¿Será que durante décadas nos vendieron una falsa y distorsionada imagen de la democracia?
¿Por qué nos conformamos con tan poco durante tanto tiempo?
¿Será por ello que cualquier cosa que nos ofrecen desde los años 90, nos parece mejor?
¿Pero en verdad ha servido este período de tiempo para aprender?
Preguntas simples que pueden resultar perturbadoras, una vez más.
Creo humildemente que nuestro sendero, éste por el cual caminamos en la actualidad, partió de aquella primera gran mentira política sobre lo que era Democracia, acomodada entonces para que pocos pudieran mantener el control sobre tantas apetencias personales, corporativas y extranjeras.
El resultado fue esa “Pseudo Democracia” de la que hemos hablado ya, donde una imagen constitucional lejana, una justicia sectaria, y una visión de pueblo tan centralizada en la capital de la republica, sirvió como terreno fértil para lo que se convirtió al pasar las décadas de impunidad, en una población desasistida, sin rumbo claro, y con la influencia descontrolada de factores exógenos producto de millones de inmigraciones, a través de una frontera permeable y sin control.
Por esa situación depauperada, sin esperanza alguna que se asomase sobre la estancada parodia democrática establecida, fue que se dio la génesis de los eventos Febrero 1989, Febrero 1992, y Noviembre 1992. Historia conocida y mencionada ya en este mismo blog.
Ante la “nada indefinida” como futuro, el surgimiento de una versión “criolla” del socialismo, oculta tras unas elecciones presidenciales, y surgida de la misma fuente sigilosa de uno de los actores de intento del golpe de estado de 1992, se planteó como el camino a seguir en el más puro estilo de un “… ¿y por que no?”, dado que ello entronizó una esperanza de alguna forma de cambio, que fue acompañada de la repartición de ingentes y no contabilizados recursos a través de una defectuosa cadena social, que pese a todos los buenos esfuerzos y deseos, terminó demostrando su profunda dependencia de las estructuras burocráticas “auto preservantes” del periodo, -ahora claramente no finalizado-, que dio génesis a la ya mencionada “nada indefinida”, y conocido comúnmente como cuarta y quinta republica.
¿Cuál es entonces la Democracia que estamos buscando?
¿Democracia socialista y autocrática?; ¿Derecha autocrática?
¿Debemos entonces ir de la Democracia venezolana nunca aplicada al socialismo siglo tal o cual?
¿Un hombre está decidiendo por todos nosotros ahora, o desde hace diez años sabíamos exactamente lo que nos estaban proponiendo?
Para quienes han leído este blog desde su principio, o desde hace rato por lo menos, les es claro que no creo en otra cosa que no sea la Democracia. Esa Democracia que en su esencia pura, no necesita de epítetos como social, socialista, capitalista, liberal, conservadora ni de ningún otro para demostrar, lo que Abraham Lincoln resumió tan humildemente, y en lo que yo prefiero detenerme y considerar Democracia, porque nos da la oportunidad de crear su mas amplio sentido aquí, en Venezuela, con nuestras propias manos: “La Democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”. No hay nada mas; el beneficio del colectivo, la protección de este, privan sobre todo lo demás. Sin clases sociales, sin abusadores ni abusados.
En el camino de la perfección de un sistema de gobierno como el ya planteado y consagrado en la actual constitución, nos encontraremos con situaciones que honrarán en verdad palabras como las de George Bernard Shaw: “La Democracia sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida, por la elección debida a una mayoría incompetente”. Las subidas y bajadas, los aciertos y fracasos son inevitables.
La verdadera Democracia, esa que queremos construir, disfrutar y mostrar al mundo, es de por si, un instrumento totalmente volcado hacia el bienestar colectivo. Sin dogmas profundos; sin señales de “siga por aquí”, mas allá de las que la constitución de la republica autoriza.
No es bueno confundir las definiciones de unas palabras con una guerra a muerte entre pensamientos, que dentro de una nación, sólo logra dividir, causar bajas, estancamiento y recesión moral.
El ser humano es un buscador de bienestar nato. Busca a través de su creencia en Dios sus más altos valores, y se confiesa imperfecto y torpe para seguir un camino en comunión con los demás, por lo que la lucha por mejorar es permanente y humilde.
A ratos, los dogmas ideológicos de gobiernos, preponderan sobre la sensatez de esa búsqueda de bienestar, y se entra en periodos de coyuntura como el actual para nosotros, donde se aprende más de los destrozos que recogemos, que de las cosas que construimos.
La democracia es bienestar para todos, cuando la justicia se hace cumplir. Lo justo es darle oportunidad a todos, sin que alguien pueda abusar de los demás; la democracia protege al desafortunado, con el superávit de los afortunados. El equilibrio es característica innata de ella, mientras que su éxito depende exclusivamente del pueblo que decide asumirla como estructura de estado.
Si alguna vez no sirvió, es sólo porque no supimos aplicarla y cultivarla.
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