Independientemente de por quién se fuera al momento de hacer la elección
presidencial, el hecho es inocultable y debo ratificarlo: Con tan poco margen
de diferencia entre un bando y otro, solo el uso inmoral y desmedido de los
recursos del estado, sin mediar ética o valor bolivariano de por medio, puede
ser la explicación para que el gobierno ilegitimo que se había montado sobre la
muerte del presidente, retenga el poder, con tan miserable resultado.
Esto es la consecuencia directa del desgarro que la división a lo interno
de la nación, logra hacer. Estamos ante un país donde un movimiento político tiene
más fuerza que la propia concepción de nación que se pueda tener, y no porque
el otro candidato la representase, sino porque justamente, no lo hacía.
Nicolás Maduro sabe en su corazón, que lo van a proclamar presidente sobre la
tarima de mentiras construida encima de los restos de la ley, la rectitud y la
honradez. Una vez más, las masas que no entienden lo que ocurre, apuestan su
vida y destinos a la suposición vaga de aquello que conciben como conveniente
para si mismos, y no para sus hijos.
Ahora, el abuso ejecutado, al que no
queremos reconocerle consecuencia alguna, de a poco nos llevará sin desearlo o
entenderlo nosotros, a la necesidad dolorosa del sacrificio más áspero,
mientras que una vez arrojada la esperanza al lodazal de la política
venezolana, solo podremos esperar que quizás, Maduro enmiende y sea capaz de
deshacer tras de sí, el fanatismo desmedido que hemos demostrado ser capaces de
construir, para nuestra egoísta conveniencia.
El CNE tiene razón en algo: Un uno o dos por ciento de diferencia entre los
dos candidatos es una tendencia irreversible, pero no hacia el triunfo del que
abusó de todo lo que se podía abusar, sino hacia la carrera mortal que nos
hemos dado a la tarea de hacer, contra el muro de la estupidez.
Ahora quiero soñar, e imaginar que Maduro, haciendo una introspección y
reconociendo los caminos subterráneos para triunfar que se anduvieron, decida
contra todo pronóstico, recapacitar y ofrecer un gobierno de coalición, donde chavismo
u oposicionismo no existan, sino venezolanas y venezolanos unidos en un solo
objetivo: Recuperar aquello que se quedó perdido en el camino: El sentido de la
decencia hecho republica, justa, humana, compasiva, dialogante, amante de los
valores, y buscadora de Dios.
Creo que nunca había estado tan cerca de sentir lo que seguramente Simón Bolívar
sintió en su lecho de muerte, viendo tras de sí, las oportunidades perdidas no por
él, sino por sus amados compatriotas.
Nada se detiene en el camino del tiempo...
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