John Ware, BBC. (20/04/2013)
“Israel cumple 65 años: ¿qué le depara el futuro?”
Comenta un entrevistado:
Ephraim Halevy, exjefe del
Mossad, me dijo: "Ideológicamente, el conflicto no puede terminar jamás. Ambas
partes siempre afirmarán que son los únicos que tienen derechos sobre estas
tierras. Ninguna parte puede en modo alguno renunciar a sus derechos sobre
cada pulgada de territorio, porque es tierra santa".
¿No les suena familiar el
asunto?
¿No podrían, -con muy poco
esfuerzo, seguramente-, imaginar que esta afirmación del Sr. Ephraim Halevy, podría
ser una muy buena descripción al referirnos a Venezuela y su particular situación
política?
Me tomé la libertad de subrayar lo que me parece más relevante, al momento
de hacerlo extensivo a la visión que los más extremistas en el país, tienen.
Chávez dejó en claro, al igual que lo
hace hasta el sol de hoy Nicolás Maduro, que la visión de ellos, es la correcta,
y la única que se puede llevar a término en esta nación.
Si eso no es extremismo, -que al ser mezclada con el poder que se posee al
ser presidente, con todos los poderes a la orden y la posibilidad de reelección indefinida y asistida por los recursos del estado-, no veo que otra cosa autocrática
lo puede ser, aparte claro, de una dictadura izquierdista o derechista "a la antigua".
Cuando entendamos que por ser la venezolanidad una entidad realmente debilitada en
nuestra sociedad, entenderemos también el por qué cualquier movimiento ideológico que surja, independientemente
de lo acertado o errado que esté, terminará prevaleciendo y enganchando a
quienes constituyen parte de las mayorías que desconocen el sentido de esa venezolanidad, víctimas de la ignorancia de aquellos que debieron cultivarlas y propagarla desde el pasado en los últimos 65 años, y de la que tampoco se escapan las concepciones de los levantados hoy
como posición, incluyendo, por lo que a dicho,- y dejado de decir-, a Capriles.
Por eso bastó con que un hombre, -como ustedes o como yo-, pero apellidado Chávez, -intento de golpe por medio-, se
hiciera eco de las ideas transformadoras que flotaban en el aire, -y permitiera que los demás se las endosaran como único autor, de manera injusta por lo demás-, para que muchos
se aferrasen a él cómo lo único disponible (después
de todo, diríamos, el arriesgó su vida en una intentona, y ello por patriotismo, hasta donde sabemos),
en la esperanza de la llegada de un cambio real y definitivo, mientras que
subrepticiamente, los movimientos políticos se hacían de este personaje para
ascender al poder constituido.
Pese a estas ventajas iniciales, y a la luz de los erráticos resultados de los primeros años, decidió
que las cosas eran más prácticas cambiarlas “desde afuera”, y no “desde
adentro”, y es por eso es que ni él ni nadie se detuvo o se ha detenido a hablar, sin adornar o maquillar detrás de cómodos eufemismos, de los
cuatro pilares fundamentales, equilibrados y reales de la nación, de la sociedad y de la familia: Justicia, Trabajo,
Salud y Educación, como alternativas exclusivas en contra de los terribles vicios que nos embriagan y nos hacen negar nuestra condición de "alcohólicos" en lo moral y nacional, necesitados del reconocimiento colectivo y propio de nuestra difícil condición, como primer paso para salir de ella.
Fue más sencillo (sin mencionar el buen dividendo político resultante), suplir mediante misiones, que no tienen una
fecha de termino en la cual ser reemplazadas por una realidad estable y justa,
que atacar el problema en su raíz, lo cual pasa por hacerle reconocer a todos,
las carencias que tenemos, y las fortalezas con que aún contamos para enmendar
los errores generacionales que insistimos en heredar a nuestros hijos.
La situación es en el fondo tan bizarra de cara al sentido común, que lo
visto hasta ahora en nuestro país, (más allá de los últimos 15 años incluso), es algo así como si fuera más fácil restituir líquidos
vía endovenosa (las misiones), durante
una hemorragia interna, que intervenir quirúrgicamente y detener el sangrado
sin control (la desvenezolanización).
Desde allí comienza a forjarse la cadena de eventos que nos han llevado
hasta hoy. En esa cadena, muchos de los eslabones están constituidos por la oposición,
que ante su falta de visión, apuntaron sus argumentos contra el hombre, (Chávez),
más bien que sobre la realidad perturbadora
de un vacio en la percepción nacional y republicana (la venezolanidad). Ante
esto, la dura realidad es que quizás 14 o 15 millones de venezolanos y
extranjeros cedulados que votaron para la presidencia, se equivocaron. Estamos buscando la solución entre dos
partes que no se toleran ni se quieren hablar, al considerarse cada una, dueña
exclusiva de la verdad.
Obviamente, la búsqueda de una tercera vía debe comenzar con la localización
de aquellos que de bando y bando, se encuentran reprimidos por las estridencias
de los jefes de siempre, creados a la sombra de las estructuras de poder del
oficialismo y de la oposición.
Cuando Maduro se refiere a “antivalores”, sin lugar a dudas habla de los
que le atribuye en exclusiva a la oposición, dado que él siempre afirmará para quienes
le escuchan, que su gobierno se basa ciegamente en que sus valores, (visión
chavista de las cosas, si lo prefieren), se reservan para sí todas las verdades
y bondades que Dios es capaz de derramar sobre un pueblo.
Por eso, apelo a las palabras de Ephraim
Halevy en la entrevista de la BBC:
“Ambas partes siempre
afirmarán que son los únicos que tienen derechos sobre estas tierras”
Espero que como Israel, no tengamos que esperar otros 65 años para
descubrir lo que verdaderamente nos conviene como nación.
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