martes, 10 de enero de 2012

2012: Año de decisiones importantes; el año de la desilusión nacional.



No resulta el título de esta entrada al blog una contradicción; nada más es el reconocimiento de todo cuanto arrastramos a nuestros pies sin saberlo. Para muchos es el año de la ratificación de Hugo Chávez y su modelo de éxito incuestionable; para otros es el año de su culminación al frente de un proyecto imperfecto que no supo evitar el fracaso y el derroche sin parangón. Para los que menos mueven un dedo en el país, significa la transición hacia algo que no se puede evitar, sea lo que sea, y finalmente para mí, -como espero que para ustedes-, el año 2012 es en el que quizás los venezolanos y quienes habitan con nosotros, nos estrellemos por fin contra el muro de la verdad de nuestras propias miserias.

Para nada es un año desalentador por aquello que según las erradas interpretaciones de los textos Mayas, se vaya a acabar el mundo; tampoco lo es porque de seguro nuevamente la inflación en Venezuela cabalgará sobre el 25 o más por ciento, para seguir matando cualquier pírrico aumento salarial que venga por vía de decreto y no de un crecimiento sano de nuestra economía, o desalentador porque será un año más en la compradera indiscriminada de bienes y servicios en países extranjeros mientras nuestras capacidades técnicas e industriales (publicas o privadas), se siguen atrofiando. Ni pensar que será un año malo porque los culpables de las perdidas de miles de toneladas de alimento que sucedieron en el pasado y seguramente continuarán ocurriendo, nunca serán castigados por nuestras rimbombantes pero discapacitadas leyes.

No. Nada de eso; sólo será un año de desilusión nacional, porque el cambio que aspiramos como nación, simplemente no existe.

Insisto, no es una contradicción. Tenemos que entender que “el cambio que aspiramos”, no es unitario; no es colectivo. Existen “varios” “cambios” que cada agrupación de población en el territorio nacional, manifiesta: Están los chavistas, los antichavistas, los que no comparten las ideas de los dos grupos anteriores, (sin tener aún certeza del camino a tomar), y los que queremos que todos nos unamos bajo un cielo común, con una idea central superior a todos nosotros, que garantice precisamente nuestra supervivencia en la inevitable, -y natural-, dualidad individuo/colectivo; es decir: El de que el verdadero poder popular es el poder de uno. (Ya que todos los “unos” escuchados y atendidos, conforman al colectivo que es realmente soberano y progresista).

¿Qué idea es esa?; ¿Qué puede ser superior a todos nosotros?: Pues solo una: La de la venezolanidad como único “cemento” capaz de armar con los "ladrillos" de nuestra ciudadanía bien entendida, el pilar de la republica venezolana, sumisa únicamente a la concepción central de Dios, Justicia y Pueblo.

¿Suena simple?; pues en realidad no lo es.

El que no sea sencillo de concebir, ni de hacer llegar a cada alma que habita en nuestro país, es quizás nuestra desgracia, queridos compatriotas, por ser reto aún no superado (ni siquiera enfrentado); esa es nuestra debilidad; nuestro fatal punto débil. Ese que justamente orada nuestro suelo y permite que la existencia republicana se escurra inútilmente entre nosotros. Es lo único que realmente es común a todos nosotros hasta el día de hoy: La división, y la irreverencia ante la constitución y las leyes, debido a nuestra débil venezolanidad.

-Y no, no es otra contradicción-. Quizás el mas grande desatino del actual presidente ha sido el de fomentar metodológicamente la división; fomento que con el tiempo, (y sigue sin ser una contradicción), se vuelve quizás el mejor y mas grande aporte de su gobierno, acercándonos más al momento en que podamos darnos de frente con la realidad que en silencio ante nuestro bullicio, nos aguarda adelante.


Quisiera decirles maravillas, pero prefiero hablarles de verdades nacionales que no terminamos de enfrentar.
Mientras los costos políticos pesen mas que los costos sociales de ciertas medidas contundentes, seguiremos dando vueltas como perro que no termina de echarse.
La clase política venezolana, conformada por los mismos ciudadanos venezolanos, es producto directo de esa división e irrelevancia que nos mata. Por eso es que nuestros aciertos se pierden a menudo entre nuestros malabares torpes y escandalosos.


No hubo un presidente Chávez 2.0 surgiendo de su enfermedad; tampoco una revolución 2.0 ante nosotros, pues aunque no lo queramos aceptar, la revolución 1.0, -como en una computadora-, se quedó "colgada", y no solo porque estuviera escrito su programa con errores y bucles inútiles, sino también porque el hardware de nuestro computador nacional, adolece de recalentamientos, discos defectuosos que no retienen información, así como conflictos en su bios, corrompido por tantos reinicios y arrancadas en modo "a prueba de fallos"; mientras, la oposición se desempeña más como una biblioteca enorme de virus, con sus pequeños y específicos programas parásitos, que como un intento serio de crear un de sistema operativo alternativo, que tome al sistema anterior donde éste se quedó.


Temer que el presidente no pueda enmendar lo hecho erróneamente hasta ahora, es también temer que los candidato de oposición fracasen en cualquier intento de mejorar las cosas. Difícil encrucijada.


Así las cosas, la desilusión nacional podría muy bien cabalgar sobre un año de decisiones importantes.

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