Sabemos, -puesto que llegamos hace rato hasta este punto-, que las cosas, por las razones que sean, han llegado a un atasco que va mas allá de lo político y económico en nuestro país, para adentrarse en lo social y hasta existencial del colectivo que habita en Venezuela. Un colectivo por cierto, que no puede ya llamarse totalmente venezolano, por la distorsión migratoria y de identidad, que como consecuencia directa de todas las fallas acumuladas, se han dado hasta el día de hoy, y que por ello, aguarda en su futuro (el del colectivo), quizás sus mas traumáticos conflictos interiores, que no necesariamente deben implicar sangre derramada, estúpidos golpes de estado o mucho menos, intervenciones extranjeras.
No obstante, antes de darse esos siguientes pasos nacionales, independientemente de lo conflictivos que puedan ser, está el camino que queda desde ahora hasta las elecciones del 2012, que de llevarse a efecto, supondrán la ejecución, -en función de la tendencia que gane-, de caminos en apariencia disimiles, y que sin embargo, pueden terminar siendo idénticos en sus limitaciones internas.
El tema tiene que mucho ver con que probablemente, nadie le gane al ciudadano presidente en esta, su cuarta etapa permanente de campaña electoral, si el oponente mayor en dicha contienda no se decide a estar un paso por adelante del mismo, y esto último entendido estrictamente en términos de evolución política; es decir, teniendo una visión política y de desarrollo social aún más avanzada y estructurada que la del presidente (si ello es posible en algún oponente), y donde el componente “venezolanidad”, sea el común denominador a ser aplicado mas allá de lo que las “masas” incluso, puedan comprender en un primer momento.
Así de simple, sin cortapisas, sin opciones intermedias. Esto es lo que hay delante.
Pensar en que gane un opositor, sin importar el margen con el que gane, sin tener este entre manos un claro proyecto positivo de país, y sin una visión venezolanista integral, es estar entonces ante lo que podríamos definir como un verdadero y poco útil gobierno de transición, -lejos de que algunos opositores denominan como tal-, ya que de ninguna manera llenará las expectativas de los venezolanos, y supondría consecuentemente la necesidad de seguir mirando hacia delante, en la búsqueda de ese nivel social, político y económico superior y más apropiado que aspiramos aún incluso, sin entenderlo demasiado en sus profundas consecuencias.
Les digo esto, porque un gobierno que no busque -por fin, y como verdadera primera cosa por hacer-, erradicar la injusticia apelando exclusivamente al apego estricto y severo a las leyes y la constitución, decidido a la vez a aleccionar a todos sobre esta ultima (la constitución), y su venezolanidad intrínseca, considero que va irremediablemente por el camino de esa temporalidad, más que por el sendero del provecho nacional.
De esta aplicación irrestricta es que comenzaría el encausamiento de todo, porque la constitución dice que un venezolano no debe pasar enfermedad sin ser atendido, injusticias sin ser amparado, ni hambre sin ser asistido.
Sé que esto parece simple, pero es solo una ilusión; un espejismo, si quieren, porque lo realmente difícil es hacer que una idea concreta que es avanzada (porque está más allá de las mentes de la mayoría de los políticos y de nosotros mismo a sacrificar esta comodidad del vacío legal en el que vivimos), y riesgosa (justamente porque de seguro terminaría en manos de los políticos tradicionales, quienes la deformarían y lograrían con ello un frenazo a cualquier aplicación irrestricta de la constitución, y no porque sean malos, sino porque son incapaces de ver más allá).
Así pues, más que usar la escusa de la provisionalidad en términos de gobiernos temporales, transitorios o con el eufemismo que se les ocurra definirlo, para hacer correcciones que ningún político quiere llevar luego sobre sus hombros, (y por lo tanto, sería deseable según algunos trasnochados, un político de bajo perfil, “sacrificable”, -entiéndase: uno viejo y más bien gris de presencia-), se necesita justamente lo contrario: un gobierno y un presidente dispuesto a hacer de esto, el punto de honor en su labor administrativa y política*, a sabiendas de que quizás, muchos recientan el “shock” que tal “revolución en la manera de diseñar estrategias y hacer política”, supondría en la nación, aunque sus consecuencias fueran en su inmensa mayoría, positivas, dado que sencillamente, nunca se ha hecho. El ciudadano presidente de la república en funciones, considero que con sinceridad trató de hacerlo, (dejando por ello como legado, bastantes cosas buenas), pero no alcanzó a engranar las ideas, actitudes y resoluciones necesarias para ello*, logrando con eso el trabajo importante, pero parcial, que ha obtenido. Quizás como comentaba en el pasado, fuera su decisión de cambiar un modelo de gobierno y estado aún no ejecutado o concretado en su letra estricta, y que veníamos viendo como era pisoteado por quienes tuvieron la oportunidad de gobernar hasta 1998, por otro cargado de un personalismo cada vez mayor y más exagerado, junto con una verticalidad aplastante, rígido en su concepción como un ladrillo horneado, -e igual de frágil-, lo que determinó la cadena de eventos que nos ha llevado hasta el presente de esta manera. Solo el petróleo con la inmensa fortuna monetaria que nos ha dado, -pese a las dilapidaciones y robos sufridos-, ha sido capaz de mantener al país cohesionado y andando, aunque sea en un sueño febril.
Creo que uno de nuestros mayores delirios, a propósito de esa “fiebre” monetaria que hemos sufrido desde hace décadas, es que no hemos entendido que como nación, no tenemos que politizarnos hoy, en los términos que los políticos y la política tradicional dictan, y es justamente lo que hemos hecho, lo cual se puede ver reflejado por cierto, en partidos tan recientes y disimiles como el de Hugo Chávez, el de Leopoldo López, o el de Manuel Rosales.
Hemos caído en la trampa que nos hace pensar que para ser políticos, hay que ser capaz de ocultar verdades, decir mentiras, actuar como cómplice de tráficos de influencias y tolerar lo intolerable, por decir lo menos. Si algo hay que tener claro, es que tus ideas son tan buenas, sensatas y muchas veces mejores que la de los políticos tradicionales; no hay razón para creer que por ser individuos, no podemos planificar hitos estratégicos en el desarrollo nacional. Si fuera cierto, no habría razón para que las ideas de un candidato político o empresarial, fueran a servir tampoco…
Recuerden por favor queridos compatriotas, que la suma de los individuos, hace al colectivo, y que la suma de las necesidades de los individuos, hacen la de su sociedad.
Por eso es que: “El verdadero poder popular, es el poder de uno”.
Nunca las soluciones “planas”, ofrecen algún punto que “resalte”, para que alguien pueda tener un apoyo donde su idea, permita “apalancar” a la sociedad toda, hacia delante.
Jamás alguna nivelación de terreno, ha servido para que los “granos de arena” (entiéndase, ustedes o yo), compactados al principio en una sola masa indiferenciable en sus componentes, terminen en la cúspide de la obra construida. La arena siempre será arena. Los granos siempre serán granos. El pueblo anónimo siempre será el pueblo sin nombre.
Las masas, los pueblos, por muy amados que sean por sus presidentes, terminan siempre “compactados” por sus limitaciones como gobernantes, porque jamás han sabido tratar a cada grano de arena como lo que son: Individuos con alma, amparados por la constitución que los abriga. De nada sirve que me llames por mi nombre, si al final, dejas que la “aplanadora” de la inflación me triture, o que el “tractor” de la injusticia, me reduzca con sus “ruedas” de delincuencia.
Si la repartición de equidad social o de oportunidad para todos, en una escala del uno al diez, antes del 4 de febrero de 1992, era repartida hasta alcanzar “2”, y ahora llegamos a “5” con el gobierno en curso, no podemos por ello conformarnos con eso, y olvidar que existen otros 5 valores hasta el “10”, que permanecen por alcanzar. Estancados en “5” estamos, mientras que los otros “5” se despilfarran, regalan y malversan.
Necesaria es la verdadera revolución para alcanzarlos. O se lo hacemos cumplir al presidente Chávez, o se lo exigimos al que lo suceda, so pena de ser pateado de la silla de Miraflores.
Quizás estamos como la bandera de la foto de esta entrada al blog; un amarillo que representa una riqueza inmensa pero despilfarrada y cada vez menos visible; un azul desgarrado pero aún largo, porque así son nuestras esperanzas, mientras que el rojo se pierde de a poco, como la sangre derramada por la delincuencia y la violencia en nuestra patria.
Demos el siguiente paso honesto y nacional, antes de que lo que queda de Venezuela, sea codiciado y arrebatado por intereses extranjeros, o se pierda en nuestra débil memoria. Lo más difícil viene, y sin sacrificio, no habrá victoria.
Nadie que pretenda ser presidente, sin proyecto venezolanista real, saldrá incólume del juicio de la historia. Quizás salga millonario, o con el orgasmo político de quien tuvo el poder, pero nunca tendrá ni el derecho de pulirle las botas al monumental que nos libertó. Todo el asunto pasa por la necesidad de un aún más elevado proyecto nacional, integrador de todo el colectivo, y profundamente justo en el espíritu que nos hace venezolanos.
Escojan entonces ustedes que van a sacrificar: Vuestra libertad, o vuestra comodidad.
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