, requiriéndose ahora, con la elevada capacidad de comunicación en tiempo real que tenemos, la de hombres y mujeres que con espíritu de empatía por el bienestar social, estén dispuestos a asumir funciones públicas sin más remuneración que la establecida por la constitución y las leyes al tiempo que con las necesarias garantías de su reinserción laboral y reconocimiento en cuanto terminen sus funciones públicas.
Winston Churchill lo decía: “Nadie finge que la democracia sea perfecta o absolutamente sabia. De hecho, se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno… excepto todas las demás formas que han sido intentadas”.

Tiene que agotarse en algún momento esa manera de pensar que justifica a un político nada más por su “capacidad para atender los asuntos de política”, como si con esa expresión tan vaga estuviéramos refiriéndonos a personajes infalibles, tal y como aquellos jerarcas religiosos que en la edad media, se identificaban como las únicas autoridades de Dios en la Tierra.
Siempre habrán visionarios incomprendidos pero cuyas palabras quizás inspiren nuevas visiones y sueños que calen positivamente con los años, y eso será casi en la misma proporción en que existirán personajes retrógrados que apelarán a las cosas “buenas y seguras del pasado” para proponer nociones dejadas atrás que solo exaltarán el conservadurismo del statu quo alcanzado por algunos en detrimento de los que irónicamente, llevan a los políticos al poder: los votantes y a toda la población menor de edad del país.
Por esa razón,  nosotros de la manera más razonable posible podemos elegir buscar la verdad más sólida para construir puentes que nos lleven a avanzar en el ejercicio de los valores humanos.
No hay otra opción más que enfrentar las posibilidades y opciones que tenemos, frente al escenario de que en realidad, la “Sexta República” que puede llegar tras la caída del actual régimen, termine siendo un largo peregrinar de quizás 20 o 25 años durante los cuales logremos trabajosamente atravesar ese desierto del que deseamos salir, hasta llegar finalmente a un territorio de posibilidades morales y éticas firmes donde declarar la llegada de una “Séptima República”, tan inimaginablemente distinta a lo que podemos concebir hoy, que resulta una arrogancia no dejarle ese trabajo a nuestros bisnietos y los hijos de estos.
Nada de esto lo podremos ver nosotros; sólo calmados y sentados en el equilibrio de un gobierno de justicia y libertad (lejos aún de nosotros que seguimos nadamos en el excremento de nuestras propias fallas), imaginaremos lo que podrá llegar una vez extintas las generaciones e ideas que nos llevaron a este laberinto conceptual en el que vivimos.

No sería necesariamente un periodo intrínsecamente malo; podría haber debate y error, pero seguramente los aciertos poco a poco se irían acumulando y erigiendo como puntales de algo nuevo a construir. Nos dolerá en algún momento el ver que pudimos cambiar las cosas más profunda y rapidamente, pero que quizás no estuvimos a la altura del reto histórico enfrentado. (Así lo percibo yo, a pesar de que les digo que podemos hacer estas cosas ahora).
Si hoy cayera Maduro, no es difícil imaginar quiénes asumirían el poder ante el vacío que nosotros mismos abríamos dejado.

La pregunta es: ¿Hasta cuándo dejaremos ese vacío?


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