Lo mas profundo en todo esto, sin embargo, no son las palabras usadas; ni siquiera el tono o contexto en el cual se utilizan, sino amigos míos, el hecho de que pareciéramos vivir de la palabra del momento; no de la palabra empeñada, o de la palabra ofrecida, cumplida o no: En otros términos, quiere decir que vivimos de lo que oímos, y no de los actos que hacemos.
Nos sentimos agredidos o amenazados según las palabras escupidas por alguien, como si de mortíferas balas de plomo se tratara. Por lo tanto, creemos casi ciegamente que igualmente las que digamos, causarán en su receptor el mismo mortífero efecto, olvidando que muchas veces sólo haremos el ridículo, cuando no se trata ni siquiera de cosas entre nosotros, en Venezuela, sino de cosas entre nosotros y otras naciones, por ejemplo.
No importa si el que las dice ha dado muestras de ser un incapaz en el pasado, o si sus acciones no han guardado relación con lo pronunciado. Lo importante es lo que dice. Nunca tan poco había alborotado a tantos.
A Bolívar se le admira con razón porque detrás de sus palabras, un continente entero de éxitos y logros aguarda por nosotros para vivirlo y estudiarlo. No admiremos pues a quien habla primero y quizás luego haga, en medio de improvisaciones y falta de objetivos.
¡Ups!, ¡pero así son muchos políticos y aprendices de estos!
Les venia comentando el como, por ejemplo, palabras tales como pueblo o burguesía, son utilizadas alegremente para intentar diferenciar a los buenos de los malos, ¡como si acaso del mismo pueblo no se tratara en realidad!
¡Pero de eso se trata justamente!: es el mismo pueblo, ni más ni menos; ¡no me van a decir que los dueños de las empresas son marcianos, o gringos o cubanos que vinieron a explotar nuestros recursos y a violar nuestra soberanía!
Pueblo es todo el colectivo humano que vive en Venezuela: Empresarios y políticos (así como la mezcla de ellos), militares y civiles, trabajadores y vagos, malandros y santos. Nosotros y ellos, pues. Todos asumiendo distintos roles dentro de una misma frontera, en distintos tiempos. Las divisiones son sólo en general dogmáticas, propias de las mentes calenturientas que he citado en el pasado, y que buscan en sus argumentos, justificación para sus actos y procederes, independientemente de sus intenciones.
Parte de la explicación para esto estriba en que arrastramos conceptos muy antiguos, desde la colonia, y sorprendentemente, han sobrevivido hasta nuestros días.
Las clases actuales, no obstante, viven diferenciadas únicamente por los que tiene poder y se aprovechan de ello sin importar las consecuencias sociales, y los que no tienen poder, bien porque lo consideran incorrecto y buscar los altos valores éticos de la vida, bien porque no tuvieron oportunidad de: A.- Entender o exponerse a dichos valores éticos; B.- No pudieron o supieron, “encaramarse” en los que tienen poder por cualquier vía ilegal o no ética.
No; grave no es entonces que existan empresarios exitosos; ¡lo grave es que el estado supuestamente cimentado en la constitución y sus leyes, permita la existencia de empresarios inescrupulosos!; estos últimos, amparado por un gobierno y un estado indulgente, con una aplicación de justicia negligente, son los elementos que permiten la existencia de sectores poblacionales mal empleados, tercerizados o informales, con los pírricos sueldos o pagos resultantes, y la casi inexistente seguridad social presente. Por cierto, ¿Dónde esta la tan “cacareada” ley de seguridad social?; ¡Rapidez si tuvieron para enmendar lo inenmendable!
Peor aún es entonces meterlos a todos (los llamados empresarios y hasta al pobre que tenga 20 hectáreas de tierras “ociosas” porque no ha conseguido un crédito o la asesoria de alguno de tantos ingenieros agrónomos desempleados), en el mismo pozo, y acabarlos de un tiro en la cabeza, como si el gran culpable del libertinaje no fuera el mismo estado, y los gobiernos que uno tras otro, cayeron seducidos por el poder y el dinero. Diferenciarlos es de sabios; segregacionarlos, es de fanáticos.
Los humanos somos ambiciosos por naturaleza; lo hemos mencionado ya; es lo biológico e instintivo llevado a lo social; el punto es que la ambición sea encausada hacia un anhelo de bienestar justo y ético, garantizado por el estado, y no represada en un inmenso y angustioso embalse de aguas estancadas.
No se caigan a mentiras: Un estado empresario, constructor y dueño de todo, sobre el pobre argumento de hacerlo por el pueblo y en contra de la burguesía y las oligarquías, termina siendo el mayor caldo de cultivo de corrupción generalizada. ¡Sería un poco como vivir en una empresa! Ya lo vivimos y nos hartamos de eso hasta principios de los años 90, cuando el estado, de la mano de un gobierno inepto como el del ciudadano Rafael Caldera, que se limitó a entregar todo cuanto pudo a corporaciones extranjeras o, a sectores del ya dañado y contaminado sector privado nacional nacido de la escuela de las tercerizaciones engendradas en la misma PDVSA y en SIDOR, en vez de buscar un mecanismo ético y anticorrupto (valga decir, con un aparato de justicia inmaculado), para así demostrar que los venezolanos podíamos efectiva y honestamente manejar el aparato productivo.
El presidente esta postulando e intentando llevar a cabo eso, pero edulcorado en exceso con las ideas socialistas a falta de una ocurrencia mejor, que nos guste o no, por cierto los chinos y rusos han dejado a un lado, por ser ineficaces para producir bienestar colectivo y competitivo en sus respectivas naciones. Insisto: ¿Por qué tomar lo que los rusos, padres de la necesaria criatura comunista en su momento, dejaron ya a un lado? Los rusos al igual que los chinos, se han limitado actualmente a financiarnos y vendernos inteligentemente lo que hemos necesitado materialmente, pero jamás han pronunciado apoyo explícito a algún esquema dogmático socialista. ¿Por qué?
¿Necesitan más?; bueno, volviendo al tema de las empresas, les pregunto yo: ¿Si no pudimos manejar con honestidad a VIASA, o a SIDOR, como pretenden que lo hagamos ahora con esa misma receta que aplicamos en los 70 y 80, pero ahora matizada con lo que los amigos rusos y chinos desecharon, dando origen con ello a un manejo aún más sectario?
La nacionalización es un tema de soberanía y estrategia, no de expropiación y subsiguiente subexplotacion desordenada. Lo peor es que estamos preparando el escenario para que llegado constitucionalmente otro gobierno, si no actuamos con inteligencia constitucionalista, surja un Caldera II, “reprivatizando en nombre de la sagrada patria” todo como en los mismos viejos tiempos, enriqueciendo en el proceso de manera sórdida y asquerosa a muchos aprovechados y oportunistas (esos si, apatridas), y haciendo de éste periodo de reflexión y aprendizaje, uno más perdido en nuestra historia y en nuestro bienestar colectivo.
De acuerdo estamos en que existen muchos empresarios que tienen demasiado poder en Venezuela, y que con sus acciones facilitan la manipulación mediática, tanto gubernamental como oposicionista, con términos al final ambiguos como oligarquías, burguesías y pueblos, pero esos mismos poderes económicos excesivos y abusivos los tienen todos esos empresarios sobre las prebendas obtenidas de los gobiernos y de muchos funcionarios de turno, uno tras otro. Muchos empresarios han obtenido tanto, que aún confiscándoles sus empresas, tendrían suficiente dinero para vivir como potentados toda la vida que les queda, mientras que compran todas las conciencias necesarias. Casi siempre incluso, como otra cruel ironía de las circunstancias, son ellos mismos los que mencionan los errores de los gobiernos, en sus sofisticadas ruedas de prensa, sin darse cuenta que por ser lo que son, desvirtúan cualquier verdad que por accidente, pudieran estar diciendo. No es fácil luchar contra la corriente excesivamente materialista, cuya regla de medida es el dólar predominante actualmente en el mundo; el daño esta hecho; lo importante sin embargo, es no permitir esas tendencias por mucho más tiempo, sólo con la aplicación irrestricta de la constitución y las leyes tanto mencionadas. Lo elemental en definitiva es comenzar en Venezuela; luego seremos ejemplo para otros, sin pretenderlo.
Como humano, entiendo la angustia del hombre y ciudadano que es presidente de la Republica. Hasta comprendo su uso del recurso verbal soberbio y grosero cada vez más común en él. En muchos sentidos lo hemos dejado solo, y la resultante es el rumbo tomado, independientemente de cómo lo califiquen.
Elegimos a un hombre para hacer el trabajo que urgíamos ejecutar, pero dejamos que fuera rodeado de individuos vividores, amantes del poder y del éxtasis que este produce. Los errores y tragedias, se sucederían luego por si mismas, y su incapacidad para reconocer oportunamente las desviaciones, pese a su alta investidura como presidente, se convirtió en su firma y limitación mas grande.
Fuimos tan lentos en reaccionar, que les dimos tiempo a los viejos y fracasados cuadros políticos cuartorepublicanos, es decir, a los políticos que nunca se insertaron en la quintarepublica por decisión o menos suerte que los que si lo lograron, para armarse nuevamente incluso sobre sus propios fracasos en los gobiernos anteriores. Hoy son los líderes del oposicionismo.
Recuerden que nos le habla aquí un sociólogo; tampoco un economista, y mucho menos un político. Les escribe un hombre común, que ve las cosas y las interpreta sólo con el lenguaje que los años de educación pública y una carrera de ingeniería no concluida, pudieron darle. Les pido, como en oportunidades anteriores, condescendencia para con este ser que sólo busca identificar con sencillez y humildad, lo que décadas de abusos, negligencias, injusticias y derroche, han hecho en nuestra nación.
Soy tan “producto” de las circunstancias vividas en Venezuela, como lo fue Hugo Chávez unos años antes. La diferencia es que él es Presidente y plantea un modelo externo para Venezuela, y yo soy un desconocido defendiendo una venezolanidad y una constitución, en un plano que aspiro sea, de más logros para todos.
No nos dejemos pues, asustar con el ruido que como petardos explotando, hacen palabras tales como pueblo y burguesía, revolución y partido, popular y elite, traidores o apatridas, cuando algunos manipuladores sólo buscan dividir supuestamente entre buenos y malos, identificándose ellos mismos siempre como los buenos e incuestionables. Nadie está libre de pecado en este país, como para lanzar la primera piedra y lo hemos dicho.
Mejor es entonces buscar equilibradamente, sin sobresaltos ni dudas, el aplicar la constitución, -nuestra alma escrita- y las leyes, para reconocer exaltadamente a los justos, y dejar a un lado con eficaz y oportuno castigo, a los que con sus malas acciones nos han distraído hacia una subcultura de desprecio y segregación, que nos aleja minuto a minuto de lo que somos: venezolanos y venezolanas con más nobleza de lo que creemos tener.