sábado, 10 de junio de 2017

La sentencia Nro. 378: la obra suprema de una dictadura sin rostro.

Como en aquel Sanedrín del siglo primero en el que pese a la sombra del emperador romano, no dudaron en forzar los acontecimientos para asesinar a Jesús de Nazaret, así en la Venezuela de los años que vivimos, los que ahora detentan el poder como herederos ilegítimos a la sombra de otros aún más poderosos ocultos tras bastidores, terminan de conjugar lo que ya no requiere de rostro ni de nombre en lo  particular para materializarse: el atentado contra la sociedad venezolana a través de una dictadura formal de nuevo cuño, fruto en esencia de la acumulación de todo el poder a los pies de un solo hombre, siempre con la bendición de las mayorías venezolanas que lo levantaron en vida, a las cumbres del paroxismo.
Hoy, cuando nos movemos nerviosamente y sin certeza del resultado que podamos esperar ante este inédito escenario, distando quizás a apenas unos metros de la hilera de vehículos blindados de una Guardia Nacional (GNB) desdibujada en su meta institucional, que aguarda ansiosa frente a la duda de si darnos paso o masacrarnos, contemplamos también como la actual puja de poderes en el cenáculo del gobierno, siempre con sus respectivos operadores internacionales, huyen hacia adelante arrasando con todo lo ético que pudiera quedar en pie, bajo aquel concepto bolivariano que acordamos defender y cultivar con la constitución de 1999, enfrentándose en el interín incluso a aquellos que progresivamente han ido quedando al margen de los principales hilos de poder y que ven quizás en el apego tardío a la ley, una plataforma sobre la cual construir un nuevo piso político de cara a los futuros enrosques que vendrán tras la caída en desgracia de Nicolás Maduro.
Es por eso que podemos presenciar la actuación sin decoro alguno, de un TSJ desbordado por la arrogancia de quienes se saben intocables en el actual régimen, a pesar de todo el aparataje legal que hemos construido quizás cándidamente para evitarlo, y que se muestra inocuo frente al descaro con el que se emite una sentencia demoledora a favor del arrebato perpetrado por quienes gobiernan ya sin base legitima.
Esa sentencia Nro. 378 que tanto nos escandaliza ahora, en donde el “máximo” tribunal del país decidió que no hacía falta convocar un referendo consultivo para que los venezolanos decidieran si querían que se redáctese o no una nueva Constitución, tan solo viene a representar, -aún en contra del deseo de muchos-, el epitome de todo aquello que se había advertido que sucedería, y que se levanta ahora como triste epitafio que podríamos escribir sobre la lapida que yace allí donde dejamos que muriera la democracia venezolana.

Ahora las circunstancias obligan a que las mayorías tomen una nueva y amarga dosis de realidad: Se tiene que admitir que es necesario comprender que a lo muerto (la democracia que vivió hasta ahora), no se le puede pretender revivir (es decir, “reinstitucionalizar” bajo el mismo esquema que permitió su fallecimiento), porque su muerte ha sido precisamente consecuencia directa del maltrato y abandono que sufrió a manos de toda una sociedad que se convirtió en su enfermedad terminal, reacia a conciliarse y reconocer sus propias miserias y limitaciones, -en vez de sus bondades y potencialidades-, con lo cual se ha caído en esta conveniente, -para algunos que siempre saben “pescar en rio revuelto”-, crisis existencial de las masas, donde quien no comparta el punto de vista pretendido imponer por los unos, cae presa del arraso y la descalificación de los otros y viceversa.
A consecuencia de esto, ahora por delante de nosotros solo queda temporalmente el vacío abismal de un precipicio que no puede ser rellenado con nada; ni con los cuerpos fríos de nuestra gente que trágicamente muere en medio de la refriega política que nos agobia, ni mucho menos con los cuerpos muy vivos de los políticos que apenas heridos o encarcelados como mucho, pretenden en nuestro nombre, asumir al poder, cuando por acción u omisión, han sido corresponsables de esta debacle moral y ética, cargada como becerro de oro, por una sociedad permisiva en exceso.

Es por estas cosas tan duras que lo que ha de surgir de las cenizas de esto que hoy implota y arde como final de una etapa social, no podemos aceptar que venga a nosotros como un zombi del pasado, ni mucho menos como una abominación en forma de dictadura.
La DEMOCRACIA que necesariamente debe nacer, tendrá que tener como condición irresistible, el no poder ser tocada por acciones inmorales sin que la fuerza de la justicia quedara sin actuar, pues en el caso de ocurrir semejante afrenta, ella se levantaría como la indeseada prueba de que ninguna cosa nueva en realidad ha nacido de aquellas muertes ocurridas, y que de facto, seguiríamos más bien montando a un cadáver insepulto, violado y abusado en todas las formas imaginables, como lo ha sido el propio cuerpo de Chávez a manos de quienes el mismo alimentó y consintió.
En estos tiempos en los que pareciera no quedar piedra sobre piedra, -cual cita bíblica que evoca el apocalipsis-, sin duda estamos ante el crudo episodio donde simultáneamente los afiliados al gobierno asisten como convidados de piedra a la demolición de la herencia política del otrora comandante a manos de sus propios mentores, pupilos y herederos, mientras que los más extremos al otro lado de la calle política, parecieran entretenerse con visiones de censuras internacionales e intervenciones extranjeras, descubriendo en su conjunto con todo ello a una masa humana que expele ese tufo a inmoralidad que aún nos impregna como sociedad sujeta voluntariamente al mando de unas minorías, no haciéndonos por momentos ni siquiera merecedores del derecho a sacrificarnos para obtener la ansiada libertad, porque su obtención no puede ser recibida ni percibida como regalo, siguiendo la sabiduría de aquel viejo proverbio: “lo que no nos cuesta, no nos duele”,
¿Acaso aquella libertad que es “obsequiada” no podría ser derrocharla casi inmediatamente como quien gana el premio mayor de una lotería?
No podemos darnos el lujo de permitir nuevamente el acceso al poder del gobierno nacional, a gente que se evidencie fuertemente alineada con operadores extranjeros: Necesitamos tener como eje fundamental de soberanía autentica, a nuestra propia referencia moral y ética.
NOTA: Eviten olvidar esto: Muchos recursos mal habidos se encuentran en bancos de USA, Europa y el Caribe, esperando volver para diluir éticas y permitir tratos inmorales que como pérfido telar, crearían nuevas tramas entretejidas con corrupción y tráfico de influencias, en manos de quienes ya tienen experiencia en el manejo doloso de lo público.
No podemos dejarnos engañar por los aparentemente abnegados movimientos que muchisímos "políticos y políticas" en el país hacen entre manifestación y manifestación; sus lazos y simpatías con intereses foráneos cercanos a América, Europa o Asia, así como internos que orbitan alrededor de los clásicos centros de poder económico, no harán otra cosa más que debilitarnos y postergar lo que debe ser inevitable: El ascenso al poder de lo justo y de los justos.
Paradójicamente, en medio de tanta zozobra, conservar la esperanza y el buen ánimo cimentado en los valores humanos más nobles, lo es todo en la jugada que nos toca hacer con el destino a favor, para llevar a nuestra sociedad como república, de la falta de cordura y de tolerancia mas allá de sectarios intereses, a la armonía de quienes se saben juntos en la empresa de no tener a nadie por encima de la constitución originaria y sus leyes.
No hay otra manera permanente de librarnos de quienes nos gobiernan injustamente y subyugan sin pudor, en un ciclo que se antoja interminable entre personeros de la cuarta y de la quinta república.
Afortunadamente hay muchas cosas buenas y maravillosas por hacer; cuanto más caen caretas y se hacen obvias las intenciones de quienes se alejan de lo constitucional, más cerca estamos de un cambio que podemos asumir como nuestro momento estelar, -como nuestra oportunidad de oro, para empujar juntos como un todo, a un país completo hacia un estadio superior y más cercano por cierto, al mundo que deseamos heredarles a nuestros hijos.
Insisto: Solo no dejemos estafarnos por los que siendo políticos hoy, son corresponsables del estado actual de las cosas. Vayamos más allá de este incómodo paradigma que nos inmoviliza, al pensar ciegamente que ellos (padres e hijos de la cuarta y quinta), siguen siendo la única solución.
Si podemos. Está en nosotros ser grandes y humildes al mismo tiempo.
Solo comuniquémonos; solo no dejemos apagar ninguna vela encendida por quienes han muerto injustamente; solo no nos detengamos ante cada acción que nos permita explotar al máximo cada canal de expresión donde agitar la bandera moral y ética de la resistencia contra lo injusto.
La violencia es el arma de los que no tienen la razón, pero también es la vía de escape cuando se cierran todas las puertas de la negociación; evitemos cerrarnos a nosotros mismos todos los accesos a la sensatez, pues en esos espacios oscuros y desesperados, es en donde extrañamente cohabitan mejor los que hoy en día más alzan la voz a favor del choque y la intolerancia.

 Aférrense a sus creencias, y sientan dentro de cada uno de ustedes, el ardor de quien está seguro de que hombro con hombro, se pueden mover montañas y cambiar destinos.
Dios nos bendice a cada instante, casi siempre más allá de nuestro humano entendimiento.
Podemos llegar a ser el centro de referencia ética de lo justo para este mundo; solo tenemos que creerlo y trabajar por ello.

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