Permítanme respetuosamente recordarles un hecho irrefutable: Independientemente de su intensión o simple descuido, o de que sean falsas o ciertas dichas opiniones, el Sr. Palmer emitió juicios de valor en los que se ponen en duda la integridad de nuestras fuerzas armadas. Sus palabras tuvieron un carácter beligerante, mas allá de lo que un embajador debe decir, y menos aún sabiendo que es el elegido para tal función en el país hacia donde van dirigidos sus comentarios.
Quizás fue un error; quizás fue un simple opinar humano, pero no por ello, ante una falta de rectificación pública, o una disculpa formal por lo dicho, de parte de EEUU, es poco recomendable que en esta situación, el estado venezolano acepte sin reclamar, a este respetable ciudadano estadounidense como embajador en nuestro país.
Podemos aceptar a otro; no deberíamos tener problema en ello.
Este lo considero por cierto, uno de esos escenarios donde los venezolanos confundimos el papel del estado con el del gobierno, y este último se confunde a propósito con el primero, cayendo fatalmente en una mezcla que corroe al país, en cuanto los bandos políticos se atacan mutuamente, se acusan y se denuncian.
El Resultado: Venezuela pierde.
Mejor es apoyar la precaución, al mismo tiempo que el respeto a la autodeterminación de los pueblos, a su soberanía, y en este caso, al derecho de las partes a rechazar a un funcionario diplomático cualquiera, donde el dialogo no necesariamente publico entre ambas naciones, logre prontamente la aparición de acuerdos de dialogo y de tratos constructivos mutuos.
No es necesario que se caiga en descalificar una parte a la otra. Basta con que se respeten en los términos básicos del mundillo diplomático, pero sobre todo, que cada uno busque comprender la idiosincrasia del otro, y en función de ello, y no de la improvisación verbal de las partes, se llegue a mejores entendimientos.
EEUU debe respetar nuestra decisión soberana, como nosotros las de ellos; deben reconocer que el Sr. Palmer emitió juicios innecesarios sobre la integridad de nuestra FFAA, y debido a esto, sin que nadie por ello dude de la integridad como persona del señor Palmer, ni de su habilidad profesional en estos menesteres, es recomendable presentar a otro candidato como muestra de buena voluntad hacia el vecino que somos.
El Sr. Palmer se equivocó.
Nosotros nos hemos equivocado también en algunas oportunidades. El mismo presidente H. Chávez, entre sus muchas improvisaciones y ataques hasta obscenos en contra de esa nación, acusó en una oportunidad, (estando él de visita en la ONU, en suelo de los EEUU), al mismísimo presidente estadounidense Bush hijo, de alcohólico, sin contar que ha insinuado su condición “demoniaca”.
Mejor es que pasemos la página.
Nadie está libre de pecados como para lanzar la primera piedra.
No actuemos entonces como los tales.
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