No existe problema alguno en reconocer y estudiar las lecciones, los meritos y el papel importante de esta dama vivida en los tiempos tormentosos de la gesta emancipadora suramericana. Tampoco que tenga un lugar simbólico en el panteón nacional. Lo patético a mi parecer es que se monte todo un protocolo propagandístico, por demás inútil, para recibir no los restos, sino una simple muestra de suelo del sitio donde murió. ¿Por qué no hacemos lo mismo, (políticamente hablando) con una muestra de suelo de Jerusalén o de Belén?; Quizás así nos podamos sentir mas “decididos” al cumplimiento de los mandamientos de Dios. ¿Quizás una muestra de suelo de la Cañada de Urdaneta (Venezuela, estado Zulia), donde nació el científico venezolano Humberto Fernández Moran, ya que ni sus restos o memoria son honrados? ¿Qué tal si traemos una muestra de suelo para que el ciudadano presidente la reciba y haga un discursito, de donde murió Carl Marx? La lista de opciones es infinita, como infinito será el tiempo perdido que pasará entre nosotros si no nos enseriamos.
De nada, absolutamente de nada sirve reconocer a los personajes del pasado, si no reconocemos primero las lecciones que ellos mismos nos dejaron, al quedar registrada en nuestra historia escrita. Por eso pregunto si es que la venezolanidad tendrá también sus restos simbólicos, dado que no estamos haciendo casi nada para darle vida real y permitir así que las lecciones de su aplicación den origen a una historia y a una sabiduría capaz de ser seguida por nuestros descendientes.
Esta impresionante dama aún no ha sido reivindicada; olvídense de que este parapeto de recepción de muestras de suelo tenga un valor real sobre lo que fue Manuela Sáenz, y no lo tendrá mientras sigamos pensando y actuando como lo hacemos. Caer en protocolos y discursos vacíos y fútiles, es la evidencia de cómo el cuartorepublicanismo en realidad se funde aún con la quinta republica en una fusión que sólo busca mostrarnos el camino que no hay que seguir.
La Manuela Sáenz que vivió, cuando lo hizo también Simón Bolívar, lo hizo no solo hablando de valores; los practicó y estuvo dispuesta a hacer sacrificios y esfuerzos por ellos.
Una visión de lo que la patria podía ser, los motivaba; una realidad presionando sobre nuestras conciencias de lo que Venezuela es, aguarda por ser llevada a efecto.
El presente gobierno, y sus acciones, son sólo una pincelada en el gran óleo que debemos terminar. No es el socialismo puro, como no lo es el capitalismo ortodoxo el que nos llevara a un nuevo nivel. Ya esto lo hemos hablado bastante.
La democracia pura y simple, engranada con gentes trabajando honesta y comprometidamente como servidores públicos remunerados justamente, escuchando al individuo y el colectivo que forma, es la solución simple a ejecutar y cultivar.
Mientras, Manuela Sáenz y la venezolanidad seguirán aguardando, y no por un vacío protocolo gubernamental de reconocimiento sobre sus simbólicos restos, sino por aquella ejecución vigorosa que busca hacer sentir en los cuatro puntos cardinales de esta maravillosa nación, el verdadero sentido y dimensión de lo que esa venezolanidad es.
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